*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*Beata Miriam Teresa
Demjanovich*
8 de Mayo
*Laudes - SÁBADO V SEMANA DE PASCUA 2021*
Sábado, 8
de mayo de 2021.
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Verdaderamente
ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día
tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya
Salmodia
Antífona
1: Por tu misericordia dame vida. Aleluya.
Salmo 118, 145-152
Te invoco
de todo corazón:
respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes;
a ti grito: sálvame,
y cumpliré tus decretos;
me adelanto a la aurora pidiendo auxilio,
esperando tus palabras.
Mis ojos se adelantan a las vigilias,
meditando tu promesa;
escucha mi voz por tu misericordia,
con tus mandamientos dame vida;
ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad.
Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandatos son estables;
hace tiempo comprendí que tus preceptos
los fundaste para siempre.
Antífona
2: Los que habían vencido cantaban el cántico de Moisés, el siervo de
Dios, y el cántico del Cordero. Aleluya.
Ex 15,1-4.8-13.17-18
Himno a Dios, después de la victoria del mar Rojo
Los que habían vencido a la fiera cantaban el cántico de Moisés,
el siervo de Dios. (Ap 15,2-3)
Cantaré
al Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero,
su nombre es «El Señor».
Los carros del Faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.
Al soplo de tu nariz, se amontonaron las aguas,
las corrientes se alzaron como un dique,
las olas se cuajaron en el mar.
Decía el enemigo: «Los perseguiré y alcanzaré,
repartiré el botín, se saciará mi codicia,
empuñaré la espada, los agarrará mi mano.»
Pero sopló tu aliento, y los cubrió el mar,
se hundieron como plomo en las aguas formidables.
¿Quién como tú, Señor, entre los dioses?
¿Quién como tú, terrible entre los santos,
temible por tus proezas, autor de maravillas?
Extendiste tu diestra: se los tragó la tierra;
guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado,
los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
Los introduces y los plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás.
Antífona
3: Firme es su misericordia con nosotros. Aleluya.
Salmo 116
Invitación universal a la alabanza divina
Los gentiles alaban a Dios por su misericordia (cf. Rm 15,9)
Alabad al
Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Lectura Breve
Rm 14, 7-9
Ninguno
de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Que si vivimos, vivimos para
el Señor; y si morimos, para el Señor morimos. En fin, que tanto en vida como
en muerte somos del Señor. Para esto murió Cristo y retornó a la vida, para ser
Señor de vivos y muertos.
Responsorio Breve
V. El
Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. Dios
nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. Aleluya.
R. Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
Aleluya.
Lecturas
Primera Lectura
Del libro
del Apocalipsis 22, 10-21
FUNDAMENTO
DE NUESTRA ESPERANZA
A mí,
Juan, me dijo esto el ángel: «No cierres bajo sello el contenido de la profecía
escrita en este libro, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca. Que el
malo siga aún en su maldad; que el manchado prosiga aun manchándose; que el
justo persista en su justificación; y que el santo continúe todavía en su
santidad.
"Mira, llego en seguida y traigo conmigo mi salario; yo daré a cada uno
según sus obras. Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio
y el fin. Dichosos los que lavan sus vestiduras, así tendrán derecho al árbol
de la vida, y tendrán acceso por las puertas a la ciudad. Fuera quedarán los
perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras y todos los
que aman y practican la mentira. Yo, Jesús, he enviado a mi ángel, para
revelaros estas cosas referentes a las Iglesias. Yo soy el vástago y la descendencia
de David, el lucero radiante del alba."»
El Espíritu y la esposa dicen: «¡Ven!» Y el que escucha, diga: «¡Ven!» Y el que
tenga sed y quiera, que venga a beber gratuitamente el agua de la vida.
Yo prevengo a todo el que escucha las palabras proféticas contenidas en este
libro: Si alguno les añade algo, Dios añadirá sobre él el castigo de las
plagas, que quedan descritas en este libro. Y si alguno quita algo de las
palabras proféticas en él contenidas, Dios quitará su parte del árbol de la
vida y de la ciudad santa que en este libro quedan descritos.
El que da testimonio de todo esto dice:
«Sí. Pronto vendré.»
Amén. Ven, Señor Jesús.
La gracia del Señor Jesús esté con todos. Amén.
