*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este
Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
JUEVES SEMANA
IV
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Entrad en la presencia del Señor
con aclamaciones.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Entrad en la presencia del Señor
con aclamaciones.
Himno: OH DIOS, AUTOR DE LA LUZ.
Oh Dios, autor de la luz,
de los cielos la lumbrera,
que el universo sostienes
abriendo tu mano diestra.
La aurora, con mar de grana,
cubriendo está las estrellas,
bautizando humedecida
con el rocío la tierra.
Auséntanse ya las sombras,
al orbe la noche deja,
y al nuevo día el lucero,
de Cristo imagen, despierta.
Tú, día de día, oh Dios,
y Luz de Luz, de potencia
soberana, oh Trinidad,
doquier poderoso reinas.
Oh Salvador, ante ti
inclinamos la cabeza,
y ante el Padre y el Espíritu,
dándote gloria perpetua. Amén.
SALMODIA
Ant 1. En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.
Salmo 142, 1-11 - LAMENTACIÓN Y SÚPLICA ANTE LA ANGUSTIA
Señor, escucha mi oración;
tú que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca.
Escúchame en seguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti;
indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor,
que me refugio en ti.
Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sácame de la angustia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En la mañana, Señor, hazme escuchar
tu gracia.
Ant 2. El Señor hará derivar hacia
Jerusalén como un río la paz.
Cántico: CONSUELO Y GOZO PARA LA CIUDAD SANTA. Is 66, 10-14a
Festejad a Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis,
alegraos de su alegría,
los que por ella llevasteis luto;
a su pecho seréis alimentados
y os saciaréis de sus consuelos
y apuraréis las delicias
de sus pechos abundantes.
Porque así dice el Señor:
«Yo haré derivar hacia ella
como un río la paz,
como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas
y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un niño a quien su madre consuela,
así os consolaré yo
y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo se alegrará vuestro corazón
y vuestros huesos florecerán como un prado.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor hará derivar hacia
Jerusalén como un río la paz.
Ant 3. Nuestro Dios merece una alabanza
armoniosa.
Salmo 146 - PODER Y BONDAD DEL SEÑOR
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;
que hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
que da su alimento al ganado,
y a las crías de cuervo que graznan.
No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los músculos del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles,
que confían en su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Nuestro Dios merece una alabanza
armoniosa.
LECTURA BREVE Rm 8, 18-21
Los padecimientos de esta vida presente tengo por cierto que no son nada en
comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros. La creación
entera está en expectación, suspirando por esa manifestación gloriosa de los
hijos de Dios; porque las creaturas todas quedaron sometidas al desorden, no
porque a ello tendiesen de suyo, sino por culpa del hombre que las sometió. Y
abrigan la esperanza de quedar ellas, a su vez, libres de la esclavitud de la
corrupción, para tomar parte en la libertad gloriosa que han de recibir los hijos
de Dios.
RESPONSORIO BREVE
V. Velando medito en ti, Señor.
R. Velando medito en ti, Señor.
V. Porque fuiste mi auxilio.
R. Medito en ti, Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Velando medito en ti, Señor.
V. Haz brillar tu rostro,
Señor, sobre tu siervo.
R. Enséñame tus leyes.
PRIMERA LECTURA
Del segundo libro de los Macabeos 7, 20-41
MARTIRIO DE LOS SIETE HERMANOS, LA MADRE Y EL HIJO MAS PEQUEÑO
Admirable y digna de
glorioso recuerdo fue la madre, que, viendo morir a sus siete hijos en el
espacio de un día, lo soportó con entereza, esperando en el Señor. Con noble
actitud, uniendo un temple viril a la ternura femenina, fue animando a cada
uno, y les decía en su lengua:
«Yo no sé cómo aparecisteis
en mi seno; yo no os di el aliento ni la vida, ni ordené los elementos de
vuestro organismo. Fue el Creador del universo, el que modela la raza humana y
determina el origen de todo. El, con su misericordia, os devolverá el aliento y
la vida, si ahora os sacrificáis por su ley.»
