Musica Para el Alma

sábado, 6 de marzo de 2021

LAS LAUDES DEL DOMINGO 7. SANTA PERPETUA, FELICIDAD Y COMPAÑEROS MÁRTIRES


 

*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*

 

Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

 

*Santas Perpetua, Felicidad y Compañeros Mártires*

 

Laudes - DOMINGO III DE CUARESMA 2021

 

El siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas para el día, domingo, 7 de marzo de 2021. .

 

Invitatorio

 

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

 

Antifona: Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

 

Salmo 94

Invitación a la alabanza divina

 

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

 

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

 

Laudes

 

Himno

 

Este es el día del Señor.
Este es el tiempo de la misericordia.
Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.
En medio de las gentes
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.
Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.
¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo
revoca sus decretos.
La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo.

 

Salmodia

 

Antífona 1: Tus mandatos, Señor, son fieles y seguros, más que la voz de aguas caudalosas.

 

Salmo 92

Gloria del Dios creador

 

Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo, alegrémonos y gocemos y démosle gracias (Ap 19,6.7)

 

El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder:
así está firme el orbe y no vacila.

Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.

Levantan los ríos, Señor,
levantan los ríos su voz,
levantan los ríos su fragor;

pero más que la voz de aguas caudalosas,
más potente que el oleaje del mar,
más potente en el cielo es el Señor.

Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.

 

Antífona 2: Manantiales, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.

 

Dn 3,57-88.56

Toda la creación alabe al Señor

 

Alabad al Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)

 

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

 

Antífona 3: Reyes y pueblos del orbe, alabad al Señor.

 

Salmo 148

Alabanza del Dios creador

 

Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. (Ap 5,13)

 

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.

Alabadlo todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos.

Alabadlo, sol y luna;
alabadlo, estrellas lucientes;

Alabadlo, espacios celestes
y aguas que cuelgan en el cielo.

Alaben el nombre del Señor,
porque él lo mandó, y existieron.

Les dio consistencia perpetua
y una ley que no pasará.

Alabad al Señor en la tierra,
cetáceos y abismos del mar,

rayos, granizo, nieve y bruma,
viento huracanado que cumple sus órdenes,

montes y todas las sierras,
árboles frutales y cedros,

fieras y animales domésticos,
reptiles y pájaros que vuelan.

Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,

los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños,

alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.

Su majestad sobre el cielo y la tierra;
él acrece el vigor de su pueblo.

Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.

 

Lectura Breve

Cf. Ne 8, 9. 10

 

Este día está consagrado al Señor vuestro Dios; no hagáis duelo ni lloréis. No estéis tristes: la alegría del Señor es vuestra fortaleza.

 

Responsorio Breve

 

V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que fuiste triturado por nuestros crímenes.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

 

V. Nosotros esperamos en el Señor.
R. Él es nuestro auxilio y escudo.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro de la Sabiduría 3, 1-15

 

LA VIDA DE LOS JUSTOS ESTÁ EN MANOS DE DIOS

 

La vida de los justos está en manos de Dios y no los tocará el tormento. La gente insensata pensaba que morían, consideraba su tránsito como una desgracia, y su partida de entre nosotros como una destrucción; pero ellos están en paz.


La gente pensaba que cumplían una pena, pero ellos esperaban de lleno la inmortalidad; sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes favores, porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí; los probó como oro en crisol, los recibió como sacrificio de holocausto; a la hora de la cuenta resplandecerán como chispas que prenden por un cañaveral; gobernarán naciones, someterán pueblos, y el Señor reinará sobre ellos eternamente.


Los que confían en él comprenderán la verdad, los fieles a su amor seguirán a su lado; porque quiere a sus devotos, se apiada de ellos y mira por sus elegidos.


Los impíos serán castigados por sus razonamientos: menospreciaron al justo y se apartaron del Señor; desdichado el que desdeña la sabiduría y la instrucción: vana es su esperanza, baldíos sus afanes e inútiles sus obras; necias son sus mujeres, depravados sus hijos y maldita su posteridad.


