*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*Santa Bernadette Soubirous*
Laudes - VIERNES II SEMANA DE PASCUA 2021
Viernes,
16 de abril de 2021.
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Verdaderamente
ha resucitado el Señor. Aleluya.
·
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya
Salmodia
Antífona
1: ¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados. Aleluya.
Salmo 50
Misericordia, Dios mío
Renovaos
en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición humana. (Ef
4,23-24)
Misericordia,
Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Antífona
2: Tú, Señor, has salido con Cristo a salvar a tu pueblo. Aleluya.
Ha 3,2-4.13a.15-19
Justicia de Dios
Levantaos,
alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación. (Lc 21,28)
Señor, he
oído tu fama,
me ha impresionado tu obra.
En medio de los años, realízala;
en medio de los años, manifiéstala;
en el terremoto, acuérdate de la misericordia.
El Señor viene de Temán;
el Santo, del monte Farán:
su resplandor eclipsa el cielo,
la tierra se llena de su alabanza;
su brillo es como el día,
su mano destella velando su poder.
Sales a salvar a tu pueblo,
a salvar a tu ungido;
pisas el mar con tus caballos,
revolviendo las aguas del océano.
Lo escuché y temblaron mis entrañas,
al oírlo se estremecieron mis labios;
me entró un escalofrío por los huesos,
vacilaban mis piernas al andar;
gimo ante el día de angustia
que sobreviene al pueblo que nos oprime.
Aunque la higuera no echa yemas
y las viñas no tienen fruto,
aunque el olivo olvida su aceituna
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaban las ovejas del redil
y no quedan vacas en el establo,
yo exultaré con el Señor,
me gloriaré en Dios, mi salvador.
El Señor soberano es mi fuerza,
él me da piernas de gacela
y me hace caminar por las alturas.
Antífona
3: Alaba a tu Dios, Sión, que ha puesto paz en tus fronteras.
Aleluya.
Salmo 147,12-20
Acción de gracias por la restauración de Jerusalén
Ven acá,
voy a mostrarte a la novia, a la esposa del Cordero (Ap 21,9)
Glorifica
al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Lectura Breve
Hch 5,
30-32
El Dios
de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole de
un madero. La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para
otorgar a Israel la conversión, el perdón de los pecados. Testigos de esto somos
nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.
Responsorio Breve
V. El
Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. En
tu resurrección, oh Cristo. Aleluya.
R. El cielo y la tierra se alegran. Aleluya.
Lecturas
Primera Lectura
Del libro
del Apocalipsis 4, 1-11
VISIÓN DE
DIOS
Yo, Juan,
tuve una visión: Vi una puerta abierta en el cielo, y la voz que había oído
antes, semejante al sonido de una trompeta, me hablaba y decía: «Sube acá, y te
mostraré lo que ha de suceder después de esto.» Al punto fui arrebatado en
espíritu, y vi un trono levantado en el cielo y Alguien estaba sentado en el
trono. El que estaba en el trono tenía el aspecto semejante al de una piedra de
jaspe y cornalina; y un arco iris, como de esmeralda, formaba un nimbo sobre el
trono.
Alrededor de este trono vi otros veinticuatro tronos; y sobre los tronos
estaban sentados veinticuatro ancianos, vestidos con túnicas blancas y con
coronas de oro sobre sus cabezas. Del trono salían relámpagos, y voces y
truenos. Y siete lámparas de fuego, que son los siete espíritus de Dios, ardían
delante del trono. Delante del trono había como un mar transparente, semejante
al cristal. En medio, en torno al trono, había cuatro seres, llenos de ojos por
todas partes. El primer ser era como un león, el segundo ser como un toro, el
tercer ser tenía semblante como de hombre, y el cuarto ser era como un águila
en vuelo. Y los cuatro seres tenían cada uno seis alas alrededor, y por dentro
estaban llenos de ojos. Y no se daban reposo día y noche, diciendo: «Santo,
santo, santo es el Señor Dios todopoderoso, el que era, el que es y el que va a
venir.»
Y, cada vez que los seres dan gloria, honor y acción de gracias al que está
sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, otras tantas
veces se postran los veinticuatro ancianos delante del que está sentado en el
trono, adoran al que vive por los siglos de los siglos y arrojan sus coronas
delante del trono, diciendo: «Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la
gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu
voluntad lo que no existía fue creado.»
