*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO - DOMINGO XXXIV
DEL TIEMPO ORDINARIO 2020
El
siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas
para el día, domingo, 22 de noviembre de 2020.
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid,
adoremos a Jesucristo, Rey de reyes.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Venid, adoremos a Jesucristo, Rey de reyes.
Himno
Es domingo; una luz nueva
resucita la mañana
con su mirada inocente,
llena de gozo y de gracia.
Es domingo; la alegría
del mensaje de la Pascua
es la noticia que llega
siempre y que nunca se gasta.
Es domingo; la pureza
no sólo la tierra baña,
que ha penetrado
en la vida por las ventanas del alma.
Es domingo; la presencia
de Cristo llena la casa:
la Iglesia, misterio y fiesta,
por él y en él convocada.
Es domingo; «éste es el día
que hizo el Señor», es la Pascua,
día de la creación
nueva y siempre renovada.
Es domingo; de su hoguera
brilla toda la semana
y vence oscuras tinieblas
en jornadas de esperanza.
Es domingo; un canto nuevo
toda la tierra le canta
al Padre, al Hijo, al Espíritu,
único Dios que nos salva. Amén.
Salmodia
Antífona
1: Mirad el varón cuyo nombre es Germen, se sentará en su trono para
reinar y anunciará la paz a las naciones.
Salmo 62, 2-9
El alma sedienta de Dios
Madruga
por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.
Oh Dios,
tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Antífona 2: Se
mostrará grande hasta los confines de la tierra; y éste será nuestra paz.
Dn 3,57-88.56
Toda la creación alabe al Señor
Alabad al
Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)
Criaturas
todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona
3: El Señor le dio poder real y dominio: todos los pueblos, naciones
y lenguas lo
Salmo 149
Alegría de los santos
Los hijos
de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran por su Rey, Cristo, el Señor.
(Hesiquio)
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Lectura BreveEf 4, 15-16
Realizando
la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza:
Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el
complejo de junturas que lo nutren y actuando a la medida de cada parte, se
procura su propio crecimiento, para construcción de sí mismo en el amor.
Responsorio Breve
En Latinoamérica:
V. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado.
R. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado.
V. Y que hablen de tus hazañas.
R. Que proclamen la gloria de tu reinado.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado.
V. Te hago luz de las naciones.
R. Para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.
Lecturas
Primera Lectura
Del libro del profeta Daniel 7, 1-27
VISIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE QUE RECIBE EL REINO
El año primero de Baltasar, rey de Babilonia, Daniel tuvo un
sueño, visiones de su fantasía, estando en la cama. Al punto escribió lo que
había soñado: Tuve una visión nocturna: los cuatro vientos agitaban el océano.
Cuatro fieras gigantescas salieron del mar, las cuatro distintas. La primera
era como un león con alas de águila; mientras yo miraba, le arrancaron las
alas, la alzaron del suelo, la pusieron de pie como un hombre y le dieron mente
humana. La segunda era como un oso medio erguido, con tres costillas en la
boca, entre los dientes. Le dijeron: «¡Arriba! Come carne en abundancia.»
Después vi otra fiera como un leopardo, con cuatro alas de ave en el lomo y cuatro
cabezas. Y le dieron el poder.
Después tuve otra visión nocturna: una cuarta fiera, terrible, espantosa,
fortísima; tenía grandes dientes de hierro, con los que comía y descuartizaba,
y las sobras las pateaba con las pezuñas. Era diversa de las fieras anteriores,
porque tenía diez cuernos.
Miré atentamente los cuernos y vi que entre ellos salía otro cuerno pequeño;
para hacerle sitio, arrancaron tres de los cuernos precedentes. Aquel cuerno
tenía ojos humanos y una boca que profería insolencias.
Durante la visión vi que colocaban unos tronos y un anciano se sentó: su
vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; el trono era
como llamas de fuego, y sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego
brotaba delante de él. Miles de millares le servían, miríadas de miríadas
estaban en pie delante de él. Comenzó la sesión y se abrieron los libros.
