TIEMPO ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA XXXII
De la Feria. Salterio IV
16 de noviembre
VIERNES DE LA SEMANA XXXII
De la Feria. Salterio IV
16 de noviembre
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. El Señor es bueno, bendecid su nombre.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es bueno, bendecid su nombre.
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. El Señor es bueno, bendecid su nombre.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es bueno, bendecid su nombre.
Himno: POR EL DOLOR CREYENTE QUE BROTA DEL PECADO.
Por el dolor creyente que brota del pecado,
por no haberte querido de todo corazón,
por haberte, Dios mío, tantas veces negado,
con súplicas te pido, de rodillas, perdón.
Por haberte perdido, por no haberte encontrado,
porque es como un desierto nevado mi oración;
porque es como una hiedra sobre el árbol cortado
el recuerdo que brota cargado de ilusión,
Porque es como la hiedra, déjame que te abrace,
primero amargamente, lleno de flor después,
y que a ti, viejo tronco, poco a poco me enlace,
y que mi vieja sombra se derrame a tus pies. Amén
SALMODIA
Ant 1. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con Espíritu firme.
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con Espíritu firme.
Ant 2. Alégrate, Jerusalén, porque en ti serán congregados todos los pueblos.
Cántico: ACCIÓN DE GRACIAS POR LA LIBERACIÓN DEL PUEBLO - Tb 13, 10-15. 17-19
Anuncien todos los pueblos sus maravillas
y alábenle sus elegidos en Jerusalén,
la ciudad del Santo;
por las obras de tus hijos te azotará,
pero de nuevo se compadecerá
de los hijos de los justos.
Confiesa dignamente al Señor
y bendice al Rey de los siglos,
para que de nuevo sea en ti
edificado su tabernáculo con alegría,
para que alegre en ti a los cautivos
y muestre en ti su amor hacia los desdichados,
por todas las generaciones y generaciones.
Brillarás cual luz de lámpara
y todos los confines de la tierra vendrán a ti.
Pueblos numerosos vendrán de lejos
al nombre del Señor, nuestro Dios,
trayendo ofrendas en sus manos,
ofrendas para el rey del cielo.
Las generaciones de las generaciones
exultarán en ti.
Y benditos para siempre todos los que te aman.
Alégrate y salta de gozo por los hijos de los justos,
que serán congregados,
y al Señor de los justos bendecirán.
Dichosos los que te aman;
en tu paz se alegrarán.
Dichosos cuantos se entristecieron por tus azotes,
pues en ti se alegrarán
contemplando toda tu gloria,
y se regocijarán para siempre.
Bendice, alma mía, a Dios, rey grande,
porque Jerusalén con zafiros y esmeraldas
será reedificada,
con piedras preciosas sus muros
y con oro puro sus torres y sus almenas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alégrate, Jerusalén, porque en ti serán congregados todos los pueblos.
Ant 3. Sión, alaba a tu Dios, que envía su mensaje a la tierra.
Salmo 147 - RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN.
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sión, alaba a tu Dios, que envía su mensaje a la tierra.
LECTURA BREVE Ga 2, 19b-20
Estoy crucificado con Cristo; vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mi. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí.
RESPONSORIO BREVE
V. Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
R. Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
V. Desde el cielo me enviará la salvación.
R. El Dios que hace tanto por mí.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
R. Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí.
PRIMERA LECTURA
Del primer libro de los Macabeos 2, 1. 15-28. 42-50. 65-70
REBELIÓN DE MATATÍAS
En aquellos días, Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón, y sacerdote del linaje de Yehoyarib, dejó Jerusalén y fue a establecerse en Modín.