Responsorio Ap 4, 8; Is 6, 3
R. Santo,
santo, santo es el Señor Dios todopoderoso, el que era, el que es y el que va a
venir. * Llena está la tierra de su gloria. Aleluya.
V. Y los serafines gritaban el uno hacia el otro: «Santo, santo,
santo es el Señor de los ejércitos.»
R. Llena está la tierra de su gloria. Aleluya.
Segunda Lectura
De los
sermones de san Teodoro Estudita
(Sermón sobre la adoración de la cruz: PG 99, 691-694. 695. 698-699)
PRECIOSA Y
VIVIFICANTE ES LA CRUZ DE CRISTO
¡Oh don
preciosísimo de la cruz! ¡Qué aspecto tiene más esplendoroso! No contiene, como
el árbol del paraíso, el bien y el mal entremezclados, sino que en él todo es
hermoso y atractivo, tanto para la vista como para el paladar.
Es un árbol que engendra la vida, sin ocasionar la muerte; que ilumina sin
producir sombras; que introduce en el paraíso, sin expulsar a nadie de él; es
el madero al que Cristo subió, como rey que monta en su cuadriga, para derrotar
al diablo que detentaba el poder de la muerte, y librar al género humano de la
esclavitud a que la tenía sometido el diablo.
Este madero, en el que el Señor, cual valiente luchador en el combate, fue
herido en sus divinas manos, pies y costado, curó las huellas del pecado y las
heridas que el pernicioso dragón había infligido a nuestra naturaleza. Si al
principio un madero nos trajo la muerte, ahora otro madero nos da la vida: entonces
fuimos seducidos por el árbol: ahora por el árbol ahuyentamos la antigua serpiente.
Nuevos e inesperados cambios: en lugar de la muerte alcanzamos la vida; en lugar
de la corrupción, la incorrupción; en lugar del deshonor, la gloria.
No le faltaba, pues, razón al Apóstol para exclamar: Dios me libre de gloriarme
si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está
crucificado para mí, y yo para el mundo. Pues aquella suprema sabiduría, que,
por así decir, floreció en la cruz, puso de manifiesto la jactancia y la
arrogante estupidez de la sabiduría mundana. El conjunto maravilloso de bienes
que provienen de la cruz acabaron con los gérmenes de la malicia y del pecado.
Las figuras y profecías de este leño revelaron, ya desde el principio del
mundo, las mayores maravillas. Mira, si no, si tienes deseos de saberlo. ¿Acaso
no se salvó Noé, de la muerte del diluvio, junto con sus hijos y mujeres y con
los animales de toda especie, en un frágil madero? ¿Y qué, significó la vara de
Moisés? Acaso no fue figura de la cruz? Una vez convirtió el agua en sangre;
otra, devoró las serpientes ficticias de los magos; o bien dividió el mar con
sus golpes y detuvo las olas, haciendo después que volvieran a su curso,
sumergiendo así a los enemigos mientras hacía que se salvara el pueblo de Dios.
De la misma manera fue también figura de la cruz la vara de Aarón, florecida en
un solo día para atestiguar quién debía ser el sacerdote legítimo.
Y a ella aludió también Abrahán cuando puso sobre el montón de maderos a su
hijo maniatado. Con la cruz sucumbió la muerte, y Adán se vio restituido a la
vida. En la cruz se gloriaron todos los apóstoles, en ella se coronaron los
mártires y se santificaron los santos. Con la cruz nos revestimos de Cristo y
nos despojamos del hombre viejo; fue la cruz la que nos reunió en un solo
rebaño, como ovejas de Cristo, y es la cruz la que nos lleva al aprisco
celestial.
Responsorio
R. Éste
es el árbol nobilísimo, plantado en medio del paraíso, * en
ti, el Autor de nuestra salvación venció con su propia muerte a la muerte de
todos los mortales. Aleluya.
V. Tú sobresales por encima de los cedros más elevados.
R. En ti, el Autor de nuestra salvación venció con su propia
muerte a la muerte de todos los mortales. Aleluya.