Responsorio Ap 22, 16. 17. 20; Is 55, 1. 3
R. Yo
soy el vástago y la descendencia de David, el lucero radiante del alba; el
Espíritu y la esposa dicen: «¡Ven!» * Y el que escucha,
diga: «¡Ven!» Ven, Señor Jesús. Amén. Aleluya.
V. Sedientos todos, acudid por agua; inclinad el oído, venid a
mí.
R. Y el que escucha, diga: «¡Ven!» Ven, Señor Jesús. Amén.
Aleluya.
Segunda Lectura
De los
comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos
(Salmo 148,1-2: CCL 40, 2165-2166)
EL ALELUYA
PASCUAL
Toda
nuestra vida presente debe discurrir en la alabanza de Dios, porque en ella consistirá
la alegría sempiterna de la vida futura; y nadie puede hacerse idóneo de la
vida futura, si no se ejercita ahora en esta alabanza. Ahora, alabamos a Dios,
pero también le rogamos. Nuestra alabanza incluye la alegría, la oración, el
gemido. Es que se nos ha prometido algo que todavía no poseemos; y, porque es
veraz el que lo ha prometido, nos alegramos por la esperanza; mas, porque
todavía no lo poseemos, gemimos por el deseo.
Es cosa buena perseverar en este deseo, hasta que llegue lo prometido; entonces
cesará el gemido y subsistirá únicamente la alabanza.
Por razón de estos dos tiempos —uno, el presente, que se desarrolla en medio de
las pruebas y tribulaciones de esta vida, y el otro, el futuro, en el que gozaremos
de la seguridad y alegría perpetuas—, se ha instituido la celebración de un
doble tiempo, el de antes y el de después de Pascua. El que precede a la Pascua
significa las tribulaciones que en esta vida pasamos; el que celebramos ahora,
después de Pascua, significa la felicidad que luego poseeremos. Por tanto,
antes de Pascua celebramos lo mismo que ahora vivimos; después de Pascua
celebramos y significamos lo que aún no poseemos. Por esto, en aquel primer
tiempo nos ejercitamos en ayunos y oraciones; en el segundo, el que ahora
celebramos, descansamos de los ayunos y lo empleamos todo en la alabanza. Esto significa
el Aleluya que cantamos.
En aquel que es nuestra cabeza, hayamos figurado y demostrado este doble
tiempo. La pasión del Señor nos muestra la penuria de la vida presente, en la
que tenemos que padecer la fatiga y la tribulación, y finalmente la muerte; en
cambio, la resurrección y glorificación del Señor es una muestra de la vida que
se nos dará.
Ahora, pues, hermanos, os exhortamos a la alabanza de Dios; y esta alabanza es
la que nos expresamos mutuamente cuando decimos: Aleluya. «Alabad al Señor»,
nos decimos unos a otros; y, así, todos hacen aquello a lo que se exhortan
mutuamente. Pero procurad alabarlo con toda vuestra persona, esto es, no sólo
vuestra lengua y vuestra voz deben alabar a Dios, sino también vuestro
interior, vuestra vida, vuestras acciones.
En efecto, lo alabamos ahora, cuando nos reunimos en la iglesia; y, cuando
volvemos a casa, parece que cesamos de alabarlo. Pero, si no cesamos en nuestra
buena conducta, alabaremos continuamente a Dios. Dejas de alabar a Dios cuando
te apartas de la justicia y de lo que a él le place. Si nunca te desvías del
buen camino, aunque calle tu lengua, habla tu conducta; y los oídos de Dios atienden
a tu corazón. Pues, del mismo modo que nuestros oídos escuchan nuestra voz, así
los oídos de Dios escuchan nuestros pensamientos.
Responsorio Jn 16, 20
R. Vuestra
tristeza se convertirá en gozo. Aleluya.
V. El mundo se alegrará, mientras vosotros estaréis tristes.
R. Pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. Aleluya.
*Lecturas
de la 5ª Semana del Tiempo Pascua Ciclo B*
Sábado, 8 de mayo de 2021
Evangelio
Lectura del
santo evangelio según san Juan (15,18-21):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del
mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os
odia.
Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han
perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra,
también guardarán la vuestra.
Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que
me envió».
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Para
esto murió Cristo y retornó a la vida, para ser Señor de vivos y muertos.
Aleluya.
