*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*San Vicente Ferrer*
Laudes - LUNES DENTRO DE LA OCTAVA DE PASCUA
2021
Lunes, 5
de abril de 2021.
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Verdaderamente
ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya
Salmodia
Antífona
1: Se alegrarán los que se acogen a ti. Aleluya.
Salmo 5, 2-10.12-13
Oración de la mañana de un justo perseguido
Se
alegrarán eternamente los que acogieron al Verbo en su interior. El Verbo
habita en ellos.
Señor,
escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.
A ti te suplico, Señor;
por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.
Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.
Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.
Señor, guíame con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.
En su boca no hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.
Que se alegren los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.
Porque tú, Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor.
Antífona 2: Tuyos
son, Señor, la grandeza y el poder, tú eres rey y soberano de todo. Aleluya.
1Cro 29,10-13
Sólo a Dios honor y gloria
Bendito
sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo. (Ef 1,3)
Bendito
eres, Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,
tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria,
tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
Por eso, Dios nuestro,
nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso.
Antífona
3: El Señor se sienta como rey eterno. Aleluya.
Salmo 28
Manifestación de Dios en la tempestad
Vino una voz
del cielo que decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto» (Mt 3,17)
Hijos de
Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
la voz del Señor descuaja los cedros,
el Señor descuaja los cedros del Líbano.
Hace brincar al Líbano como a un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.
La voz del Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con la paz.
Lectura Breve
Rm 10,
5b-10
«Cerca de
ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón», es decir, el mensaje de la fe
que nosotros predicamos. Porque, si proclamas con tu boca a Jesús como Señor y
crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo.
Pues con el corazón creemos para obtener la justificación y con la boca hacemos
profesión de nuestra fe para alcanzar la salvación.
Responsorio Breve
En lugar
del responsorio breve se dice la siguiente antífona: Ant. Este es el día en que
actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
V. Los
discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
R. Al ver al Señor. Aleluya.
Lecturas
Primera Lectura
Comienza la
primera carta del apóstol san Pedro 1, 1-21
SALUDO DEL
APÓSTOL Y ACCIÓN DE GRACIAS
Pedro,
apóstol de Jesucristo: A los elegidos de Dios, que peregrinan en la Dispersión hacia
la patria: en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia proconsular y Bitinia;
elegidos en el previo conocimiento de Dios Padre, mediante la santificación del
Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre. Que la
gracia y la paz abunden en vosotros.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia,
por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de
nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura,
imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia
en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.
Por esto, saltad de júbilo, aunque de momento tengáis que sufrir un poco en
diversas pruebas. Así la pureza de vuestra fe resultará más preciosa que el oro
(que, aun después de acrisolado por el fuego, perece) y será para vuestra alabanza
y gloria y honor en el día de la manifestación de Jesucristo. A él no lo habéis
visto, y lo amáis; en él creéis ahora, aunque no lo veis; y os regocijaréis con
un gozo inefable y radiante, al recibir el fruto de vuestra fe, la salud de
vuestras almas.
En torno a esta salud, rebuscaron con la mayor diligencia los profetas que
profetizaron la gracia a vosotros destinada; fueron escudriñando a qué tiempo y
circunstancias se refería el espíritu de Cristo que moraba en ellos, cuando de
antemano declaraba los padecimientos reservados a Cristo y su consiguiente
gloria. Y les fue revelado que no a sí mismos, sino a vosotros, beneficiaban
con este mensaje, el cual ahora os es anunciado por quienes os predican el
Evangelio y os hablan por virtud del Espíritu Santo enviado del cielo. Y, ese
mensaje, los mismos ángeles están deseando contemplarlo.
Por eso, con ánimo dispuesto y vigilante poned toda vuestra esperanza en la
gracia que os llegará cuando Jesucristo se manifieste. Como hijos obedientes no
os amoldéis a las pasiones que teníais cuando estabais en vuestra ignorancia.
Como es santo el que os llamó, sed también santos en toda vuestra conducta, porque
está escrito: «Sed santos, porque yo soy santo.»
Si llamáis Padre al que sin acepción de personas juzga a cada uno según sus
obras, tomad en serio vuestro proceder en esta vida. Ya sabéis con qué os
rescataron de la vana conducta que habíais heredado de vuestros mayores: no con
bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el
cordero sin defecto ni mancha. Ya de antes de la creación del mundo estaba él
predestinado para eso; y al fin de los tiempos se ha manifestado por amor a
vosotros. Por él creéis en Dios que lo resucitó de entre los muertos y lo
glorificó. Así vuestra fe y esperanza se centran en Dios.
