Musica Para el Alma

sábado, 17 de marzo de 2018

LECTURAS LARGAS

PRIMERA LECTURA
Del libro de los Números 12, 1.15
HUMILDAD y GRANDEZA DE MOISÉS
En aquellos días, María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado por esposa. Dijeron:

«¿Ha hablado el Señor sólo a Moisés? ¿No nos ha hablado también a nosotros?»

El Señor lo oyó. Moisés era el hombre más sufrido del mundo. El Señor habló de repente a Moisés, Aarón y María:

«Salid los tres hacia la Tienda de Reunión.»

Y los tres salieron. El Señor bajó en la columna de nube y se colocó a la entrada de la Tienda, y llamó a Aarón y María. Ellos se adelantaron y el Señor les dijo:

«Escuchad mis palabras: Cuando hay entre vosotros un profeta del Señor, me doy a conocer a él en visión y le hablo en sueños; no así a mi siervo Moisés, el más fiel de todos mis siervos. A él le hablo cara a cara; en presencia y no adivinando contempla la figura del Señor. ¿Cómo os habéis atrevido a hablar contra mi siervo Moisés?»

La ira del Señor se encendió contra ellos, y el Señor se marchó. Al apartarse la nube de la Tienda, María tenía toda la piel descolorida, como nieve. Aarón se volvió y la vio con toda la piel descolorida. Entonces Aarón dijo a Moisés:

"Perdón; no nos exijas cuentas del pecado que hemos cometido insensatamente. No dejes a María como un aborto que sale del vientre, con la mitad de la carne comida.»

Moisés suplicó al Señor:

"Por favor, cúrala.»

El Señor respondió:

"Si su padre le hubiera escupido en la cara, habría quedado infamada siete días. Confinadla siete días fuera del campamento y al séptimo se incorporará de nuevo.»

La confinaron siete días fuera del campamento, y el pueblo no se puso en marcha hasta que María se incorporó a ellos.
RESPONSORIO    Hb 3, 5. 6; Sir 45, 1. 4
R. Moisés fue fiel a toda la casa de Dios, en su calidad de servidor; * en cambio, Cristo es fiel en su calidad de Hijo al frente de su propia casa; y su casa somos nosotros.
V. Amado de Dios y de los hombres, bendita es la memoria de Moisés; por su fidelidad y humildad, lo escogió entre todos los hombres.
R. En cambio, Cristo es fiel en su calidad de Hijo al frente de su propia casa; y su casa somos nosotros.
SEGUNDA LECTURA
De las Cartas pascuales de san Atanasio, obispo
(Carta 14, 1-2: PG 26, 1419-1420)
PREPAREMOS LA MAGNA FESTIVIDAD NO SÓLO CON PALABRAS, SINO TAMBIÉN CON OBRAS
El Verbo, que por nosotros quiso serlo todo, nuestro Señor Jesucristo, está cerca de nosotros, ya que él prometió que estaría continuamente a nuestro lado. Dijo en efecto: Mirad, yo estaré siempre con vosotros hasta el fin del mundo. Y, del mismo modo que es a la vez pastor, sumo sacerdote, camino y puerta, ya que por nosotros quiso serlo todo, así también se nos ha revelado como nuestra fiesta y solemnidad, según aquellas palabras del Apóstol: Nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado, puesto que su persona era la Pascua esperada. Desde esta perspectiva, cobran un nuevo sentido aquellas palabras del salmista: Tú eres mi júbilo: me libras de los males que me rodean. En esto consiste el verdadero júbilo pascual, la genuina celebración de la gran solemnidad, en vernos libres de nuestros males; para llegar a ello, tenemos que esforzarnos en reformar nuestra conducta y en meditar asiduamente, en la quietud del temor de Dios.

Así también los santos, mientras vivían en este mundo, estaban siempre alegres, como si siempre estuvieran celebrando la Pascua; uno de ellos, el bienaventurado salmista, se levantaba de noche, no una sola vez, sino siete, para hacerse propicio a Dios con sus plegarias. Otro, el insigne Moisés, expresaba en himnos y cantos de alabanza su alegría por la victoria obtenida sobre el Faraón y los demás que habían oprimido a los hebreos con duros trabajos. Otros, finalmente, vivían entregados con alegría al culto divino, como el insigne Samuel y el bienaventurado Elías; ellos, por el mérito de sus obras, alcanzaron la libertad, y ahora celebran en el cielo la fiesta eterna, se alegran de su antigua peregrinación, realizada en medio de tinieblas, y contemplan ya la verdad que antes sólo habían vislumbrado.

Nosotros, que nos preparamos para la gran solemnidad, ¿qué camino hemos de seguir? Y, al acercarnos a aquella fiesta, ¿a quién hemos de tomar por guía? No a otro, amados hermanos, y en esto estaremos de acuerdo vosotros y yo, no a otro, fuera de nuestro Señor Jesucristo, el cual dice: Yo soy el camino. Él es, como dice san Juan, el que quita el pecado del mundo; él es quien purifica nuestras almas, como dice en cierto lugar el profeta Jeremías: Poneos en los caminos y mirad, preguntad: «¿Es éste el buen camino?»; caminad por él, y hallaréis reposo para vuestras almas.

En otro tiempo, la sangre de los machos cabríos y la ceniza de la ternera esparcida sobre los impuros podía sólo santificar con miras a una pureza legal externa; mas ahora, por la gracia del Verbo de Dios, obtenemos una limpieza total; y así en seguida formaremos parte de la escolta del Cordero y podremos ya desde ahora, como situados en el vestíbulo de la Jerusalén celestial, preludiar aquella fiesta eterna; como los santos apóstoles, que siguieron al Salvador como a su guía, y por esto eran, y continúan siendo hoy, los maestros de este favor divino; ellos decían, en efecto: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. También nosotros nos esforzamos por seguir al Señor y, así, vamos preparando la magna festividad no sólo con palabras, sino también con obras.
RESPONSORIO    Cf. Hb 6, 20; Jn 1, 29
R. Jesús, el Cordero sin mancha, penetró hasta el interior del santuario, como precursor nuestro, * constituido sumo sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec.
V. Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
R. Constituido sumo sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec.

ORACIÓN.
OREMOS,
Te pedimos, Señor, que enciendas nuestros corazones en aquel mismo amor con que tu Hijo ama al mundo y que lo impulsó a entregarse a la muerte por salvarlo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.