*LAS LAUDES Y LAS
VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina
mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y
devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia
de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
Laudes - LUNES XVII SEMANA DEL TIEMPO
ORDINARIO 2020
El
siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas
para el lunes, 27 de julio de 2020.
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Entremos
a la presencia del Señor, dándole gracias.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Mis ojos, mis pobres ojos
que acaban de despertar
los hiciste para ver,
no sólo para llorar.
Haz que sepa adivinar
entre las sombras la luz,
que nunca me ciegue el mal
ni olvide que existes tú.
Que, cuando llegue el dolor,
que yo sé que llegará,
no se me enturbie el amor,
ni se me nuble la paz.
Sostén ahora mi fe, pues,
cuando llegue a tu hogar,
con mis ojos te veré
y mi llanto cesará. Amén.
Salmodia
Antífona
1: A ti te suplico, Señor; por la mañana escucharás mi voz.
Salmo 5, 2-10.12-13
Oración de la mañana de un justo perseguido
Se
alegrarán eternamente los que acogieron al Verbo en su interior. El Verbo
habita en ellos.
Señor,
escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.
A ti te suplico, Señor;
por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.
Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.
Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.
Señor, guíame con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.
En su boca no hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.
Que se alegren los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.
Porque tú, Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor.
Antífona
2: Alabamos, Dios nuestro, tu nombre glorioso.
1Cro 29,10-13
Sólo a Dios honor y gloria
Bendito
sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo. (Ef 1,3)
Bendito
eres, Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,
tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria,
tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
Por eso, Dios nuestro,
nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso.
Antífona
3: Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
Salmo 28
Manifestación de Dios en la tempestad
Vino una
voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto» (Mt 3,17)
Hijos de
Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
la voz del Señor descuaja los cedros,
el Señor descuaja los cedros del Líbano.
Hace brincar al Líbano como a un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.
La voz del Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con la paz.
Lectura Breve
2Ts
3,10b-13
El que no
trabaja, que no coma. Porque nos hemos enterado de que algunos viven sin
trabajar, muy ocupados en no hacer nada. Pues a ésos les mandamos y
recomendamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con tranquilidad para
ganarse el pan. Por vuestra parte, hermanos, no os canséis de hacer el bien.
Responsorio Breve
R. Bendito
sea el Señor * Ahora y por siempre. Bendito.
V. El único que hace maravillas. * Ahora y por siempre. Gloria
al Padre. Bendito.
Primera Lectura
Del libro de Job 29, 1-11; 30, 1. 9-23
LAMENTACIÓN DE JOB EN SU AFLICCIÓN
Volvió Job a tomar la palabra, diciendo: «¡Quién me diera volver a
los antiguos días, cuando Dios velaba sobre mí, cuando su lámpara brillaba
sobre mi cabeza y su luz cruzaba las tinieblas. Aquellos días de mi otoño, cuando
Dios era un íntimo en mi tienda, el Todopoderoso estaba aún conmigo y mis hijos
me rodeaban. Cuando mis pies en leche se bañaban y arroyos de aceite la roca me
vertía.
Cuando salía a la puerta de la ciudad y mi asiento en la plaza colocaba, los
jóvenes, al verme, se apartaban, los ancianos en pie permanecían, los jefes
suspendían sus palabras y la mano ponían sobre su boca, enmudecía la voz de los
notables y su lengua se pegaba al paladar.
Ahora, en cambio, se burlan de mí muchachos más jóvenes que yo, a cuyos padres
nunca juzgué dignos ni de mezclarse con los perros de mi grey. Ahora, en
cambio, soy el tema de sus coplas, soy el blanco de su burlas, me aborrecen, se
alejan de mí, y aun se atreven a escupirme hasta en la cara. Dios ha aflojado
la cuerda de mi arco, y me humillan, rompiendo todo freno en mi presencia.
A mi derecha se levanta una canalla que prepara el camino a mi exterminio;
deshacen mi sendero, trabajan en mi ruina y nadie los detiene; irrumpen al
asalto por una ancha brecha, en medio del estruendo. Los terrores se vuelven contra
mí, mi dignidad se disipa como el aire y pasa como nube mi ventura.
Y ahora desfallece en mí mi alma: de día me amenaza la aflicción, la noche me
taladra hasta los huesos pues no duermen las llagas que me roen. Él me aferra
con violencia por la ropa, me sujeta por el cuello de la túnica, me ha tirado
en el fango y me confundo con el barro y la ceniza.
