*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este
Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
*TIEMPO ORDINARIO*
MIÉRCOLES
DE LA SEMANA XXXI
De la Feria. Salterio III
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Adoremos a Dios, porque él nos ha creado.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Adoremos a Dios, porque él nos ha creado.
Himno: DETENTE, AURORA DE ESTE NUEVO DÍA.
¡Detente, aurora de este nuevo día,
refleja en mis pupilas tu paisaje!
Mensajera de amor, es tu equipaje
la hermosura hecha luz y profecía.
¡Detente, aurora, dulce epifanía,
rostro de Dios, qué bello es tu mensaje!
Queme tu amor mi amor que va de viaje
en lucha, y en trabajo y alegría.
Avanzamos, corremos fatigados,
mañana tras mañana enfebrecidos
por la carga de todos los pecados.
Arrópanos, Señor, con la esperanza;
endereza, Señor, los pies perdidos,
y recibe esta aurora de alabanza. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Alegra el alma de tu siervo, pues
levanto mi alma hacia ti, Señor.
Salmo 85 - ORACIÓN DE UN POBRE ANTE LAS
DIFICULTADES.
Inclina tu oído, Señor; escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;
porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.»
Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu grande piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor.
Ant 2. Dichoso el hombre que procede con justicia y habla con rectitud.
Cántico: DIOS JUZGARÁ CON JUSTICIA Is 33,
13-16
Los lejanos, escuchad lo que he hecho;
los cercanos, reconoced mi fuerza.
Temen en Sión los pecadores,
y un temblor se apodera de los perversos:
«¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador,
quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?».
El que procede con justicia y habla con rectitud
y rehúsa el lucro de la opresión;
el que sacude la mano rechazando el soborno
y tapa su oído a propuestas sanguinarias,
el que cierra los ojos para no ver la maldad:
ése habitará en lo alto,
tendrá su alcázar en un picacho rocoso,
con abasto de pan y provisión de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichoso el hombre que procede con justicia y habla con rectitud.
Ant 3. Aclamad al Rey y Señor.
Salmo 97 - EL SEÑOR, JUEZ VENCEDOR
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad:
tocad la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas
aclamad al Rey y Señor.
Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes
al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aclamad al Rey y Señor.
LECTURA BREVE Jb 1, 21;
2, 10b
Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo
dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor. Si aceptamos de
Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?
RESPONSORIO BREVE
V. Inclina, Señor, mi corazón a tus
preceptos.
R. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
V. Dame vida con tu palabra.
R. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
PRIMERA
LECTURA
Del libro de la Sabiduría 11, 20b--12,
2. 11b-19
MISERICORDIA DE DIOS CON LOS PECADORES
Señor, tú todo lo dispusiste con número, peso y medida, pues el actuar con
inmenso poder siempre está en tu mano. ¿Quién podrá resistir la fuerza de tu
brazo? Pues el mundo entero es ante ti como un granito de polvo que ni siquiera
hace inclinarse la balanza, como la gota de rocío que a la mañana cae sobre la
tierra.
Te compadeces de todos porque todo lo puedes y disimulas los pecados de los
hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y nada de lo que
hiciste aborreces, pues si algo odiases, no lo hubieras creado. Y ¿cómo podría
subsistir cosa alguna que no hubieses querido? ¿Cómo se conservaría si no la
hubieses llamado? Mas tú todo lo perdonas porque todo es tuyo, Señor que amas
la vida.
Tu espíritu imperecedero está en todas las cosas. Por eso mismo corriges poco a
poco a los que caen; los amonestas despertando la conciencia de sus pecados,
para que se aparten del mal y crean en ti, Señor; pero no dejas sin castigo,
por respeto a nadie, sus pecados.
¿Quién podría decirte: «Qué has hecho»? ¿Quién se opondría a tu sentencia?
¿Quién te citaría a juicio por destruir naciones por ti creadas? ¿Quién se
alzaría contra ti como vengador de hombres culpables? No, fuera de ti no hay un
Dios que cuide de todas las cosas, a quien tengas que dar cuenta de la justicia
de tus juicios; ni hay rey ni soberano que se te enfrente en favor de los que
castigas. Sino que, como eres justo, con justicia todo lo gobiernas y miras
como extraño a tu poder el condenar a quien no merece ser castigado. Tu fuerza
es el principio de tu justicia y tu señorío sobre todos los seres te hace
indulgente con todos ellos. Ostentas tu fuerza con los que no creen en tu
soberano poder y confundes la audacia de los que lo conocen. Dueño de tu
fuerza, juzgas con moderación y nos gobiernas con extremada indulgencia porque,
con sólo quererlo, lo puedes todo.
Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano y diste a tus
hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.
RESPONSORIO Cf. Sb 11,
24. 25. 27; Sir 36, 1
R. Señor, te compadeces de todos y nada de lo que hiciste aborreces;
disimulas los pecados de los hombres para que se arrepientan y los perdonas; *
porque tú eres, Señor, nuestro Dios.
V. Sálvanos, Dios del universo, míranos y muéstranos la luz de tu
misericordia.
R. Porque tú eres, Señor, nuestro Dios.
SEGUNDA LECTURA
De las Catequesis de san Cirilo de
Jerusalén, obispo
(Catequesis 5, Sobre la fe y el símbolo, 10-11: PG 33, 518-519)
LA FE REALIZA OBRAS QUE SUPERAN LAS
FUERZAS HUMANAS
La fe, aunque por su nombre es una, tiene dos realidades distintas. Hay, en
efecto, una fe por la que se cree en los dogmas y que exige que el espíritu
atienda y la voluntad se adhiera a determinadas verdades; esta fe es útil al
alma, como lo dice el mismo Señor: El que escucha mi palabra y cree en aquel
que me ha enviado tiene vida eterna y no incurre en condenación; y añade: El
que cree en el Hijo no está condenado, sino que ha pasado ya de la muerte a la
vida.
¡Oh gran bondad de Dios para con los hombres! Los antiguos justos, ciertamente,
pudieron agradar a Dios empleando para este fin los largos años de su vida; mas
lo que ellos consiguieron con su esforzado y generoso servicio de muchos años,
eso mismo te concede a ti Jesús realizarlo en un solo momento. Si, en efecto,
crees que Jesucristo es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los muertos
conseguirás la salvación y serás llevado al paraíso por aquel mismo que recibió
en su reino al buen ladrón. No desconfíes ni dudes de si ello va a ser posible
o no: el que salvó en el Gólgota al ladrón a causa de una sola hora de fe, él
mismo te salvará también a ti si creyeres.
La otra clase de fe es aquella que Cristo concede a algunos como don gratuito.
A unos es dado por el Espíritu el don de sabiduría; a otros el don de ciencia
en conformidad con el mismo Espíritu; a unos la gracia de la fe en el mismo
Espíritu; a otros la gracia de curaciones en el mismo y único Espíritu.
Esta gracia de fe que da el Espíritu no consiste solamente en una fe dogmática,
sino también en aquella otra fe capaz de realizar obras que superan toda
posibilidad humana; quien tiene esta fe puede decir a un monte: «Vete de aquí a
otro sitio», y se irá. Cuando uno, guiado por esta fe, dice esto y cree sin
dudar en su corazón que lo que dice se realizará, entonces este tal ha recibido
el don de esta fe.
Es de esta fe de la que se afirma: Si tuvieseis fe, como un grano de mostaza.
Porque así como el grano de mostaza, aunque pequeño en tamaño, está dotado de
una fuerza parecida a la del fuego y, plantado aunque sea en un lugar exiguo,
produce grandes ramas hasta tal punto que pueden cobijarse en él las aves del cielo,
así también la fe, cuando arraiga en el alma, en pocos momentos realiza grandes
maravillas. El alma, en efecto, iluminada por esta fe, alcanza a concebir en su
mente una imagen de Dios, y llega incluso hasta contemplar al mismo Dios en la
medida en que ello es posible; le es dado recorrer los límites del universo y
ver, antes del fin del mundo, el juicio futuro y la realización de los bienes
prometidos.
Procura, pues, llegar a aquella fe que de ti depende y que conduce al Señor a
quien la posee, y así el Señor te dará también aquella otra que actúa por
encima de las fuerzas humanas.
RESPONSORIO Ga 2, 16; Rm
3, 25
R. Sabiendo que el hombre no se justifica por cumplir la ley, sino por creer
en Cristo Jesús, * también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser
justificados por la fe en él.
V. Dios ha propuesto a Cristo como instrumento de propiciación, por su
propia sangre y mediante la fe.
R. También nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por
la fe en él.
Evangelio
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (14,25-33):
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si
alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a
sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede
ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo
mío. Así, ¿quién de vosotros, sí quiere construir una torre, no se sienta
primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si
echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que
miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de
acabar." ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta
primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le
ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados
para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos
sus bienes no puede ser discípulo mío.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Realiza, Señor, con nosotros la
misericordia y recuerda tu santa alianza.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU
PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Realiza, Señor, con nosotros la misericordia y recuerda tu santa alianza.
