*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*San Ponciano y San
Hipólito*
13 de Agosto
VIERNES SEMANA III
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Himno: CREADOR SEMPITERNO DE LAS COSAS.
Creador sempiterno de las cosas,
que gobiernas las noches y los días,
y, alternando la luz y las tinieblas,
alivias el cansancio de la vida.
Pon tus ojos, Señor, en quien vacila,
que a todos corrija tu mirada:
con ella sostendrás a quien tropieza
y harás que pague su delito en lágrimas.
Alumbra con tu luz nuestros sentidos,
desvanece el sopor de nuestras mentes,
y sé el primero a quien, agradecidas,
se eleven nuestras voces cuando suenen.
Glorificado sea el Padre eterno,
así como su Hijo Jesucristo,
y así como el Espíritu Paráclito,
ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten misericordia de mí.
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten misericordia de mí.
Ant 2. Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.
Cántico: LAMENTACIÓN DEL PUEBLO EN TIEMPO DE HAMBRE Y DE GUERRA - Jr
14,17-21
Mis ojos se deshacen en lágrimas,
día y noche no cesan:
por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo,
una herida de fuertes dolores.
Salgo al campo: muertos a espada;
entro en la ciudad: desfallecidos de hambre;
tanto el profeta como el sacerdote
vagan sin sentido por el país.
¿Por qué has rechazado del todo a Judá?
¿tiene asco tu garganta de Sión?
¿Por que nos has herido sin remedio?
Se espera la paz, y no hay bienestar,
al tiempo de la cura sucede la turbación.
Señor, reconocemos nuestra impiedad,
la culpa de nuestros padres,
porque pecamos contra ti.
No nos rechaces, por tu nombre,
no desprestigies tu trono glorioso;
recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.
Ant 3. El Señor es Dios y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Salmo 99 - ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es Dios y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
LECTURA BREVE 2Co 12, 9b-10
Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de
Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las
privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque
cuando soy débil, entonces soy fuerte.
RESPONSORIO BREVE
V. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
R. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
V. Indícame el camino que he de seguir.
R. Hazme escuchar tu gracia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
Lecturas
Primera Lectura
Del segundo libro de los Reyes 11, 1-20
ATALÍA Y EL REY JOÁS
En aquellos días, cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo
había muerto, empezó a exterminar a toda la familia real. Pero cuando los hijos
del rey estaban siendo asesinados, Josebá, hija del rey Jorán y hermana de
Ocozías, raptó a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió con su nodriza en el
dormitorio; así se lo ocultó a Atalía y lo libró de la muerte. El niño estuvo
escondido con ella en el templo mientras en el país reinaba Atalía.
El año séptimo, Yehoyadá mandó a buscar a los centuriones de los carios y de la
escolta; los llamó a su presencia en el templo, se juramentó con ellos y les
presentó al hijo del rey. Luego, les dio estas instrucciones: «Vais a hacer lo
siguiente: el tercio que está de servicio en el palacio el sábado (el tercio
que está en la puerta de las caballerizas y el de la puerta de detrás del
cuartel de la escolta haréis la guardia en el templo por turnos) y los otros
dos cuerpos, todos los que estáis libres el sábado, haréis la guardia en el
templo cerca del rey. Rodead al rey por todas partes, arma en mano. Si alguno
quiere meterse por entre las filas, matadlo. Y estad junto al rey, vaya donde
vaya.»
Los oficiales hicieron lo que les mandó el sacerdote Yehoyadá; cada uno reunió
a sus hombres, los que estaban de servicio el sábado y los que estaban libres,
y se presentaron al sacerdote Yehoyadá. El sacerdote entregó a los oficiales las
lanzas y los escudos del rey David, que se guardaban en el templo. Los de la escolta
empuñaron las armas y se colocaron entre el altar y el templo, desde el ángulo
sur hasta el ángulo norte del templo, para proteger al rey. Entonces, Yehoyadá
sacó al hijo del rey, le colocó la diadema y las insignias, lo ungió rey, y
todos aplaudieron aclamando: «¡Viva el rey!»
Atalía oyó el clamor de la tropa y de los oficiales, y se fue hacia la gente,
al templo.