Dichosa la estéril irreprochable que desconoce la unión pecaminosa: alcanzará su fruto el día de la cuenta; y el eunuco que no cometió delitos con sus manos ni tuvo malos deseos contra el Señor: por su fidelidad recibirá favores extraordinarios y un lote codiciable en el templo del Señor. Pues quien se afana por el bien obtiene frutos espléndidos; la sensatez es tronco inconmovible.

 

Cf. Ef 4, 4. 5

R. Muchos santos derramaron por el Señor su sangre gloriosa, amaron a Cristo durante su vida, lo imitaron en la muerte. * Por esto merecieron la corona del triunfo.
V. Tenían un solo espíritu y una sola fe.
R. Por esto merecieron la corona del triunfo.

 

Segunda Lectura

 

De la Historia del martirio de los santos mártires cartagineses
(Caps. 18. 20-21: edición van Beek, Nimega 1936, pp. 42. 46-52)

 

LLAMADOS Y ELEGIDOS PARA GLORIA DEL SEÑOR

 

Brilló por fin el día de la victoria de los mártires y marchaban de la cárcel al anfiteatro, como si fueran al cielo, con el rostro resplandeciente de alegría, y sobrecogidos no por el temor, sino por el gozo.


La primera en ser lanzada en alto fue Perpetua y cayó de espaldas. Se levantó, y como viera a Felicidad tendida en el suelo, se acercó, le dio la mano y la levantó. Ambas juntas se mantuvieron de pie y, doblegada la crueldad del pueblo, fueron llevadas a la puerta llamada Sanavivaria. Allí Perpetua fue recibida por un tal Rústico, que por entonces era catecúmeno, y que la acompañaba. Ella, como si despertara de un sueño (tan fuera de sí había estado su espíritu), comenzó a mirar alrededor suyo y, asombrando a todos, dijo: «¿Cuándo nos arrojarán esa vaca, no sé cuál?» Como le dijeran que ya se la habían arrojado, no quiso creerlo hasta que comprobó en su cuerpo y en su vestido las marcas de la embestida. Después, haciendo venir a su hermano, también catecúmeno, dijo: «Permaneced firmes en la fe, amaos los unos a los otros y no os escandalicéis de nuestros padecimientos.» Del mismo modo Saturo, junto a la otra puerta, exhortaba al soldado Prudente, diciéndole: «En resumen, como presentía y predije, hasta ahora no he sentido ninguna de las bestias. Ahora créeme de todo corazón: cuando salga de nuevo, seré abatido por una única dentellada de leopardo.» Cuando el espectáculo se acercaba a su fin, fue arrojado a un leopardo y de una dentellada quedó tan cubierto de sangre, que el pueblo, cuando el leopardo intentaba morderle de nuevo, como dando testimonio de aquel segundo bautismo, gritaba: «Salvo, el que está lavado; salvo, el que está lavado.» Y ciertamente estaba salvado por haber sido lavado de esta forma.


Entonces Saturo dijo al soldado Prudente: «Adiós, y acuérdate de la fe y de mí; que estos padecimientos no te turben, sino que te confirmen.» Luego le pidió un anillo que llevaba al dedo y, empapándolo en su sangre, se lo entregó como si fuera su herencia, dejándoselo como prenda y recuerdo de su sangre.


Después, exánime, cayó en tierra, donde se encontraban todos los demás que iban a ser degollados en el lugar acostumbrado.


Pero el pueblo exigió que fueran llevados al centro del anfiteatro para ayudar, con sus ojos homicidas, a la espada que iba a atravesar sus cuerpos. Ellos se levantaron y se colocaron allí donde el pueblo quería, y se besaron unos a otros para sellar el martirio con el rito solemne de la paz.