Responsorio 1 Pe 1, 3. 13
R. Bendito
sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia nos ha
hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, * por
la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Aleluya.
V. Con ánimo dispuesto y vigilante poned toda vuestra esperanza
en la gracia que os llegará.
R. Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
Aleluya.
Segunda Lectura
De la
homilía de Melitón de Sardes, obispo, sobre la Pascua
(Núms. 2-7.100-103: SC 123, 60-64.120-122)
ALABANZA DE
CRISTO
Fijaos bien,
queridos hermanos: el misterio de Pascua es a la vez nuevo y antiguo, eterno y
pasajero, corruptible e incorruptible, mortal e inmortal.
Antiguo según la ley, pero nuevo según la Palabra encarnada. Pasajero en su
figura, pero eterno por la gracia. Corruptible por el sacrificio del cordero,
pero incorruptible por la vida del Señor. Mortal por su sepultura en la tierra,
pero inmortal por su resurrección de entre los muertos. La ley es antigua, pero
la Palabra es nueva. La figura es pasajera, pero la gracia eterna. Corruptible
el cordero pascual pero incorruptible el Señor, el cual, inmolado como cordero,
resucitó como Dios.
Porque él fue como cordero llevado al matadero, y sin embargo no era un
cordero; y como oveja enmudecía, y sin embargo no era una oveja: en efecto, ha
pasado la figura y ha llegado la realidad: en lugar de un cordero tenemos a
Dios, en lugar de una oveja tenemos un hombre, y en el hombre, Cristo, que lo
contiene todo.
El sacrificio del cordero, el rito de la Pascua y la letra de la ley tenían por
objetivo final a Cristo Jesús, por quien todo acontecía en la ley antigua y,
con razón aún mayor, en la nueva economía.
La ley se convirtió en la Palabra y de antigua se ha hecho nueva (ambas
salieron de Sión y de Jerusalén). El mandamiento se transformó en gracia y la
figura en realidad; el cordero vino a ser el Hijo; la oveja, hombre y el
hombre, Dios.
El Señor, siendo Dios, se revistió de la naturaleza de hombre: sufrió por el
que sufría, fue encarcelado en bien del que estaba cautivo, juzgado en lugar
del culpable, sepultado por el que yacía en el sepulcro. Y, resucitando de entre
los muertos, exclamó con voz potente: ¿Quién tiene algo contra mí? ¡Que se me
acerque! Yo soy quien he librado al condenado, yo quien he vivificado al
muerto, yo quien hice salir de la tumba al que ya estaba sepultado. ¿Quién
peleará contra mí? Yo soy —dice Cristo— el que venció la muerte, encadenó al
enemigo, pisoteó el infierno, maniató al fuerte, llevó al hombre hasta lo más
alto de los cielos; yo, en efecto, que soy Cristo.
Venid, pues, vosotros todos, los hombres que os halláis enfangados en el mal,
recibid el perdón de vuestros pecados. Porque yo soy vuestro perdón, soy la
Pascua de salvación, soy el cordero degollado por vosotros, soy vuestra agua
lustral, vuestra vida, vuestra resurrección, vuestra luz, vuestra salvación y
vuestro rey. Puedo llevaros hasta la cumbre de los cielos, os resucitaré, os
mostraré al Padre celestial, os haré resucitar con el poder de mi diestra».
Responsorio Hch 13, 32-33; 10, 42b; 2, 36
R. La
promesa que Dios hizo a nuestros padres la ha cumplido ahora, resucitando a
Jesús: *él ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos. Aleluya*.
V. Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús a
quien vosotros habéis crucificado.
R. Él ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos.
Aleluya.
Lecturas
del Lunes de la Octava de Pascua
Lunes, 5 de abril de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Mateo (28,8-15)*
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de
miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos».
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.
Jesús les dijo:
«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y
comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los
ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma,
encargándoles:
«Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros
dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernados, nosotros nos lo ganaremos y
os sacaremos de apuros».
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia
se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Id
en seguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado el Señor de entre los
muertos.»
Aleluya.
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Glorifiquemos
a Cristo, a quien el Padre ha enaltecido dándole en herencia todas las naciones,
y digámosle suplicantes:
*Por tu victoria, sálvanos, Señor*.
Señor Jesucristo, que en tu victoria destruiste el poder del abismo, venciendo
la muerte y el pecado, — haz que también nosotros venzamos hoy el pecado.
Tú que alejaste de nosotros la muerte y nos has dado nueva vida, — concédenos
andar hoy por la senda de esta vida nueva.