Pero cuando vio al rey en pie sobre el estrado, como es costumbre, y a los
oficiales y la banda cerca del rey, toda la población en fiesta y las trompetas
tocando, se rasgó las vestiduras y gritó: «¡Traición, traición!»
El sacerdote Yehoyadá ordenó a los oficiales que mandaban las fuerzas: «Sacadla
del atrio. Al que la siga, lo matáis.»
Pues no quería que la matasen en el templo. La fueron empujando con las manos
y, cuando llegaba al palacio por la puerta de las caballerizas, allí la
mataron.
Yehoyadá selló el pacto entre el Señor y el rey y el pueblo, para que éste
fuera el pueblo del Señor. Toda la población se dirigió luego al templo de
Baal: lo destruyeron, derribaron sus altares, trituraron las imágenes, y a
Matan, sacerdote de Baal, lo degollaron ante el altar. El sacerdote Yehoyadá
puso guardias en el templo, y luego, con los centuriones, los carios, los de la
escolta y todo el vecindario, bajaron del templo al rey y lo llevaron al
palacio por la puerta de la escolta. Y Joás se sentó en el trono real. Toda la población
hizo fiesta, y la ciudad quedó tranquila. A Atalía la habían matado en el
palacio.
Responsorio 2 Cro 23, 3; Jr 23, 5
R. Toda la comunidad hizo en el templo un pacto con el rey.
Yehoyadá les dijo: «Debe reinar un hijo del rey, * como
prometió el Señor a la descendencia de David.»
V. Suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey
prudente.
R. Como prometió el Señor a la descendencia de David.
Segunda Lectura
Del sermón de san Paciano, obispo, sobre el bautismo
(Núms. 5-6: PL. 13, 1092-1093)
REFORMEMOS NUESTRAS COSTUMBRES EN CRISTO, POR EL ESPÍRITU SANTO
El pecado de Adán se había transmitido a todo el género humano,
como afirma el Apóstol: Por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el
pecado la muerte, y así pasó a todos los hombres. Por lo tanto, es necesario
que la justicia de Cristo sea transmitida a todo el género humano. Y, así como
Adán, por su pecado, fue causa de perdición para toda su descendencia, del
mismo modo Cristo, por su justicia, vivifica a todo su linaje. Esto es lo que
subraya el Apóstol cuando afirma: Si por la desobediencia de uno todos se
convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en
justos. Y así como reinó el pecado, causando la muerte, así también reinará la
gracia, causando una justificación que conduce a la vida eterna.
Pero alguno me puede decir: “Con razón el pecado de Adán ha pasado a su
posteridad, ya que fueron engendrados por él. ¿Pero acaso nosotros hemos sido
engendrados por Cristo para que podamos ser salvados por él?” No penséis
carnalmente, y veréis cómo somos engendrados por Cristo. En la plenitud de los
tiempos, Cristo se encarnó en el seno de María: vino para salvar a la carne, no
la abandonó al poder de la muerte, sino que la unió con su espíritu y la hizo
suya. Éstas son las bodas del Señor por las que se unió a la naturaleza humana,
para que, de acuerdo con aquel gran misterio, se hagan los dos una sola carne,
Cristo y la Iglesia.
De estas bodas nace el pueblo cristiano, al descender del cielo el Espíritu
Santo. La substancia de nuestras almas es fecundada por la simiente celestial,
se desarrolla en el seno de nuestra madre, la Iglesia, y cuando nos da a luz somos
vivificados en Cristo. Por lo que dice el Apóstol: El primer hombre, Adán, fue
un ser animado, el último Adán, un espíritu que da vida. Así es como engendra
Cristo en su Iglesia por medio de sus sacerdotes, como lo afirma el mismo
Apóstol: Os he engendrado para Cristo. Así, pues, el germen de Cristo, el
Espíritu de Dios, da a luz, por manos de los sacerdotes, al hombre nuevo,
concebido en el seno de la Iglesia, recibido en el parto de la fuente
bautismal, teniendo como madrina de boda a la fe.
