Musica Para el Alma

martes, 30 de junio de 2020

LAS LAUDES DEL MIÉRCOLES 1 DE JULIO ORACIONES PARA INICIAR EL DIA


Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

 

Laudes - MIÉRCOLES XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2020

El siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de las horas para el miércoles 1 de julio de 2020.

Invitatorio

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

 

Antifona: Adoremos al Señor, creador nuestro.

Salmo 94

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.



Antifona: Adoremos al Señor, creador nuestro

 

Laudes

Himno

Buenos días, Señor, a ti el primero encuentra la mirada
del corazón, apenas nace el día:
tú eres la luz y el sol de mi jornada.
Buenos días, Señor, contigo quiero andar por la vereda:
tú, mi camino, mi verdad, mi vida;
tú, la esperanza firme que me queda.
Buenos días, Señor, a ti te busco, levanto a ti las manos
y el corazón, al despertar la aurora
quiero encontrarte siempre en mis hermanos
Buenos días, Señor resucitado, que traes la alegría
al corazón que va por tus caminos,
¡vencedor de tu muerte y de la mía!
Gloria al Padre de todos, gloria al Hijo, y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos te alabe nuestro canto. Amén.

 

Salmodia

Ant. 1. Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.

Salmo 35

 

El malvado escucha en su interior un oráculo del pecado:
"No tengo miedo a Dios, ni en su presencia."
Porque se hace la ilusión de que su culpa no será descubierta ni aborrecida.
Las palabras de su boca son maldad y traición,
renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen,
se obstina en el mal camino, no rechaza la maldad.

Señor, tu misericordia llega hasta el cielo, tu fidelidad hasta las nubes,
tu justicia hasta las altas cordilleras;
tus sentencias son como el océano inmenso.
Tu socorres a los hombres y animales;
¡que inapreciable es tu misericordia, oh Dios!;
los humanos se acogen a las sombras de tus alas.

Se nutren de lo sabroso de tu casa,
les das de beber del torrente de tus delicias,
porque en ti está la fuente de la vida y tu luz nos hace ver la luz.

Prolongas tu misericordia con los que te reconocen,
tu justicia con los rectos de corazón;
que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me eche afuera la mano del malvado.
Han fracasado los malhechores; derribados, no se puede levantar.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. 1. Tu luz, Señor, nos hace ver la luz

 

Ant. 2. Señor, tú eres grande tu fuerza es invencibles.

Cántico
Jdt. 16, 2-3. 15 -19

 

¡Alabad al Señor con tambores, elevad cantos al Señor con cítaras,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza,
¡ensalzad e invocad su nombre!
porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras,
su nombre es el Señor.

Cantaré a mi Dios un cántico nuevo:
Señor tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.
Que te sirva toda la creación, porque tú lo mandaste y existió;
enviaste tu aliento y la construiste, nada puede resistir a tu voz.

Sacudirán las olas los cimientos de los montes,
las peñas en tus presencias se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. 2. Señor, tú eres grande, tu fuerza esa invencible

 

Ant. 3. Aclamad a Dios con gritos de júbilo.

Salmo 46

 

Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilos;
porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra.
Él nos somete los pueblos y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió como heredad suya: gloria a Jacob, su amado.

Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro rey, tocad.
Porque Dios es el rey del mundo: tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado.
Los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abraham;
porque de Dios son los grandes de la tierra, y él es excelso.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. 3. Aclamad a Dios con gritos de júbilos.

 

LECTURA BREVE
(Tb. 4,16-17. 19-20)

No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan. Da de tu pan al hambriento y da tus vestidos al desnudo. Busca el consejo de los prudentes. Bendice al Señor en toda circunstancia, pídele que sean rectos todos tus caminos y que lleguen a buen fin todas tus sendas y proyectos.

 

RESPONSORIO BREVE

V. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
R. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
V. Dame vida con tus palabras.
R. Mi corazón a tus preceptos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.

