*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
*TIEMPO ORDINARIO*
LUNES DE LA SEMANA XXVII
Del Común de la Santísima Virgen María.
7 de octubre
*NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO. (MEMORIA)*
Esta conmemoración fue instituida por el papa san Pío V en el día aniversario
de la victoria obtenida por los cristianos en la batalla naval de Lepanto
(1571), victoria atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del
rosario. La celebración de este día es una invitación para todos a meditar los
misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un
modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección
del Hijo de Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Venid, adoremos a Cristo, Hijo de María Virgen.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: RESPLANDECIENTE DE ALEGRÍA.
Resplandeciente de alegría,
amargo mar de los pesares,
vestida de gracia y de gloria,
te cantamos, oh Virgen María.
Gozosa cuando a Dios concibes,
cuando anhelante das el fruto,
cuando lo ofreces y lo pierdes,
al Hijo, que es la luz del mundo.
Salve, primera de los mártires,
en el dolor de tu martirio;
tu corazón supo de espinas.
tu alma de cruces y de lirios.
Reina de gloria refulgente,
Madre fecunda de la Iglesia,
cuando las llamas del Paráclito
del mundo ardieron las tristezas.
Recoged las Aves Marías
para un rosario de azucenas;
cantad a María alabanzas,
que es Madre de eterna belleza. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
Salmo 83 - AÑORANZA DEL TEMPLO
¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
se alegran por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.
Dichosos los que viven en tu casa
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación:
cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de altura en altura
hasta ver a Dios en Sión.
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, ¡oh Dios!, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.
Un solo día en tu casa
vale más que otros mil,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.
Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria,
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre
que confía en ti!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichosos los que viven en tu casa,
Señor.
Ant 2. Venid, subamos al monte del Señor.
Cántico: EL MONTE DE LA CASA DEL SEÑOR EN LA CIMA
DE LOS MONTES Is 2, 2-5
Al final de los días estará firme
el monte de la casa del Señor,
en la cima de los montes,
encumbrado sobre las montañas.
Hacia él confluirán los gentiles,
caminarán pueblos numerosos.
Dirán : «Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob:
Él nos instruirá en sus caminos,
y marcharemos por sus sendas;
porque de Sión saldrá la Ley,
de Jerusalén la palabra del Señor.»
Será el árbitro de las naciones,
el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob, ven;
caminemos a la luz del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, subamos al monte del Señor.
Ant 3. Cantad al Señor, bendecid su
nombre.
Salmo 95 - EL SEÑOR, REY Y JUEZ DEL MUNDO.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.»
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cantad al Señor, bendecid su
nombre.
LECTURA BREVE Is 61,10
Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi
Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de
triunfo, como a una novia que se adorna con sus joyas.
RESPONSORIO BREVE
V. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.
R. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está
contigo.
V. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto
de tu vientre.
R. El Señor está contigo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está
contigo.
V. Escucha,
pueblo mío, que voy a hablarte.
R. Yo, el Señor, tu Dios.
PRIMERA LECTURA
Del libro de Ben Sirá 2, 1-23
PACIENCIA EN LA TENTACIÓN
Hijo mío, cuando te acerques al temor de Dios,
prepárate para las pruebas; mantén el corazón firme, sé valiente, no te asustes
en el momento de la prueba; pégate a él, no lo abandones, y al final serás
enaltecido. Acepta cuanto te suceda, aguanta enfermedad y pobreza: porque el
oro se acrisola en el fuego, y el hombre que Dios ama, en el horno de la
pobreza. Confía en Dios, que él te ayudará; espera en él, y te allanará el
camino.
Los que teméis al Señor, esperad en su misericordia, y no os apartéis, para no
caer; los que teméis al Señor, confiad en él, que no retendrá vuestro salario
hasta mañana; los que teméis al Señor, esperad bienes, gozo perpetuo y
salvación. Fijaos en las generaciones pretéritas: ¿quién confió en el Señor, y
quedó defraudado?, ¿quién esperó en él, y quedó abandonado?, ¿quién gritó a él,
y no fue escuchado? Porque el Señor es clemente y misericordioso, perdona el
pecado y salva del peligro.