Pero hay que recibir a Cristo para que nos engendre, como lo afirma el apóstol
san Juan: Cuantos lo recibieron, les da poder para ser hijos de Dios. Esto no
puede ser realizado sino por el sacramento del bautismo, del crisma y del
obispo. Por el bautismo se limpian los pecados, por el crisma se infunde el
Espíritu Santo, y ambas cosas las conseguimos por medio de las manos y la boca
del obispo. De este modo, el hombre entero renace y vive una vida nueva en
Cristo: Así como Cristo fue resucitado de entre los muertos, así también
nosotros andemos en una vida nueva, es decir, que, depuestos los errores de la
vida pasada, reformemos nuestras costumbres en Cristo, por el Espíritu Santo.
Responsorio Rm 5, 19. 21; 1 Jn 4,
10
R. Como por la desobediencia de un solo hombre todos los demás
quedaron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos
quedaron constituidos justos; * para que así como reinó el
pecado produciendo la muerte, así también reine la gracia dándonos vida eterna
por Jesucristo.
V. Dios nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros
pecados.
R. Para que así como reinó el pecado produciendo la muerte, así
también reine la gracia dándonos vida eterna por Jesucristo.
*Lecturas del Viernes de la 19ª semana del Tiempo Ordinario*
Viernes, 13 de agosto de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Mateo (19,3-12)*
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para
ponerlo a prueba: «¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo?»
Él les respondió: «¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó
hombre y mujer, y dijo: "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su
madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne"? De modo que
ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe
el hombre.»
Ellos insistieron: «¿Y por qué mandó Moisés darle acta de repudio y
divorciarse?»
Él les contestó: «Por lo tercos que sois os permitió Moisés divorciaros de
vuestras mujeres; pero, al principio, no era así. Ahora os digo yo que, si uno
se divorcia de su mujer –no hablo de impureza– y se casa con otra, comete
adulterio.»
Los discípulos le replicaron: «Si ésa es la situación del hombre con la mujer,
no trae cuenta casarse.»
Pero él les dijo: «No todos pueden con eso, sólo los que han recibido ese don.
Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los
hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reino de los cielos. El que
pueda con esto, que lo haga.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
+Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.
PRECES
Invoquemos a Cristo, que nació, murió y resucitó por su pueblo,
diciendo:
Salva, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Te bendecimos, Señor, a ti que por nosotros aceptaste el suplicio de la cruz:
mira con bondad a tu familia santa, redimida con tu sangre.
Tú que prometiste a los que en ti creyeran que manarían de su interior
torrentes de agua viva,
derrama tu Espíritu sobre todos los hombres.
Tú que enviaste a los discípulos a predicar el Evangelio,
haz que los cristianos anuncien tu palabra con fidelidad.
A los enfermos y a todos los que has asociado a los sufrimientos de tu pasión,
concédeles fortaleza y paciencia.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Llenos del Espíritu de Jesucristo, acudamos a nuestro Padre común, diciendo:
Padre nuestro...
ORACION
Ilumina, Señor, nuestros corazones y fortalece nuestras
voluntades, para que sigamos siempre el camino de tus mandatos, reconociéndote
como nuestro guía y maestro. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
*San Ponciano y San Hipólito*
Al llegar
Ponciano a la Cátedra de Pedro, en el año 230, encontró a la Iglesia dividida
por un cisma, cuyo autor era el sacerdote Hipólito, un maestro afamado por su
conocimiento de la Escritura y por la profundidad de su pensamiento. Hipólito
no se había avenido a aceptar la elección del diácono Calixto como papa (217)
y, a partir de ese momento, se había erigido en jefe de una comunidad
disidente, estimando que él representaba a la tradición, en tanto que Calixto y
sus sucesores cedían peligrosamente al último capricho. El año 235 estalló la
persecución de Maximiano. Constatando que los cristianos de Roma se apoyaban en
los dos obispos, el emperador mandó que arrestasen a ambos, y les condenó a
trabajos forzados. Para que la Iglesia no se viera privada de cabeza en
circunstancias tan difíciles, Ponciano renunció a su cargo e Hipólito hizo otro
tanto. Deportados a Cerdeña, se unieron en una misma confesión de fe, y no
tardaron en encontrar la muerte. Después de la persecución, el papa Fabián
(236-250), pudo llevar a Roma los cuerpos de ambos mártires. El 13 de agosto es
precisamente el aniversario de esta traslación. Pronto se echó en olvido que
Hipólito había sido el autor del cisma. Sólo se tuvo presente al mártir y
doctor, hasta tal punto que un dibujo del siglo IV asocia sus nombres a los de
Pedro y Pablo, Sixto y Lorenzo.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: YO HE SENTIDO, SEÑOR, TU VOZ AMANTE
Yo he sentido, Señor, tu voz amante,
en el misterio de las noches bellas,
y en el suave temblor de las estrellas
la armonía gocé de tu semblante.