 

Primera Lectura

Del libro del profeta Nehemías 9, 1-2.5-21

LITURGIA PENITENCIAL. ORACIÓN DE LOS LEVITAS

El día veinticuatro del séptimo mes, se congregaron los israelitas para ayunar, vestidos de saco y la cabeza cubierta de polvo. La raza de Israel se separó de todos los extranjeros y, puestos en pie, confesaron sus pecados y las culpas de sus padres.
Los levitas Josué, Cadmiel, Baní, Jasabneías, Serebías, Hodiyías, Sebanías y Petajías dijeron: «Levantaos, bendecid al Señor, nuestro Dios.
Bendito seas, Señor, Dios nuestro, ¡de eternidad en eternidad! ¡Y sea bendito el nombre de tu gloria que supera toda bendición y alabanza! ¡Tú, Señor, ¡tú el único! Tú hiciste los cielos, el cielo de los cielos y toda su mesnada, la tierra y todo cuanto abarca, los mares y todo cuanto encierran. Todo esto tú lo animas, y la mesnada de los cielos ante ti se prosterna.
Tú, Señor, eres el Dios que elegiste a Abram, lo sacaste de Ur de Caldea y le diste el nombre de Abraham. Hallaste su corazón fiel ante ti, con él hiciste alianza, para darle el país del cananeo, del hitita y del amorreo, del ferezeo, del jebuseo y del guirgaseo, a él y
a su posteridad. Y has mantenido tu palabra, porque eres justo.
Tú viste la aflicción de nuestros padres en Egipto, y escuchaste su clamor, junto al mar Rojo. Contra el Faraón obraste señales y prodigios, contra sus siervos y todo el pueblo de su país; pues supiste que eran altivos con ellos. ¡Te hiciste un nombre hasta el día de hoy! Tú hendiste el mar ante ellos: por medio del mar pasaron a pie enjuto. Hundiste en los abismos a sus perseguidores, como una piedra en aguas poderosas. Con columna de nube
los guiaste de día, con columna de fuego por la noche, para alumbrar ante ellos el camino por donde habían de marchar.
Bajaste sobre el monte Sinaí, y del cielo les hablaste; les diste normas justas, leyes verdaderas, preceptos y mandamientos excelentes; les diste a conocer tu santo sábado; les ordenaste mandamientos, preceptos y ley por mano de Moisés, tu siervo. Del cielo les mandaste el pan para su hambre, para su sed hiciste brotar el agua de la roca. Y les mandaste ir a apoderarse de la tierra que tú juraste darles mano en alto. Altivos se volvieron nuestros padres, su cerviz endurecieron y desoyeron tus mandatos. No quisieron
oír, no recordaron los prodigios que con ellos hiciste; endurecieron la cerviz y se obstinaron en volver a Egipto y a su servidumbre. Pero tú eres el Dios de los perdones, clemente y entrañable, tardo a la cólera y rico en bondad. ¡No los desamparaste! Nisiquiera cuando se fabricaron un becerro de metal fundido y exclamaron: “¡Éste es tu dios, que te sacó de Egipto!” Grandes desprecios te hicieron.
Tú, en tu inmensa ternura, no los abandonaste en el desierto: la columna de nube no se apartó de ellos, para guiarlos de día por la ruta; ni la columna de fuego por la noche, para alumbrar ante ellos el camino que habían de marchar. Tu espíritu bueno les diste para instruirlos, el maná no retiraste de su boca, y para su sed les diste agua cuarenta años, los sustentaste en el desierto, y nada les faltó; ni sus vestidos se gastaron, ni se hincharon su pies.»

 

Responsorio Ne 9, 9. 11. 12. 20; 1 Co 10, 1. 2

R. Viste, Señor, la aflicción de nuestros padres en Egipto; tú bendijiste el mar ante ellos, con columna de nube los guiaste de día, con columna de fuego por la noche. * Tu espíritu bueno les diste para instruirlos.
V. Todos atravesaron el mar y todos quedaron bautizados por la nube y el mar.
R. Tu espíritu bueno les diste para instruirlos.

 

Segunda Lectura

Del libro de santa Teresa de Ávila, virgen y doctora de la Iglesia, Camino de perfección
(Cap. 51: BAC 120, 221-224)

VENGA A NOSOTROS TU REINO

 