Grito hacia ti y tú no me respondes, espero en ti y tú no me haces caso. Te has
vuelto mi verdugo y me atacas con brazo vigoroso. Me levantas en vilo sobre el
viento y en medio del ciclón me zarandeas. Sí, ya sé que a la muerte me
conduces, a la cita de todos los vivientes.»
Responsorio Jb 30, 17. 19; 7, 16
R. La noche me taladra hasta los huesos, pues no duermen las
llagas que me roen. * Me ha tirado en el fango y me confundo con el barro y la
ceniza.
V. Déjame, Señor, que mis días son un soplo.
R. Me ha tirado en el fango y me confundo con el barro y la
ceniza.
Segunda Lectura
De los sermones de san Cesáreo de Arlés, obispo
(Sermón 25,1: CCL 103,111-112)
LA MISERICORDIA DIVINA Y LA MISERICORDIA HUMANA
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dulce es el nombre de misericordia; hermanos muy amados; y, si el nombre es tan
dulce, ¿cuánto más no lo será la cosa misma? Todos los hombres la desean, mas,
por desgracia, no todos obran de manera que se hagan dignos de ella; todos
desean alcanzar misericordia, pero son pocos los que quieren practicarla.
Oh hombre, ¿con qué cara te atreves a pedir, si tú te resistes a dar? Quien
desee alcanzar misericordia en el cielo debe él practicarla en este mundo. Y,
por esto, hermanos muy amados, ya que todos deseamos la misericordia, actuemos
de manera que ella llegue a ser nuestro abogado en este mundo, para que nos
libre después en el futuro. Hay en el cielo una misericordia, a la cual se
llega a través de la misericordia terrena. Dice, en efecto, la Escritura:
Señor, tu misericordia llega al cielo.
Existe, pues, una misericordia terrena y humana, otra celestial y divina. ¿Cuál
es la misericordia humana? La que consiste en atender a las miserias de los
pobres. ¿Cuál es la misericordia divina? Sin duda, la que consiste en el perdón
de los pecados. Todo lo que da la misericordia humana en este tiempo de
peregrinación se lo devuelve después la misericordia divina en la patria
definitiva. Dios en este mundo, padece frío y hambre en la persona de todos los
pobres, como dijo él mismo: Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis
humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. El mismo Dios que se digna dar en el cielo
quiere recibir en la tierra. ¿Cómo somos nosotros, que, cuando Dios nos da, queremos
recibir y, cuando nos pide, no le queremos dar? Porque, cuando un pobre pasa
hambre, es Cristo quien pasa necesidad, como dijo él mismo: Tuve hambre, y no
me disteis de comer. No apartes, pues, tu mirada de la miseria de los pobres,
si quieres esperar confiado el perdón de los pecados. Ahora, hermanos, Cristo
pasa hambre, él es quien se digna padecer hambre y sed en la persona de todos
los pobres; y lo que reciba aquí en la tierra lo devolverá luego en el cielo.
Os pregunto, hermanos, ¿qué es lo que queréis o buscáis cuando venís a la
iglesia? Ciertamente la misericordia. Practicad, pues, la misericordia terrena,
y recibiréis la misericordia celestial. El pobre te pide a ti, y tú le pides a
Dios; aquél un bocado, tú la vida eterna. Da al indigente, y merecerás recibir
de Cristo, ya que él ha dicho: Dad, y se os dará. No comprendo cómo te atreves
a esperar recibir, si tú te niegas a dar. Por esto, cuando vengáis a la
iglesia, dad a los pobres la limosna que podáis, según vuestras posibilidades.
Responsorio Lc 6, 36. 37-38; Mt 5,
7
R. Sed misericordiosos, como es misericordioso vuestro
Padre. * Perdonad y seréis perdonados, dad y se os dará.
V. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia.
R. Perdonad y seréis perdonados, dad y se os dará.
Lunes, 27 de julio de 2020
Evangelio
Lectura del
santo evangelio según san Mateo (13,31-35):
31 Otra parábola les propuso: «El
Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo
sembró en su campo.
32 Es ciertamente más pequeña que cualquier
semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta
el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.»
33 Les dijo otra parábola: «El Reino de los
Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas
de harina, hasta que fermentó todo.»
