Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
Laudes - SAN BENITO, ABAD, PATRONO DE EUROPA
2020
Nació en Nursia, región de
Umbría, hacia el año 480. Después de haber recibido en Roma una adecuada
formación, comenzó a practicar la vida eremítica en Subiaco, donde reunió a
algunos discípulos; más tarde se trasladó a Casino. Allí fundó el célebre
monasterio de Montecasino y escribió la Regla, cuya difusión le valió el título
de patriarca del monaquismo occidental. Murió el 21 de marzo del año 547, pero,
ya desde finales del siglo VIII, en muchos lugares comenzó a celebrarse su
memoria el día de hoy.
El
siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas
para SAN BENITO, ABAD, PATRONO DE EUROPA el sábado, 11 de julio de 2020.
Invitatorio
Antifona: Venid,
adoremos al Señor, aclamemos al Dios admirable en sus santos.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Venid, adoremos al Señor, aclamemos al Dios
admirable en sus santos
Laudes
Himno
Es domingo; una luz nueva
resucita la mañana
con su mirada inocente,
llena de gozo y de gracia.
Es domingo; la alegría
del mensaje de la Pascua
es la noticia que llega
siempre y que nunca se gasta.
Es domingo; la pureza
no sólo la tierra baña,
que ha penetrado
en la vida por las ventanas del alma.
Es domingo; la presencia
de Cristo llena la casa:
la Iglesia, misterio y fiesta,
por él y en él convocada.
Es domingo; «éste es el día
que hizo el Señor», es la Pascua,
día de la creación
nueva y siempre renovada.
Es domingo; de su hoguera
brilla toda la semana
y vence oscuras tinieblas
en jornadas de esperanza.
Es domingo; un canto nuevo
toda la tierra le canta
al Padre, al Hijo, al Espíritu,
único Dios que nos salva. Amén.
Salmodia
Antífona
1: El Señor les concedió una gloria eterna y su nombre no será nunca
olvidado.
Salmo 62, 2-9
El alma sedienta de Dios
Madruga
por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.
Oh Dios,
tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona
1: El Señor les concedió una gloria eterna y su nombre no será nunca
olvidado
Antífona
2: Siervos del Señor, bendecid al Señor eternamente.
Dn 3,57-88.56
Toda la creación alabe al Señor
Alabad al
Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)
Criaturas
todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona
2: Siervos del Señor, bendecid al Señor eternamente
Antífona
3: Que los santos festejen su gloria y canten jubilosos en filas.
Salmo 149
Alegría de los santos
Los hijos
de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran por su Rey, Cristo, el Señor.
(Hesiquio)
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona
3: Que los santos festejen su gloria y canten jubilosos en filas.
Lectura Breve
Rom 12, 1-2
Os
exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia
viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os
ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para
que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo
perfecto.
Responsorio Breve
V. Lleva
en el corazón la ley de su Dios.
R. Lleva en el corazón la ley de su Dios.
V. Y sus pasos no vacilan.
R. Lleva en el corazón la ley de su Dios.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Lleva en el corazón la ley de su Dios.
Primera Lectura
Del libro de la Sabiduría 5, 1-15
LOS JUSTOS, VERDADEROS HIJOS DE DIOS
El justo estará en pie sin temor delante de los que lo afligieron
y despreciaron sus trabajos. Al verlo, se estremecerán de pavor, atónitos ante
la salvación imprevista; dirán entre sí, arrepentidos, entre sollozos de
angustia: «Éste es aquel de quien un día nos reíamos con coplas injuriosas,
nosotros, insensatos, su vida nos parecía una locura, y su muerte una deshonra.
¿Cómo ahora lo cuentan entre los hijos de Dios y comparte la herencia con los
santos? Sí, nosotros nos salimos del camino de la verdad, no nos iluminaba la
luz de la justicia, para nosotros no salía el sol; nos enredamos en los
matorrales de la maldad y la perdición, recorrimos desiertos intransitables,
sin reconocer el camino del Señor.
¿De qué nos ha servido nuestro orgullo? ¿Qué hemos sacado presumiendo de ricos?
Todo aquello pasó como una sombra, como un correo veloz; como nave que surca
las undosas aguas, sin que quede rastro de su travesía ni estela de su quilla
en las olas; o como pájaro que vuela por el aire sin dejar vestigio de su paso;
con su aleteo azota el aire leve, lo rasga con un chillido agudo, se abre
camino agitando las alas, y luego no queda señal de su ruta; o como flecha
disparada al blanco: cicatriza al momento el aire hendido y no se sabe ya su
trayectoria.
Igual nosotros: nacimos y nos eclipsamos, no dejamos ni una señal de virtud,
nos malgastamos en nuestra maldad.»
Sí, la esperanza del impío es como tamo que arrebata el viento, como escarcha
menuda que el vendaval arrastra; se disipa como humo al viento, pasa como el
recuerdo del
huésped de una noche. Los justos, en cambio, viven eternamente, reciben de Dios
su recompensa, El Altísimo cuida de ellos.
1 Jn 3, 7. 8. 10
R. Que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo. * Quien
comete el pecado es del diablo, pues el diablo peca desde el principio.
V. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del
diablo.
R. Quien comete el pecado es del diablo, pues el diablo peca
desde el principio.
