*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este
Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
*Laudes - JUEVES III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2025*
El siguiente es el formulario que
corresponde a laudes de la liturgia de las horas para el día, jueves, 30 de
enero de 2025.
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid, adoremos al Señor, porque él es nuestro Dios.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy».
(Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Autor del cielo y el suelo,
que, por dejarlas más claras,
las grandes aguas separas,
pones un límite al hielo.
Tú que das cauce al riachuelo
y alzas la nube a la altura,
tú que en cristal de frescura
sueltas las aguas del río
sobre las tierras de estío,
sanando su quemadura,
danos tu gracia, piadoso,
para que el viejo pecado
no lleve al hombre engañado
a sucumbir a su acoso.
Hazme en la fe luminoso,
alegre en la austeridad,
y hágale tu claridad
salir de sus vanidades;
dale, Verdad de verdades,
el amor a tu verdad. Amén.
Salmodia
Antífona 1: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
Salmo 86
Himno a Jerusalén, madre de todos los
pueblos
La
Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre. (Ga 4,26)
Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios!
«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí.»
Se dirá de Sión: «Uno por uno
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.»
El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí.»
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.»
Antífona 2: El Señor llega con poder, y su recompensa lo precede.
Is 40,10-17
El buen pastor es el Dios altísimo y
sapientísimo
Mira,
llego en seguida y traigo conmigo mi salario. (Ap 22,12)
Mirad, el Señor Dios llega con poder,
y su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario,
y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño,
su brazo lo reúne,
toma en brazos los corderos
y hace recostar a las madres.
¿Quién ha medido a puñados el mar
o mensurado a palmos el cielo,
o a cuartillos el polvo de la tierra?
¿Quién ha pesado en la balanza los montes
y en la báscula las colinas?
¿Quién ha medido el aliento del Señor?
¿Quién le ha sugerido su proyecto?
¿Con quién se aconsejó para entenderlo,
para que le enseñara el camino exacto,
para que le enseñara el saber
y le sugiriese el método inteligente?
Mirad, las naciones son gotas de un cubo
y valen lo que el polvillo de balanza.
Mirad, las islas pesan lo que un grano,
el Líbano no basta para leña,
sus fieras no bastan para el holocausto.
En su presencia, las naciones todas
como si no existieran,
valen para él nada y vacío.
Antífona 3: Ensalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies.
Salmo 98
Santo es el Señor, nuestro Dios
Tú,
Señor, que estás sentado sobre querubines, restauraste el mundo caído, cuando
te hiciste semejante a nosotros. (S. Atanasio)
El Señor reina, tiemblen las naciones;
sentado sobre querubines, vacile la tierra.
El Señor es grande en Sión,
encumbrado sobre todos los pueblos.
Reconozcan tu nombre, grande y terrible:
Él es santo.
Reinas con poder y amas la justicia,
tú has establecido la rectitud;
tú administras la justicia y el derecho,
tú actúas en Jacob.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro,
postraos ante el estrado de sus pies:
Él es santo.
Moisés y Aarón con sus sacerdotes,
Samuel con los que invocan su nombre,
invocaban al Señor, y él respondía.
Dios les hablaba desde la columna de nube;
oyeron sus mandatos y la ley que les dio.
Señor, Dios nuestro, tú les respondías,
tú eras para ellos un Dios de perdón,
y un Dios vengador de sus maldades.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante su monte santo:
Santo es el Señor, nuestro Dios.
Lectura Breve
1P 4,10-11
Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga
al servicio de los demás, como buenos administradores de la múltiple gracia de
Dios. El que toma la palabra, que hable palabra de Dios. El que se dedica al
servicio, que lo haga en virtud del encargo recibido de Dios. Así, Dios será
glorificado en todo, por medio de Jesucristo.
Responsorio Breve
R. Te
invoco de todo corazón, * Respóndeme, Señor. Te invoco.
V. Guardaré tus leyes. * Respóndeme, Señor. Gloria al Padre. Te
invoco.
Primera Lectura
De la carta a los Romanos 10, 1-21
DIOS ES SEÑOR DE TODOS
Hermanos, el mayor afecto de mi corazón y mis
súplicas a Dios son en favor de los
judíos, para que alcancen la salvación. Yo lo reconozco: tienen celo por la
gloria de Dios,
pero no según la verdadera ciencia del espíritu. Entendiendo mal el plan
salvífico de Dios y
por querer establecer el suyo propio, no se sometieron a la acción salvadora de
Dios.
Cristo es el término y el fin de la ley mosaica para justificación de todo el
que tiene fe.