Tú que diste vida a los muertos, haciendo pasar a la humanidad entera de la
muerte a la vida, — concede el don de la vida eterna a cuantos se relacionarán
hoy con nosotros.
Tú que llenaste de confusión a los que hacían guardia ante tu sepulcro y
alegraste a los discípulos con tus apariciones, — llena de gozo a cuantos te
sirven.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Porque deseamos que la luz de Cristo alumbre a todos los hombres, pidamos al
Padre que su reino llegue a nosotros: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Señor
Dios, que por medio del bautismo haces crecer a tu Iglesia, dándole siempre
nuevos hijos, concede a cuantos han renacido de la fuente bautismal vivir
siempre de acuerdo con la fe que profesaron. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los
siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
*San Vicente Ferrer*
Se hizo religioso en la Comunidad de los Padres Dominicos y, por
su gran inteligencia, a los 21 años ya era profesor de filosofía en la
universidad.
Durante su juventud el demonio lo asaltó con violentas tentaciones
y, además, como era extraordinariamente bien parecido, varias mujeres de dudosa
conducta se enamoraron de él y como no les hizo caso a sus zalamerías, le
inventaron terribles calumnias contra su buena fama. Todo esto lo fue haciendo
fuerte para soportar las pruebas que le iban a llegar después.
Siendo un simple diácono lo enviaron a predicar a Barcelona. La
ciudad estaba pasando por un período de hambre y los barcos portadores de
alimentos no llegaban. Entonces Vicente en un sermón anunció una tarde que esa
misma noche llegarían los barcos con los alimentos tan deseados. Al volver a su
convento, el superior lo regañó por dedicarse a hacer profecías de cosas que él
no podía estar seguro de que iban a suceder. Pero esa noche llegaron los
barcos, y al día siguiente el pueblo se dirigió hacia el convento a aclamar a
Vicente, el predicador. Los superiores tuvieron que trasladarlo a otra ciudad
para evitar desórdenes.
Vicente estaba muy angustiado porque la Iglesia Católica estaba
dividida entre dos Papas y había muchísima desunión. De tanto afán se enfermó y
estuvo a punto de morir. Pero una noche se le apareció Nuestro Señor
Jesucristo, acompañado de San Francisco y Santo Domingo de Guzmán y le dio la
orden de dedicarse a predicar por ciudades, pueblos, campos y países. Y Vicente
recuperó inmediatamente su salud
En adelante por 30 años, Vicente recorre el norte de España, y el
sur de Francia, el norte de Italia, y el país de Suiza, predicando
incansablemente, con enormes frutos espirituales.
Los primeros convertidos fueron judíos y moros. Dicen que
convirtió más de 10,000 judíos y otros tantos musulmanes o moros en España. Y
esto es admirable porque no hay gente más difícil de convertirse al catolicismo
que un judío o un musulmán.
Las multitudes se apiñaban para escucharle, donde quiera que él
llegaba. Tenía que predicar en campos abiertos porque las gentes no cabían en
los templos. Su voz sonora, poderosa y llena de agradables matices y
modulaciones y su pronunciación sumamente cuidadosa, permitían oírle y
entenderle a más de una cuadra de distancia.
Sus sermones duraban casi siempre más de dos horas (un sermón suyo
de las Siete Palabras en un Viernes Santo duró seis horas), pero los oyentes no
se cansaban ni se aburrían porque sabía hablar con tal emoción y de temas tan
propios para esas gentes, y con frases tan propias de la S. Biblia, que a cada
uno le parecía que el sermón había sido compuesto para él mismo en persona.
Antes de predicar rezaba por cinco o más horas para pedir a Dios
la eficacia de la palabra, y conseguir que sus oyentes se transformaran al
oírle. Dormía en el puro suelo, ayunaba frecuentemente y se trasladaba a pie de
una ciudad a otra (los últimos años se enfermó de una pierna y se trasladaba
cabalgando en un burrito).
En aquel tiempo había predicadores que lo que buscaban era agradar
a los oídos y componían sermones rimbombantes que no convertían a nadie. En
cambio a San Vicente lo que le interesaba no era lucirse sino convertir a los
pecadores. Y su predicación conmovía hasta a los más fríos e indiferentes. Su
poderosa voz llegaba hasta lo más profundo del alma. En pleno sermón se oían
gritos de pecadores pidiendo perdón a Dios, y a cada rato caían personas
desmayadas de tanta emoción. Personas que siempre habían odiado, hacían las
paces y se abrazaban. Pecadores endurecidos en sus vicios pedían confesores. El
santo tenía que llevar consigo una gran cantidad de sacerdotes para que confesaran
a los penitentes arrepentidos. Hasta 15,000 personas se reunían en los campos
abiertos, para oírle.
