Martes, 4 de agosto de 2020
Evangelio
Lectura del santo evangelio según
san Mateo (14,22-36):
22 Inmediatamente obligó a los
discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla,
mientras él despedía a la gente.
23 Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al
atardecer estaba solo allí.
24 La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios,
zarandeada por las olas, pues el viento era contrario.
25 Y a la cuarta vigilia de la noche vino él hacia ellos, caminando
sobre el mar.
27 Pero al instante les habló
Jesús diciendo: «¡Animo!, que soy yo; no temáis.»
28 Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre las
aguas.»
29 «¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre
las aguas, yendo hacia Jesús.
31 Al punto Jesús, tendiendo la
mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»
32 Subieron a la barca y amainó el viento.
33 Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo:
«Verdaderamente eres Hijo de Dios.»
34 Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret.
35 Los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la
noticia por toda aquella comarca y le presentaron todos los enfermos.
36 Le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la
tocaron quedaron salvados.
Palabra del Señor
*(Viendo la violencia del viento,
le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!»)*.
*He
sentido en mi vida, momento en que se han levantado, grandes y fuertes
dificultades, donde he experimentado que me estoy hundiendo que el peligro está
muy cerca, y en medio de mi desesperación, gritos pidiendo ayúdame, y por misericordia
el Señor extiende su brazo y me agarra y cuando me sostiene por la mano al
mismo tiempo me llena de esperanza. Hoy el Señor me hace ver que él está
siempre cerca de mí, y tengo que aprender que él no es mi hijo para yo
gritarle, sino que él es mi Señor y siempre está presto para ayudarme, no
importa la situación que sea, él está siempre para mí. Esta palabra que me dice
el Señor: « ¡Animo!, que soy
yo; no temáis.» Estas palabras me hacen sentir alegre,
contento, por todo lo que el Señor está haciendo por mí, para que reconozca en
mi vida que él es mi único y verdadero salvador, y que no dude nunca de su amor
por mí*.
*El
que desea y quiere amar, con el corazón según el Señor: llegará a ser, Santo*
V. El Señor
nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.