*Las Laudes. Santo
de hoy: San Silvestre, Papa*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi
corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi
entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente
pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina
majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO DE
NAVIDAD
JUEVES - DIA VII
INFRAOCTAVA DE NAVIDAD
Del Propio de la Fiesta.
31 de diciembre
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: UN TAN HERMOSO DONCEL
Un tan hermoso Doncel
hoy ha nacido en el suelo,
que la luna y sol del cielo
no lucen delante de él.
Es un Niño en quien se halla
hermosura tan sin par,
que no se pueden hartar
los ángeles de miralla.
Y aun lo menos que hay en él
es lo que mostró en el suelo,
pues la luna y sol del cielo
no lucen delante de él.
Nació este hermoso Doncel
de una graciosa Doncella,
después de Dios la más bella
de todo lo que no es él.
Como al fin Madre de aquel
que es Rey del cielo y del suelo,
y que las lumbres del cielo
no lucen delante de él.
Al Padre, al Hijo, al Amor,
alegres cantad, criaturas,
y resuene en las alturas
toda gloria y todo honor. Amén.
SALMODIA
Ant 1. «¿A quién habéis visto, pastores? Hablad, contádnoslo, ¿quién se
ha aparecido en la tierra?» «Hemos visto al recién nacido y a los coros de
ángeles alabando al Señor.» Aleluya.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. «¿A quién habéis visto, pastores? Hablad, contádnoslo, ¿quién se
ha aparecido en la tierra?» «Hemos visto al recién nacido y a los coros de
ángeles alabando al Señor.» Aleluya.
Ant 2. El ángel dijo a los pastores: «Os anuncio una gran alegría: hoy os
ha nacido el Salvador del mundo.» Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. El ángel dijo a los pastores: «Os anuncio una gran alegría: hoy os
ha nacido el Salvador del mundo.» Aleluya.
Ant 3. Hoy nos ha nacido un niño que se llamará Dios poderoso. Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Hoy nos ha nacido un niño que se llamará Dios poderoso. Aleluya.
LECTURA BREVE Is 4, 2-3
Aquel día, el vástago del Señor será joya y gloria, fruto del país, honor y
ornamento para los supervivientes de Israel. A los que queden en Sión, a los
restantes en Jerusalén, los llamarán santos: serán inscritos para vivir en
Jerusalén.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.
R. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.
V. Los confines de la tierra la han contemplado.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Se dejó ver con el ángel una multitud del ejército celestial, que
alababa a Dios, cantando: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los
hombres que ama el Señor.» Aleluya.
V. En estos
tiempos, que son los últimos, nos ha hablado Dios por medio de su Hijo.
R. Por quien creó los mundos.
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Colosenses 2, 4-15
NUESTRA FE ESTA PUESTA EN CRISTO
Hermanos: Os digo esto para que nadie os engañe con falsas razones. Pues,
aunque estoy corporalmente ausente de vosotros, me hallo presente en espíritu,
alegrándome de ver la armonía que reina entre vosotros y la firmeza de vuestra
fe en Cristo.
Así, pues, vivid según Cristo Jesús, el Señor, tal como os lo enseñaron,
enraizados y cimentados en él y apoyados en la fe, como se os instruyó, y
rebosad en continua acción de gracias.
Mirad que nadie vaya haciendo presa en vosotros, con el señuelo de una
filosofía y de vanos sofismas, que se fundan en tradiciones meramente humanas,
según los elementos del mundo, y no según Cristo.
Porque en Cristo, en su cuerpo glorificado, habita toda la plenitud de la
divinidad; e, incorporados a él, alcanzáis también vosotros esa plenitud en él,
que es la cabeza de todo principado y potestad.
En él habéis sido también circuncidados, no con operación quirúrgica, sino con
la circuncisión de Cristo, que consiste en el despojo de vuestra condición
mortal. Con Cristo fuisteis sepultados en el bautismo, y con él resucitasteis
mediante la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos. Y a
vosotros, que estabais muertos por vuestros pecados y por vuestra condición de
incircuncisos, Dios os dio la vida juntamente con él, perdonándoos por pura
gracia todos vuestros pecados.
Él canceló la nota de cargo de nuestra deuda, que contenía cláusulas
desfavorables contra nosotros, la arrancó de en medio y la clavó en la cruz.