*Lecturas
de la 2ª Semana del Tiempo Pascua Ciclo B*
Viernes, 16
de abril de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Juan (6,1-15)*
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de
Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con
los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los
ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es
eso para tantos?».
Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos
cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que
estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de
cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo
que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez
a la montaña él solo.
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Tomó
Jesús los panes, y, después de haber dado gracias, los repartió entre los que
estaban recostados en el suelo. Aleluya,
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Dirijamos
nuestra oración a Dios Padre, que por el Espíritu resucitó a Jesús de entre los
muertos y vivificará también nuestros cuerpos mortales; digámosle:
*Vivifícanos, Señor, con tu
Espíritu Santo*.
Padre santo, tú que al resucitar a tu Hijo de entre los muertos manifestaste
que habías aceptado su sacrificio, — acepta también la ofrenda de nuestro día y
condúcenos a la plenitud de la vida.
Bendice, Señor, las acciones de nuestro día, — y ayúdanos a buscar en ellas tu
gloria y el bien de nuestros hermanos.
Que el trabajo de hoy sirva para la edificación de un mundo nuevo,
— y nos conduzca también a tu reino eterno.
Te pedimos, Señor, que nos hagas ser siempre solícitos del bien de los hombres,
— y que nos ayudes a amarnos mutuamente.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Dirijamos ahora al Padre nuestra oración con las mismas palabras que Cristo nos
enseñó: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Oh Dios,
que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la cruz,
concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
*Santa Bernadette Soubirous*
Era la mayor de varios hermanos. Sus padres vivían en un sótano
húmedo y miserable, y el papá tenía por oficio botar la basura del hospital. La
niña tuvo siempre muy débil salud a causa de la falta de alimentación
suficiente, y del estado lamentablemente pobre de la habitación donde moraba.
En los primeros años sufrió la enfermedad de cólera que la dejó sumamente
debilitada. A causa también del clima terriblemente frío en invierno, en
aquella región, Bernardita adquirió desde los diez años la enfermedad del asma,
que al comprimir los bronquios produce continuos ahogos y falta de respiración.
Esta enfermedad la acompañará y la atormentará toda su vida. Al
final de su existencia sufrirá también de tuberculosis. En ella se cumplieron
aquellas palabras de Jesús: "Mi Padre, el árbol que más quiere, más lo
poda (con sufrimientos) para que produzca más frutos" (Jn. 15).
En Bernardita se cumplió aquello que dijo San Pablo: "Dios
escoge a lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir las vanidades del
mundo". Bernardita a los 14 años no sabía leer ni escribir ni había hecho
la Primera Comunión porque no había logrado aprenderse el catecismo. Pero tenía
unas grandes cualidades: rezaba mucho a la Virgen y jamás decía una mentira. Un
día ve unas ovejas con una mancha verde sobre la lana y pregunta al papá: ¿Por
qué tienen esa mancha verde? El papá queriendo chancearse, le responde:
"Es que se indigestaron por comer demasiado pasto". La muchachita se
pone a llorar y exclama: "Pobres ovejas, se van a reventar". Y
entonces el señor Soubirous le dice que era una mentirilla. Una compañera le
dice: "Es necesario ser muy tonta para creer que eso que le dijo su padre
era verdad". Y Bernardita le responde: ¡Es que como yo jamás he dicho una
mentira, me imaginé que los demás tampoco las decían nunca!
Desde el 11 de febrero de 1859 hasta el 16 de julio del mismo año,
la Sma. Virgen se le aparece 18 veces a Bernardita. Las apariciones las podemos
leer en detalle en el día 11 de febrero. Nuestra Señora le dijo: "No te
voy a hacer feliz en esta vida, pero sí en la otra". Y así sucedió. La
vida de la jovencita, después de las apariciones estuvo llena de enfermedades,
penalidades y humillaciones, pero con todo esto fue adquiriendo un grado de
santidad tan grande que se ganó enorme premio para el cielo.
Las gentes le llevaban dinero, después de que supieron que la
Virgen Santísima se le había aparecido, pero ella jamás quiso recibir nada.
Nuestra Señora le había contado tres secretos, que ella jamás quiso contar a
nadie. Probablemente uno de estos secretos era que no debería recibir dineros
ni regalos de nadie y el otro, que no hiciera nunca nada que atrajera hacia
ella las miradas. Por eso se conservó siempre muy pobre y apartada de toda
exhibición. Ella no era hermosa, pero después de las apariciones, sus ojos
tenían un brillo que admiraba a todos.