Los enviados del rey, encargados de imponer la apostasía, llegaron a la ciudad de Modín para exigir los sacrificios. Muchos israelitas acudieron a ellos. También Matatías y sus hijos fueron convocados. Tomando entonces la palabra, los enviados del rey se dirigieron a Matatías y le dijeron:
«Tú eres jefe ilustre y poderoso en esta ciudad y estás bien apoyado por hijos y hermanos. Acércate, pues, el primero y cumple la orden del rey, como la han cumplido todas las naciones, los notables de Judá y los que han quedado en Jerusalén. Entonces tú y tus hijos seréis contados entre los amigos del rey, y os veréis honrados, tú y tus hijos, con plata, oro y muchas dádivas.»
Matatías contestó con voz firme:
«Aunque todas las naciones que forman el imperio del rey lo obedezcan hasta abandonar cada uno el culto de sus padres y acaten sus órdenes, yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos en la alianza de nuestros padres. El cielo nos guarde de abandonar la ley y los preceptos. No obedeceremos las órdenes del rey para desviarnos de nuestro culto ni a la derecha ni a la izquierda.»
Apenas había concluido de pronunciar estas palabras, cuando un judío se adelantó, a la vista de todos, para sacrificar en el altar de Modín, conforme al decreto real. Al verlo Matatías, se inflamó en celo y se estremecieron sus entrañas. Encendido en justa cólera, corrió hasta el judío y lo degolló sobre el altar. Al punto mató también al enviado del rey que obligaba a sacrificar y destruyó el altar. Emuló en su celo por la ley la gesta de Pinjás contra Zimrí, el hijo de Salú. Luego, a grandes voces, gritó en medio de la ciudad:
«Todo aquel que sienta celo por la ley y mantenga la alianza que me siga.»
Y, dejando en la ciudad cuanto poseían, huyeron él y sus hijos a las montañas. Se les unió por entonces el grupo de los asideos, israelitas valientes y entregados de corazón a la ley. Además, todos aquellos que querían escapar de los males se les juntaron y les ofrecieron su apoyo. Formaron así un ejército e hirieron en su ira a los pecadores y a los impíos en su furor. Los restantes tuvieron que huir a tierra de gentiles buscando su salvación.
Matatías y sus amigos hicieron correrías por el país, destruyendo altares, obligando a circuncidar cuantos niños incircuncisos hallaron en el territorio de Israel y persiguiendo a los insolentes. La empresa prosperó en sus manos: arrancaron la ley de mano de gentiles y reyes, y no consintieron que el pecador se impusiera. Cuando la vida de Matatías tocó a su fin, dijo a sus hijos:
«Ahora reina la insolencia y la reprobación, es tiempo de ruina y de violenta cólera. Ahora, hijos, mostrad vuestro celo por la ley; dad vuestra vida por la alianza de nuestros padres. Ahí tenéis a Simeón, vuestro hermano. Sé que es hombre sensato; escuchadlo siempre: él será vuestro padre. Tenéis a Judas Macabeo, valiente desde su mocedad: él será jefe del ejército y dirigirá la guerra contra los pueblos. Vosotros, atraeos a cuantos observan la ley, vengad a vuestro pueblo, devolved a los gentiles el mal que os han hecho y observad los preceptos de la ley.»
A continuación, los bendijo y fue a reunirse con sus padres. Murió el año ciento cuarenta y seis y fue sepultado en Modín, en el sepulcro de sus padres. Todo Israel hizo gran duelo por él.
RESPONSORIO 1M 2, 51. 64
R. Recordad las hazañas que en su tiempo nuestros padres realizaron, * y alcanzaréis inmensa gloria y un nombre inmortal.
V. Sed fuertes y manteneos firmes en la ley, que ella os cubrirá de esplendor.
R. Y alcanzaréis inmensa gloria y un nombre inmortal.
Del primer libro de los Macabeos 2, 1. 15-28. 42-50. 65-70
REBELIÓN DE MATATÍAS
En aquellos días, Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón, y sacerdote del linaje de Yehoyarib, dejó Jerusalén y fue a establecerse en Modín.