PRECES
Invoquemos a Cristo, que se entregó a sí
mismo por la Iglesia, y le da alimento y calor, diciendo:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
Bendito seas, Señor, Pastor de la Iglesia, que nos vuelves a dar hoy la luz y
la vida;
haz que sepamos agradecerte este magnífico don.
Acuérdate,
Señor, de tu Iglesia.
Mira con amor a tu grey, que has congregado en tu nombre;
haz que no se pierda ni uno solo de los que el Padre te ha dado.
Acuérdate,
Señor, de tu Iglesia.
Guía a tu Iglesia por el camino de tus mandatos,
y haz que el Espíritu Santo la conserve en la fidelidad.
Acuérdate,
Señor, de tu Iglesia.
Que tus fieles, Señor, cobren nueva vida participando en la mesa de tu pan y de
tu palabra,
para que, con la fuerza de este alimento, te sigan con alegría.
Se pueden añadir algunas intenciones
libres
Concluyamos nuestra oración diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro
Maestro:
Padre nuestro...
ORACION
Señor Dios, que nos has creado con tu
sabiduría y nos gobiernas con tu providencia, infunde en nuestras almas la
claridad de tu luz, y haz que nuestra vida y nuestras acciones estén del todo
consagradas a ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo
mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: SEÑOR, TÚ ERES MI
PAZ Y MI CONSUELO.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo
al acabar el día su jornada,
y, libres ya mis manos del trabajo,
a hacerte ofrenda del trabajo vengo.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo
cuando las luces de este día acaban,
y, ante las sombras de la noche oscura,
mirarte a ti, mi luz, mirarte puedo.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo,
y aunque me abruma el peso del pecado,
movido por tu amor y por tu gracia,
mi salvación ponerla en ti yo quiero.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo,
muy dentro de mi alma tu esperanza
sostenga mi vivir de cada día,
mi lucha por el bien que tanto espero.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo;
por el amor de tu Hijo, tan amado,
por el Espíritu de ambos espirado,
conduce nuestra senda hacia tu encuentro. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Los que sembraban con
lágrimas cosechan entre cantares.
Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA
Y ESPERANZA NUESTRA.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Ant 2. Que el Señor nos construya la casa
y nos guarde la ciudad.
Salmo 126 - EL ESFUERZO
HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Que el Señor nos construya la casa
y nos guarde la ciudad.
Ant 3. Él es el primogénito de toda
creatura, es el primero en todo.
Cántico: HIMNO A CRISTO,
PRIMOGÉNITO DE TODA CREATURA Y PRIMER RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS. Cf. Col
1, 12-20
Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda creatura;
pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así del cielo como de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Él es el primogénito de toda creatura,
es el primero en todo.
LECTURA
BREVE Ef 3, 20-21
A aquel que tiene sumo poder para hacer muchísimo más de lo que pedimos o
pensamos, con la energía que obra en nosotros, a él la gloria en la Iglesia y
en Cristo Jesús, en todas las generaciones por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE
V. Sálvame, Señor, y ten
misericordia de mí.
R. Sálvame, Señor, y ten misericordia
de mí.
V. No arrebates mi alma con los
pecadores.
R. Ten misericordia de mí.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
R. Sálvame, Señor, y ten misericordia
de mí.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El Poderoso ha hecho
obras grandes por mí: su nombre es santo.
Cántico de María. ALEGRÍA
DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes
por mí: su nombre es santo.
PRECES
Invoquemos a Dios, que
envió a su Hijo como salvador y modelo supremo de su pueblo, diciendo:
Que tu pueblo, Señor, te alabe.
Te damos gracias, Señor, porque nos has escogido como primicias para la
salvación;
haz que sepamos corresponder y así logremos la gloria de nuestro Señor
Jesucristo.
Haz que todos los que confiesan tu santo nombre sean concordes en la verdad
y vivan unidos por la caridad.
Creador del universo, cuyo Hijo, al venir a este mundo, quiso trabajar con sus
propias manos:
acuérdate de los trabajadores que ganan el pan con el sudor de su rostro.
Acuérdate también de todos los que viven entregados al servicio de los demás;
que no se dejen vencer por el desaliento ante la incomprensión de los hombres.
Se pueden añadir algunas
intenciones libres
Ten piedad de nuestros hermanos difuntos
y líbralos del poder del Maligno.
Llenos de fe invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús
nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Llegue a tus oídos,
Señor, la voz suplicante de tu Iglesia a fin de que, conseguido el perdón de
nuestros pecados, con tu ayuda podamos dedicarnos a tu servicio y vivamos
confiados en tu protección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.