*LAS LAUDES*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
Laudes -
Domingo dentro de la Octava de Navidad 2020
Laudes de
La Sagrada Familia: Jesús, María y José
El siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la
liturgia de las horas para el día, domingo, 27 de diciembre de 2020.
Invitatorio
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: A Cristo, el Hijo de Dios, que vivió sumiso a
María y a José, venid, adorémosle.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Entonad los aires
con voz celestial:
«Dios niño ha nacido
pobre en un portal.»
Anúnciale el ángel
la nueva al pastor,
que niño ha nacido
nuestro Salvador.
Adoran pastores
en sombras al Sol,
que niño ha nacido,
de una Virgen, Dios.
Haciéndose hombre,
al hombre salvó;
un niño ha nacido,
ha nacido Dios. Amén.
Salmodia
Antífona 1: Los padres de Jesús solían ir todos los años
a Jerusalén para la fiesta de la Pascua.
Salmo 62,
2-9
El alma sedienta de Dios
Madruga
por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Antífona 2: Jesús iba creciendo y robusteciéndose, y se
llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Dn
3,57-88.56
Toda la creación alabe al Señor
Alabad al
Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona 3: Su padre y su madre estaban admirados por lo
que se decía de él.
Salmo 149
Alegría de los santos
Los hijos
de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran por su Rey, Cristo, el Señor. (Hesiquio)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Lectura Breve
Dt 5, 16
Honra a tu padre y a tu madre; así se prolongarán tus días y te
irá bien en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar.
Responsorio Breve
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que fuiste obediente a María y a José.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Haré que todos tus hijos sean discípulos del Señor.
R. Y que una paz abundante reine entre ellos.
Lecturas
Primera Lectura
De la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5, 21-6, 4
LA VIDA CRISTIANA EN LA FAMILIA Y EN LA SOCIEDAD
Hermanos: Vivid sumisos unos a otros como lo pide el respeto
debido a Cristo.
Las mujeres deben someterse a sus maridos como si se sometieran al Señor;
porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia y
salvador de ella, que es su cuerpo. Ahora bien, como la Iglesia está sometida a
Cristo, así también las mujeres deben someterse en todo a sus maridos.
Y vosotros, maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a su Iglesia y se
entregó a la muerte por ella para santificarla, purificándola en el baño del
agua, que va acompañado de la palabra, y para hacerla comparecer ante su
presencia toda resplandeciente, sin mancha ni defecto ni cosa parecida, sino
santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como a
sus propios cuerpos. Amar a su mujer es amarse a sí mismo.
Nadie aborrece jamás su propia carne, sino que la alimenta y la cuida con
cariño. Lo mismo hace Cristo con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.
«Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán
los dos una sola carne.» ¡Gran misterio es éste! Y yo lo refiero a Cristo y a
la Iglesia. En resumen: ame cada uno a su mujer como a sí mismo; y la mujer
respete a su marido.
Y vosotros, hijos, obedeced a vuestros padres, como lo quiere el Señor, pues
esto es lo justo: «Honra a tu padre y a tu madre.» Éste es el primer
mandamiento que lleva consigo una promesa: «Para que te vaya bien y vivas
muchos años sobre la tierra.»
Y los padres, por vuestra parte, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos
y educadlos según el espíritu del Señor.
Responsorio Ef 6, 1-2. 3; Le 2, 51
R. Vosotros, hijos, obedeced a vuestros padres, como lo quiere
el Señor, pues esto es lo justo: * «Honra a tu padre y
a tu madre.»
V. Jesús bajó a Nazaret con María y José, y vivía sumiso a
ellos.
R. Honra a tu padre y a tu madre.
Segunda Lectura
De las alocuciones del papa Pablo sexto
(Alocución en Nazaret, 5 de enero de 1964)
EL EJEMPLO DE NAZARET
Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús,
es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio.
Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido
profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del
Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá de una manera
casi insensible, a imitar esta vida.
Aquí se nos revela el método que nos hará descubrir quién es Cristo. Aquí comprendemos
la importancia que tiene el ambiente que rodeó su vida durante su estancia
entre nosotros, y lo necesario que es el conocimiento de los lugares, los
tiempos, las costumbres, el lenguaje, las prácticas religiosas, en una palabra,
de todo aquello de lo que Jesús se sirvió para revelarse al mundo. Aquí todo
habla, todo tiene un sentido.
Aquí, en esta escuela, comprendemos la necesidad de una disciplina espiritual
si queremos seguir las enseñanzas del Evangelio y ser discípulos de Cristo.
¡Cómo quisiéramos ser otra vez niños y volver a esta humilde pero sublime
escuela de Nazaret! ¡Cómo quisiéramos volver a empezar, junto a María, nuestra
iniciación a la verdadera ciencia de la vida y a la más alta sabiduría de la
verdad divina!