Todos, inmóviles y en silencio, recibieron el golpe de la espada; especialmente Saturo, que había subido el primero, pues ayudaba a Perpetua, fue el primero en entregar su espíritu.


Perpetua dio un salto al recibir el golpe de la espada entre los huesos, sin duda para que sufriera algún dolor. Y ella misma trajo la mano titubeante del gladiador inexperto hasta su misma garganta. Quizás una mujer de este temple, que era temida por el mismo espíritu inmundo, no hubiera podido ser muerta de otra forma, si ella misma no lo hubiese querido.


¡Oh valerosos y felices mártires! ¡Oh, vosotros, que de verdad habéis sido llamados y elegidos para gloria de nuestro Señor Jesucristo!

 

Rm 8, 34-35. 37

R. Cristo Jesús está a la diestra de Dios intercediendo por nosotros. * ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción, la angustia, el hambre, la desnudez, el peligro, la persecución, la espada?
V. En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.
R. ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción, la angustia, el hambre, la desnudez, el peligro, la persecución, la espada?

 

Lecturas del Domingo 3º de Cuaresma - Ciclo B

Domingo, 7 de marzo de 2021

Evangelio

*Lectura del santo evangelio según san Juan (2,13-25)*

   13 Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.

   14 Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos.

   15 Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas;

   

   16 y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado.»

   17 Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: = El celo por tu Casa me devorará. =

   18 Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «Qué señal nos muestras para obrar así?»

   19 Jesús les respondió: «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré.»

   20 Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»

   

   21 Pero él hablaba del Santuario de su cuerpo.

   22 Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.

   23 Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba.

   24 Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos

   25 y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre.


Palabra del Señor

 

Canto Evangélico

 

Antifona: “Destruid este templo —dice el Señor— y yo lo levantaré en tres días”. Él hablaba del templo de su cuerpo.

 

 

Benedictus Lc 1, 68-79

El Mesías y su precursor

 

+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Preces

Ahora es el tiempo propicio, ahora es el día de salvación; acudamos, pues, a nuestro Redentor que nos concede estos días de perdón, y, bendiciéndole, digamos:


*Infúndenos, Señor, un espíritu nuevo*.


Cristo, vida nuestra, tú que por el bautismo nos has sepultado místicamente contigo en la muerte, para que contigo también resucitemos, — concédenos andar hoy en vida nueva.


Señor Jesús, tú que pasaste por el mundo haciendo el bien, — haz que también nosotros seamos solícitos del bien de todos los hombres.


Ayúdanos, Señor, a trabajar concordes en la edificación de nuestra ciudad terrena, — sin olvidar nunca tu reino eterno.


Tú, Señor, que eres médico de los cuerpos y de las almas, — sana las dolencias de nuestro espíritu para que crezcamos cada día en santidad.


Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.


Ya que la fuerza para no caer en la tentación nos viene de Dios, acudamos al Padre, diciendo: Padre nuestro.

 

Padre Nuestro

 

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

 

Oración

 

Oremos:

 

Señor, Padre de misericordia y origen de todo bien, que aceptas el ayuno, la oración y la
limosna como remedio de nuestros pecados, mira con amor a tu pueblo penitente y
restaura con tu misericordia a los que estamos hundidos bajo el peso de las culpas. Por
nuestro Señor Jesucristo.

 

Amén.

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

 

*Santas Perpetua, Felicidad y Compañeros Mártires*

 

Esposa y madre. Fue martirizada con su servidora y amiga Felicidad y otros mártires en Cartago (África) el 7 de marzo del año 203.

 

Perpetua era una joven madre, de 22 años, que tenía un niñito de pocos meses. Pertenecía a una familia rica y muy estimada por toda la población. Mientras estaba en prisión, por petición de sus compañeros mártires, fue escribiendo el diario de todo lo que le iba sucediendo.

 

Felicidad era una esclava de Perpetua. Era también muy joven y en la prisión dio a luz una niña, que después los cristianos se encargaron de criar muy bien.

