Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina
mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y
devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia
de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
Laudes - LUNES XV SEMANA DEL TIEMPO
ORDINARIO 2020
El
siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas
para el lunes, 13 de julio de 2020.
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Entremos
a la presencia del Señor, dándole gracias.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: Entremos a la presencia del Señor, dándole
gracias
Laudes
Himno
Llenando el mundo, el sol abre
la mañana más y más.
La luz que transcurre ahora
aún más pura volverá.
Descansa el peso del mundo
en alada suavidad,
teje la santa armonía
del tiempo en la eternidad.
Vivir, vivir como siempre;
vivir en siempre, y amar,
traspasado por el tiempo,
las cosas en su verdad.
Una luz única fluye,
siempre esta luz fluirá
desde el aroma y el árbol
de la encendida bondad.
Todo en rotación diurna
descansa en su más allá,
espera, susurra, tiembla,
duerme y parece velar,
mientras el peso del mundo
tira del cuerpo y lo va
enterrando dulcemente
entre un después y un jamás.
Gloria al Padre omnipotente,
gloria al Hijo, que él nos da,
gloria al Espíritu Santo,
en tiempo y eternidad. Amén.
Salmodia
Antífona
1: Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
Salmo 83
Añoranza del templo
Aquí no
tenemos ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura. (Hb 13,14)
¡Qué
deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación:
cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de baluarte en baluarte
hasta ver a Dios en Sión.
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.
Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.
Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria;
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre
que confía en ti!
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Antífona
1: Dichosos los que viven en tu casa, Señor
Antífona
2: Venid, subamos al monte del Señor.
Is 2,2-5
El monte de la casa del Señor en la cima de los montes
Vendrán
todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento. (Ap 15,4)
Al final
de los días estará firme
el monte de la casa del Señor,
en la cima de los montes,
encumbrado sobre las montañas.
Hacia él confluirán los gentiles,
caminarán pueblos numerosos.
Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob:
él nos instruirá en sus caminos
y marcharemos por sus sendas;
porque de Sión saldrá la ley,
de Jerusalén, la palabra del Señor.»
Será el árbitro de las naciones,
el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob, ven,
caminemos a la luz del Señor.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Antífona
2: Venid, subamos al monte del Señor
Antífona
3: Cantad al Señor, bendecid su nombre.
Salmo 95
El Señor, rey y juez del mundo
Cantaban
un cántico nuevo delante del trono, en presencia del Cordero. (cf. Ap 14,3)
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá
él gobierna a los pueblos rectamente.»
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Antífona
3: Cantad al Señor, bendecid su nombre
Lectura Breve
(St
2,12-13)
Hablad y
actuad como quienes van a ser juzgados por una ley de libertad, porque el juicio
será sin misericordia para el que no practicó la misericordia. La misericordia
se ríe del juicio.
Responsorio Breve
R. Bendito
sea el Señor * Ahora y por siempre. Bendito.
V. El único que hace maravillas. * Ahora y por siempre. Gloria
al Padre. Bendito.
Primera Lectura
Del libro de Job 2, 1-13
JOB, CUBIERTO DE ÚLCERAS, ES VISITADO POR UNOS AMIGOS
Un día fueron los ángeles y se presentaron al Señor. Entre ellos
llegó también Satanás. El Señor le preguntó: «¿De dónde vienes?» Él respondió:
«De dar vueltas por la tierra.» El Señor le dijo: «¿Te has fijado en mi siervo
Job? En la tierra no hay otro como él; es un hombre justo y honrado que teme a
Dios y se aparta del mal. Aunque tú me has incitado contra él para que lo
aniquile sin motivo, él todavía anda en su honradez.» Satanás respondió: «"¡Piel
por piel!" Por salvar la vida el hombre lo deja todo. Pero extiende la
mano sobre él, hiérelo en su carne y en sus huesos, y apuesto a que te maldice
en tu cara.» El Señor le dijo: «Haz lo que quieras con él, pero respétale la
vida.»
Y Satanás se marchó e hirió a Job con llagas malignas desde la planta del pie
hasta la coronilla de la cabeza. Job cogió una tejuela para rasparse con ella,
sentado en tierra, entre la basura. Su mujer le dijo: «¿Todavía persistes en tu
honradez? Maldice a Dios y muérete.» Él le contestó: «Hablas como una necia. Si
aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?» A pesar de todo,
Job no pecó con sus labios.
Tres amigos suyos -Elifaz de Temán, Bildad de Suj y Sofar de Naamat-, al
enterarse de la desgracia que había sufrido, salieron de su lugar y se
reunieron para ir a compartir su pena y consolarlo.
Cuando lo vieron a distancia, no lo reconocían, y rompieron a llorar. Se rasgaron
el manto, echaron polvo sobre su cabeza y hacia el cielo, y se quedaron con él,
sentados en el suelo, siete días con sus noches, sin decirle una palabra,
porque veían lo profundo de su dolor.
Responsorio Sal 37, 2. 3. 4. 12
R. Señor, no me corrijas con ira, tus flechas se me han
clavado. * No hay parte ilesa en mi carne a causa de tu furor.