Le costaba mucho salir a recibir visitas porque todos le
preguntaban siempre lo mismo y hasta algunos declaraban que no creían en lo que
ella había visto. Cuando la mamá la llamaba a atender alguna visita, ella se
estremecía y a veces se echaba a llorar. "Vaya ", le decía la señora,
¡tenga valor! Y la jovencita se secaba las lágrimas y salía a atender a los
visitantes demostrando alegría y mucha paciencia, como si aquello no le costara
ningún sacrificio.
Para burlarse de ella porque la Virgen le había dicho que
masticara unas hierbas amargas, como sacrificio, el sr. alcalde le dijo: ¿Es
que la confundieron con una ternera? Y la niña le respondió: ¿Señor alcalde, a
usted si le sirven lechugas en el almuerzo? "Claro que sí" ¿Y es que
lo confunden con un ternero? Todos rieron y se dieron cuenta de que era humilde
pero no era tonta.
Bernardita pidió ser admitida en la Comunidad de Hijas de la
Caridad de Nevers. Demoraron en admitirla porque su salud era muy débil. Pero
al fin la admitieron. A los 4 meses de estar en la comunidad estuvo a punto de
morir por un ataque de asma, y le recibieron sus votos religiosos, pero
enseguida curó.
En la comunidad hizo de enfermera y de sacristana, y después por
nueve años estuvo sufriendo una muy dolorosa enfermedad. Cuando le llegaban los
más terribles ataques exclamaba: "Lo que le pido a Nuestro Señor no es que
me conceda la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para soportar con
paciencia mi enfermedad. Para cumplir lo que recomendó la Sma. Virgen, ofrezco
mis sufrimientos como penitencia por la conversión de los pecadores".
Uno de los medios que Dios tiene para que las personas santas
lleguen a un altísimo grado de perfección, consiste en permitir que les llegue
la incomprensión, y muchas veces de parte de personas que están en altos puestos
y que al hacerles la persecución piensan que con esto están haciendo una obra
buena.
Bernardita tuvo por superiora durante los primeros años de
religiosa a una mujer que le tenía una antipatía total y casi todo lo que ella
hacía lo juzgaba negativamente. Así, por ejemplo, a causa de un fuerte y
continuo dolor que la joven sufría en una rodilla, tenía que cojear un poco.
Pues bien, la superiora decía que Bernardita cojeaba para que la gente al ver
las religiosas pudiera distinguir desde lejos cuál era la que había visto a la
Virgen. Y así en un sinnúmero de detalles desagradables la hacía sufrir. Y ella
jamás se quejaba ni se disgustaba por todo esto. Recordaba muy bien la noticia
que le había dado la Madre de Dios: "No te haré feliz en esta vida, pero
sí en la otra".
Duró quince años de religiosa. Los primeros 6 años estuvo
trabajando, pero fue tratada con mucha indiferencia por las superioras. Después
los otros 9 años padeció noche y día de dos terribles enfermedades: el asma y
la tuberculosis. Cuando llegaba el invierno, con un frío de varios grados bajo
cero, se ahogaba continuamente y su vida era un continuo sufrir.
Deseaba mucho volver a Lourdes, pero desde el día en que fue a
visitar la Gruta por última vez para irse de religiosa, jamás volvió por allí.
Ella repetía: "Ah quién pudiera ir hasta allá, sin ser vista. Cuando se ha
visto una vez a la Sma. Virgen, se estaría dispuesto a cualquier sacrificio con
tal de volverla a ver. Tan bella es".
Al llegar a la Comunidad reunieron a las religiosas y le pidieron
que les contara cómo habían sido las apariciones de la Virgen. Luego le
prohibieron volver a hablar de esto, y en los 15 años de religiosa ya no se le
permitió tratar este tema. Son sacrificios que a los santos les preparan
altísimo puesto en el cielo.
Cuando ya le faltaba poco para morir, llegó un obispo a visitarla
y le dijo que iba camino de Roma, que le escribiera una carta al Santo Padre
para que le enviara una bendición, y que él la llevaría personalmente.