Los enviados del rey, encargados de imponer la apostasía, llegaron a la ciudad de Modín para exigir los sacrificios. Muchos israelitas acudieron a ellos. También Matatías y sus hijos fueron convocados. Tomando entonces la palabra, los enviados del rey se dirigieron a Matatías y le dijeron:
«Tú eres jefe ilustre y poderoso en esta ciudad y estás bien apoyado por hijos y hermanos. Acércate, pues, el primero y cumple la orden del rey, como la han cumplido todas las naciones, los notables de Judá y los que han quedado en Jerusalén. Entonces tú y tus hijos seréis contados entre los amigos del rey, y os veréis honrados, tú y tus hijos, con plata, oro y muchas dádivas.»
Matatías contestó con voz firme:
«Aunque todas las naciones que forman el imperio del rey lo obedezcan hasta abandonar cada uno el culto de sus padres y acaten sus órdenes, yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos en la alianza de nuestros padres. El cielo nos guarde de abandonar la ley y los preceptos. No obedeceremos las órdenes del rey para desviarnos de nuestro culto ni a la derecha ni a la izquierda.»
Apenas había concluido de pronunciar estas palabras, cuando un judío se adelantó, a la vista de todos, para sacrificar en el altar de Modín, conforme al decreto real. Al verlo Matatías, se inflamó en celo y se estremecieron sus entrañas. Encendido en justa cólera, corrió hasta el judío y lo degolló sobre el altar. Al punto mató también al enviado del rey que obligaba a sacrificar y destruyó el altar. Emuló en su celo por la ley la gesta de Pinjás contra Zimrí, el hijo de Salú. Luego, a grandes voces, gritó en medio de la ciudad:
«Todo aquel que sienta celo por la ley y mantenga la alianza que me siga.»
Y, dejando en la ciudad cuanto poseían, huyeron él y sus hijos a las montañas. Se les unió por entonces el grupo de los asideos, israelitas valientes y entregados de corazón a la ley. Además, todos aquellos que querían escapar de los males se les juntaron y les ofrecieron su apoyo. Formaron así un ejército e hirieron en su ira a los pecadores y a los impíos en su furor. Los restantes tuvieron que huir a tierra de gentiles buscando su salvación.
Matatías y sus amigos hicieron correrías por el país, destruyendo altares, obligando a circuncidar cuantos niños incircuncisos hallaron en el territorio de Israel y persiguiendo a los insolentes. La empresa prosperó en sus manos: arrancaron la ley de mano de gentiles y reyes, y no consintieron que el pecador se impusiera. Cuando la vida de Matatías tocó a su fin, dijo a sus hijos:
«Ahora reina la insolencia y la reprobación, es tiempo de ruina y de violenta cólera. Ahora, hijos, mostrad vuestro celo por la ley; dad vuestra vida por la alianza de nuestros padres. Ahí tenéis a Simeón, vuestro hermano. Sé que es hombre sensato; escuchadlo siempre: él será vuestro padre. Tenéis a Judas Macabeo, valiente desde su mocedad: él será jefe del ejército y dirigirá la guerra contra los pueblos. Vosotros, atraeos a cuantos observan la ley, vengad a vuestro pueblo, devolved a los gentiles el mal que os han hecho y observad los preceptos de la ley.»
A continuación, los bendijo y fue a reunirse con sus padres. Murió el año ciento cuarenta y seis y fue sepultado en Modín, en el sepulcro de sus padres. Todo Israel hizo gran duelo por él.
RESPONSORIO 1M 2, 51. 64
R. Recordad las hazañas que en su tiempo nuestros padres realizaron, * y alcanzaréis inmensa gloria y un nombre inmortal.
