Musica Para el Alma

lunes, 28 de diciembre de 2020

LAS LAUDES DEL MARTES 29. SANTO TOMAS BECKET, OBISPO Y MÁRTIR



*LAS LAUDES. SANTO TOMAS BECKET, OBISPO Y MARTIR*

 

Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

 

 

Martes 29 de diciembre 2020

 

 

Laudes - Santo Tomás Becket, obispo y mártir 2020

 

Nació en Londres el año 1118; fue clérigo de Cantorbery y canciller del reino, y fue elegido obispo el año 1162. Defendió valientemente los derechos de la Iglesia contra el rey Enrique II, lo cual le valió el destierro a Francia durante seis años. Vuelto a la patria, hubo de sufrir todavía numerosas dificultades, hasta que los esbirros del rey lo asesinaron el año 1170.

 

 

Invitatorio

 

Laudes

 

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

 

Antifona: Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

 

Salmo 94

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

 

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

 

Himno

Entonad los aires
con voz celestial:
«Dios niño ha nacido
pobre en un portal.»

Anúnciale el ángel
la nueva al pastor,
que niño ha nacido
nuestro Salvador.

Adoran pastores
en sombras al Sol,
que niño ha nacido,
de una Virgen, Dios.

Haciéndose hombre,
al hombre salvó;
un niño ha nacido,
ha nacido Dios. Amén.

 

Salmodia

Antífona 1: Te alabarán mis labios, Señor, porque tu gracia vale más que la vida.

 

Salmo 62, 2-9

El alma sedienta de Dios

Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.

 

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.

Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

 

Antífona 2: Mártires del Señor, bendecid al Señor por los siglos.

 

Dn 3,57-88.56

Toda la creación alabe al Señor

Alabad al Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)

 

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

 

Antífona 3: «Al vencedor lo pondré de columna en mi santuario», dice el Señor.

 

Salmo 149

Alegría de los santos

Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran por su Rey, Cristo, el Señor. (Hesiquio)

 

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

 

Lectura Breve

2 Co 1, 3-5

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios. Porque si es cierto que los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, también por Cristo rebosa nuestro consuelo.

 

Responsorio Breve

V. El Señor es mi fuerza y mi energía.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
V. Él es mi salvación.
R. Y mi energía.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.

 

 

V. Me asaltaban angustias y aprietos.
R. Tus mandatos son mi delicia.

 

Lecturas

Primera Lectura

Del libro del Eclesiástico 51, 1-12

 

ACCIÓN DE GRACIAS A DIOS, QUE LIBRA A LOS SUYOS DE LA TRIBULACIÓN

 

Te alabo, mi Dios y salvador, te doy gracias, Dios de mi padre.
Contaré tu fama, refugio de mi vida, porque me has salvado de la muerte, detuviste mi cuerpo ante la fosa, libraste mis pies de las garras del abismo, me salvaste del látigo de la lengua calumniosa y de los labios que se pervierten con la mentira, estuviste conmigo frente a mis rivales. Me auxiliaste con tu gran misericordia; del lazo de los que acechan mi traspié, del poder de los que me persiguen a muerte; me salvaste de múltiples peligros: del cerco apretado de las llamas, del incendio de un fuego que no ardía, del vientre de un océano sin agua, de labios mentirosos e insinceros, de las flechas de una lengua traidora.
Cuando estaba ya para morir y casi en lo profundo del abismo, me volvía a todas partes, y nadie me auxiliaba, buscaba un protector, y no lo había. Recordé la compasión del Señor y su misericordia eterna, que libra a los que se acogen a él y los rescata de todo mal. Desde la tierra levanté la voz y grité desde las puertas del abismo, invoqué al Señor: «Tú eres mi padre, tú eres mi fuerte salvador, no me abandones en el peligro, a la hora del espanto y turbación: alabaré siempre tu nombre y te llamaré en mi súplica.»
El Señor escuchó mi voz y prestó oído a mi súplica, me salvó de todo mal, me puso a salvo del peligro. Por eso doy gracias, y alabo y bendigo el nombre del Señor.

 

Si 51, 2. Sal 30, 8

R. Cantaré tu fama, Señor. * Porque has sido el refugio de mi vida.
V. Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría, Señor.
R. Porque has sido el refugio de mi vida.