Después de sus predicaciones lo seguían dos grandes procesiones:
una de hombres convertidos, rezando y llorando, alrededor de una imagen de
Cristo Crucificado; y otra de mujeres alabando a Dios, alrededor de una imagen
de la Santísima Virgen. Estos dos grupos lo acompañaban hasta el próximo pueblo
a donde el santo iba a predicar, y allí le ayudaban a organizar aquella misión
y con su buen ejemplo conmovían a los demás.
Como la gente se lanzaba hacia él para tocarlo y quitarle
pedacitos de su hábito para llevarlos como reliquias, tenía que pasar por entre
las multitudes, rodeado de un grupo de hombres encerrándolo y protegiéndolo
entre maderos y tablas. El santo pasaba saludando a todos con su sonrisa franca
y su mirada penetrante que llegaba hasta el alma.
Las gentes se quedaban admiradas al ver que después de sus
predicaciones se disminuían enormemente las borracheras y la costumbre de
hablar cosas malas, y las mujeres dejaban ciertas modas escandalosas o adornos
que demostraban demasiada vanidad y gusto de aparecer. Y hay un dato curioso:
siendo tan fuerte su modo de predicar y atacando tan duramente al pecado y al
vicio, sin embargo las muchedumbres le escuchaban con gusto porque notaban el
gran provecho que obtenían al oírle sus sermones.
Vicente fustigaba sin miedo las malas costumbres, que son la causa
de tantos males. Invitaba incesantemente a recibir los santos sacramentos de la
confesión y de la comunión. Hablaba de la sublimidad de la Santa Misa. Insistía
en la grave obligación de cumplir el mandamiento de Santificar las fiestas.
Insistía en la gravedad del pecado, en la proximidad de la muerte, en la
severidad del Juicio de Dios, y del cielo y del infierno que nos esperan. Y lo
hacía con tanta emoción que frecuentemente tenía que suspender por varios
minutos su sermón porque el griterío del pueblo pidiendo perdón a Dios, era
inmenso.
Pero el tema en que más insistía este santo predicador era el
Juicio de Dios que espera a todo pecador. La gente lo llamaba "El ángel
del Apocalipsis", porque continuamente recordaba a las gentes lo que el
libro del Apocalipsis enseña acerca del Juicio Final que nos espera a todos. El
repetía sin cansarse aquel aviso de Jesús: "He aquí que vengo, y traigo
conmigo mi salario. Y le daré a cada uno según hayan sido sus obras"
(Apocalipsis 22,12). Hasta los más empecatados y alejados de la religión se
conmovían al oírle anunciar el Juicio Final, donde "Los que han hecho el
bien, irán a la gloria eterna y los que se decidieron a hacer el mal, irán a la
eterna condenación" (San Juan 5, 29).
Los milagros acompañaron a San Vicente en toda su predicación. Y
uno de ellos era el hacerse entender en otros idiomas, siendo que él solamente
hablaba su lengua materna y el latín. Y sucedía frecuentemente que las gentes
de otros países le entendían perfectamente como si les estuviera hablando en su
propio idioma. Era como la repetición del milagro que sucedió en Jerusalén el
día de Pentecostés, cuando al llegar el Espíritu Santo en forma de lenguas de
fuego, las gentes de 18 países escuchaban a los apóstoles cada uno en su propio
idioma, siendo que ellos solamente les hablaban en el idioma de Israel.
San Vicente se mantuvo humilde a pesar de la enorme fama y de la
gran popularidad que le acompañaban, y de las muchas alabanzas que le daban en
todas partes. Decía que su vida no había sido sino una cadena interminable de
pecados. Repetía: "Mi cuerpo y mi alma no son sino una pura llaga de
pecados. Todo en mí tiene la fetidez de mis culpas". Así son los santos.
Grandes ante la gente de la tierra pero se sienten muy pequeñitos ante la
presencia de Dios que todo lo sabe.
Los últimos años, ya lleno de enfermedades, lo tenían que ayudar a
subir al sitio donde iba a predicar. Pero apenas empezaba la predicación se
transformaba, se le olvidaban sus enfermedades y predicaba con el fervor y la
emoción de sus primeros años. Era como un milagro. Durante el sermón no parecía
viejo ni enfermo sino lleno de juventud y de entusiasmo. Y su entusiasmo era
contagioso. Murió en plena actividad misionera, el Miércoles de Ceniza, 5 de
abril del año 1419. Fueron tantos sus milagros y tan grande su fama, que el
Papa lo declaró santo a los 36 años de haber muerto, en 1455.