V. Mis amigos y compañeros se alejan de mí.
R. No hay parte ilesa en mi carne a causa de tu furor.
Segunda Lectura
Del tratado de san Ambrosio, obispo, sobre los misterios
(Núms. 8-11: SC 25 bis, 158-160)
RENACEMOS DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU SANTO
¿Qué es lo que viste en el bautisterio? Agua, desde luego, pero no
sólo agua; viste también a los diáconos ejerciendo su ministerio, al obispo haciendo
las preguntas de ritual y santificando. El Apóstol te enseñó, lo primero de
todo, que no hemos de fijarnos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; lo que
se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno.
Pues, como leemos en otro lugar, desde la creación del mundo, las perfecciones
invisibles de Dios, su poder eterno y su divinidad son visibles por sus obras.
Por esto, dice el Señor en persona: Aunque no me creáis a mí, creed a las obras.
Cree, pues, que está allí presente la divinidad. ¿Vas a creer en su actuación y
no en su presencia? ¿De dónde vendría esta actuación sin su previa presencia? Considera
también cuán antiguo sea este misterio, pues fue prefigurado en el mismo origen
del mundo. Ya en el principio, cuando hizo Dios el cielo y la tierra, el
espíritu leemos- se cernía sobre la faz de las aguas. Y si se cernía es porque
obraba. El salmista nos da a conocer esta actuación del espíritu en la creación
del mundo, cuando dice: La palabra del Señor hizo el cielo; el espíritu de su
boca, sus ejércitos. Ambas cosas, esto es, que se cernía y que actuaba, son
atestiguadas por la palabra profética. Que se cernía, lo afirma el autor del
Génesis; que actuaba, el salmista. Tenemos aún otro testimonio. Toda carne se
había corrompido por sus iniquidades. Mi espíritu no durará por siempre en el
hombre -dijo Dios-, puesto que es de carne. Con las cuales palabras demostró
que la gracia espiritual era incompatible con la inmundicia carnal y la mancha
del pecado grave. Por esto, queriendo Dios reparar su obra, envió el diluvio y mandó
al justo Noé que subiera al arca. Cuando menguaron las aguas del diluvio, soltó
primero un cuervo, el cual no volvió, y después una paloma que, según leemos,
volvió con una rama de olivo. Ves cómo se menciona el agua, el leño, la paloma,
¿y aún dudas del misterio? En el agua es sumergida nuestra carne, para que
quede borrado todo pecado carnal. En ella quedan sepultadas todas nuestras
malas acciones. En un leño fue clavado el Señor Jesús, cuando sufrió por
nosotros su pasión. En forma de paloma descendió el Espíritu Santo, como has
aprendido en el nuevo Testamento, el cual inspira en tu alma la paz, en tu
mente la calma.
Responsorio Is 44, 3. 4; Jn 4, 14
R. Derramaré agua abundante sobre el suelo y torrentes en la
tierra seca. * Derramaré mi Espíritu y crecerán como álamos junto a las
corrientes de agua.
V. El agua que yo le dé se convertirá en manantial, cuyas aguas
brotan para comunicar vida eterna.
R. Derramaré mi Espíritu y crecerán como álamos junto a las
corrientes de agua.
Lunes, 13 de julio de 2020
Evangelio
Lectura del
santo evangelio según san Mateo (10,34–11,1):
34 «No penséis que he venido a traer
paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada.
35 Sí, he venido a enfrentar al hombre con
su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra;
36 y enemigos de cada cual serán los que
conviven con él.
37 «El que ama a su padre o a su madre más
que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no
es digno de mí.
38 El que no toma su cruz y me sigue detrás
no es digno de mí.
39 El que encuentre su vida, la perderá; y
el que pierda su vida por mí, la encontrará.
40 «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe,
y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado.
41 «Quien reciba a un profeta por ser
profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser
justo, recompensa de justo recibirá.
42 «Y todo aquel que dé de beber tan sólo un
vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que
no perderá su recompensa.»
1 Y sucedió que, cuando acabó Jesús de dar
instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en
sus ciudades
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Bendito
sea el Señor, Dios nuestro.
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Invoquemos
a Dios, que puso en el mundo a los hombres para que trabajasen concordes para
su gloria, y pidamos con insistencia:
'Haz que te glorifiquemos, Señor'.
Te bendecimos, Señor, creador del universo, —porque has conservado nuestra vida
hasta el día de hoy.
Míranos benigno, Señor, ahora que vamos a comenzar nuestra labor cotidiana; —haz
que, obrando conforme a tu voluntad, cooperemos en tu obra.
Que nuestro trabajo de hoy sea provechoso para nuestros hermanos, —y así todos
juntos edifiquemos un mundo grato a tus ojos.
A nosotros y a todos los que hoy entrarán en contacto con nosotros, —concédenos
el gozo y la paz.
Llenos de alegría por nuestra condición de hijos de Dios, digamos
confiadamente: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Señor
Dios, rey de cielos y tierra, dirige y santifica en este día nuestros cuerpos y
nuestros corazones, nuestros sentidos, palabras y acciones, según tu ley y tus
mandatos; para que, con tu auxilio, alcancemos la salvación ahora y por
siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.