Bernardita, con mano temblorosa, escribe: "Santo Padre, qué atrevimiento,
que yo una pobre hermanita le escriba al Sumo Pontífice. Pero el Sr. Obispo me
ha mandado que lo haga. Le pido una bendición especial para esta pobre
enferma". A vuelta del viaje el Sr. Obispo le trajo una bendición
especialísima del Papa y un crucifijo de plata que le enviaba de regalo el
Santo Padre.
El 16 de abril de 1879, exclamó emocionada: "Yo vi la Virgen.
Sí, la vi, la vi ¡Que hermosa era!" Y después de unos momentos de silencio
exclamó emocionada: "Ruega Señora por esta pobre pecadora", y
apretando el crucifijo sobre su corazón se quedó muerta. Tenía apenas 35 años.
A los funerales de Bernardita asistió una muchedumbre inmensa. Y
ella empezó a conseguir milagros de Dios en favor de los que le pedían su ayuda.
Y el 8 de diciembre de 1933, el Santo Padre Pío Once la declaró santa.
*Vísperas - VIERNES II SEMANA DE PASCUA 2021*
Viernes,
16 de abril de 2021.
Invitatorio
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Nuestra Pascua inmolada, aleluya,
es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta universal!,
el mundo renovado
canta un himno a su Señor.
Pascua sagrada, ¡victoria de la cruz!
La muerte, derrotada,
ha perdido su aguijón.
Pascua sagrada,
¡oh noche bautismal!
Del seno de las aguas
renacemos al Señor.
Pascua sagrada, ¡eterna novedad!
Dejad al hombre viejo,
revestíos del Señor.
Pascua sagrada. La sala del festín
se llena de invitados
que celebran al Señor.
Pascua sagrada, ¡Cantemos al Señor!
Vivamos la alegría
dada a luz en el dolor.
Salmodia
Antífona
1: El Señor ha salvado mi vida de los lazos del abismo. Aleluya.
Salmo 114,1-9
Acción de gracias
Hay que
pasar mucho para entrar en el reino de Dios. (Hch 14,22)
Amo al
Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.
Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida.»
El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.
Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.
Antífona
2: El Señor guarda a su pueblo como a las niñas de sus ojos. Aleluya.
Salmo 120
El guardián del pueblo
Ya no
pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. (Ap 7,16)
Levanto
mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Antífona
3: Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Aleluya.
Ap 15,3-4
Himno de adoración
Grandes y
maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Lectura Breve
Hb 5, 8-10
Cristo,
aunque era Hijo, aprendió por experiencia, en sus padecimientos, la obediencia,
y, habiendo así llegado hasta la plena consumación, se convirtió en causa de
salvación para todos los que lo obedecen, proclamado por Dios sumo sacerdote
«según el rito de Melquisedec».
Responsorio Breve
V. Los
discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Canto Evangélico
Antifona: Subió
al árbol santo de la cruz, destruyó el poderío de la muerte, se revistió de
poder,
resucitó al tercer día. Aleluya.
MagnificatLc
1, 46-55
Alegría del
alma en el Señor
Proclama
mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Oremos a
Cristo, fuente de toda vida y principio de todo bien, y digámosle
confiadamente:
Instaura, Señor, tu reino en el mundo.
Jesús salvador, tú que, muerto en la carne, fuiste devuelto a la vida por el
Espíritu, — haz que nosotros, muertos al pecado, vivamos también de tu
Espíritu.
Tú que enviaste a tus discípulos al mundo entero para que proclamaran tu
Evangelio a todos los pueblos, — haz que cuantos anuncian el Evangelio a los
hombres vivan de tu Espíritu.
Tú que recibiste todo poder en el cielo y en la tierra para dar testimonio de
la verdad, — guarda en tu verdad a quienes nos gobiernan.
Tú que todo lo renuevas y nos mandas esperar anhelantes la llegada de tu reino,
— haz que, cuanto más esperemos el cielo nuevo y la tierra nueva que nos
prometes, con tanto mayor empeño trabajemos por la edificación del mundo
presente.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Tú que descendiste a la mansión de la muerte para anunciar el gozo del
Evangelio a los difuntos, — sé tú mismo la eterna alegría de todos los que
mueren.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oh Dios,
que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la cruz,
concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.