Antíoco creyó que la mujer
lo despreciaba, y sospechó que lo estaba insultando. Todavía quedaba el más
pequeño, y el rey intentaba persuadirlo no sólo con palabras, sino que le
juraba que, si renegaba de sus tradiciones, lo haría rico y feliz, lo tendría
por amigo y le daría algún cargo. Pero como el muchacho no hacía el menor caso,
el rey llamó a la madre y le rogaba que aconsejase al chiquillo para su bien.
Tanto le insistió, que la madre accedió a persuadir al hijo; se inclinó hacia
él y, riéndose del cruel tirano, habló así en su idioma:
«Hijo mío, ten piedad de mí,
que te llevé nueve meses en el seno, te amamanté y crié tres años y te he
alimentado hasta que te has hecho un joven. Hijo mío, te lo suplico, mira el
cielo y la tierra, fíjate en todo lo que contienen y verás que Dios lo creó
todo de la nada, y el mismo origen tiene el hombre. No temas a ese verdugo, no
desmerezcas de tus hermanos y acepta la muerte. Así, por la misericordia de
Dios, te recobraré junto con ellos.»
Estaba todavía hablando
cuando el muchacho dijo:
«¿Qué esperáis? No me someto
al decreto real. Yo obedezco los decretos de la ley dada a nuestros antepasados
por medio de Moisés. Pero tú, que has tramado toda clase de crímenes contra los
hebreos, no escaparás de las manos de Dios. Pues nosotros sufrimos por nuestros
pecados. Y si nuestro Dios y Señor se ha irritado momentáneamente contra
nosotros para castigarnos y corregirnos, él se reconciliará de nuevo con sus
siervos. Pero tú, impío, el hombre más criminal de todos, no te ensoberbezcas
neciamente con vanas esperanzas, mientras alzas la mano contra los siervos de
Dios; que todavía no has escapado de la sentencia de Dios, vigilante
todopoderoso. Mis hermanos, después de haber soportado una corta pena, beben de
la vida perenne bajo la alianza de Dios; en cambio, tú, por sentencia de Dios,
pagarás la pena que merece tu soberbia. Yo, lo mismo que mis hermanos, entrego
mi cuerpo y mi vida por las leyes de mis padres, suplicando a Dios que se
apiade pronto de mi raza, que tú tengas que confesarlo, entre tormentos y
azotes, como único Dios, y que la ira del Todopoderoso, que se ha abatido
justamente sobre todo mi pueblo, se detenga en mí y en mis hermanos.»
El rey, exasperado y no
aguantando aquel sarcasmo, se ensañó contra éste muchísimo más que contra los
otros, y aquel muchacho murió sin mancha, con total confianza en el Señor. La
madre murió la última, después de sus hijos.
RESPONSORIO
Cf. 2M 7, 11. 30. 37
R. De Dios recibí estos
miembros, y por sus leyes los despreció. * Espero recobrarlos del mismo Dios.
V. Yo obedezco los decretos
de la ley y, lo mismo que mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi vida, suplicando
a Dios.
R. Espero recobrarlos del
mismo Dios.
SEGUNDA LECTURA
De la Homilía de un autor del siglo segundo
(Cap. 13, 2--14, 5: Funk 1, 159-161)
LA IGLESIA VIVA ES EL CUERPO DE CRISTO
Dice el Señor: Todo el día,
sin cesar, ultrajan mi nombre en medio de las naciones; y también en otro
lugar: ¡Ay de aquel por cuya causa ultrajan mi nombre! ¿Por qué razón ultrajan
el nombre de Dios? Porque nuestra conducta no concuerda con lo que nuestros
labios proclaman. Los paganos, en efecto, cuando escuchan de nuestros labios la
palabra de Dios, quedan admirados de su belleza y sublimidad; pero luego, al
contemplar nuestras obras y ver que no concuerdan con nuestras palabras,
empiezan a blasfemar, diciendo que todo es fábula y mentira.