Escribe, en efecto, Moisés, acerca de la justificación que proviene de la ley:
«Quien
observe la ley vivirá por ella.» En cambio, de la justificación que proviene de
la fe, se
expresa así: «No digas en tu corazón: "¿Quién subirá al cielo?"» Se
entiende: para hacer
bajar a Cristo. «O bien: "¿Quién bajará a los infiernos?"» Es decir:
para hacer subir a
Cristo de entre los muertos.
Lo que afirma de la justificación que proviene de la fe es lo que sigue: «Cerca
de ti está
la palabra, en tu boca y en tu corazón», es decir, el mensaje de la fe que
nosotros
predicamos. Porque, si proclamas con tu boca a Jesús como Señor y crees en tu
corazón
que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón
creemos para
obtener la justificación y con la boca hacemos profesión de nuestra fe para
alcanzar la
salvación.
Pues dice la Escritura: «Todo el que crea en él no será confundido.» Porque ya
no hay
distinción entre judío y gentil, ya que uno mismo es el Señor de todos, rico
para todos los
que lo invocan. Pues todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
Pero, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? Y ¿cómo van a creer en
aquel
de quien nada han oído? Y ¿cómo oirán si nadie les predica? Y ¿cómo predicarán
si no son
enviados? Como dice la Escritura: «¡Qué hermosos son los pies de los que
anuncian el
bien!»
Sin embargo, no todos los judíos se han sometido al Evangelio. Ya lo dijo
Isaías:
«Señor, ¿quién ha dado fe a nuestra predicación?» Por consiguiente, es claro
que la fe
depende de la predicación, y que la predicación se hace por misión de Cristo.
Pero,
pregunto yo: ¿Es que los judíos no han oído hablar de él? Claro que han oído:
«A toda la
tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.»
Y vuelvo a preguntar: ¿Es que los judíos no lo entendieron? Sí, lo entendieron.
Moisés
es el primero en afirmar: «Yo os provocaré a celos de un pueblo que no es mío.
Y os
provocaré a cólera por un pueblo insensato.» E Isaías hasta se atreve a decir:
«Me dejé
hallar de aquellos que por mí no venían; me dejé ver de quienes por mí no
preguntaban.»
Y, en cambio, de Israel asegura: «Todo el día mis manos extendí hacia un pueblo
reacio y
contumaz.»
Responsorio Rm 10,
12-13; 15, 8-9a
R. Cristo
es el mismo Señor de todos, rico para todos los que lo invocan; * pues
todo el
que invoque el nombre del Señor se salvará.
V. Cristo consagró su ministerio al servicio de los judíos, por
exigir la fidelidad de Dios el
cumplimiento de las promesas hechas a los patriarcas; y por otra parte para que
los
gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia.
R. Pues todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
Segunda Lectura
De los sermones de Juan Mediocre de Nápoles, obispo
(Sermón 7: PLS 4, 785-786)
AMA AL SEÑOR Y SIGUE SUS CAMINOS
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
Dichoso el que así hablaba, porquesabía cómo y de dónde procedía su luz y quién
era el que lo iluminaba. Él veía la luz, no
esta que muere al atardecer, sino aquella otra que no vieron ojos humanos. Las
almas
iluminadas por esta luz no caen en el pecado, no tropiezan en el mal.
Decía el Señor: Caminad mientras tenéis luz. Con estas palabras, se refería a
aquella luz
que es él mismo, ya que dice: Yo he venido al mundo como luz, para que los que
ven no
vean y los ciegos reciban la luz. El Señor, por tanto, es nuestra luz, él es el
sol de justicia
que irradia sobre su Iglesia católica, extendida por doquier. A él se refería
proféticamente
el salmista, cuando decía: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El hombre interior, así iluminado, no vacila, sigue recto su camino, todo lo
soporta. El
que contempla de lejos su patria definitiva aguanta en las adversidades, no se
entristece
por las cosas temporales, sino que halla en Dios su fuerza; humilla su corazón
y es
constante, y su humildad lo hace paciente. Esta luz verdadera que viniendo a
este mundo
alumbra a todo hombre, el Hijo, revelándose a sí mismo, la da a los que lo
temen, la
infunde a quien quiere y cuando quiere.
El que vivía en tiniebla y en sombra de muerte, en la tiniebla del mal y en la
sombra del
pecado, cuando nace en él la luz, se espanta de sí mismo y sale de su estado,
se
arrepiente, se avergüenza de sus faltas y dice: El Señor es mi luz y mi
salvación, ¿a quién
temeré? Grande es, hermanos, la salvación que se nos ofrece. Ella no teme la
enfermedad, no se asusta del cansancio, no tiene en cuenta el sufrimiento. Por
esto,
debemos exclamar, plenamente convencidos, no sólo con la boca, sino también con
el
corazón: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? Si es él quien
ilumina y quien
salva, ¿a quién temeré? Vengan las tinieblas del engaño: el Señor es mi luz.
