*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
Laudes - San Ambrosio, obispo y doctor de la
Iglesia 2020
Memoria
Nacido en Tréveris, hacia
el año 340, de una familia romana, hizo sus estudios en Roma, y comenzó una
brillante carrera en Sirmio. El año 374, residiendo en Milán, fue elegido, de
modo inesperado, obispo de la ciudad, y ordenado el 7 de diciembre. Fiel cumplidor
de su oficio, se distinguió, sobre todo, por su caridad hacia todos, como
verdadero pastor y doctor de los fieles. Defendió valientemente los derechos de
la Iglesia y, con sus escritos y su actividad, ilustró la doctrina verdadera,
combatida por los arrianos. Murió un sábado Santo, el 4 de abril del año 397.
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid,
adoremos a Cristo, Pastor supremo.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Himno
De luz nueva se viste la tierra,
porque el Sol que del cielo ha venido
en el seno feliz de la Virgen
de su carne se ha revestido.
El amor hizo nuevas cosas,
el Espíritu ha descendido
y la sombra del que es poderoso
en la Virgen su luz ha encendido.
Ya la tierra reclama su fruto
y de bodas se anuncia alegría,
el Señor que en los cielos moraba
se hizo carne en la Virgen María.
Gloria a Dios, el Señor poderoso,
a su Hijo y Espíritu Santo,
que en su gracia y su amor nos bendijo
y a su reino nos ha destinado. Amén.
Salmodia
Antífona
1: Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad
puesta en lo alto de un monte.
Salmo 62, 2-9
El alma sedienta de Dios
Madruga
por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.
Oh Dios,
tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Antífona
2: Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras
buenas obras y den gloria a vuestro Padre.
Dn 3,57-88.56
Toda la creación alabe al Señor
Alabad al
Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)
Criaturas
todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona
3: La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de
doble filo.
Salmo 149
Alegría de los santos
Los hijos
de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran por su Rey, Cristo, el Señor.
(Hesiquio)
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Lectura BreveHb 13, 7-9a
Acordaos
de vuestros dirigentes, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el
desenlace de su vida e ¡mitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y
siempre. No os dejéis arrastrar por doctrinas complicadas y extrañas.
Responsorio Breve
V. Sobre
tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.
R. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.
V. Ni de día ni de noche dejarán de anunciar el nombre del
Señor.
R. He colocado centinelas.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sobre tus murallas, Jerusalén, he colocado centinelas.
V. Oirás de mi boca una palabra.
R. Y les advertirás de mi parte.
Lecturas
Primera Lectura
De la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 2,
1-13. 19-20
RECORDAD NUESTROS ESFUERZOS Y FATIGAS
Sabéis muy bien, hermanos, que vuestra visita no fue inútil.
A pesar de los sufrimientos e injurias padecidos en Filipos, que ya conocéis, tuvimos
valor –apoyados en nuestro Dios– para predicaros el Evangelio de Dios en medio
de fuerte oposición. Nuestra exhortación no procedía de error o de motivos
turbios, ni usaba engaños, sino que Dios nos ha aprobado y nos ha confiado el
Evangelio, y así lo predicamos no para contentar a los hombres, sino a Dios,
que prueba nuestras intenciones.
Como bien sabéis, nunca hemos tenido palabras de adulación ni codicia
disimulada.
Dios es testigo. No pretendimos honor de los hombres, ni de vosotros, ni de los
demás, aunque, como apóstoles de Cristo, podíamos haberos hablado
autoritariamente; por el contrario, os tratamos con delicadeza, como una madre cuida
de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el
Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais
ganado nuestro amor. Recordad si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas;
trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre
vosotros el Evangelio de Dios.
Vosotros sois testigos, y Dios también, de lo leal, recto e irreprochable que
fue nuestro proceder con vosotros, los creyentes; sabéis perfectamente que
tratamos con cada uno de vosotros personalmente, como un padre, con sus hijos,
animándoos con tono suave y enérgico a vivir como se merece Dios, que os ha
llamado a su reino y gloria.
Esa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir
la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre,
sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en
nosotros, los creyentes.
Al fin y al cabo, ¿quién sino vosotros será nuestra esperanza, nuestra alegría
y nuestra honrosa corona ante nuestro Señor Jesús cuando venga? Sí, nuestra
gloria y alegría sois vosotros.
Cf. Hch 20, 28; 1 Co 4, 2
R. Tened cuidado del rebaño que el Espíritu Santo os ha
encargado guardar, * como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con la
sangre de su Hijo.
V. En un administrador lo que se busca es que sea fiel.
R. Como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con la
sangre de su Hijo.
