PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 2, 6-22; 4, 2-6
JUICIO DE DIOS
Has desechado, Señor, a tu pueblo, a la casa de Jacob; porque está llena de adivinos de oriente, de agoreros filisteos, y han pactado con extraños. Su país está lleno de plata y oro, y sus tesoros no tienen número; su país está lleno de caballos, y sus carros son innumerables. Su país está lleno de ídolos, y se postran ante las obras de sus manos, que fabricaron sus dedos.
Pero será doblegado el mortal, será humillado el hombre, y no podrá levantarse. Métete en las peñas, escóndete en el polvo, ante el Señor terrible, ante su majestad sublime.
Los ojos orgullosos serán humillados, será doblegada la arrogancia humana; sólo el Señor será ensalzado aquel día, que es el día del Señor de los ejércitos: contra todo lo orgulloso y arrogante, contra todo lo altivo y engreído, contra todos los cedros del Líbano, contra todas las encinas de Basán, contra todos los montes elevados, contra todas las colinas encumbradas, contra todas las torres prominentes, contra todas las murallas inexpugnables, contra todas las naves de Tarsis, contra todos los navíos opulentos.
Será doblegado el orgullo del mortal, será humillada la arrogancia del hombre; sólo el Señor será ensalzado aquel día, y los ídolos pasarán sin remedio. Se meterán en las cuevas de las rocas, en las grietas de la tierra, ante el Señor terrible, ante su majestad sublime, cuando se levante aterrando la tierra.
Aquel día, arrojará el hombre sus ídolos de plata, sus ídolos de oro -que se hizo para postrarse ante ellos- a los topos y a los murciélagos; y se meterán en las grutas de las rocas y en las hendiduras de las peñas.
Dejad de confiar en el hombre, pues sólo un soplo hay en su nariz, ¿qué vale?
Aquel día, el vástago del Señor será joya y gloria, fruto del país, honor y ornamento para los supervivientes de Israel. A los que queden en Sión, a los restantes en Jerusalén, los llamarán santos: serán inscritos para vivir en Jerusalén.
Cuando lave el Señor la inmundicia de la hija de Sión y limpie la sangre de en medio de Jerusalén, con el soplo del juicio, con el soplo ardiente, creará el Señor el templo del monte Sión, y en su asamblea una nube de humo durante el día y un fuego llameante durante la noche. Por encima, la gloria del Señor será toldo y cabaña, para dar sombra en el día contra el calor y abrigo y amparo contra la tempestad y la lluvia.
RESPONSORIO Is 2, 11; Mt 24, 30
R. Será doblegado el orgullo del mortal, será humillada la arrogancia del hombre; * sólo el Señor será ensalzado aquel día.
V. Verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y majestad.
R. Sólo el Señor será ensalzado aquel día.
SEGUNDA LECTURA
De las Disertaciones de san Gregorio de Nacianzo, obispo
(Disertación 45, 9. 22. 26. 28: PG 36, 634-635. 654. 658-659. 662)
¡OH ADMIRABLE INTERCAMBIO!
El Hijo de Dios, el que es anterior a todos los siglos, el invisible, el incomprensible, el incorpóreo, el que es principio de principio, luz de luz, fuente de vida y de inmortalidad, representación fiel del arquetipo, sello inamovible, imagen absolutamente perfecta, palabra y pensamiento del Padre, él mismo se acerca a la creatura hecha a su imagen y asume la carne, para redimir a la carne; se une con un alma racional para salvar mi alma, para purificar lo semejante por lo semejante: asume nuestra condición humana, asemejándose a nosotros en todo, con excepción del pecado. Fue concebido en el seno de una Virgen, que previamente había sido purificada en su alma y en su cuerpo por el Espíritu (porque convenía que fuese dignamente honrada la maternidad y que, a la vez, fuese grandemente exaltada la excelencia de la virginidad); nació Dios con la naturaleza humana que había asumido, unificando dos cosas contrarias entre sí, es decir, la carne y el espíritu. Una de ellas aportó la divinidad, la otra la recibió.
El que enriquece a otros se hace pobre; soporta la pobreza de mi carne para que yo alcance los tesoros de su divinidad. El que todo lo tiene de todo se despoja; por un breve tiempo se despoja de su gloria para que yo pueda participar de su plenitud.
¿Por qué tantas riquezas de bondad? ¿Por qué este admirable misterio en favor mío? Recibí la imagen divina y no supe conservarla. Él asume mi carne para dar la salvación al alma creada a su imagen y para dar la inmortalidad a la carne; se une a nosotros mediante un consorcio mucho más admirable que el primero.
Convenía que la santidad fuese otorgada al hombre mediante la humanidad asumida por Dios; de manera que, habiendo vencido con su poder al tirano que nos tenía sojuzgados, nos librara y atrajera nuevamente hacia sí por medio de su Hijo, que realizó esta obra redentora para gloria de su Padre y que tuvo siempre esta gloria como objetivo de todas sus acciones.
Aquel buen Pastor que dio su vida por las ovejas salió a buscar la oveja perdida, por las montañas y colinas donde tú ofrecías sacrificios a los ídolos. Y, cuando encontró a la oveja perdida, la cargó sobre sus hombros -sobre los que había cargado también el madero de la cruz- y así la llevó nuevamente a la vida eterna.
La luz brillante sigue a la antorcha que la había precedido, la Palabra a la voz, el Esposo al amigo del Esposo, que prepara para el Señor un pueblo bien dispuesto y lo purifica con el agua, disponiéndolo a recibir el bautismo del Espíritu.
Tuvimos necesidad de que Dios asumiera nuestra carne y muriera, para que nosotros pudiéramos vivir. Hemos muerto con él para ser purificados; hemos resucitado con él, porque con él hemos muerto; y con él hemos sido glorificados, porque juntamente con él hemos resucitado.
RESPONSORIO Cf. Ga 4, 4-5; Ef 2, 4; Rm 8, 3
R. Mirad que ya se cumplió el tiempo, y ha enviado Dios a su Hijo a la tierra, nacido de una Virgen, nacido bajo la ley, * para rescatar a los que estaban bajo la ley.
V. Por el gran amor con que nos amó, envió a su propio Hijo, sometido a una existencia semejante a la de la carne de pecado.
R. Para rescatar a los que estaban bajo la ley.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor, Dios nuestro, acoge favorablemente nuestras súplicas y concédenos tu ayuda en las tribulaciones, para que, reanimados por la venida de tu Hijo, que ya se acerca, no volvamos a caer más en nuestras antiguas faltas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.