Cuando nos oyen decir que
Dios afirma: Si amáis a los que os aman no es grande vuestro mérito, pero
grande es vuestra virtud si amáis a vuestros enemigos y a quienes os odian, se
llenan de admiración ante la sublimidad de estas palabras; pero luego, al
contemplar cómo no amamos a los que nos odian y que ni siquiera sabemos amar a
los que nos aman, se ríen de nosotros y con ello el nombre de Dios es
blasfemado.
Así pues, hermanos, si
cumplimos la voluntad de Dios, perteneceremos a la Iglesia primera, es decir, a
la Iglesia espiritual, que fue creada antes que el sol y la luna; pero, si no
cumplimos la voluntad del Señor, seremos de aquellos de quienes afirma la
Escritura: Habéis convertido mi templo en una cueva de bandidos. Por tanto,
procuremos pertenecer a la Iglesia de la vida, para alcanzar así la salvación.
Creo que no ignoráis que la
Iglesia viva es el cuerpo de Cristo. Dice, en efecto, la Escritura: Creó Dios
al hombre, hombre y mujer los creó; el hombre es Cristo, la mujer es la
Iglesia; ahora bien, los escritos de los profetas y de los apóstoles nos
enseñan también que la Iglesia no es de este tiempo, sino que existe desde el
principio; en efecto, la Iglesia era espiritual como espiritual era el Señor
Jesús, pero se manifestó visiblemente en los últimos tiempos para llevarnos a
la salvación.
Esta Iglesia que era
espiritual se ha hecho visible en la carne de Cristo, mostrándonos con ello
que, si nosotros conservamos intacta esta Iglesia por medio de nuestra carne,
la recibiremos en el Espíritu Santo, pues nuestra carne es como la imagen del Espíritu
y nadie puede gozar del modelo si ha destruido su imagen. Todo esto quiere
decir, hermanos, lo siguiente: Conservad con respeto vuestra carne, para que
así tengáis parte en el Espíritu. Y, si afirmamos que la carne es la Iglesia y
el Espíritu es Cristo, ello significa que quien deshonra la carne deshonra la
Iglesia, y este tal no será tampoco partícipe de aquel Espíritu, que es el
mismo Cristo. Con la ayuda del Espíritu Santo, esta carne puede, por tanto,
llegar á gozar de aquella incorruptibilidad y de aquella vida que es tan
sublime, que nadie puede explicar ni describir, pero que Dios ha preparado para
sus elegidos.
RESPONSORIO Jr 7, 3; St 4, 8
R. Así dice el Señor de los
ejércitos, Dios de Israel: «Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, * y
habitaré con vosotros en este lugar.»
V. Acercaos a Dios y él se
acercará a vosotros; purificad, pecadores, vuestras manos; lavad vuestros
corazones.
R. Y habitaré con vosotros
en este lugar.
*Lecturas del Jueves de la
32ª semana del Tiempo Ordinario*
Jueves, 10 de noviembre de 2022
Evangelio
*Lectura del santo evangelio según san Lucas
(17,20-25)*
En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el
reino de Dios Jesús les contestó: «El reino de Dios no vendrá espectacularmente,
ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está
dentro de vosotros.»
Dijo a sus discípulos: «Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el
Hijo del hombre, y no podréis. Si os dicen que está aquí o está allí no os
vayáis detrás. Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así
será el Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser
reprobado por esta generación.»
Palabra del Señor
CÁNTICO
EVANGÉLICO
Ant. Anuncia, Señor, la salvación a tu pueblo y perdónanos nuestros
pecados.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
+Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Anuncia, Señor, la salvación a tu
pueblo y perdónanos nuestros pecados.
PRECES
Invoquemos a Dios, de quien viene la salvación para su pueblo,
diciendo:
Tú, que eres nuestra vida, escúchanos, Señor.