Yo seguía mirando, atraído por las insolencias que profería aquel cuerno; hasta
que mataron a la fiera, la descuartizaron y la echaron al fuego. A las otras
fieras les quitaron el poder, dejándolas vivas una temporada. Seguí mirando y,
en la visión nocturna, vi venir en las nubes del cielo una figura humana, que
se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron el imperio, el honor y la
realeza: todos los pueblos, naciones y lenguas lo servirán.
Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
Yo, Daniel, me sentía agitado por dentro y me turbaban las visiones de mi
fantasía. Meacerqué a uno de los que estaban allí en pie y le pedí que me
explicase todo aquello. Él me contestó explicándome el sentido de la visión: «Esas
cuatro fieras gigantescas representan cuatro reinos que surgirán en el mundo. Pero
los santos del Altísimo recibirán el reino y lo poseerán por los siglos de los
siglos.»
Yo quise saber lo que significaba la cuarta fiera, diversa de las demás; la
fiera terrible,con dientes de hierro y garras de bronce, que devoraba y
trituraba y pateaba las sobras con las pezuñas; lo que significaban los diez
cuernos de su cabeza y el otro cuerno que le salía y eliminaba a otros tres,
que tenía ojos y una boca que profería insolencias, y era más grande que los
otros. Mientras yo seguía mirando, aquel cuerno luchó contra los santos y los
derrotó. Hasta que llegó el anciano para hacer justicia a los santos del Altísimo,
y empezó el imperio de los santos. Después me dijo: «La cuarta bestia es un
cuarto reino que habrá en la tierra, diverso de todos los demás; devorará toda
la tierra, la trillará y triturará. Sus diez cuernos son diez reyes que habrá
en aquel reino; después vendrá otro, diverso de los precedentes, que destronará
a tres reyes; blasfemará contra el Altísimo e intentará aniquilar a los santos
y cambiar el calendario y la ley. Dejarán en su poder a los santos durante un
año y otro año y otro año y medio. Pero cuando se siente en el tribunal para
juzgar, le quitará el poder y será destruido y aniquilado totalmente. El
imperio y la realeza sobre todos los reinos bajo el cielo serán entregados al
pueblo de los santos del Altísimo. Será un reino eterno, y todos los imperios
lo servirán y lo obedecerán.»
Responsorio Mc 13, 26-27; 14, 62
R. Verán al Hijo del hombre venir entre nubes con gran poder y
gloria, y entonces enviará a sus ángeles, * y reunirá
a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales y desde el extremo de la tierra
hasta el extremo del cielo.
V. Veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Todopoderoso
y viniendo sobre las nubes del cielo.
R. Y reunirá a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales y
desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
Segunda Lectura
Del Opúsculo de Orígenes, presbítero, sobre la oración
(Cap. 25: PG 11, 495-499)
VENGA TU REINO
Si, como dice nuestro Señor y Salvador, el reino de Dios no ha de
venir espectacularmente, ni dirán: «Vedlo aquí o vedlo allí», sino que el reino
de Dios está dentro de nosotros, pues cerca está la palabra, en nuestra boca y
en nuestro corazón, sin duda cuando pedimos que venga el reino de Dios lo que
pedimos es que este reino de Dios, que está dentro de nosotros, salga afuera,
produzca fruto y se vaya perfeccionando.
Efectivamente, Dios reina ya en cada uno de los santos, ya que éstos se someten
a su ley espiritual, y así Dios habita en ellos como en una ciudad bien
gobernada. En el alma perfecta está presente el Padre, y Cristo reina en ella
junto con el Padre, de acuerdo con aquellas palabras del Evangelio: Vendremos a
fijar en él nuestra morada.
Este reino de Dios que está dentro de nosotros llegará, con nuestra
cooperación, a su plena perfección cuando se realice lo que dice el Apóstol, esto
es, cuando Cristo, una vez sometidos a él todos sus enemigos, entregue el reino
a Dios Padre, para que Dios sea todo en todo. Por esto, rogando incesantemente
con aquella actitud interior que se hace divina por la acción del Verbo,
digamos a nuestro Padre que está en los cielos: Santificado sea tu nombre,
venga tu reino.