V. Sed fuertes y manteneos firmes en la ley, que ella os cubrirá de esplendor.
R. Y alcanzaréis inmensa gloria y un nombre inmortal.
SEGUNDA LECTURA
De la Homilía de un autor del siglo segundo
(Cap. 15, 1--17, 2: Funk 1, 161-167)
CONVIRTÁMONOS A DIOS, QUE NOS LLAMA
Creo que vale la pena tener en cuenta el consejo que os he dado acerca de la continencia; el que lo siga no se arrepentirá, sino que se salvará a sí mismo por haberlo seguido y me salvará a mí por habérselo dado. No es pequeño el premio reservado al que hace volver al buen camino a un alma descarriada y perdida. La mejor muestra de agradecimiento que podemos tributar a Dios, que nos ha creado, consiste en que tanto el que habla como el que escucha lo hagan con fe y con caridad.
Mantengámonos firmes en nuestra fe, justos y santos, para que así podamos confiadamente rogar a Dios, pues él nos asegura: Clamarás y te responderé: «Aquí estoy.» Estas palabras incluyen una gran promesa, pues nos demuestran que el Señor está más dispuesto a dar que nosotros a pedir. Ya que nos beneficiamos todos de una benignidad tan grande, no nos envidiemos unos a otros por los bienes recibidos. Estas palabras son motivo de alegría para los que las cumplen, de condenación para los que las rechazan.
Así pues, hermanos, ya que se nos ofrece esta magnífica ocasión de arrepentirnos, mientras aún es tiempo convirtámonos a Dios, que nos llama y se muestra dispuesto a acogernos. Si renunciamos a los placeres terrenales y dominamos nuestras tendencias pecaminosas, nos beneficiaremos de la misericordia de Jesús. Daos cuenta que ya llega el día del juicio, ardiente como un horno, y desaparecerán los cielos con estruendo y toda la tierra se licuará como el plomo en el fuego, y entonces se pondrán al descubierto nuestras obras, aun las más ocultas. Buena cosa es la limosna como penitencia del pecado; mejor el ayuno que la oración, pero mejor que ambos la limosna; la caridad cubre la multitud de los pecados, pero la oración que sale de un corazón recto libra de la muerte. Dichoso el que sea hallado perfecto en estas cosas, porque la limosna atenúa los efectos del pecado.
Arrepintámonos de todo corazón, para que no se pierda ninguno de nosotros. Si hemos recibido el encargo de apartar a los idólatras de sus errores, ¡cuánto más debemos procurar no perdernos nosotros que ya conocemos a Dios! Ayudémonos, pues, unos a otros en el camino del bien, sin olvidar a los más débiles, y exhortémonos mutuamente a la conversión.
RESPONSORIO Jds 21; Tt 2, 12
R. Conservaos en la caridad de Dios, * esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna.
V. Desechando la impiedad y las ambiciones del mundo, vivamos con sensatez, justicia y religiosidad en esta vida.
R. Esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(17,26-37):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará. Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.»
Ellos le preguntaron: «¿Dónde, Señor?»
Él contestó: «Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará. Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.»
Ellos le preguntaron: «¿Dónde, Señor?»
Él contestó: «Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto.
PRECES
Confiados en Dios, que cuida con solicitud de todos los que ha creado y redimido con la sangre de su Hijo, invoquémosle diciendo:
Escucha, Señor, y ten piedad.
Dios misericordioso, asegura nuestros pasos en el camino de la verdadera santidad,
y haz que busquemos siempre cuanto hay de verdadero, noble y justo.
Escucha, Señor, y ten piedad.
No nos abandones para siempre, por amor de tu nombre
no olvides tu alianza con nosotros.
Escucha, Señor, y ten piedad.
Con alma contrita y espíritu humillado te seamos aceptos,
porque no hay confusión para los que en ti confían.
Escucha, Señor, y ten piedad.
Tú que has querido que participáramos en la misión profética de Cristo,
haz que proclamemos ante el mundo tus maravillas.
Escucha, Señor, y ten piedad.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Dirijámonos al Padre, con las mismas palabras que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Te pedimos, Señor, tu gracia abundante, para que nos ayude a seguir el camino de tus mandatos, y así gocemos de tu consuelo en esta vida y alcancemos la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.