El santo regalaba a las señoras que peleaban mucho con su marido,
un frasquito con agua bendita y les recomendaba: "Cuando su esposo empiece
a insultarle, échese un poco de esta agua a la boca y no se la pase mientras el
otro no deje de ofenderla". Y esta famosa "agua de Fray Vicente"
producía efectos maravillosos porque como la mujer no le podía contestar al
marido, no había peleas. Ojalá que en muchos de nuestros hogares se volviera a
esta bella costumbre de callar mientras el otro ofende. Porque lo que produce
la pelea no es la palabra ofensiva que se oye, si no la palabra ofensiva que se
responde.
*Vísperas - LUNES DENTRO DE LA OCTAVA DE
PASCUA 2021*
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Nuestra Pascua inmolada, aleluya,
es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta universal!,
el mundo renovado
canta un himno a su Señor.
Pascua sagrada, ¡victoria de la cruz!
La muerte, derrotada,
ha perdido su aguijón.
Pascua sagrada,
¡oh noche bautismal!
Del seno de las aguas
renacemos al Señor.
Pascua sagrada, ¡eterna novedad!
Dejad al hombre viejo,
revestíos del Señor.
Pascua sagrada. La sala del festín
se llena de invitados
que celebran al Señor.
Pascua sagrada, ¡Cantemos al Señor!
Vivamos la alegría
dada a luz en el dolor.
Salmodia
Antífona
1: Tened valor: yo he ven sido al mundo. Aleluya.
Salmo 10
El Señor, esperanza del justo
Dichosos
los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. (Mt
5,6)
Al Señor
me acojo, ¿por qué me decís:
«Escapa como un pájaro al monte,
porque los malvados tensan el arco,
ajustan las saetas a la cuerda,
para disparar en la sombra contra los buenos?
Cuando fallan los cimientos,
¿qué podrá hacer el justo?»
Pero el Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo,
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres.
El Señor examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo odia.
Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre,
les tocará en suerte un viento huracanado.
Porque el Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro.
Antífona
2: Se hospedará en tu tienda, habitará en tu monte santo. Aleluya.
Salmo 14
¿Quién es justo ante el Señor?
Os habéis
acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo (Hb 12,22)
Señor,
¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,
el que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.
Antífona
3: Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.
Aleluya.
Ef 1,3-10
El Dios salvador
Bendito
sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Lectura Breve
Hb 8, 1b-3a
Tenemos
un sumo sacerdote que está sentado a la diestra del trono de la Majestad en los
cielos. Él es ministro del santuario y de la verdadera Tienda de Reunión, que
fue fabricada por el Señor y no por hombre alguno. Todo sumo sacerdote es
instituido para ofrecer
oblaciones y sacrificios.
Responsorio Breve
En lugar
del responsorio breve se dice la siguiente antífona: Este es el día en que
actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.
Canto Evangélico
Antifona: Jesús
salió al encuentro de las mujeres y les dijo: «Alegraos». Ellas se acercaron y
se
abrazaron a sus pies. Aleluya.
Magnificat
Lc 1, 46-55
Alegría del
alma en el Señor
Proclama
mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Con
espíritu gozoso, invoquemos a Cristo, a cuya humanidad dio vida el Espíritu
Santo, haciéndolo fuente de vida para los hombres, y digámosle:
Renueva y da vida a todas las cosas, Señor.
Cristo, salvador del mundo y rey de la nueva creación, — haz que, ya desde
ahora, con el espíritu vivamos en tu reino, donde estás sentado a la derecha
del Padre.
Señor, tú que vives en tu Iglesia hasta el fin de los tiempos,
— condúcela por el Espíritu Santo al conocimiento de toda verdad.
Que los enfermos, los moribundos y todos los que sufren encuentren luz en tu
victoria, — y que tu gloriosa resurrección los consuele y los conforte.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Al terminar este día, te ofrecemos nuestro homenaje, oh Cristo, luz
imperecedera, — y te pedimos que con la gloria de tu resurrección ilumines a
nuestros hermanos difuntos.
Porque Jesucristo nos ha hecho participar de su propia vida, somos hijos de
Dios y por ello nos atrevemos a decir: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Señor
Dios, que por medio del bautismo haces crecer a tu Iglesia, dándole siempre
nuevos hijos, concede a cuantos han renacido de la fuente bautismal vivir
siempre de acuerdo con la fe que profesaron. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.