Con respecto al reino de Dios, hay que tener también esto en cuenta: del mismo
modo que no tiene que ver la justificación con la impiedad, ni hay nada de
común entre la luz y las tinieblas, ni puede haber armonía entre Cristo y
Belial, así tampoco pueden coexistir el reino de Dios y el reino del pecado.
Por consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de
ningún modo continúe el pecado reinando en nuestro cuerpo mortal, antes bien,
mortifiquemos las pasiones de nuestro hombre terrenal y fructifiquemos por el
Espíritu; de este modo Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso
espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en
nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se
sentará hasta que todos sus enemigos que hay en nosotros sean puestos por
estrado de sus pies, y sean reducidos a la nada en nosotros todos los
principados, todos los poderes y todas las fuerzas.
Todo esto puede realizarse en cada uno de nosotros, y el último enemigo, la
muerte, puede ser reducido a la nada, de modo que Cristo diga también en
nosotros: ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? Ya
desde ahora este nuestro ser, corruptible, debe revestirse de santidad y de
incorrupción, y este nuestro ser, mortal, debe revestirse de la inmortalidad
del Padre, después de haber reducido a la nada el poder de la muerte, para que
así, reinando Dios en nosotros, comencemos ya a disfrutar de los bienes de la
regeneración y de la resurrección.
Responsorio Ap 11, 15; Sal 21,
28-29
R. El reinado sobre el mundo ha pasado a nuestro Señor y a su
Mesías, * y reinará por los siglos de los siglos.
V. En su presencia se postrarán las familias de los pueblos,
porque del Señor es el reino.
R. Y reinará por los siglos de los siglos.
Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo (Solemnidad)
Domingo, 22 de noviembre de 2020
Evangelio
Lectura del
santo evangelio según san Mateo (25,31-46)
31 «Cuando el Hijo del hombre venga en
su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de
gloria.
32 Serán congregadas delante de él todas las
naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las
ovejas de los cabritos.
33 Pondrá las ovejas a su derecha, y los
cabritos a su izquierda.
34 Entonces dirá el Rey a los de su derecha:
"Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para
vosotros desde la creación del mundo.
35 Porque tuve hambre, y me disteis de
comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis;
36 estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo,
y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme."
37 Entonces los justos le responderán:
"Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te
dimos de beber?
38 ¿Cuándo te vimos forastero, y te
acogimos; o desnudo, y te vestimos?
39 ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel,
y fuimos a verte?"
40 Y el Rey les dirá: "En verdad os
digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me
lo hicisteis."
41 Entonces dirá también a los de su
izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el
Diablo y sus ángeles.
42 Porque tuve hambre, y no me disteis de
comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
43 era forastero, y no me acogisteis; estaba
desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis."
44 Entonces dirán también éstos:
"Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o
enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?"
45 Y él entonces les responderá: "En
verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños,
también conmigo dejasteis de hacerlo."
46 E irán éstos a un castigo eterno, y los
justos a una vida eterna.»
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: El
primogénito de entre los muertos y príncipe de los reyes de la tierra nos ha
convertido en un reino para Dios, su Padre. Aleluya.
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Hermanos,
adoremos a Cristo Rey, el cual existe antes que todas las cosas, y en quien todas
las cosas tienen su razón de ser. Elevemos a él nuestra voz, clamando:
Que venga tu reino, Señor.
Cristo, salvador nuestro, tú que eres nuestro Dios y Señor, nuestro rey y
pastor, — conduce a tu pueblo a los pastos de vida.
Buen Pastor, que diste la vida por tus ovejas, — si tú nos guías en nuestra
vida, nada nos faltará.
Redentor nuestro, que fuiste constituido rey sobre toda la tierra, — haz que
todos los hombres te reconozcan como cabeza de toda la creación.