Segunda Lectura
De las cartas de san Ambrosio, obispo (Carta 2,1-2. 4-5. 7: PL 16
[edición 1845], 847-881)
QUE EL ENCANTO DE TU PALABRA CAUTIVE EL FAVOR DEL PUEBLO
Recibiste el oficio sacerdotal y, sentado a la popa de la Iglesia,
gobiernas la nave contra el embate de las olas. Sujeta el timón de la fe, para
que no te inquieten las violentas tempestades de este mundo. El mar es, sin duda,
ancho y espacioso, pero no temas: Él la fundó sobre los mares, él la afianzó
sobre los ríos.
Por consiguiente, la Iglesia del Señor, edificada sobre la roca apostólica, se mantiene
inconmovible entre los escollos del mundo y, apoyada en tan sólido fundamento, persevera
firme contra los golpes de las olas bravías. Se ve rodeada por las olas, pero
no resquebrajada, y, aunque muchas veces los elementos de este mundo la sacudan
con gran estruendo, cuenta con el puerto segurísimo de la salvación para acoger
a los fatigados navegantes. Sin embargo, aunque se agite en la mar, navega también
por los ríos, tal vez aquellos ríos de los que afirma el salmo: Levantan los ríos
su voz. Son los ríos que manarán de las entrañas de aquellos que beban la
bebida de Cristo y reciban el Espíritu deDios. Estos ríos, cuando rebosan de
gracia espiritual, levantan su voz.
Hay también una corriente viva que, como un torrente, corre por sus santos. Hay
también el correr del río que alegra al alma tranquila y pacífica. Quien quiera
que reciba de la plenitud de este río, como Juan Evangelista, Pedro o Pablo, levanta
su voz; y, del mismo modo que los apóstoles difundieron hasta los últimos confines
del orbe la voz de la predicación evangélica, también el que recibe este río comenzará
a predicar el Evangelio del Señor Jesús.
Recibe también tú de la plenitud de Cristo, para que tu voz resuene. Recoge el
agua de Cristo, esa agua que alaba al Señor. Recoge el agua de los numerosos
lugares en que la derraman esas nubes que son los profetas.
Quien recoge el agua de los montes, o la saca de los manantiales, puede enviar
su rocío como las nubes. Llena el seno de tu mente, para que tu tierra se
esponje y tengas la fuente en tu propia casa.
Quien mucho lee y entiende se llena, y quien está lleno puede regar a los
demás; por eso dice la Escritura: Si las nubes van llenas, descargan la lluvia
sobre el suelo.
Que tus predicaciones sean fluidas, puras y claras, de modo que, en la
exhortación moral, infundas la bondad a la gente, y el encanto de tu palabra
cautive el favor del pueblo, para que te siga voluntariamente a donde lo
conduzcas.
Que tus discursos estén llenos de inteligencia. Por la que dice Salomón: Armas
de la inteligencia son los labios del sabio, y, en otro lugar: Que el sentido
ate tus labios, es decir: que tu expresión sea brillante, que resplandezca tu
inteligencia, que tu discurso y tu exposición no necesite sentencias ajenas,
sino que tu palabra sea capaz de defenderse con sus propias armas; que, en fin,
no salga de tu boca ninguna palabra inútil y sin sentido.
2 Tm 4, 2; Sir 48, 4. 8
R. Proclama la palabra, insiste con oportunidad o sin ella,
persuade, reprende, exhorta, *armado de toda paciencia y
doctrina.
V. ¿Quién podrá gloriarse de ser como tú, que ungiste reyes
para ejecutar castigos?
R. Armado de toda paciencia y doctrina.
Lunes, 7 de diciembre de 2020
Evangelio
Lectura del
santo evangelio según san Lucas (5,17-26):
17 Un día que estaba enseñando, había
sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los
pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar
curaciones.
18 En esto, unos hombres trajeron en una camilla
a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de él.
19 Pero no encontrando por dónde meterle, a
causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través
de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús.
20 Viendo Jesús la fe de ellos, dijo:
«Hombre, tus pecados te quedan perdonados.»
21 Los escribas y fariseos empezaron a
pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados
sino sólo Dios?»
22 Conociendo Jesús sus pensamientos, les
dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones?
23 ¿Qué es más fácil, decir: "Tus
pecados te quedan perdonados", o decir: "Levántate y anda"?
24 Pues para que sepáis que el Hijo del
hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados, - dijo al paralítico -:
"A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".»
25 Y al instante, levantándose delante de
ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios.
26 El asombro se apoderó de todos, y glorificaban
a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles.»
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: No
seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por
vosotros.
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Demos
gracias a Cristo, el buen pastor que entregó la vida por sus ovejas, y supliquémosle
diciendo:
Apacienta a tu pueblo, Señor.
Señor Jesucristo, tú que en los santos pastores has revelado tu misericordia y
tu amor, — haz que, por ellos, continúe llegando a nosotros tu acción
misericordiosa.
