Musica Para el Alma

jueves, 5 de abril de 2018

LECTURAS LARGAS

PRIMERA LECTURA
De los Hechos de los apóstoles 3, 12 -- 4, 4
DISCURSO DE PEDRO SOBRE LA GLORIFICACIÓN DE JESÚS, HIJO DE DIOS
En aquellos días, Pedro dirigió al pueblo este discurso:

«Hombres de Israel, ¿a qué sorprenderos por lo ocurrido? ¿A qué viene el mirarnos tanto, como si el haber hecho andar a este hombre hubiese sido por nuestro poder o por nuestra virtud? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a Jesús, su siervo, a quien vosotros entregasteis a la muerte y reprobasteis en el tribunal de Pilato, después que éste había decidido dejarlo en libertad. Vosotros rechazasteis al santo y al justo y, en cambio, pedisteis que se os dejara en libertad a un asesino. Disteis muerte al autor de la vida, pero Dios lo ha resucitado de entre los muertos; nosotros somos testigos de ello. Y a este hombre, que vosotros veis y conocéis, él le ha dado energía y vitalidad, por haber tenido fe; es, pues, la fe, que de él viene, la que lo ha restablecido totalmente ante vuestros mismos ojos.

Ahora bien, hermanos, ya sé que habéis obrado con ignorancia, lo mismo que vuestros jefes. Pero, de este modo, Dios ha dado cumplimiento a lo que ya antes había anunciado por boca de todos los profetas: la pasión de su Mesías. Por lo tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; así llegarán de parte del Señor los tiempos de la consolación mesiánica, y él os enviará a Jesús, a quien predestinó y constituyó Mesías para vuestra salud. Él debe quedar en el cielo hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de la que Dios habló, ya desde muy antiguo, por boca de sus santos profetas. Y así, por una parte, dijo Moisés: "El Señor, vuestro Dios, suscitará de entre vuestros hermanos un profeta, como me suscitó a mí; daréis oídos a cuanto os dijere. Todo aquel que no escuchare a este profeta será exterminado del pueblo." Por otra parte, los demás profetas a partir de Samuel, todos cuantos profetizaron, dieron también uno tras otro el anuncio de estos días.

Vosotros sois hijos de los profetas y de la alianza que estableció Dios con vuestros padres, cuando dijo a Abraham: "En tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra." Para vosotros en primer lugar, para vuestra salud, suscitó Dios a su siervo y os lo envió para que os colmara de bendiciones, a la vez que os apartara a todos de vuestras maldades.»

Mientras hablaban ellos al pueblo, se presentaron los sacerdotes, el prefecto del templo y los saduceos. Todos éstos llevaron muy a mal el que estuvieran enseñando al pueblo y anunciando que la resurrección de los muertos se había verificado en Jesús. Los apresaron y los metieron en la cárcel hasta la mañana siguiente, porque era ya tarde. Muchos de los que habían escuchado el discurso abrazaron la fe; su número llegó a unos cinco mil hombres.
RESPONSORIO    Hch 3, 18-19; Is 53, 12b
R. Dios ha dado cumplimiento a lo que ya antes había anunciado por boca de todos los profetas: la pasión de su Mesías. * Por lo tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados. Aleluya.
V. Él tomó sobre sí el pecado de las multitudes e intercedió por los pecadores.
R. Por lo tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De las Catequesis de Jerusalén
(Catequesis 21 [Mistagógica 3], 1-3: PG 33. 1087-1091)
LA UNCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
Bautizados en Cristo y habiéndoos revestido de Cristo, habéis adquirido una condición semejante a la del Hijo de Dios. Pues Dios, que nos predestinó a la adopción de hijos suyos, nos hizo conformes al cuerpo glorioso de Cristo. Por esto, hechos partícipes de Cristo (que significa Ungido), no sin razón sois llamados ungidos; y es refiriéndose a vosotros que dijo el Señor: No toquéis a mis ungidos.

Fuisteis hechos cristos (o ungidos) cuando recibisteis el signo del Espíritu Santo; todo se realizó en vosotros en imagen, ya que sois imagen de Cristo. Él, en efecto, al ser bautizado en el río Jordán, salió del agua, después de haberle comunicado a ella el efluvio fragante de su divinidad, y entonces bajó sobre él el Espíritu Santo en persona, y se posó sobre él como sobre su semejante.

De manera similar vosotros, después que subisteis de la piscina bautismal, recibisteis el crisma, símbolo del Espíritu Santo con que fue ungido Cristo. Respecto a lo cual, Isaías, en una profecía relativa a sí mismo, pero en cuanto que representaba al Señor, dice: El Espíritu del Señor está sobre mi, porque el Señor me ha ungido; me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres.

Cristo no fue ungido por los hombres con aceite o ungüento material, sino que el Padre, al señalarlo como salvador de todo el mundo, lo ungió con el Espíritu Santo. Como dice Pedro: Dios ungió a Jesús de Nazaret con poder del Espíritu Santo; y en los salmos de David hallamos estas palabras: Tu trono, ¡oh Dios!, permanece para siempre; cetro de rectitud es tu cetro real; has amado la justicia y odiado la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.

El Señor fue ungido con un aceite de júbilo espiritual, esto es, con el Espíritu Santo, el cual es llamado aceite de júbilo porque es el autor del júbilo espiritual; pero vosotros, al ser ungidos materialmente, habéis sido hechos partícipes de la naturaleza de Cristo.

Por lo demás, no pienses que es éste un ungüento común y corriente. Pues, del mismo modo que el pan eucarístico, después de la invocación del Espíritu Santo, no es pan corriente, sino el cuerpo de Cristo, así también este santo ungüento, después de la invocación, ya no es un ungüento simple o común, sino el don de Cristo y del Espíritu Santo, ya que realiza, por la presencia de la divinidad, aquello que significa. Tu frente y los sentidos de tu cuerpo son ungidos simbólicamente y, por esta unción visible de tu cuerpo, el alma es santificada por el Espíritu Santo, dador de vida.
RESPONSORIO    Ef 1, 13b-14; 2Co 1, 21b-22
R. Al abrazar la fe, habéis sido sellados con el sello del Espíritu Santo prometido, prenda de nuestra herencia, * para la redención del pueblo que Dios adquirió para sí. Aleluya.
V. Dios nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu.
R. Para la redención del pueblo que Dios adquirió para sí. Aleluya.

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado. 


ORACIÓN.
OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que por el misterio pascual restableciste tu alianza con los hombres, concédenos realizar en nuestra vida lo que en estas fiestas proclama nuestra fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.