No me llegó tu acento amenazante
entre el fragor de trueno y de centellas;
al ánima llamaron tus querellas
como el tenue vagido de un infante.
¿Por qué no obedecí cuando te oía?
¿Quién me hizo abandonar tu franca vía
y hundirme en las tinieblas del vacío?
Haz, mi dulce Señor, que en la serena
noche vuelva a escuchar tu cantilena;
¡ya no seré cobarde, Padre mío! Amén.
SALMODIA
Ant 1. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.
Salmo 134 I - HIMNO A DIOS POR SUS MARAVILLAS
Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.
Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.
Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.
Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.
Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
-en medio de ti, Egipto-
contra el Faraón y sus ministros.
Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos;
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.
Ant 2. Casa de Israel, bendice al Señor; tañed para su nombre, que es
amable.
Salmo 134 II.
Señor, tu nombre es eterno;
Señor, tu recuerdo de edad en edad.
Porque el Señor gobierna a su pueblo
y se compadece de sus siervos.
Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
hechura de manos humanas:
tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,
tienen orejas y no oyen,
no hay aliento en sus bocas.
Sean lo mismo los que los hacen,
cuantos confían en ellos.
Casa de Israel, bendice al Señor;
casa de Aarón, bendice al Señor;
casa de Leví, bendice al Señor;
fieles del Señor, bendecid al Señor.
Bendito en Sión el Señor,
que habita en Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Casa de Israel, bendice al Señor; tañed para su nombre, que es
amable.
Ant 3. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento,
Señor.
Cántico: CANTO DE LOS VENCEDORES Ap 15, 3-4
Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento,
Señor.
LECTURA BREVE St 1, 2-4
Hermanos míos, si estáis sometidos a tentaciones diversas, consideradlo como
una alegría, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce constancia. Pero
haced que la constancia dé un resultado perfecto, para que seáis perfectos e
íntegros, sin defectos en nada.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo nos ama y nos ha absuelto por la virtud de su sangre.
R. Cristo nos ama y nos ha absuelto por la virtud de su sangre.
V. Y ha hecho de nosotros reino y sacerdotes para el Dios y Padre
suyo.
R. Por la virtud de su sangre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo nos ama y nos ha absuelto por la virtud de su sangre.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su
misericordia.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
+Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su
misericordia.
PRECES
Invoquemos al Hijo de Dios, a quien el Padre entregó por nuestras
faltas y lo resucitó para nuestra justificación, diciendo:
Señor, ten piedad.
Escucha, Señor, nuestras súplicas, perdona los pecados de los que se confiesen
culpables
y en tu bondad otórganos el perdón y la paz.
Tú que, por medio del Apóstol nos has enseñado que donde se multiplicó el
pecado sobreabundó mucho más la gracia,
perdona con largueza nuestros muchos pecados.
Hemos pecado mucho, Señor, pero confiamos en tu misericordia infinita;
vuélvete a nosotros para que podamos convertirnos a ti.
Salva a tu pueblo de sus pecados, Señor,
y sé benévolo con nosotros.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Tú que abriste las puertas del paraíso al buen ladrón,
ábrelas también para nuestros hermanos difuntos.
Reconociendo que nuestra fuerza para no caer en la tentación se halla en Dios,
digamos confiadamente:
Padre nuestro...
ORACION
Señor, Padre santo, que quisiste que tu Hijo fuese el precio de
nuestro rescate, haz que vivamos de tal manera que, tomando parte en los
padecimientos de Cristo, nos gocemos también en la revelación de su gloria. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.