Con esto Dios despojó a los Principados y Potestades, y los expuso a la vista
de todos, incorporándolos al cortejo triunfal de Cristo.
RESPONSORIO Col 2, 9. 10. 12
R. En Cristo, en su cuerpo glorificado, habita toda la plenitud de la
divinidad, * él es la cabeza de todo principado y potestad.
V. Con Cristo fuimos sepultados en el bautismo, y con él resucitamos
mediante la fe en el poder de Dios.
R. Él es la cabeza de todo principado y potestad.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san León Magno, papa
(Sermón 6 En la Natividad del Señor, 2-3. 5: PL 54, 213-216)
EL NACIMIENTO DEL SEÑOR ES EL NACIMIENTO DE LA PAZ
Aunque el estado de infancia, que el Hijo de Dios asumió sin considerarlo
impropio de su grandeza, se haya transformado ya en estado de varón perfecto y
aunque, una vez consumado el triunfo de la pasión y resurrección, haya llegado
a su fin todo lo que era propio del estado de anonadamiento, que el Señor
aceptó por nosotros, sin embargo, la fiesta de la Natividad renueva para
nosotros los comienzos sagrados de la vida de Jesús, nacido de la Virgen María;
y, al adorar el nacimiento de nuestro Salvador, se nos invita a celebrar
también nuestro propio nacimiento como cristianos.
La generación de Cristo, en efecto, es el origen del pueblo cristiano, ya que
el nacimiento de la cabeza incluye en sí el nacimiento de todo el cuerpo.
Aunque cada uno de los que llama el Señor a formar parte de su pueblo sea
llamado en un tiempo determinado y aunque todos los hijos de la Iglesia hayan
sido llamados cada uno en días distintos, con todo, la totalidad de los fieles,
nacida en la fuente bautismal, ha nacido con Cristo en su nacimiento, del mismo
modo que ha sido crucificada con Cristo en su pasión, ha sido resucitada en su
resurrección y ha sido colocada a la derecha del Padre en su ascensión.
El creyente que en cualquier parte del mundo es regenerado en Cristo se libra
de la culpa original y, al renacer, se transforma en un hombre nuevo; en
adelante ya no cuenta la generación carnal de sus padres, sino la generación
por la que ha renacido del Salvador, que quiso hacerse Hijo del hombre para que
nosotros pudiéramos llegar a ser hijos de Dios.
Pues, si él no hubiera descendido por su humildad hasta nosotros, jamás ninguno
de nosotros, por sus propios méritos, hubiera podido llegar hasta él.
Por eso la misma grandeza del don que nos ha sido otorgado exige de nosotros
una veneración proporcionada a la excelsitud de esta dádiva; así nos lo enseña
el Apóstol, cuando dice: No hemos recibido el espíritu del mundo, sino el
Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado;
el mejor modo de ofrecer a Dios nuestro homenaje religioso es, sin duda,
ofrecerle lo que él mismo nos ha dado.
Y ¿qué cosa mejor podríamos encontrar entre los dones divinos, para honrar la
fiesta de hoy, que aquella paz que anunciaron los ángeles en el nacimiento del
Señor?
En efecto, esta paz es la que engendra hijos de Dios, la que alimenta el amor,
la que es madre de la unidad. Ella es descanso para los santos y tabernáculo
donde moran los invitados al reino eterno. El fruto propio de esta paz es que
se unan a Dios aquellos que el Señor ha segregado del mundo.
Por tanto, que quienes traen su origen no de la sangre ni del deseo carnal ni
de la voluntad del hombre, sino del mismo Dios, ofrezcan al Padre la concordia
propia de los hijos que están animados por el deseo de la paz, y que todos los
miembros de la familia de adopción vivan unidos en aquel que es el primogénito
de la nueva creación, que no vino a hacer su propia voluntad, sino la voluntad
de aquel que lo envió. Pues los que han sido adoptados por la gracia del Padre,
para ser sus herederos, no son los que viven en medio de discordias y
contiendas, sino los que tienen un único pensar y un mismo querer. Los que han
sido llamados a reproducir la única imagen del Padre deben tener una sola alma.