¿Quién hay -por desastrado que sea-que cuando pide a una persona de prestigio no lleva pensado cómo lo ha de pedir para contentarle y no serle desabrido, y qué le ha de pedir, y para qué ha menester lo que le ha de dar, en especial si pide cosa señalada, como nos enseña que pidamos nuestro buen Jesús? Cosa me parece para notar mucho. ¿No hubierais podido, Señor mío, concluir con una palabra y decir: "Dadnos, Padre, lo que nos
conviene"? Pues, a quien tan bien entiende todo, no parece era menester más. ¡Oh sabiduría de los ángeles! Para vos y vuestro Padre esto bastaba (que así le pedisteis en el huerto: mostrasteis vuestra voluntad y temor, más lo dejaste en la suya): más nos conocéis a nosotros, Señor mío, que no estamos tan rendidos como lo estabais vos a la voluntad de vuestro Padre, y que era menester pedir cosas señaladas para que nos detuviésemos un poco en mirar siquiera si nos está bien lo que pedimos, y si no, que no lo pidamos. Porque, según somos, si no nos dan lo que queremos -con este libre albedrío que tenemos-, no admitiremos lo que el Señor nos diere, porque, aunque sea lo mejor, como no veamos luego el dinero en la mano, nunca nos pensamos ver ricos.
Pues dice el buen Jesús: Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino. Ahora mirad qué sabiduría tan grande de nuestro Maestro. Considero yo aquí, y es bien que entendamos, qué pedimos en este reino. Mas como vio su majestad que no podíamos
santificar, ni alabar, ni engrandecer, ni glorificar, ni ensalzar este nombre santo del Padre eterno -conforme a lo poquito que podemos nosotros-, de manera que se hiciese como es razón, si no nos proveía su majestad con darnos acá su reino, y así lo puso el buen Jesús lo uno junto a lo otro. Porque entendáis esto que pedimos, y lo que nos importa pedirlo y hacer cuanto pudiéramos para contentar a quien nos lo ha de dar, quiero decir aquí lo que
yo entiendo. El gran bien que hay en el reino del cielo -con otros muchos-es ya no tener cuenta con cosas de la tierra: un sosiego y gloria en sí mismos, un alegrarse todos, una paz perpetua, una satisfacción grande en sí mismos que les viene de ver que todos santifican y alaban al Señor y bendicen su nombre, y no le ofende nadie, todos le aman, y la misma alma no entiende en otra cosa sino en amarle, ni puede dejarle de amar, porque le conoce. Y así le
amaríamos acá: aunque no en esta perfección y en un ser, mas muy de otra manera le amaríamos si le conociésemos.

 

Responsorio

R. El que sabe dar buenos dones a sus hijos nos impulsa a pedir y a buscar. * Recibiremos con más abundancia, si creemos con más confianza, y esperamos con más firmeza, y deseamos con más ardor.
V. Con frecuencia la oración se expresa mejor con gemidos que con palabras, más con el llanto que con los labios.
R. Recibiremos con más abundancia, si creemos con más confianza, y esperamos con más firmeza, y deseamos con más ardor.

 

Miércoles, 1 de julio de 2020

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,28-34):

   28 Al llegar a la otra orilla, a la región de los gerasenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino.

   29 Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?»

   30 Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo.

   31 Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos.»

   32 El les dijo: «Id.» Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas.

   33 Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados.

   34 Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término.

 

Palabra de Dios

 

 

Canto Evangélico

Antifona: Ten misericordia de nosotros, Señor, y recuerda tu santa alianza.

Benedictus Lc 1, 68-79

El Mesías y su precursor

 

+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antifona: Ten misericordia de nosotros, Señor, y recuerda tu santa alianza

 

Preces

Demos gracias a Cristo con alabanzas continuas, porque no se desdeña de llamar hermanos a los que santifica con su gracia. Por tanto, supliquémosle:


'Santifica a tus hermanos, Señor'.

Concédenos, Señor, que con el corazón puro consagremos el principio de este día en honor de tu resurrección, —y que santifiquemos el día entero con trabajos que sean de tu agrado.

Tú que, para que aumente nuestra alegría y se afiance nuestra salvación, nos das este nuevo día, signo de tu amor, —renuévanos hoy y siempre para gloria de tu nombre.

Haz que sepamos descubrirte a ti en todos nuestros hermanos, —sobre todo en los que sufren y en los pobres.

Haz que durante este día estemos en paz con todo el mundo, —y a nadie devolvamos mal por mal.

Tal como nos enseñó el Señor, terminemos nuestra oración, diciendo: Padre nuestro.

 

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

 

Oración

Oremos:

Señor, Dios salvador nuestro, danos tu ayuda, para que siempre deseemos las obras de la luz y realicemos la verdad: así los que de ti hemos nacido como hijos de la luz seremos tus testigos ante los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

 

Amén.

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.