Podrán venir,
pero sin ningún resultado, pues, aunque ataquen nuestro corazón, no lo
vencerán. Venga
la ceguera de los malos deseos: el Señor es mi luz. Él es, por tanto, nuestra
fuerza, el que
se da a nosotros, y nosotros a él. Acudid al médico mientras podéis, no sea que
después
queráis y no podáis.
Responsorio Sb 9, 10.
4
R. De
tu trono de gloria envía, Señor, la sabiduría para que me asista en mis
trabajos * y
venga yo a saber lo que te es grato.
V. Dame, Señor, la sabiduría asistente de tu trono.
R. Y venga yo a saber lo que te es grato.
Lecturas del Jueves de la III
Semana del Tiempo Ordinario
30 Ene 2025
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Marcos (4,21-25)*
En
aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: «¿Se trae el candil para meterlo
debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se
esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que
salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Les dijo también: «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la
usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene
se le quitará hasta lo que tiene.»
Palabra
del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Sirvamos
al Señor con santidad, y nos librará de nuestros enemigos.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Demos gracias al Señor, que dirige y guía con amor
a su pueblo, y digámosle:
'Gloria a ti, Señor, por los siglos'.
Padre clementísimo, te alabamos por tu amor,
—porque de manera admirable nos creaste, y más admirablemente aún nos
redimiste.
Al comenzar este nuevo día, pon en nuestros corazones el anhelo de servirte,
—para que te glorifiquemos en todos nuestros pensamientos y acciones.
Purifica nuestros corazones de todo mal deseo,
—y haz que estemos siempre atentos a tu voluntad.
Danos un corazón abierto a las necesidades de nuestros hermanos,
—para que a nadie falte la ayuda de nuestro amor.
Acudamos ahora a nuestro Padre celestial, diciendo: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno: a los pueblos que viven
en tinieblas y en sombra de muerte, ilumínalos con tu luz, ya que con ella nos
ha visitado el Sol que nace de lo alto, Jesucristo, nuestro Señor. Él que vive
y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de
los siglos.
Amén.
Conclusión
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Vísperas - JUEVES III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2025
El siguiente es el formulario que corresponde a
vísperas de la liturgia de las horas para el día, jueves, 30 de enero de 2025.
Invitatorio
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
·
Himno 1
Este es el día del Señor.
Este es el tiempo de la misericordia.
Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.
En medio de las gentes
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.
Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.
¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo
revoca sus decretos.
La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo.
Salmodia
Antífona 1: Que tus fieles, Señor, vitoreen al entrar en tu morada.
Salmo 131,1-10
Promesas a la casa de David
El
Señor Dios le dará el trono de David, su padre. (Lc 1,32)
Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:
«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»
Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.
Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.
Antífona 2: El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.
Salmo 131,11-18
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.
Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.
Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.
Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»
Antífona 3: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le
servirán.
Ap 11, 17-18;12,10b-12a
El juicio de Dios
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Lectura Breve
1P 3,8-9
Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo
sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad. No devolváis mal por
mal o insulto por insulto; al contrario, responded con una bendición, porque
para esto habéis sido llamados: para heredar una bendición.
Responsorio Breve
R. El
Señor nos alimentó * Con flor de harina. El Señor.
V. Nos sació con miel silvestre. * Con flor de harina. Gloria al
Padre. El Señor.
Canto Evangélico
Antifona: El
Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
Magnificat Lc 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Invoquemos a Cristo, pastor, protector y ayuda de
su pueblo, diciendo:
'Señor, refugio nuestro, escúchanos'.
Bendito seas, Señor, que nos has llamado a tu santa Iglesia;
—consérvanos siempre en ella.
Tú que has encomendado al papa (…) la preocupación por todas las Iglesias,
—concédele una fe inquebrantable, una esperanza viva y una caridad solícita.
Da a los pecadores la conversión, a los que caen, fortaleza,
—y concede a todos la penitencia y la salvación.
Tú que quisiste habitar en un país extranjero,
—acuérdate de los que viven lejos de su familia y de su patria.
A todos los difuntos que esperan en ti,
—concédeles el descanso eterno.
Ya que por Jesucristo somos hijos de Dios, oremos con confianza a Dios, nuestro
Padre: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Dios todopoderoso, te damos gracias por el día que
termina e imploramos tu clemencia para que nos perdones benignamente todas las
faltas que, por la fragilidad de la condición humana, hemos cometido en este
día. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.