Señor Jesucristo, tú que a través de los santos pastores sigues siendo el único
pastor de tu pueblo, — no dejes de guiarnos siempre por medio de ellos.
Señor Jesucristo, tú que por medio de los santos pastores eres el médico de los
cuerpos y de las almas, — haz que nunca falten en tu Iglesia los ministros que nos
guíen por las sendas de una vida santa.
Señor Jesucristo, tú que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el
amor de los santos, — haz que, guiados por nuestros pastores, progresemos en la
santidad.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Oremos confiadamente al Padre, como Cristo nos enseñó: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Señor, tú
que colocaste a San Ambrosio en el número de los santos pastores y lo hiciste
brillar por el ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que
también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados
en el amor merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Vísperas - San Ambrosio, obispo y doctor
de la Iglesia 2020
Memoria
Nacido en Tréveris, hacia
el año 340, de una familia romana, hizo sus estudios en Roma, y comenzó una
brillante carrera en Sirmio. El año 374, residiendo en Milán, fue elegido, de
modo inesperado, obispo de la ciudad, y ordenado el 7 de diciembre. Fiel cumplidor
de su oficio, se distinguió, sobre todo, por su caridad hacia todos, como
verdadero pastor y doctor de los fieles. Defendió valientemente los derechos de
la Iglesia y, con sus escritos y su actividad, ilustró la doctrina verdadera,
combatida por los arrianos. Murió un sábado Santo, el 4 de abril del año 397.
Invitatorio
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Jesucristo, Palabra del Padre,
luz eterna de todo creyente:
ven y escucha la súplica ardiente,
ven, Señor, porque ya se hace tarde.
Cuando el mundo dormía en tinieblas,
en tu amor tú quisiste ayudarlo
y trajiste, viniendo a la tierra,
esa vida que puede salvarlo.
Ya madura la historia en promesas,
sólo anhela tu pronto regreso;
si el silencio madura la espera,
el amor no soporta el silencio.
Con María, la Iglesia te aguarda
con anhelos de esposa y de Madre,
y reúne a sus hijos en vela,
para juntos poder esperarte.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre,
dando gracias al Padre en el reino. Amén.
Salmodia
Antífona
1: Soy ministro del Evangelio por don de la gracia de Dios.
Salmo 14
¿QUIÉN ES JUSTO ANTE EL SEÑOR?
Señor,
¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,
el que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró
aún en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
Antífona
2: Administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente
de su servidumbre.
Salmo 111
FELICIDAD DEL JUSTO
Dichoso
quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.
En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.
No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.
Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.
El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.
Antífona
3: Mis ovejas escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo
pastor.
Cántico Ap 15, 3-4
CANTO DE LOS VENCEDORES
Grandes y
maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Lectura Breve
1 Pe 5, 1-4
A los
presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los
sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a descubrirse, os
exhorto: Sed pastores del rebaño de Dios a vuestro cargo, gobernándolo, no a la
fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere, no por sórdida ganancia, sino con
generosidad, no como dominadores sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos
en modelos del rebaño. Y, cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la
corona de gloria que no se marchita.
Responsorio Breve
V. Éste
es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo.
R. Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su
pueblo.
V. El que entregó su vida por sus hermanos.
R. El que ora mucho por su pueblo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo.
Canto Evangélico
Antifona: Éste
es el administrador fiel y prudente, a quien su señor ha puesto al frente de su
servidumbre para que les reparta la ración a sus horas.
MagnificatLc
1, 46-55
Alegría del
alma en el Señor
Proclama
mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Glorifiquemos
a Cristo, constituido pontífice en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios,
y supliquémosle humildemente diciendo:
Salva a tu pueblo, Señor.
Tú que por medio de pastores santos y eximios has glorificado a tu Iglesia, —
haz que todos los cristianos resplandezcan por su virtud.
Tú que por la oración de los santos pastores, que a semejanza de Moisés oraban
por el pueblo, perdonaste los pecados de tus fieles,
— purifica y santifica también ahora a la santa Iglesia por la intercesión de
los santos.
Tú que de entre los fieles elegiste a los santos pastores y, por tu Espíritu,
los consagraste como ministros en bien de sus hermanos,
— llena también de tu Espíritu a todos los pastores del pueblo de Dios.
Tú que fuiste la heredad de los santos pastores, — no permitas que ninguno de
los que fueron adquiridos por tu sangre viva alejado de ti. Se pueden añadir
algunas intenciones libres.
Tú que por medio de los pastores de la Iglesia das la vida eterna a tus ovejas
para que nadie las arrebate de tu mano, — salva a los difuntos, por quienes
entregaste tu vida.
Digamos juntos la oración que Cristo nos enseñó como modelo de toda oración:
Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Señor, tú
que colocaste a San Ambrosio en el número de los santos pastores y lo hiciste
brillar por el ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que
también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados
en el amor merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.