Musica Para el Alma

sábado, 21 de abril de 2018

LECTURAS LARGAS

PRIMERA LECTURA
De los Hechos de los apóstoles 12, 1-23
PEDRO ES LIBERADO DE LA CÁRCEL POR UN ÁNGEL
Por aquel tiempo, el rey Herodes se apoderó de algunos fieles de la Iglesia con el fin de hacerles daño, e hizo morir por la espada a Santiago, hermano de Juan. Y, viendo que esto era del agrado de los judíos, resolvió prender también a Pedro. Era por los días de los panes ázimos. Una vez que se apoderó de él, lo hizo meter en la cárcel y lo puso bajo la vigilancia de cuatro escuadras de cuatro soldados cada una. Tenía el propósito de hacerlo comparecer en juicio ante el pueblo después de la Pascua. Mientras Pedro estaba detenido en la cárcel, la Iglesia oraba incesantemente por él.

La noche anterior al día en que Herodes iba a hacerlo comparecer en su tribunal, se hallaba Pedro atado con dos cadenas y durmiendo entre dos soldados. Mientras tanto, los centinelas hacían guardia ante las puertas de la cárcel. De repente, se presentó un ángel del Señor, y el calabozo se llenó de luz. El ángel tocó a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo:

«Levántate en seguida.»

Y, al momento, cayeron las cadenas de sus manos. Le dijo el ángel: «Ponte el ceñidor y las sandalias.»

Él obedeció. En seguida el ángel añadió:

«Envuélvete en tu manto y sígueme.»

Salió Pedro fuera, detrás de él; pero no se daba cuenta de si era realidad lo que estaba haciendo el ángel; le parecía que estaba viendo un sueño. Después de atravesar la primera y segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad; la puerta se abrió por sí misma. Salieron y avanzaron por una calle, y, de pronto, el ángel desapareció. Pedro, dándose cuenta de la realidad, exclamó:

«Ahora comprendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel y me ha librado de las garras de Herodes y de todo lo que el pueblo judío esperaba.»

Después de pensar un momento, se dirigió a casa de María, la madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde había muchos fieles reunidos en oración. Golpeó la puerta del vestíbulo, y salió a abrir una criada, llamada Rode. Ésta, al reconocer la voz de Pedro, fuera de sí de alegría, nó abrió la puerta, sino que entró corriendo a avisar que Pedro estaba en el vestíbulo. Ellos le dijeron:

«Tú estás loca.»

Pero ella afirmaba con insistencia que era verdad. Entonces dijeron:

«Será su ángel.»

Mientras tanto, Pedro seguía llamando. Abriéronle por fin y, al verlo, quedaron estupefactos. Haciéndoles señas con la mano de que callasen, les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. Luego añadió:

«Comunicad esto a Santiago y a los demás hermanos.»

Y se marchó a otro lugar. Cuando se hizo de día, se produjo gran alarma entre los soldados, porque no sabían qué había sido de Pedro. Herodes lo hizo buscar y, al no hallarlo, sometió a interrogatorio a los guardias y los mandó ajusticiar. Luego, bajó de Judea a Cesárea y se quedó allí. Estaba muy irritado contra los tirios y los sidonios. Éstos, de común acuerdo, vinieron a presentarse ante él, y, por medio de Blasto, tesorero real, a quien se habían ganado con dinero, pidieron hacer las paces; pues el país de los tirios y los sidonios dependía económicamente del territorio real de Herodes. El día señalado, Herodes, vestido regiamente y sentado en su trono, les dirigió una alocución. Y el pueblo allí reunido comenzó a decir a grandes voces:

«Es un dios, no un hombre, el que está hablando.»

Pero, al instante, lo hirió un ángel del Señor, porque no había dado gloria a Dios; y luego, comido de gusanos, expiró.
RESPONSORIO    Cf. Hch 12, 7
R. Levántate, Pedro, y vístete; recibe la fortaleza para salvar a las naciones. * Porque han caído las cadenas de tus manos. Aleluya.
V. Se presentó un ángel del Señor, y el calabozo se llenó de luz. El ángel tocó a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: «Levántate en seguida.»
R. Porque han caído las cadenas de tus manos. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios
(Homilía 14, 3-6: PL 76, 1129-1130)
CRISTO EL BUEN PASTOR
Yo soy el buen Pastor, y conozco a mis ovejas, es decir, las amo, y ellas me conocen a mí. Es como si dijese con toda claridad: «Los que me aman me obedecen.» Pues el que no ama la verdad es que todavía no la conoce.

Ya que habéis oído, hermanos, cuál sea nuestro peligro, pensad también, por estas palabras del Señor, cuál es el vuestro. Ved si sois verdaderamente ovejas suyas, ved si de verdad lo conocéis, ved si percibís la luz de la verdad. Me refiero a la percepción no por la fe, sino por el amor y por las obras. Pues el mismo evangelista Juan, de quien son estas palabras, afirma también: Quien dice: «Yo conozco a Dios», y no guarda sus mandamientos, miente.

Por esto el Señor añade, en este mismo texto: Como el Padre me conoce a mí, yo conozco al Padre y doy mi vida por mis ovejas, lo que equivale a decir: «En esto consiste mi conocimiento del Padre y el conocimiento que el Padre tiene de mí, en que doy mi vida por mis ovejas; esto es, el amor que me hace morir por mis ovejas demuestra hasta qué punto amo al Padre.»

Referente a sus ovejas, dice también: Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy vida eterna. Y un poco antes había dicho también acerca de ellas: El que entre por mí se salvará, disfrutará de libertad para entrar y salir, y encontrará pastos abundantes. Entrará, en efecto, al abrirse a la fe, saldrá al pasar de la fe a la visión y la contemplación, encontrará pastos en el banquete eterno.

Sus ovejas encontrarán pastos, porque todo aquel que lo sigue con un corazón sencillo es alimentado con un pasto siempre verde. ¿Y cuál es el pasto de estas ovejas, sino el gozo íntimo de un paraíso siempre lozano? El pasto de los elegidos es la presencia del rostro de Dios, que, al ser contemplado ya sin obstáculo alguno, sacia para siempre el espíritu con el alimento de vida.

Busquemos, pues, queridos hermanos, estos pastos, para alegrarnos en ellos junto con la multitud de los ciudadanos del cielo. La misma alegría de los que ya disfrutan de este gozo nos invita a ello. Por tanto, hermanos, despertemos nuestro espíritu, enardezcamos nuestra fe, inflamemos nuestro deseo de las cosas celestiales; amar así es ponernos ya en camino.

Que ninguna adversidad nos prive del gozo de esta fiesta interior, porque al que tiene la firme decisión de llegar a término ningún obstáculo del camino puede frenarlo en su propósito. No nos dejemos seducir por la prosperidad, ya que sería un caminante insensato el que, contemplando la amenidad del paisaje, se olvidara del término de su camino.
RESPONSORIO    Cf. Jn 10, 14. 15; 1Co 5, 7
R. Resucitó el buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas; * él se dignó morir por su rebaño. Aleluya.
V. Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado.
R. Él se dignó morir por su rebaño. Aleluya.

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado. 


ORACIÓN.
OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que has dado a tu Iglesia el gozo inmenso de la resurrección de Jesucristo, te pedimos que nos lleves a gozar de las alegrías celestiales, para que así llegue también el humilde rebaño hasta donde penetró su victorioso Pastor. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.