Rey del universo, que viniste al mundo para dar testimonio de la verdad, — haz
que todos proclamemos tu absoluta primacía en todo.
Tú que eres nuestro maestro y modelo, y que nos has admitido a tu reino, —
concédenos llevar desde hoy ante tus ojos una vida santa, sin mancha y sin
culpa.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Pidamos fervientemente al Padre celestial la llegada del reino de su Hijo a
cada uno de los hombres, nuestros hermanos: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Dios
todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy
amado,
Rey del Universo, haz que toda la creación, liberada de la esclavitud del
pecado, sirva a tu
majestad y te glorifique sin fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos
de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Vísperas - JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO -
DOMINGO XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO 2020
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Salmodia
Antífona
1: Se sentará para siempre sobre el trono de David y sobre su reino.
Aleluya.
Salmo 109, 1-5. 7
Oráculo
del Señor a mi Señor:
"siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies".
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
"Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora".
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
"Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec".
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso, levantará la cabeza.
Antífona
2: Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad.
Salmo 144, 1-13b
Te
ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;
explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.
Antífona
3: En la capa y en el muslo lleva escrito un título: «Rey de reyes y
Señor de señores.» A él corresponden la gloria y el poder por los siglos de los
siglos.
Cántico Cf. Ap 19, 1-7
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios.
(R. Aleluya.)
Porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos.
(R. Aleluya.)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya.)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Llegó la boda del Cordero.
(R. Aleluya.)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Lectura Breve
1 Co 15,
25-28
Cristo
tiene que reinar hasta poner todos sus enemigos bajo sus pies. El último
enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todas las cosas bajo
sus pies. Más cuando él dice que «todo está sometido», es evidente que se
excluye a aquel que ha sometido a él todas las cosas. Cuando hayan sido
sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a aquel
que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo.
Responsorio Breve
V. Tu
trono, oh Dios, permanece para siempre.
R. Tu trono, oh Dios, permanece para siempre.
V. Cetro de rectitud es tu cetro real.
R. Permanece para siempre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Tu trono, oh Dios, permanece para siempre.
Canto Evangélico
Antifona: «Se
me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra», dice el Señor.
MagnificatLc
1, 46-55
Alegría del
alma en el Señor
Proclama
mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Hermanos,
adoremos a Cristo Rey, el cual existe antes que todas las cosas, y en quien todas
las cosas tienen su razón de ser. Elevemos a él nuestra voz, clamando:
Que venga tu reino, Señor.
Cristo, nuestro rey y pastor, congrega a tus ovejas de todos los puntos de la
tierra, — y apaciéntalas en verdes praderas de pastos abundantes.
Cristo, nuestro salvador y nuestro guía, reúne a todos los hombres dentro de tu
pueblo santo: sana a los enfermos, busca a los extraviados, conserva a los
fuertes, — haz volver a los que se han alejado, congrega a los dispersos,
alienta a los desanimados.
Juez eterno, cuando pongas tu reino en manos de tu Padre, colócanos a tu
derecha, — y haz que poseamos el reino que nos ha sido preparado desde la
creación del mundo.
Príncipe de la paz, quebranta las armas homicidas, — e infunde en todas las
naciones el amor a la paz.
Heredero universal de todas las naciones, haz entrar a la humanidad con todos
sus bienes al reino de tu Iglesia que tu Padre te ha dado, — para que todos,
unidos en el Espíritu Santo, te reconozcan como su cabeza.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Cristo, primogénito de entre los muertos y primicia de los que duermen, —
admite a los fieles difuntos a la gloria de tu resurrección.
Con la confianza que nos da el ser participantes de la realeza de Cristo y
coherederos desu reino, elevemos nuestra voz al Padre celestial: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro,
que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación, y
líbranos del mal.
Oración
Dios
todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy
amado, Rey del Universo, haz que toda la creación, liberada de la esclavitud
del pecado, sirva a tu majestad y te glorifique sin fin. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.