 

Las acompañaron en su martirio unos esclavos que fueron apresados junto a ellas, y su catequista, el diácono Sáturo, que las había instruido en la religión y las había preparado para el bautismo. A Sáturo no lo habían apresado, pero él se presentó voluntariamente.

 

Los antiguos documentos que narran el martirio de estas dos santas, eran inmensamente estimados en la antigüedad, y San Agustín dice que se leían en las iglesias con gran provecho para los oyentes. Esos documentos narran lo siguiente.

 

El año 202 el emperador Severo mandó que los que siguieran siendo cristianos y no quisieran adorar a los falsos dioses tenían que morir.

 

Perpetua estaba celebrando una reunión religiosa en su casa de Cartago cuando llegó la policía del emperador y la llevó prisionera, junto con su esclava Felicidad y los esclavos Revocato, Saturnino y Segundo.

 

Dice Perpetua en su diario: "Nos echaron a la cárcel y yo quedé consternada porque nunca había estado en un sitio tan oscuro. El calor era insoportable y estábamos demasiadas personas en un subterráneo muy estrecho. Me parecía morir de calor y de asfixia y sufría por no poder tener junto a mí al niño que era tan de pocos meses y que me necesitaba mucho. Yo lo que más le pedía a Dios era que nos concediera un gran valor para ser capaces de sufrir y luchar por nuestra santa religión".

 

Afortunadamente al día siguiente llegaron dos diáconos católicos y dieron dinero a los carceleros para que pasaran a los presos a otra habitación menos sofocante y oscura que la anterior, y fueron llevados a una sala a donde por lo menos entraba la luz del sol, y no quedaban tan apretujados e incómodos. Y permitieron que le llevaran al niño a Perpetua, el cual se estaba secando de pena y acabamiento. Ella dice en su diario: "Desde que tuve a mi pequeñín junto a mí, y a aquello no me parecía una cárcel sino un palacio, y me sentía llena de alegría. Y el niño también recobró su alegría y su vigor". Las tías y la abuelita se encargaron después de su crianza y de su educación.

 

El jefe del gobierno de Cartago llamó a juicio a Perpetua y a sus servidores. La noche anterior Perpetua tuvo una visión en la cual le fue dicho que tendrían que subir por una escalera muy llena de sufrimientos, pero que al final de tan dolorosa pendiente, estaba un Paraíso Eterno que les esperaba. Ella narró a sus compañeros la visión que había tenido y todos se entusiasmaron y se propusieron permanecer fieles en la fe hasta el fin.

 

Primero pasaron los esclavos y el Diácono. Todos proclamaron ante las autoridades que ellos eran cristianos y que preferían morir antes que adorar a los falsos dioses.

 

Luego llamaron a Perpetua. El juez le rogaba que dejara la religión de Cristo y que se pasara a la religión pagana y que así salvaría su vida. Y le recordaba que ella era una mujer muy joven y de familia rica. Pero Perpetua proclamó que estaba resuelta a ser fiel hasta la muerte, a la religión de Cristo Jesús. Entonces llegó su padre (el único de la familia que no era cristiano) y de rodillas le rogaba y le suplicaba que no persistiera en llamarse cristiana. Que aceptara la religión del emperador. Que lo hiciera por amor a su padre y a su hijito. Ella se conmovía intensamente pero terminó diciéndole: ¿Padre, cómo se llama esa vasija que hay ahí en frente? "Una bandeja", respondió él. Pues bien: "A esa vasija hay que llamarla bandeja, y no pocillo ni cuchara, porque es una bandeja. Y yo que soy cristiana, no me puedo llamar pagana, ni de ninguna otra religión, porque soy cristiana y lo quiero ser para siempre".

 

Y añade el diario escrito por Perpetua: "Mi padre era el único de mi familia que no se alegraba porque nosotros íbamos a ser mártires por Cristo".

