Musica Para el Alma

miércoles, 11 de enero de 2017

lectura larga

De la carta a los Romanos 2, 17-29
LA DESOBEDIENCIA DE ISRAEL
Tú, que presumes de tu nombre de judío, que descansas seguro en la ley, que pones tu gloria y confianza en Dios, que conoces su voluntad, e, instruido constantemente en la ley, sabes apreciar y escoger lo que más importa; tú, que crees ser guía de ciegos, luz de los que viven en las tinieblas, preceptor de ignorantes, maestro de menores de edad; tú, que tienes en la ley la encarnación de la ciencia y de la veracidad de Dios; tú, en suma, que instruyes a otros, ¿cómo no te instruyes a ti mismo?

Tú, que predicas que no hay que robar, ¿robas? Dices que no hay que cometer adulterio, ¿y lo cometes? Abominas de los ídolos, ¿y te llevas las riquezas sagradas de sus templos? Tú, que pones tu gloria y confianza en la ley, deshonras a Dios con tus transgresiones de la ley; porque por vuestra culpa profieren los gentiles blasfemias contra el nombre de Dios, como dice la Escritura.

Cierto que la circuncisión te vale, si practicas la ley; pero, si la quebrantas, tu circuncisión es como si no fuese. Por otra parte, ¿no considerará Dios como circunciso al pagano que guarda los preceptos de la ley? Y más: los que sin estar corporalmente circuncidados cumplan la ley a la perfección te condenarán a ti, que, con toda tu letra de la ley y tu circuncisión, quebrantas la ley.

No aquel que lo es al exterior es verdadero judío; ni la que aparece fuera en la carne es verdadera circuncisión. El verdadero judío es aquel que lo es en su interior; y la verdadera circuncisión es la del corazón, la que es según el espíritu, no según la letra de la ley. El verdadero judío es el que merece alabanzas no de los hombres, sino de Dios.
RESPONSORIO    Rm 2, 28. 29
R. La verdadera circuncisión es la del corazón, la que es según el espíritu, no según la letra de la ley. * Y merece alabanzas no de los hombres, sino de Dios.
V. El verdadero judío es aquel que lo es en su interior.
R. Y merece alabanzas no de los hombres, sino de Dios.