Por ello el nacimiento del Señor es el nacimiento de la paz; como lo dice el
Apóstol: Él es nuestra paz; él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa,
porque, tanto los judíos como los gentiles, por medio de él tenemos acceso al
Padre en un solo Espíritu.
RESPONSORIO Ef 2, 13.14. 17
R. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes
estabais lejos. * Él es nuestra paz; él ha hecho de los dos pueblos una sola
cosa.
V. Y, cuando vino, anunció la buena nueva de la paz:
paz a vosotros, los que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca.
R. Él es nuestra paz; él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa.
Jueves, 31 de diciembre de 2020
Evangelio
Comienzo
del santo evangelio según san Juan (1,1-18):
1 En el principio existía la Palabra y
la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
2 Ella estaba en el principio con Dios.
3 Todo se hizo por ella y sin ella no se
hizo nada de cuanto existe.
4 En ella estaba la vida y la vida era la
luz de los hombres,
5 y la luz brilla en las tinieblas, y las
tinieblas no la vencieron.
6 Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba
Juan.
7 Este vino para un testimonio, para dar
testimonio de la luz, para que todos creyeran por él.
8 No era él la luz, sino quien debía dar
testimonio de la luz.
9 La Palabra era la luz verdadera que
ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho
por ella, y el mundo no la conoció.
11 Vino a su casa, y los suyos no la
recibieron.
12 Pero a todos los que la recibieron les
dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre;
13 la cual no nació de sangre, ni de deseo
de hombre, sino que nació de Dios.
14 Y la Palabra se hizo carne, y puso su
Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del
Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
15 Juan da testimonio de él y clama: «Este
era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí,
porque existía antes que yo.»
16 Pues de su plenitud hemos recibido todos,
y gracia por gracia.
17 Porque la Ley fue dada por medio de
Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
18 A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo
único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.
Palabra del Señor
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU
PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Se dejó ver con el ángel una multitud del ejército celestial, que
alababa a Dios, cantando: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los
hombres que ama el Señor.» Aleluya.
PRECES
Oremos a Cristo, cuya gracia ha aparecido a todos los hombres, y
digámosle con humilde confianza:
Señor, ten piedad de nosotros.
Oh Cristo, nacido del Padre antes de todos los siglos, reflejo de su gloria e
impronta de su ser, que sostienes el universo con tu palabra,
te pedimos que vivifiques nuestro día con tu Evangelio.
Tú que naciste en el momento culminante de la historia, para salvación del
género humano y liberación de toda creatura,
concede a todos los hombres la verdadera libertad.
Tú que, siendo Hijo consubstancial del Padre, engendrado antes de la aurora
quisiste nacer en Belén, para que se cumplieran las Escrituras,
haz que tu Iglesia realice los planes del Padre viviendo en pobreza.
Tú que eres Dios y hombre, Señor de David y también hijo suyo, miembro del
pueblo de Israel y enviado a todas las naciones,
haz que Israel te reconozca como su Mesías y que los pueblos de la tierra
entren en tu Iglesia.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Alegres porque Jesucristo nos ha hecho hijos de Dios, digamos:
Padre nuestro...
ORACION
Dios todopoderoso y eterno, que en el nacimiento de tu Hijo nos
has dado la fuente y la cumbre de toda religión, concédenos contarnos siempre
en el rebaño de aquel en quien está la salvación de todo el género humano. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
*San Silvestre, Papa*
Este Santo Padre ejerció su pontificado en la época en la que
Constantino decretó la libertad para los cristianos, dando alto a las persecuciones.
El emperador Constantino le regaló a San Silvestre el palacio de Letrán en
Roma, y desde entonces estuvo allí la residencia de los Pontífices.
También tuvo este Pontífice la suerte de poder construir la
antigua Basílica de San Pedro en el Vaticano, y la primera Basílica de Letrán.
Durante su Pontificado se reunió en el Concilio de Nicea (año 325), en el cual
los obispos de todo el mundo declararon que quien no crea que Jesucristo es
Dios, no es católico. Compusieron allí el Credo de Nicea. Dicen que a San
Silvestre le correspondió el honor de bautizar a Constantino, el primer
emperador cristiano.
El Pontificado de San Silvestre duró 20 años. Murió el 31 de
diciembre del año 335.