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Oremos a
Cristo, pan de vida, que en el último día resucitará a los que se alimentan con
su palabra y con su cuerpo, y digámosle:
*Señor, danos paz y alegría*.
Hijo de Dios, que resucitado de entre los muertos eres el Príncipe de la vida, —
bendice y santifica a tus fieles y a todos los hombres.
Tú que concedes paz y alegría a todos los que creen en ti,
— danos vivir como hijos de la luz, y alegrarnos de tu victoria.
Aumenta la fe de tu Iglesia, peregrina en la tierra, — para que dé al mundo
testimonio de tu resurrección.
Tú que, habiendo padecido mucho, has entrado ya en la gloria del Padre, —
convierte en gozo la tristeza de los afligidos.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Concluyamos nuestra oración, diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro
maestro:
Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Señor,
Dios todopoderoso, que por las aguas del bautismo nos has engendrado a la vida eterna,
ya que has querido hacernos capaces de la vida inmortal, no nos niegues ahora
tu ayuda para conseguir los bienes eternos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
*Beata Miriam Teresa
Demjanovich*
La hermana Miriam Teresa nació en Bayonne, Nueva Jersey en 1901,
la más joven de los siete hijos de una familia católica rutena (de rito
oriental) provenientes del este de Eslovaquia. Tuvo una vida breve pues murió a
los 26 años, tras sufrir muchas enfermedades.
Desde joven estuvo vinculada a la congregación de las Hermanas de
la Caridad de Santa Elizabeth, al principio a través del colegio de Santa
Isabel y luego ingresó a la familia religiosa en 1925. Murió dos años después
tras haberse destacado por la búsqueda de la perfección en la vida religiosa,
por sus escritos espirituales, y su relación mística con el Señor.
Es autora del libro “Mayor perfección”, publicado póstumamente. Su
causa de beatificación fue iniciada en la diócesis de Paterson en 1945. El Papa
Benedicto XVI aprobó el decreto de sus virtudes heroicas y el Papa Francisco
aprobó el decreto del milagro obrado por su intercesión el 17 de diciembre de
2013.
El Obispo de Paterson, Mons. Arthur Serratelli, escribió hace unos
días que Miriam Teresa “se graduó de la secundaria pública local, disfrutaba la
música, la poesía, el teatro y la danza apropiada para las jóvenes de su edad.
Pero debajo de las experiencias ordinarias de la casa, la parroquia, la escuela
y los amigos, estaba nutriendo una relación extraordinaria con Dios”.
“Su simplicidad, devoción y su oración dejaron una huella duradera
en los que la conocieron. Su director espiritual inmediatamente reconoció su
santidad única y le pidió escribir diversas conferencias para que él las
pudiera dar a otras novicias”, dijo el Prelado.
Dios le dio la gracia de tener experiencias místicas y visiones,
pero fue su constante esfuerzo por agradarle, incluso en las cosas más
pequeñas, lo que la Iglesia “reconoce como ejemplo a seguir en el camino de la
santidad. Su constante mensaje que todos estamos llamados a la santidad se
anticipó a la enseñanza del Concilio Vaticano II”.
Se trata de un joven declarado ciego debido a la degeneración
macular bilateral, cuya vista fue restaurada a partir de la oración con la
intercesión de la hermana Miriam Teresa en 1964. El milagro se produjo en la
arquidiócesis de Newark.
Las Hermanas de la Caridad fueron fundadas por Santa Elizabeth Ann
Seton, en Maryland en 1809, en el espíritu de San Vicente de Paúl y santa Luisa
de Marillac. Se dedican a la educación, cuidados de salud, servicios sociales
en 22 diócesis de los Estados Unidos y en El Salvador y Haití.
El 4 de octubre de 2014 se convirtió en la primera en ser
beatificada en suelo de los Estados Unidos.
Vísperas
Inicio
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. -Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
Nuestra Pascua inmolada, aleluya,
es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta de la luz!,
despierta, tú que duermes,
y el Señor te alumbrará.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta universal!,
el mundo renovado
canta un himno a su Señor.
Pascua sagrada, ¡victoria de la cruz!
La muerte, derrotada,
ha perdido su aguijón.
Pascua sagrada, ¡oh noche bautismal!
Del seno de las aguas
renacemos al Señor.
Pascua sagrada, ¡eterna novedad!
