Musica Para el Alma

miércoles, 8 de agosto de 2018

LECTURAS LARGAS

PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Joel 3, 9-21
JUICIO DE LAS NACIONES. DESPUÉS VENDRÁ LA PAZ
Proclamad esto entre las naciones: declarad la guerra, alistad soldados, vengan y lleguen todos los hombres de armas. Fundid los arados para espadas, las podaderas para lanzas; que diga el cobarde: «Me siento soldado.» Venid presurosas, naciones vecinas, reuníos: el Señor llevará allá a sus guerreros.

Alerta, vengan las naciones al valle de Josafat: allí me sentaré a juzgar a las naciones vecinas. Mano a la hoz, madura está la mies; venid y pisad, lleno está el lagar. Rebosan las cubas porque abunda su maldad.

Turbas y turbas en el valle de la Decisión, se acerca el día del Señor en el valle de la Decisión. El sol y la luna se oscurecen, las estrellas retiran su resplandor. El Señor ruge desde Sión, desde Jerusalén alza la voz, tiemblan cielos y tierra. El Señor protege a su pueblo, auxilia a los hijos de Israel.

«Sabréis que yo soy el Señor, vuestro Dios, que habito en Sión, mi monte santo. Jerusalén será santa y no pasarán por ella extranjeros.»

Aquel día los montes manarán vino, los collados fluirán leche, las acequias de Judá irán llenas de agua y brotará un manantial del templo del Señor, que regará el valle de las Acacias. Egipto será un desierto, Edom se volverá árida estepa, porque oprimieron a los judíos, derramaron sangre inocente en su país. Pero Judá estará habitada por siempre, Jerusalén de generación en generación. Vengará su sangre, no quedará impune, y el Señor habitará en Sión.
RESPONSORIO    Jl 3, 18; Ap 22, 17. 1
R. Los montes manarán vino, las acequias de Judá irán llenas de agua y brotará un manantial del templo del Señor. * El que tenga sed y quiera, que venga a beber gratuitamente el agua de la vida.
V. Me mostró el ángel el río del agua de la vida, brillante como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero.
R. El que tenga sed y quiera, que venga a beber gratuitamente el agua de la vida.
SEGUNDA LECTURA
De los Tratados de Balduino de Cantorbery, obispo
(Tratado 10: PL 204, 513-514. 516)
ES FUERTE EL AMOR COMO LA MUERTE
Es fuerte la muerte, que puede privarnos del don de la vida. Es fuerte el amor, que puede restituirnos a una vida mejor.

Es fuerte la muerte, que tiene poder para desposeernos de los despojos de este cuerpo. Es fuerte el amor, que tiene poder para arrebatar a la muerte su presa y devolvérnosla.

Es fuerte la muerte, a la que nadie puede resistir. Es fuerte el amor, capaz de vencerla, de embotar su aguijón, de reprimir sus embates, de confundir su victoria. Lo cual tendrá lugar cuando podamos apostrofarla diciendo: ¿Dónde están, muerte, tus embates?
Es fuerte el amor como la muerte, porque el amor de Cristo da muerte a la misma muerte. Por esto dice: Oh muerte, yo seré tu muerte; país de los muertos, yo seré tu aguijón. También el amor con que nosotros amamos a Cristo es fuerte como la muerte, ya que viene a ser él mismo como una muerte, en cuanto que es el aniquilamiento de la vida anterior, la abolición de las malas costumbres y el sepelio de las obras muertas.

Este nuestro amor para con Cristo es como un intercambio de dos cosas semejantes, aunque su amor hacia nosotros supera al nuestro. Porque él nos amó primero y, con el ejemplo de amor que nos dio, se ha hecho para nosotros como un sello mediante el cual nos hacemos conformes a su imagen, abandonando la imagen del hombre terreno y llevando la imagen del hombre celestial, por el hecho de amarlo como él nos ha amado. Porque en esto nos ha dado ejemplo, para que sigamos sus huellas.

Por esto dice: Ponme como un sello sobre tu corazón. Es como si dijera: «Ámame, como yo te amo. Tenme en tu pensamiento, en tu recuerdo, en tu deseo, en tus suspiros, en tus gemidos y sollozos. Acuérdate, hombre, qué tal te he hecho, cuán por encima te he puesto de las demás creaturas, con qué dignidad te he ennoblecido, cómo te he coronado de gloria y de honor, cómo te he hecho un poco inferior a los ángeles, cómo he puesto bajo tus pies todas las cosas. Acuérdate no sólo de cuán grandes cosas he hecho para ti, sino también de cuán duras y humillantes cosas he sufrido por ti; y dime si no obras perversamente cuando dejas de amarme. ¿Quién te ama como yo? ¿Quién te ha creado sino yo? ¿Quién te ha redimido sino yo?»

Quita de mí, Señor, este corazón de piedra, quita de mí este corazón endurecido, incircunciso. Tú que purificas los corazones y amas los corazones puros, toma posesión de mi corazón y habita en él, llénalo con tu presencia, tú que eres superior a lo más grande que hay en mí y que estás más dentro de mí que mi propia intimidad. Tú que eres el modelo perfecto de la belleza y el sello de la santidad, sella mi corazón con la impronta de tu imagen; sella mi corazón, con tu misericordia, tú, Dios por quien se consume mi corazón, mi herencia eterna. Amén.
RESPONSORIO    Ct 8, 6-7; Jn 15, 13
R. El amor es fuerte como la muerte; es centella de fuego, llamarada divina. * Las aguas torrenciales no podrían apagar el amor, ni anegarlo los ríos.
V. Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos.
R. Las aguas torrenciales no podrían apagar el amor, ni anegarlo los ríos.

ORACIÓN.
OREMOS,
Señor, danos tu misericordia y atiende a las súplicas de tus hijos; concede la tranquilidad y la paz a los que nos gloriamos de tenerte como creador y como guía, y consérvalas en nosotros para siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.