 

El juez decretó que los tres hombres serían llevados al circo y allí delante de la muchedumbre serían destrozados por las fieras el día de la fiesta del emperador, y que las dos mujeres serían echadas amarradas ante una vaca furiosa para que las destrozara. Pero había un inconveniente: que Felicidad iba a ser madre, y la ley prohibía matar a la que ya iba a dar a luz. Y ella sí deseaba ser martirizada por amor a Cristo. Entonces los cristianos oraron con fe, y Felicidad dio a luz una linda niña, la cual le fue confiada a cristianas fervorosas, y así ella pudo sufrir el martirio. Un carcelero se burlaba diciéndole: "Ahora se queja por los dolores de dar a luz. ¿Y cuándo le lleguen los dolores del martirio qué hará? Ella le respondió: "Ahora soy débil porque la que sufre es mi pobre naturaleza. Pero cuando llegue el martirio me acompañará la gracia de Dios, que me llenará de fortaleza".

 

A los condenados a muerte se les permitía hacer una Cena de Despedida. Perpetua y sus compañeros convirtieron su cena final en una Cena Eucarística. Dos santos diáconos les llevaron la comunión, y después de orar y de animarse unos a otros se abrazaron y se despidieron con el beso de la paz. Todos estaban a cual de animosos, alegremente dispuestos a entregar la vida por proclamar su fe en Jesucristo.

 

A los esclavos los echaron a las fieras que los destrozaron y ellos derramaron así valientemente su sangre por nuestra religión.

 

Antes de llevarlos a la plaza los soldados querían que los hombres entraran vestidos de sacerdotes de los falsos dioses y las mujeres vestidas de sacerdotisas de las diosas de los paganos. Pero Perpetua se opuso fuertemente y ninguno quiso colocarse vestidos de religiones falsas.

 

El diácono Sáturo había logrado convertir al cristianismo a uno de los carceleros, llamado Pudente, y le dijo: "Para que veas que Cristo sí es Dios, te anuncio que a mí me echarán a un oso feroz, y esa fiera no me hará ningún daño". Y así sucedió: lo amarraron y lo acercaron a la jaula de un oso muy agresivo. El feroz animal no le quiso hacer ningún daño, y en cambio sí le dio un tremendo mordisco al domador que trataba de hacer que se lanzara contra el santo diácono. Entonces soltaron a un leopardo y éste de una dentellada destrozó a Sáturo. Cuando el diácono estaba moribundo, untó con su sangre un anillo y lo colocó en el dedo de Pudente y este aceptó definitivamente volverse cristiano.

 

A Perpetua y Felicidad las envolvieron dentro de una malla y las colocaron en la mitad de la plaza, y soltaron una vaca bravísima, la cual las corneó sin misericordia. Perpetua únicamente se preocupaba por irse arreglando los vestidos de manera que no diera escándalo a nadie por parecer poco cubierta. Y se arreglaba también los cabellos para no aparecer despeinada como una llorona pagana. La gente emocionada al ver la valentía de estas dos jóvenes madres, pidió que las sacaran por la puerta por donde llevaban a los gladiadores victoriosos. Perpetua, como volviendo de un éxtasis, preguntó: ¿Y dónde está esa tal vaca que nos iba a cornear?

 

Pero luego ese pueblo cruel pidió que las volvieran a traer y que les cortaran la cabeza allí delante de todos. Al saber esta noticia, las dos jóvenes valientes se abrazaron emocionadas, y volvieron a la plaza. A Felicidad le cortaron la cabeza de un machetazo, pero el verdugo que tenía que matar a Perpetua estaba muy nervioso y equivocó el golpe. Ella dio un grito de dolor, pero extendió bien su cabeza sobre el cepo y le indicó al verdugo con la mano, el sitio preciso de su cuello donde debía darle el machetazo. Así esta mujer valerosa hasta el último momento demostró que si moría mártir era por su propia voluntad y con toda generosidad.