Dejad al hombre viejo,
revestíos del Señor.
Pascua sagrada. La sala del festín
se llena de invitados
que celebran al Señor.
Pascua sagrada, ¡Cantemos al Señor!
Vivamos la alegría
dada a luz en el dolor.
Primer Salmo
Salmo 118,105-112: XIV (Nun): Himno a la ley divina
Ant: El que
realiza la verdad se acerca a la luz. Aleluya.
Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros (Jn 15,12)
Lámpara es tu palabra para mis
pasos,
luz en mi sendero;
lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos;
¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.
Acepta, Señor, los votos que pronuncio,
enséñame tus mandatos;
mi vida está siempre en peligro,
pero no olvido tu voluntad;
los malvados me tendieron un lazo,
pero no me desvié de tus decretos.
Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón;
inclino mi corazón a cumplir tus leyes,
siempre y cabalmente.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El que
realiza la verdad se acerca a la luz. Aleluya.
Segundo Salmo
Salmo 15: El Señor es el lote de mi heredad
Ant: El Señor,
rotas las ataduras de la muerte, ha resucitado. Aleluya.
Dios resucitó a Jesús rompiendo las ataduras de la muerte (Hch
2,24)
Protégeme, Dios mío, que me
refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.
Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano:
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor,
rotas las ataduras de la muerte, ha resucitado. Aleluya.
Cántico NT
Filipenses 2,6-11: Cristo, Siervo de Dios, en su misterio
pascual
Ant: ¿No era
necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Aleluya.
Cristo, a pesar de su condición
divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: ¿No era
necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Aleluya.
Lectura Bíblica
1P 2,9-10
Vosotros
sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo
adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de las
tinieblas y entrar en su luz maravillosa. Antes erais «no pueblo», ahora sois «pueblo
de Dios»; antes erais «no compadecidos» ahora sois «compadecidos».
V/. Los
discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R/. Los
discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V/. Al ver al
Señor.
R/. Aleluya,
aleluya.
V/. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. Los
discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Cántico Evangélico
Ant: Guardad
mis mandamientos, para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría
llegue a la plenitud. Aleluya.
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se comienza a recitar)
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Guardad
mis mandamientos, para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría
llegue a la plenitud. Aleluya.
Preces
Oremos a
Cristo, que resucitado de entre los muertos, destruyó la muerte y nos dio nueva
vida, y digámosle:
Tú que
vives eternamente, escúchanos, Señor
·
- Tú que eres la piedra desechada por los arquitectos, pero
convertida en piedra angular,
conviértenos a nosotros en piedras vivas de tu Iglesia.
·
· - Tú que
eres el testigo fiel y veraz, el primogénito de entre los muertos,
haz que tu Iglesia dé siempre testimonio de ti ante el mundo.
·
· - Tú que
eres el único esposo de la Iglesia nacida de tu costado,
haz que todos nosotros seamos testigos de este misterio nupcial.
·
· - Tú que
eres el primero y el último, que estabas muerto y ahora vives por los siglos de
los siglos,
concede a todos los bautizados perseverar fieles hasta la muerte, a fin de
recibir la corona de la victoria.
·
· - Tú que
eres la lámpara que ilumina la ciudad santa de Dios,
alumbra con tu claridad a nuestros hermanos difuntos.
Se pueden añadir algunas
intenciones libres.
Movidos por el Espíritu Santo,
dirijamos al Padre la oración que nos enseñó el Señor:
Padre
nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a
nosotros tu reino;
hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos
dejes caer en la tentación,
y
líbranos del mal.
Final
Concédenos,
Dios todopoderoso, continuar celebrando con fervor estos días de alegría en
honor de Cristo resucitado, y que los misterios que estamos recordando
transformen nuestra vida y se manifiesten en nuestras obras. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Si el que preside no es un
ministro ordenado, o en el rezo individual:
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. El Señor
nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
Si el que preside es un
ministro ordenado, utiliza una de estas dos fórmulas finales:
(Fórmula larga)
V/. El Señor
esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie vuestros
corazones y vuestros pensamientos en el conocimiento y el amor de Dios y de su
Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
V/. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y
Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
(Fórmula breve)
V/. El Señor
esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y
Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
Si se despide a la asamblea
se añade:
V/. Podéis ir en paz.
R/. Demos gracias a Dios.