Pero estamos aquí como peregrinos y debemos renunciar al deseo de continuar en
esta casa el estudio, nunca terminado, del conocimiento del Evangelio. Mas no
partiremos de aquí sin recoger rápida, casi furtivamente, algunas enseñanzas de
la lección de Nazaret.
Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que se renovara y
fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable
hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto
ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida
moderna. Silencio de Nazaret enséñanos el recogimiento y la interioridad,
enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la
doctrina de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad y el valor de una
conveniente formación del estudio, de la meditación, de una vida interior
intensa de la oración personal que sólo Dios ve.
Se nos ofrece además una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado
de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado
e inviolable, lo dulce e irreemplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable
que es su función en el plano social.
Finalmente, aquí aprendemos también la lección del trabajo. Nazaret, la casa
del hijo del artesano: cómo deseamos comprender más en este lugar la austera
pero redentora ley del trabajo humano y exaltarla debidamente; restablecer la
conciencia de su dignidad, de manera que fuera a todos patente; recordar aquí,
bajo este techo que el trabajo no puede ser un fin en sí mismo, y que su
dignidad y la libertad para ejercerlo no provienen tan sólo de sus motivos
económicos, sino también de aquellos otros valores que lo encauzan hacia un fin
más noble.
Queremos finalmente saludar desde aquí a todos los trabajadores del mundo y señalarles
al gran modelo, al hermano divino, al defensor de todas sus causas justas, es decir:
a Cristo, nuestro Señor.
Responsorio 2 Co 13, 11; Ef 5, 19;
Col 3, 23
R. Alegraos, trabajad por vuestra perfección, alentaos unos a
otros, tened un mismo sentir y vivid en paz, * cantando
y alabando al Señor en vuestros corazones.
V. Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al
Señor y no a los hombres.
R. Cantando y alabando al Señor en vuestros corazones.
Lecturas de
La Sagrada Familia: Jesús, María y José - Ciclo B
Domingo, 27 de diciembre de 2020
Evangelio
Lectura del
Santo Evangelio según san Lucas (2,22-40):
22 Cuando se cumplieron los días de la
purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén
para presentarle al Señor,
23 como está escrito en la Ley del Señor: =
Todo varón primogénito será consagrado al Señor =
24 y para ofrecer en sacrificio = un par de
tórtolas o dos pichones =, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
25 Y he aquí que había en Jerusalén un
hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la
consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo.
26 Le había sido revelado por el Espíritu
Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor.
27 Movido por el Espíritu, vino al Templo; y
cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley
prescribía sobre él,
28 le tomó en brazos y bendijo a Dios
diciendo:
29 «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra,
dejar que tu siervo se vaya en paz;
30 porque han visto mis ojos tu salvación,
31 la que has preparado a la vista de todos
los pueblos,
32 luz para iluminar a los gentiles y gloria
de tu pueblo Israel.»
33 Su padre y su madre estaban admirados de
lo que se decía de él.
34 Simeón les bendijo y dijo a María, su
madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser
señal de contradicción -
35 ¡y a ti misma una espada te atravesará el
alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos
corazones.»
36 Había también una profetisa, Ana, hija de
Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido
siete años con su marido,
37 y permaneció viuda hasta los ochenta y
cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos
y oraciones.
38 Como se presentase en aquella misma hora,
alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de
Jerusalén.
39 Así que cumplieron todas las cosas según
la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
40 El niño crecía y se fortalecía,
llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Ilumínanos, Señor, con los ejemplos de tu familia, y dirige
nuestros pasos por el camino de la paz.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Adoremos a Cristo, Hijo del Dios vivo, que quiso ser también hijo
de una familia humana, y supliquémosle, diciendo:
*Señor Jesús, tú que quisiste ser obediente, santifícanos*.
Oh Jesús, Palabra eterna del Padre, que quisiste vivir bajo la autoridad de
María y de José, — enséñanos a vivir en la humildad y en la obediencia.
Maestro de los hombres, que quisiste que María tu madre conservara en su corazón
tus palabras y tus acciones, — enséñanos a escuchar con corazón puro y bueno
las palabras de tu boca.
Oh Cristo, tú que creaste el universo y quisiste ser llamado hijo del artesano,
— enséñanos a trabajar con empeño y conciencia en nuestras tareas.
Oh Jesús, que en el seno de tu familia de Nazaret creciste en sabiduría,
estatura y gracia ante Dios y los hombres, — concédenos crecer siempre en ti,
que eres nuestra cabeza.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Gracias a Jesucristo somos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir: Padre
nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como
maravilloso ejemplo a
los ojos de tu pueblo, concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes
domésticas y
su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del
cielo. Por
nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
Conclusión
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a
la vida eterna.
R. Amén.