Musica Para el Alma

viernes, 30 de marzo de 2018

LECTURAS LARGAS

PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Jeremías 20, 7-18
ANGUSTIA DEL PROFETA
En aquellos días, exclamó Jeremías:

«Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir. Tú eras el más fuerte y yo fui dominado. Ahora soy todo el día la irrisión y la burla de todo el mundo. Siempre que hablo tengo que proclamar: "¡Violencia! ¡Destrucción!" La palabra del Señor se ha vuelto para mí oprobio y befa todo el día. Yo me dije: "No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre"; pero su palabra era en mis entrañas como fuego ardiente, encerrado en mis huesos; yo intentaba contenerlo, pero no podía.

Oía las burlas de la gente: "Terror por doquier. Delatadlo, vamos a delatarlo." Mis amigos acechaban mi traspié: "A ver si se descuida, y lo abatiremos y nos vengaremos de él."

Pero el Señor está conmigo, como fuerte guerrero; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo perpetuo que no se olvidará. Señor de los ejércitos, que examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón, que yo vea la venganza que tomes de ellos, porque a ti encomendé mi causa.

Cantad al Señor, alabad al Señor, porque libra la vida del pobre de las manos de los impíos.

Maldito el día en que fui engendrado, el día en que mi madre me parió no sea bendito. Maldito el hombre que anunció a mi padre: "Te ha nacido un varón", dándole una gran alegría. Ojalá que hubiera sido ese día como las ciudades que el Señor destruyó sin compasión; que escuche gritos de alarma en la mañana y alaridos de guerra al mediodía. ¿Por qué no me mató en el vientre? Habría sido mi madre mi sepulcro, y yo eterna preñez de sus entrañas. ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y fatigas y acabar mis días derrotado?»
RESPONSORIO    Cf. Mt 27, 66. 60. 62
R. Después de sepultar al Señor, hicieron rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro y lo sellaron. * Y pusieron guardias para custodiarlo.
V. Los jefes de los sacerdotes se presentaron ante Pilato, y le pidieron que diese orden de vigilar el sepulcro.
R. y pusieron guardias para custodiarlo.
SEGUNDA LECTURA
De una antigua Homilía sobre el santo y grandioso Sábado
(PG 43, 439. 451. 462-463)
EL DESCENSO DEL SEÑOR A LA REGIÓN DE LOS MUERTOS
¿Qué es lo que pasa? Un gran silencio se cierne hoy sobre la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey está durmiendo; la tierra está temerosa Y no se atreve a moverse, porque el Dios hecho hombre se ha dormido Y ha despertado a los que dormían desde hace siglos. El Dios hecho hombre ha muerto y ha puesto en movimiento a la región de los muertos.

En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como a la oveja perdida. Quiere visitar a los que yacen sumergidos en las tinieblas y en las sombras de la muerte; Dios y su Hijo van a liberar de los dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a Eva, que está cautiva con él.

El Señor hace su entrada donde están ellos, llevando en sus manos el arma victoriosa de la cruz. Al verlo, Adán, nuestro primer padre, golpeándose el pecho de estupor, exclama, dirigiéndose a todos: «Mi Señor está con todos vosotros.» Y responde Cristo a Adán: «y con tu espíritu.» Y, tomándolo de la mano, lo levanta, diciéndole: «Despierta, tú que duermes, Y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo.

Yo soy tu Dios, que por ti me hice hijo tuyo, por ti y por todos estos que habían de nacer de ti; digo, ahora, y ordeno a todos los que estaban en cadenas: "Salid", y a los que estaban en tinieblas: "Sed iluminados", Y a los que estaban adormilados: "Levantaos."

Yo te lo mando: Despierta, tú que duermes; porque yo no te he creado para que estuvieras preso en la región de los muertos. Levántate de entre los muertos; yo soy la vida de los que han muerto. Levántate, obra de mis manos; levántate, mi efigie, tú que has sido creado a imagen mía. Levántate, salgamos de aquí; porque tú en mí y yo en ti somos una sola cosa.

Por ti, yo, tu Dios, me he hecho hijo tuyo; por ti, siendo Señor, asumí tu misma apariencia de esclavo; por ti, yo, que estoy por encima de los cielos, vine a la tierra, y aun bajo tierra; por ti, hombre, vine a ser como hombre sin fuerzas, abandonado entre los muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto paradisíaco, fui entregado a los judíos en un huerto y sepultado en un huerto.

Mira los salivazos de mi rostro, que recibí, por ti, para restituirte el primitivo aliento de vida que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas de mis mejillas, que soporté para reformar a imagen mía tu aspecto deteriorado. Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte de la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente sujetas con clavos en el árbol de la cruz, por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol prohibido.

Me dormí en la cruz, y la lanza penetró en mi costado, por ti, de cuyo costado salió Eva, mientras dormías allá en el paraíso. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te sacará del sueño de la muerte. Mi lanza ha reprimido la espada de fuego que se alzaba contra ti.

Levántate, vayámonos de aquí. El enemigo te hizo salir del paraíso; yo, en cambio, te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celestial. Te prohibí comer del simbólico árbol de la vida; mas he aquí que yo, que soy la vida, estoy unido a ti. Puse a los ángeles a tu servicio, para que te guardaran; ahora hago que te adoren en calidad de Dios.

Tienes preparado un trono de querubines, están dispuestos los mensajeros, construido el tálamo, preparado el banquete, adornados los eternos tabernáculos y mansiones, a tu disposición el tesoro de todos los bienes, y preparado desde toda la eternidad el reino de los cielos.»
RESPONSORIO     
R. ¡Se fue nuestro Pastor, la fuente de agua viva! A su paso el sol se oscureció. Hoy fue por él capturado el que tenía cautivo al primer hombre. * Hoy nuestro Salvador rompió las puertas y cerrojos de la muerte.
V. Demolió las prisiones del abismo y destrozó el poder del enemigo.
R. Hoy nuestro Salvador rompió las puertas y cerrojos de la muerte.

ORACIÓN.
OREMOS,
Dios todopoderoso, cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del sepulcro, te pedimos que concedas a todos tus fieles, sepultados con Cristo por el bautismo, resucitar también con él a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.