34 Todo esto dijo Jesús en parábolas a la
gente, y nada les hablaba sin parábolas,
35 para que se cumpliese el oráculo del
profeta: = Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la
creación del mundo. =
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Bendito
sea el Señor, Dios nuestro.
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Proclamemos
la grandeza de Cristo, lleno de gracia y del Espíritu Santo, y acudamos a él,
diciendo:
*Concédenos, Señor, tu Espíritu*
Concédenos, Señor, un día lleno de paz, de alegría y de inocencia, —para que,
llegados a la noche, con gozo y limpios de pecado, podamos alabarte nuevamente.
Que baje hoy a nosotros tu bondad —y haga prósperas las obras de nuestras
manos.
Muéstranos tu rostro propicio y danos tu paz, —para que durante todo el día
sintamos cómo tu mano nos protege.
Mira con bondad a cuantos se han encomendado a nuestras oraciones —y
enriquécelos con toda clase de bienes del cuerpo y del alma.
Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor: Padre
nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Señor,
que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro
trabajo comience en ti, como en su fuente, y tienda siempre a ti, como a su
fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Vísperas - LUNES XVII SEMANA DEL TIEMPO
ORDINARIO 2020
El
siguiente es el formulario que corresponde a vísperas de la liturgia de las
horas para el lunes, 27 de julio de 2020.
Invitatorio
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
·
Himno 1
Hora de la tarde,
fin de las labores.
Amo de las viñas,
paga los trabajos de tus viñadores.
Al romper el día,
nos apalabraste.
Cuidamos tu viña
del alba a la tarde.
Ahora que nos pagas,
nos lo das de balde,
que a jornal de gloria
no hay trabajo grande.
Das al vespertino
lo que al mañanero.
Son tuyas las horas
y tuyo el viñedo.
A lo que sembramos
dale crecimiento.
Salmodia
Antífona
1: El Señor se complace en el pobre
Salmo 10
El Señor, esperanza del justo
Dichosos
los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. (Mt
5,6)
Al Señor
me acojo, ¿por qué me decís:
«Escapa como un pájaro al monte,
porque los malvados tensan el arco,
ajustan las saetas a la cuerda,
para disparar en la sombra contra los buenos?
Cuando fallan los cimientos,
¿qué podrá hacer el justo?»
Pero el Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo,
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres.
El Señor examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo odia.
Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre,
les tocará en suerte un viento huracanado.
Porque el Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro.
Antífona
2: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Salmo 14
¿Quién es justo ante el Señor?
Os habéis
acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo (Hb 12,22)
Señor,
¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,
el que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.
Antífona
3: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
Ef 1,3-10
El Dios salvador
Bendito
sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Lectura Breve
Col 1,9b-11
Conseguid
un conocimiento perfecto de la voluntad de Dios, con toda sabiduría e
inteligencia espiritual. De esta manera, vuestra conducta será digna del Señor,
agradándole en todo; fructificaréis en toda clase de obras buenas y aumentará
vuestro conocimiento de Dios. El poder de su gloria os dará fuerza para
soportar todo con paciencia y magnanimidad, con alegría.
Responsorio Breve
R. Sáname,
Señor, * Porque he pecado contra ti. Sáname.
V. Yo dije: Señor, ten misericordia. * Porque he pecado contra
ti. Gloria al Padre. Sáname.
Canto Evangélico
Antifona: Proclama
mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.
Magnificat
Lc 1, 46-55
Alegría del
alma en el Señor
Proclama
mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Demos
gracias a Dios, nuestro Padre, que, recordando siempre su alianza, no cesa de
bendecirnos, y digámosle con ánimo confiado:
'Trata con bondad a tu pueblo, Señor'.
Salva a tu pueblo, Señor,
—y bendice tu heredad.
Congrega en la unidad a todos los cristianos,
—para que el mundo crea en Cristo, tu enviado.
Derrama tu gracia sobre nuestros familiares y amigos:
—que difundan en todas partes la fragancia de Cristo.
Muestra tu amor a los agonizantes:
—que puedan contemplar tu salvación.
Ten piedad de los que han muerto
—y acógelos en el descanso de Cristo.
Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Nuestro
humilde servicio, Señor, proclame tu grandeza, y, ya que por nuestra salvación
te dignaste mirar la humillación de la Virgen María, te rogamos nos enaltezcas
llevándonos a la plenitud de la salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.