Segunda Lectura
De la Regla de san Benito, abad
(Prólogo, 4-22; cap. 72, I-12: CSEL 75, 2-5.162-163)
NO ANTEPONGAN NADA ABSOLUTAMENTE A CRISTO
Cuando emprendas alguna obra buena, lo primero que has de hacer es
pedir constantemente a Dios que sea él quien la lleve a término, y así nunca lo
contristaremos con nuestras malas acciones, a él, que se ha dignado contarnos en
el número de sus hijos, ya que en todo tiempo debemos someternos a él en el uso
de los bienes que pone a nuestra disposición, no sea que algún día, como un
padre que se enfada con sus hijos, nos desherede, o, como un amo temible,
irritado por nuestra maldad, nos entregue al castigo eterno, como a servidores
perversos que han rehusado seguirlo a la gloria.
Por lo tanto, despertémonos ya de una vez, obedientes a la llamada que nos hace
la Escritura: Ya es hora de despertarnos del sueño. Y, abiertos nuestros ojos a
la luz divina, escuchemos bien atentos la advertencia que nos hace cada día la
voz de Dios: Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis el corazón; y también:
Quien tenga oídos oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias.
¿Y qué es lo que dice? Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor.
Caminad mientras tenéis luz, antes que os sorprendan las tinieblas de la muerte.
Y el Señor, buscando entre la multitud de los hombres a uno que realmente quisiera
ser operario suyo, dirige a todos esta invitación: ¿Hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad? Y, si tú, al oír esta invitación,
respondes: "Yo", entonces Dios te dice: "Si amas la vida
verdadera y eterna, guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad;
guárdate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella. Si así lo
hacéis, mis ojos estarán sobre
vosotros y mis oídos atentos a vuestras plegarias; y, antes de que me invoquéis,
os diré: Aquí estoy." ¿Qué hay para nosotros más dulce, hermanos muy
amados, que esta voz del Señor que nos invita? Ved cómo el Señor, con su amor
paternal, nos muestra el camino de la vida.
Ceñida, pues, nuestra cintura con la fe y la práctica de las buenas obras, avancemos
por sus caminos, tomando por guía el Evangelio, para que alcancemos a ver a
aquel que nos ha llamado a su reino. Porque, si queremos tener nuestra morada
en las estancias de su reino, hemos de tener presente que para llegar allí
hemos de caminar aprisa por el camino de las buenas obras.
Así como hay un celo malo, lleno de amargura, que separa de Dios y lleva al infierno,
así también hay un celo bueno, que separa de los vicios y lleva a Dios y a la
vida eterna. Éste es el celo que han de practicar con ferviente amor los
monjes, esto es: estimando a los demás más que a uno mismo; soporten con una
paciencia sin límites sus debilidades, tanto corporales como espirituales;
pongan todo su empeño en obedecerse los unos a los otros; procuren todos el bien
de los demás, antes que el suyo propio; pongan en práctica un sincero amor
fraterno; vivan siempre en el temor y amor de Dios; amen a su abad con una
caridad sincera y humilde; no antepongan nada absolutamente a Cristo, el cual
nos lleve a todos juntos a la vida eterna.
S. Gregorio Magno, Diálogos, lib.
2, prólogo; 3
R. El bienaventurado Benito, habiendo dejado su casa y sus
bienes familiares y queriendo agradar sólo a Dios, buscó la manera de llevar
una vida santa, * y habitó en la soledad, ante los ojos del Altísimo, que todo
lo ve.
V. Sabiamente indocto, se retiró, consciente de su ignorancia.
R. Y habitó en la soledad, ante los ojos del Altísimo, que todo
lo ve.
Lecturas
del SAN BENITO, Abad
Sábado, 11 de julio de 2020
Evangelio
Lectura del
santo evangelio según san Mateo 19,27-29:
27 Entonces Pedro, tomando la palabra,
le dijo: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué
recibiremos, pues?»
28 Jesús les dijo: «Yo os aseguro que
vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre
se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos,
para juzgar a las doce tribus de Israel.
29 Y todo aquel que haya dejado casas,
hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el
ciento por uno y heredará vida eterna.
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Hubo
un hombre, venerable por su vida, Benito, que, como ya su propio nombre lo
insinúa, fue bendecido por Dios con los dones de su gracia.
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Adoremos,
hermanos, a Cristo, el Dios santo, y, pidiéndole que nos enseñe a servirle con santidad
y justicia en su presencia todos nuestros días, aclamémosle diciendo:
Tú solo eres santo, Señor.
Señor Jesús, probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado, —
compadécete de nuestras debilidades.
Señor Jesús, que a todos nos llamas a la perfección del amor, — danos el
progresar por caminos de santidad.
Señor Jesús, que nos quieres sal de la tierra y luz del mundo, — ilumina
nuestras vidas con tu propia luz.
Señor Jesús, que viniste al mundo no para que te sirvieran, sino para servir, —
haz que sepamos servir con humildad a ti y a nuestros hermanos.
Señor Jesús, reflejo de la gloria del Padre e impronta de su ser, — haz que un
día podamos contemplar la claridad de tu gloria.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Oremos ahora al Padre, como nos enseñó el mismo Jesús: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Señor,
Dios nuestro, que hiciste del abad san Benito un esclarecido maestro en la
escuela del divino servicio, concédenos, por su intercesión, que, prefiriendo
tu amor a todas las cosas, avancemos por la senda de tus mandamientos con
libertad de corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.