 

Segunda Lectura

De las cartas de santo Tomás Becket, obispo y mártir
(Carta 74: PL 190, 533-536)

 

NADIE RECIBE EL PREMIO SI NO COMPITE CONFORME AL REGLAMENTO

 

Si nos preocupamos por ser lo que decimos ser y queremos conocer la significación de nuestro nombre —nos designan obispos y pontífices—, es necesario que consideremos e imitemos con gran solicitud las huellas de aquel que, constituido por Dios Sumo Sacerdote eterno, se ofreció por nosotros al Padre en el ara de la cruz. Él es el que, desde lo más alto de los cielos, observa atentamente todas las acciones y sus correspondientes intenciones para dar a cada uno según sus obras.
Nosotros hacemos su vez en la tierra, hemos conseguido la gloria del nombre y el honor de la dignidad, y poseemos temporalmente el fruto de los trabajos espirituales; sucedemos a los apóstoles y a los varones apostólicos en la más alta responsabilidad de las Iglesias, para que, por medio de nuestro ministerio, sea destruido el imperio del pecado y de la muerte, y el edificio de Cristo, ensamblado por la fe y el progreso de las virtudes, se levante hasta formar un templo consagrado al Señor.
Ciertamente que es grande el número de los obispos. En la consagración prometimos ser solícitos en el deber de enseñar, de gobernar y de ser más diligentes en el cumplimiento de nuestra obligación, y así lo profesamos cada día con nuestra boca; pero, ¡ojalá que la fe prometida se desarrolle por el testimonio de las obras! La mies es abundante y, para recogerla y almacenarla en el granero del Señor, no sería suficiente ni uno ni pocos obispos.
¿Quién se atreve a dudar de que la Iglesia de Roma es la cabeza de todas las Iglesias y la fuente de la doctrina católica? ¿Quién ignora que las llaves del reino de los cielos fueron entregadas a Pedro? ¿Acaso no se edifica toda la Iglesia sobre la fe y la doctrina de Pedro, hasta que lleguemos todos al hombre perfecto en la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios? Es necesario, sin duda, que sean muchos los que planten, muchos los que rieguen, pues lo exige el avance de la predicación y el crecimiento de los pueblos. El mismo pueblo del antiguo Testamento, que tenía un solo altar necesitaba de muchos servidores; ahora, cuando han llegado los gentiles, a quienes no sería suficiente para sus inmolaciones toda la leña del Líbano y para sus holocaustos no sólo los animales del Líbano, sino, incluso, los de toda Judea, será mucho más necesario la pluralidad de ministros.
Sea quien fuere el que planta y el que riega, Dios no da crecimiento sino a aquel que planta y riega sobre la fe de Pedro y sigue su doctrina.
Pedro es quien ha de pronunciarse sobre las causas más graves, que deben ser examinadas por el pontífice romano, y por los magistrados de la santa madre Iglesia que él designa, ya que, en cuanto participan de su solicitud, ejercen la potestad que se les confía.
Recordad, finalmente, cómo se salvaron nuestros padres, cómo y en medio de cuántas tribulaciones fue creciendo la Iglesia; de qué tempestades salió incólume la nave de Pedro, que tiene a Cristo como timonel; cómo nuestros antepasados recibieron su galardón y cómo su fe se manifestó más brillante en medio de la tribulación.
Éste fue el destino de todos los santos, para que se cumpla aquello de que nadie recibe el premio si no compite conforme al reglamento.

 

Responsorio Breve

R. El Señor te coronó con la corona de justicia: * te vistió con un vestido de gloria; en ti habita Dios, el Santo de Israel.
V. Has combatido bien tu combate, has corrido hasta la meta; ahora te aguarda la corona merecida.
R. El Señor te vistió con un vestido de gloria; en ti habita Dios, el Santo de Israel.

 

Martes, 29 de diciembre de 2020

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,22-35):

   22 Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor,

   23 como está escrito en la Ley del Señor: = Todo varón primogénito será consagrado al Señor =

   24 y para ofrecer en sacrificio = un par de tórtolas o dos pichones =, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.

   25 Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo.

   26 Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor.

   27 Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él,

   28 le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

   29 «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz;

   30 porque han visto mis ojos tu salvación,

   31 la que has preparado a la vista de todos los pueblos,

   32 luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.»