Bendito seas, Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque en tu gran
misericordia nos has hecho nacer de nuevo para una esperanza viva,
por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
Tú que, en Cristo, renovaste al hombre, creado a imagen tuya,
haz que reproduzcamos la imagen de tu Hijo.
Derrama en nuestros corazones, lastimados por el odio y la envidia,
tu Espíritu de amor.
Concede hoy trabajo a quienes lo buscan, pan a los hambrientos, alegría a los
tristes,
a todos la gracia y la salvación.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por esto nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACION
Concédenos, Señor, acoger siempre el anuncio de la salvación para
que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos te sirvamos, con
santidad y justicia, todos nuestros días. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: PORQUE ES TARDE, DIOS MÍO.
Porque es tarde, Dios mío,
porque anochece ya
y se nubla el camino,
porque temo perder
las huellas que he seguido,
no me dejes tan solo
y quédate conmigo.
Porque he sido rebelde
y he buscado el peligro,
y escudriñé curioso
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.
Porque ardo en sed de ti
y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa,
dígnate ser mi amigo.
¡Qué aprisa cae la tarde...!
¡quédate conmigo! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Tú eres, Señor, mi bienhechor, y mi refugio donde me pongo a
salvo.
Salmo 143 I - ORACIÓN POR LA VICTORIA Y POR LA PAZ
Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;
mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.
Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?
¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.
Señor, inclina tu cielo y desciende,
toca los montes, y echarán humo,
fulmina el rayo y dispérsalos,
dispara tus saetas y desbarátalos.
Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tú eres, Señor, mi bienhechor, y mi
refugio donde me pongo a salvo.
Ant 2. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el
Señor.
Salmo 143 II
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.
Defiéndeme de la espada cruel,
sálvame de las manos de extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.
Sean nuestros hijos un plantío,
crecidos desde su adolescencia;
nuestras hijas sean columnas talladas,
estructura de un templo.
Que nuestros silos estén repletos
de frutos de toda especie;
que nuestros rebaños a millares
se multipliquen en las praderas,
y nuestros bueyes vengan cargados;
que no haya brechas ni aberturas,
ni alarma en nuestras plazas.
Dichoso el pueblo que esto tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el
Señor.
Ant 3. Ahora se estableció la salud y el
reinado de nuestro Dios.
Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ahora se estableció la salud y el
reinado de nuestro Dios.
LECTURA BREVE Col 1, 23
Perseverad firmemente fundados e inconmovibles en la fe y no os apartéis de la
esperanza del Evangelio que habéis oído, que ha sido predicado a toda creatura
bajo los cielos.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor es mi pastor, nada me falta.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
V. En verdes praderas me hace recostar.
R. Nada me falta.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. A los que tienen hambre de ser justos el Señor los colma de
bienes.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. A los que tienen hambre de ser
justos el Señor los colma de bienes.
PRECES
Invoquemos a Cristo, luz del mundo y alegría de todo ser viviente,
y digámosle confiados:
Señor, danos tu luz, la salvación y la paz.
Luz indeficiente y palabra eterna del Padre, tú que has venido a salvar a los
hombres,
ilumina a los catecúmenos de la Iglesia con la luz de tu verdad.
No lleves cuenta de nuestros delitos, Señor,
pues de ti procede el perdón.
Señor, tú que has querido que la inteligencia del hombre investigara los
secretos de la naturaleza,
haz que la ciencia y las artes contribuyan a tu gloria y al bienestar de todos
los hombres.
Protege, Señor, a los que se han consagrado en el mundo al servicio de sus
hermanos;
que con libertad de espíritu y sin desánimo puedan realizar su ideal.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Señor, tú que abres y nadie puede cerrar, ilumina a nuestros difuntos que yacen
en tiniebla y en sombra de muerte,
y ábreles las puertas de tu reino.
Porque todos nos sabemos hermanos, hijos de un mismo Dios, confiadamente nos
atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACION
Acoge benigno, Señor, nuestra súplica vespertina y haz que,
siguiendo las huellas de tu Hijo, fructifiquemos con perseverancia en buenas
obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.