Musica Para el Alma

martes, 4 de julio de 2017

lecturas largas

LECTURAS LARGAS



PRIMERA LECTURA

Del primer libro de Samuel 11, 1-15

SAÚL VENCE A LOS AMONITAS Y ES ACLAMADO REY POR EL PUEBLO

En aquellos días, el amonita Najás hizo una incursión y acampó ante Yabés de Galaad. Los de Yabés le pidieron:

«Haz un pacto con nosotros, y seremos tus vasallos.» Pero Najás les dijo:

«Pactaré con vosotros a condición de sacaros el ojo derecho. Así afrentaré a todo Israel.»

Los ancianos de Yabés le pidieron:

«Danos siete días para que podamos mandar emisarios por todo el territorio de Israel. Si no hay quien nos salve, nos rendiremos.»

Los mensajeros llegaron a Loma de Saúl, comunicaron la noticia al pueblo, y todos se echaron a llorar a gritos.

Pero, he aquí que llegaba Saúl del campo, tras los bueyes, y preguntó:
«¿Qué le pasa a la gente, que está llorando?»

Le contaron la noticia que habían traído los de Yabés y, al oírlo Saúl, lo invadió el espíritu de Dios; enfurecido, cogió la pareja de bueyes, los descuartizó y los repartió por todo Israel, aprovechando a los emisarios, con este pregón:

«Así acabará el ganado del que no vaya a la guerra con Saúl y Samuel.»

El temor del Señor cayó sobre la gente, y fueron a la guerra como un solo hombre. Saúl les pasó revista en Centella: los de Israel eran trescientos mil, y treinta mil los de Judá. Y dijo a los emisarios que habían venido:

«Decid a los de Yabés de Galaad: "Mañana, cuando caliente el sol, os llegará la salvación."»
Los emisarios marcharon a comunicárselo a los de Yábés, que se llenaron de alegría, y dijeron a Najás:

«Mañana nos rendiremos, y haréis de nosotros lo que mejor os parezca.»

Al día siguiente, Saúl distribuyó la tropa en tres cuerpos; irrumpieron en el campamento enemigo al relevo de la madrugada, y estuvieron matando amonitas hasta que calentó el sol; los enemigos que quedaron vivos se dispersaron, de forma que no iban dos juntos. Entonces, el pueblo dijo a Samuel:

« ¡A ver, los que decían que Saúl no reinaría! ¡Entregadlos, que los haremos morir!»
Pero Saúl dijo:

«Hoy no ha de morir nadie, porque hoy el Señor ha salvado a Israel.»

Y Samuel dijo a toda la gente:

«Vamos todos a Guilgal a inaugurar allí la monarquía.»

Todos fueron a Guilgal y coronaron allí a Saúl ante el Señor; y Saúl y los israelitas ofrecieron al Señor sacrificios de comunión y celebraron allí una gran fiesta.

RESPONSORIO    Sal 17, 47. 48b. 51

R. Viva el Señor, bendita sea mi roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador; * él me libró de mis enemigos.
V. Tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido.
R. Él me libró de mis enemigos.

SEGUNDA LECTURA

Del libro de santa Teresa de Ávila sobre el Camino de perfección.
(Cap. 30, 1-5)

VENGA TU REINO

¿Quién hay, por disparatado que sea, que cuando pide a una persona grave no lleva pensado cómo pedirla, para contentarle y no serle desabrido, y qué le ha de pedir, y para qué ha menester lo que le ha de dar, en especial si pide cosa señalada, como nos enseña que pidamos nuestro buen Jesús? Cosa me parece para notar. ¿No pudierais, Señor mío, concluir con una palabra y decir: «Dadnos, Padre, lo que nos conviene»? Pues a quien tan bien lo entiende todo, no parece era menester más.

¡Oh Sabiduría eterna! Para entre vos y vuestro Padre esto bastaba, que así lo pedisteis en el huerto: mostrasteis vuestra voluntad y temor, mas os dejasteis en la suya. Mas a nosotros nos conocéis, Señor mío, que no estamos tan rendidos como lo estabais vos a la voluntad de vuestro Padre, y que era menester pedir cosas señaladas para que nos detuviésemos en mirar si nos está bien lo que pedimos, y si no, que no lo pidamos. Porque, según somos, si no nos dan lo que queremos (con este libre albedrío que tenemos), no admitiremos lo que el Señor nos diere; porque, aunque sea lo mejor, como no vemos luego el dinero en la mano, nunca nos pensamos ver ricos.

Pues dice el buen Jesús que digamos estas palabras en que pedimos que venga en nosotros un tal reino:

Santificado sea tu nombre, venga en nosotros tu reino.

Ahora mirad, qué sabiduría tan grande de nuestro Maestro. Considero yo aquí y es bien que entendamos, qué pedimos en este reino. Mas como vio su majestad que no podíamos santificar, ni alabar, ni engrandecer, ni glorificar este nombre santo del Padre eterno, conforme a lo poquito que podemos nosotros (de manera que se hiciese como es razón), si no nos proveía su majestad con darnos acá su reino, por ello lo puso el buen Jesús lo uno cabe lo otro. Porque entendamos esto que pedimos, y lo que nos importa importunar por ello, y hacer cuanto pudiéremos para contentar a quien nos lo ha de dar, os quiero decir aquí lo que yo entiendo. El gran bien que me parece a mí hay en el reino del cielo, con otros muchos, es ya no tener cuenta con cosa de la tierra, sino un sosiego y gloria en sí mismos, un alegrarse que se alegren todos, una paz perpetua, una satisfacción grande en sí mismos, que les viene de ver que todos santifican y alaban al Señor, y bendicen su nombre y no le ofende nadie. Todos le aman, y la misma alma no entiende en otra cosa sino en amarle, ni puede dejarle de amar, porque le conoce. Y así le amaríamos acá, aunque no en esta perfección, ni en un ser; mas muy de otra manera le amaríamos de lo que le amamos, si le conociésemos.

RESPONSORIO    

R. El que sabe dar buenos dones a sus hijos nos impulsa a pedir y a buscar. * Recibiremos con más abundancia, si creemos con más confianza, y esperamos con más firmeza, y deseamos con más ardor.
V. Con frecuencia la oración se expresa mejor con gemidos que con palabras, más con el llanto que con los labios.
R. Recibiremos con más abundancia, si creemos con más confianza, y esperamos con más firmeza, y deseamos con más ardor.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios nuestro, que quisiste hacernos hijos de la luz por la adopción de la gracia, concédenos que no seamos envueltos por las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. 
Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.