   33 Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él.

   34 Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -

   35 ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»


Palabra del Señor

 

Canto Evangélico

Antifona: El que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna.

 

Benedictus Lc 1, 68-79

El Mesías y su precursor

 

+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Preces

Celebremos, amados hermanos, a Jesús, el testigo fiel, y al recordar hoy a los santos mártires sacrificados a causa de la palabra de Dios, aclamémosle diciendo:


*Nos has comprado, Señor, con tu sangre*.


Por la intercesión de los santos mártires que entregaron libremente su vida como testimonio de la fe, — concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.


Por la intercesión de los santos mártires que proclamaron la fe hasta derramar su sangre, — concédenos, Señor, la integridad y constancia de la fe.


Por la intercesión de los santos mártires que soportando la cruz siguieron tus pasos, — concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.


Por la intercesión de los santos mártires que blanquearon su manto en la sangre del Cordero, — concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.


Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.


Dirijamos ahora nuestra oración al Padre que está en los cielos, diciendo: Padre nuestro.

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

 

Oración

Oremos:

Señor, tú que concediste a tu santo obispo y mártir Tomás Becket una gran fortaleza de ánimo para que sacrificara su vida por defender la justicia y, la libertad de la Iglesia, concédenos, por su intercesión, estar dispuestos a entregar nuestra vida por Cristo en este mundo, para que podamos volver a encontrarla para siempre en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Conclusión

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

 

Santo Tomás Becket, obispo y mártir

Nació en Londres en 1170. Era hijo de un empleado oficial, y en sus primeros años fue educado por los monjes del convento de Merton. A los 24 años consiguió un puesto como ayudante del Arzobispo de Inglaterra (el de Canterbury) quien se dio cuenta que Tomás tenía cualidades excepcionales para el trabajo, así que le fue confiando poco a poco oficios más difíciles e importantes. Lo ordenó de diácono y lo encargó de la administración de los bienes del arzobispado. Lo envió varias veces a Roma a tratar asuntos de mucha importancia. Tomás como buen diplomático había obtenido que el Papa Eugenio Tercero se hiciera muy amigo del rey de Inglaterra, Enrique II, y éste en acción de gracias por tan gran favor, nombró a nuestro santo (cuando sólo tenía 36 años) como Canciller o Ministro de Relaciones Exteriores.

Tras la muerte del Arzobispo Teobaldo en 1161, el rey Enrique II de inmediato pensó en Santo Tomás como el mejor candidato para ocupar dicho cargo, pero nuestro santo se negó muy cortésmente alegando que él no era digno para tan honorable puesto. Sin embargo, un Cardenal de mucha confianza del Sumo Pontífice Alejandro III lo convenció de que debía aceptar, y al fin aceptó. Cuando el rey empezó a insistirle en que aceptara el oficio de Arzobispo, Santo Tomás le hizo una profecía o un anuncio que se cumplió a la letra. Le dijo: "Si acepto ser Arzobispo me sucederá que el rey que hasta ahora es mi gran amigo, se convertirá en mi gran enemigo". Enrique no creyó que fuera a suceder así, pero sucedió. Ordenado de sacerdote y luego consagrado como Arzobispo, pidió a sus ayudantes que en adelante le corrigieran con toda valentía cualquier falta que notaran en él. Como él mismo lo había anunciado, los envidiosos empezaron a calumniar al arzobispo en presencia del rey. Dicen que en uno de sus terribles estallidos de cólera, Enrique II exclamó: "No podrá haber más paz en mi reino mientras viva Becket. ¿Será que no hay nadie que sea capaz de suprimir a este clérigo que me quiere hacer la vida imposible?".

Al oír semejante exclamación de labios del mandatario, cuatro sicarios se fueron donde el santo arzobispo resueltos a darle muerte. Estaba él orando junto al altar cuando llegaron los asesinos. Era el 29 de diciembre de 1170. No opuso resistencia. Murió diciendo: "Muero gustoso por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia Católica". Tenía apenas 52 años.

El Papa Alejandro III lanzó excomunión contar el rey Enrique, el cual profundamente arrepentido hizo penitencia durante dos años, para obtener la reconciliación en 1172.