De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos
(Salmo 37, 13-14: CCL 38, 391-392)
TU MISMO DESEO ES TU ORACIÓN
Rugía debido a los gemidos de mi corazón. Hay un gemido oculto que no puede ser oído por el hombre; pero, si el corazón está invadido por un deseo tan ardiente que la herida del hombre interior llegue a expresarse con voz más clara, entonces se investiga la causa y el hombre dice dentro de sí: «Tal vez gime por esto o tal vez le sucedió esto otro.» Pero ¿Quién puede comprender estos gemidos sino aquel ante cuyos ojos y oídos gime? Por eso dice: Rugía debido a los gemidos de mi corazón, porque, si bien los hombres pueden oír los gemidos de un hombre, frecuentemente lo que oyen son los gemidos de la carne, pero no oyen al que gime en su corazón.
Y ¿quién conoce el motivo de estos gemidos? Escucha: Todas mis ansias están en tu presencia. Por tanto, nuestros gemidos no están delante de los hombres, que no pueden ver el corazón, sino que todas mis ansias están en tu presencia. Que tu deseo esté siempre ante él; y el Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Tu mismo deseo es tu oración; si el deseo es continuo, la oración es continua. No en vano dijo el Apóstol: Orad sin cesar. Pero ¿acaso nos arrodillamos, nos postramos y levantamos las manos sin interrupción, y por eso dice: Orad sin cesar? Si decimos que sólo podemos orar así, creo que es imposible orar sin cesar.
Existe otra oración interior y continua, que es el deseo. Aunque hagas cualquier otra cosa, si deseas el reposo en Dios, no interrumpes la oración. Si no quieres dejar de orar, no interrumpas el deseo.
Tu deseo continuo es tu voz, es decir, tu oración continua. Callas si dejas de amar. ¿Quiénes callaron? Aquellos de quienes se dijo: Por exceso de la maldad se apagará el fervor de la caridad en muchos.
El frío de la caridad es el silencio del corazón, y el fuego de la caridad es el clamor del corazón. Si la caridad permanece siempre, clamas siempre; si clamas siempre, siempre deseas; si deseas, te acuerdas del reposo eterno. Todas mis ansias están en tu presencia. ¿Qué sucedería si nuestras ansias estuvieran delante de Dios y no lo estuvieran nuestros gemidos? ¿Acaso esto es posible, siendo así que el gemido es la voz de nuestras ansias?
Por esto añade: Y no se te ocultan mis gemidos. Para ti no están ocultos, para muchos hombres lo están. A veces parecería que el humilde servidor de Dios dice: Y no se te ocultan mis gemidos. Otras veces observamos que sonríe; ¿será acaso porque aquel deseo ha muerto en su corazón? Si subsiste el deseo, también subsiste el gemido; no siempre llega a los oídos de los hombres, pero nunca se aparta de los oídos de Dios.
RESPONSORIO
R. Al caminar por las sendas de Cristo, cantemos mientras llegamos a la meta de nuestra peregrinación, para mantener vivos nuestros deseos. * Si alguno desea con ardor, aunque haga callar su lengua, su corazón cantará.
V. Pero el que no tiene deseos, aunque aturda con sus clamores los oídos de los hombres, está mudo para Dios.
R. Si alguno desea con ardor, aunque haga callar su lengua, su corazón cantará.
ORACIÓN.
OREMOS,
Que tu gracia, Señor, nos prepare y nos acompañe siempre a los que esperamos anhelantes la venida de tu Hijo, a fin de que obtengamos los auxilios nicesarios para la vida presente y para llegar con felicidad a la futura. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.