Ay del corazón cobarde, de las manos inertes; ay del hombre que va por dos
caminos; ay del corazón que no confía, porque no alcanzará protección; ay de
los que abandonáis la esperanza, ¿qué haréis cuando venga a tomar cuentas el
Señor?
Los que temen al Señor no desobedecen sus palabras; los que lo aman siguen sus
caminos. Los que temen ofenderlo buscan lo que es de su agrado; los que lo aman
cumplen la ley; los que temen al Señor disponen el corazón y se humillan
delante de él. Entreguémonos en manos de Dios y no en manos de hombre, pues
como es su grandeza así es su misericordia.
RESPONSORIO Cf. Sir 2, 10. 11;
Sal 33, 6
R. Los que
teméis al Señor, confiad en él, y vuestros corazones se llenarán de luz; fijaos
en las generaciones pretéritas: * ¿quién
confió en el Señor, y quedó defraudado?
V. Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro
rostro no se avergonzará.
R. ¿Quién confió en el Señor, y quedó defraudado?
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Bernardo, abad
(Sermón sobre el Acueducto: Opera omnia, edición cisterciense, 5 [1968],
282-283)
CONVIENE MEDITAR LOS MISTERIOS DE SALVACIÓN
El hijo, en ti engendrado, será santo, será Hijo
de Dios. ¡La fuente de la sabiduría, la Palabra del Padre en las alturas! Esta
Palabra, por tu mediación, Virgen santa, se hará carne, de manera que el mismo
que afirma: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí podrá afirmar
igualmente: Procedo y vengo del Padre.
Ya al comienzo de las cosas —dice el Evangelio— existía la Palabra. Manaba ya
la fuente, pero hasta entonces sólo dentro de sí misma. Y continúa el texto
Sagrado: Y la Palabra estaba con Dios, es decir, morando en la luz inaccesible;
y el Señor decía desde el principio: Mis designios son de paz y no de
aflicción. Pero tus designios están escondidos en ti, y nosotros no los
conocemos; porque, ¿quién había penetrado la mente del Señor?, o ¿quién había
sido su consejero?
Pero llegó el momento en que estos designios de paz se convirtieron en obra de
paz: La Palabra se hizo carne y ha puesto ya su morada entre nosotros; ha
puesto ciertamente su morada por la fe en nuestros corazones, ha puesto su
morada en nuestra memoria, ha puesto su morada en nuestro pensamiento y
desciende hasta la misma imaginación. En efecto, ¿qué idea de Dios hubiera
podido antes formarse el hombre, que no fuese un ídolo fabricado por su
corazón? Era incomprensible e inaccesible, invisible y superior a todo
pensamiento humano; pero ahora ha querido ser comprendido, visto, accesible a
nuestra inteligencia.
¿De qué modo?, te preguntarás. Pues yaciendo en un pesebre, reposando en el
regazo virginal, predicando en la montaña, pasando la noche en oración; o bien
pendiente de la cruz, en la lividez de la muerte, libre entre los muertos y
dominando sobre el poder de la muerte, como también resucitando al tercer día y
mostrando a los apóstoles la marca de los clavos, como signo de victoria, y
subiendo finalmente ante la mirada de ellos hasta lo más íntimo de los cielos.
¿Hay algo de esto que no sea objeto de una verdadera, piadosa y santa
meditación? Cuando medito en cualquiera de estas cosas, mi pensamiento va hasta
Dios y, a través de todas ellas, llego hasta mi Dios. A esta meditación la
llamo sabiduría, y para mí la prudencia consiste en ir saboreando en la memoria
la dulzura que la vara sacerdotal infundió tan abundantemente en estos frutos,
dulzura de la que María disfruta con toda plenitud en el cielo y la derrama
abundantemente sobre nosotros.
*Lecturas del Lunes de la 27ª semana del Tiempo Ordinario*
Lunes, 7 de octubre de 2024
Evangelio
*Lectura del santo evangelio según
san Lucas (10,25-37)*
En aquel tiempo, se presentó un
maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué
tengo que hacer para heredar la vida eterna?»
Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma
y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»
Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién
es mi prójimo?»
Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos
bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio
muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio
un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al
verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó
a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las
heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo
llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y,
dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo
te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como
prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»
Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.»
Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»
Palabra del Señor
CÁNTICO
EVANGÉLICO
Ant. Madre dichosa, Virgen intacta, Reina gloriosa del mundo: haz que
sintamos tu protección los que hoy celebramos esta fiesta en tu honor.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Madre dichosa, Virgen intacta,
Reina gloriosa del mundo: haz que sintamos tu protección los que hoy celebramos
esta fiesta en tu honor.
PRECES
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen,
y digámosle:
Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.
Sol de justicia, a quien María Virgen precedía cual aurora luciente,
haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
Palabra eterna del Padre, tú que elegiste a María como arca de tu morada,
líbranos de toda ocasión de pecado.
Salvador del mundo, que quisiste que tu Madre estuviera junto a tu cruz,
por su intercesión concédenos compartir con alegría tus padecimientos.
Señor Jesús, que colgado en la cruz entregaste María a Juan como madre,
haz que nosotros vivamos también como hijos suyos.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Según el mandato del Señor, digamos confiadamente:
Padre nuestro...
ORACION
Señor, que por el anuncio del ángel nos has hecho conocer la
encarnación de tu Hijo, infunde tu gracia en nosotros y concédenos, por la
intercesión de la Santísima Virgen María, que podamos alcanzar, por la virtud
de la pasión y de la cruz de tu Hijo Jesucristo, la gloria de su resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: RESPLANDECIENTE DE ALEGRÍA.
Resplandeciente de alegría,
amargo mar de los pesares,
vestida de gracia y de gloria,
te cantamos, oh Virgen María.
Gozosa cuando a Dios concibes,
cuando anhelante das el fruto,
cuando lo ofreces y lo pierdes,
al Hijo, que es la luz del mundo.
Salve, primera de los mártires,
en el dolor de tu martirio;
tu corazón supo de espinas.
tu alma de cruces y de lirios.
Reina de gloria refulgente,
Madre fecunda de la Iglesia,
cuando las llamas del Paráclito
del mundo ardieron las tristezas.
Recoged las Aves Marías
para un rosario de azucenas;
cantad a María alabanzas,
que es Madre de eterna belleza. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.
Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Nuestros ojos están fijos en el
Señor, esperando su misericordia.
Ant 2. Nuestro auxilio es el nombre del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
—que lo diga Israel—,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Nuestro auxilio es el nombre del
Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Ant 3. Dios nos ha destinado en la persona
de Cristo a ser sus hijos.
Cántico: EL PLAN DIVINO DE SALVACIÓN - Ef 1, 3-10
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dios nos ha destinado en la persona
de Cristo a ser sus hijos.
LECTURA BREVE Ga 4, 4-5
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo,
nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo
la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
RESPONSORIO BREVE
V. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.
R. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está
contigo.
V. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto
de tu vientre.
R. El Señor está contigo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está
contigo.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. María conservaba todas estas cosas,
meditándolas en su corazón.
PRECES
Proclamemos las grandezas de Dios Padre todopoderoso, que quiso
que todas las generaciones felicitaran a María, la madre de su Hijo, y
supliquémosle diciendo:
Mira a la llena de gracia y escúchanos.
Señor, Dios nuestro, admirable siempre en tus obras que has querido que la
inmaculada Virgen María participara en cuerpo y alma de la gloria de
Jesucristo,
haz que todos tus hijos deseen y caminen hacia esta misma gloria.
Tú que nos diste a María por Madre, concede por su mediación salud a los
enfermos, consuelo a los tristes, perdón a los pecadores,
y a todos abundancia de salud y de paz.
Tú que hiciste de María la llena de gracia,
concede la abundancia de tu gracia a todos los hombres.
Haz, Señor, que tu Iglesia tenga un solo corazón y una sola alma por el amor,
y que todos los fieles perseveren unánimes en la oración con María, la madre de
Jesús.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Tú que coronaste a María como reina del cielo,
haz que los difuntos puedan alcanzar con todos los santos la felicidad de tu
reino.
Confiando en el Señor que hizo obras grandes en María, pidamos al Padre que
colme también de bienes al mundo hambriento:
Padre nuestro...
ORACION
Señor, que por el anuncio del ángel nos has hecho conocer la
encarnación de tu Hijo, infunde tu gracia en nosotros y concédenos, por la
intercesión de la Santísima Virgen María, que podamos alcanzar, por la virtud
de la pasión y de la cruz de tu Hijo Jesucristo, la gloria de su resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.