Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO DE LA SEMANA XI
De la Feria. Salterio III
14 de junio
DOMINGO DE LA SEMANA XI
De la Feria. Salterio III
14 de junio
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Himno: LAS SOMBRAS OSCURAS HUYEN.
Las sombras oscuras huyen,
ya va pasando la noche;
y el sol, con su luz de fuego,
nos disipa los temores.
Ya se apagan las estrellas
y se han encendido soles;
el rocío cae de los cielos
en el cáliz de las flores.
Las criaturas van vistiendo
sus galas y sus colores,
porque al nacer nuevo día
hacen nuevas las canciones.
¡Lucero, Cristo, del alba,
que paces entre esplendores,
apacienta nuestras vidas
ya sin sombras y sin noches!
¡Hermoso Cristo, el Cordero,
entre collados y montes! Amén.
SALMODIA
Ant 1. El Señor es admirable en el cielo. Aleluya.
Salmo 92 - GLORIA DEL DIOS CREADOR
El Señor reina vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder:
así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
Levantan los ríos, Señor,
levantan los ríos su voz,
levantan los ríos su fragor;
pero más que la voz de aguas caudalosas,
más potente que el oleaje del mar,
más potente en el cielo es el Señor.
Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es admirable en el cielo. Aleluya.
Ant 2. Tú, Señor, eres alabado y ensalzado por los siglos. Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. Tú, Señor, eres alabado y ensalzado por los siglos. Aleluya.
Ant 3. Alabad al Señor en el cielo. Aleluya.
Salmo 148 - ALABANZA DEL DIOS CREADOR
Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo todos sus ángeles,
alabadlo todos sus ejércitos.
Alabadlo, sol y luna;
alabadlo, estrellas lucientes.
Alabadlo, espacios celestes,
y aguas que cuelgan en el cielo.
Alaben el nombre del Señor,
porque él lo mandó, y existieron.
Les dio consistencia perpetua
y una ley que no pasará.
Alabad al Señor en la tierra,
cetáceos y abismos del mar.
Rayos, granizo, nieve y bruma,
viento huracanado que cumple sus órdenes.
Montes y todas las sierras,
árboles frutales y cedros.
Fieras y animales domésticos,
reptiles y pájaros que vuelan.
Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo.
Los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños.
Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra;
él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alabad al Señor en el cielo. Aleluya.
LECTURA BREVE Ez 37, 12b-14
Así dice el Señor. «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que yo soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis, os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor.
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
Lectura
Del libro del profeta
Isaías 44, 21-45, 3
EL REY CIRO SALVADOR DE ISRAEL
Así dice el
Señor:
«Acuérdate
de esto Jacob; de que eres mi siervo, Israel. Yo te formé, siervo mío eres,
Israel, no te olvidaré. He disipado como niebla tus rebeliones, como nube tus
pecados: vuelve a mí, que yo soy tu redentor.»
Aclamad,
cielos, porque el Señor ha actuado; vitoread, simas de la tierra; romped en
aclamaciones, montañas, y tú, bosque, con todos tus árboles; porque el Señor ha
redimido a Jacob y se gloría de Israel.
Así dice el
Señor, tu redentor, que te formó en el vientre:
«Yo soy el
Señor, creador de todo; yo solo extendí el cielo, yo afiancé la tierra. ¿Y
quién me ayudaba? Yo soy el que frustra los presagios de los magos y muestra la
necedad de los agoreros; el que echa atrás a los sabios y muestra que su saber
es ignorancia; pero realiza la palabra de sus siervos, cumple el proyecto de
sus mensajeros; el que dice de Jerusalén: "Será habitada", y de las
ciudades de Judá: "Serán reconstruidas", y levantaré sus ruinas; el
que dice al océano: "Aridece; secaré tus corrientes"; el que dice a
Ciro: "Tú eres mi pastor y cumplirás toda mi voluntad." El que dice
de Jerusalén: "Será reconstruida"; y del templo: "Será
cimentado."»
Así dice el
Señor a su ungido, Ciro, a quien lleva de la mano:
«Doblegaré
ante él las naciones, desceñiré las cinturas de los reyes, abriré ante él las
puertas, los batientes no se le cerrarán. Yo iré delante de ti, allanándote los
cerros; haré trizas las puertas de bronce, arrancaré los cerrojos de hierro, te
daré los tesoros ocultos, los caudales escondidos. Así sabrás que yo soy el
Señor, que te llamo por tu nombre, el Dios de Israel.»
Responsorio Is
44, 23
R. Aclamad, cielos,
vitoread, simas de la tierra, * porque el Señor ha actuado.
V. El Señor ha reunido a
Jacob y se gloría de Israel.
R. Porque el Señor ha
actuado.
Lectura Patrística
Del Tratado de san
Cipriano, obispo y mártir, Sobre la oración del Señor
(Cap. 4-6: CSEL 3,
268-270)
LA ORACIÓN HA DE SALIR DE UN
CORAZÓN HUMILDE
Las palabras
del que ora han de ser mesuradas y llenas de sosiego y respeto. Pensemos que
estamos en la presencia de Dios. Debemos agradar a Dios con la actitud corporal
y con la moderación de nuestra voz. Porque así como es propio del falto de
educación hablar a gritos, así, por el contrario, es propio del hombre
respetuoso orar con un tono de voz moderado. El Señor, cuando nos adoctrina
acerca de la oración, nos manda hacerla en secreto, en lugares escondidos y
apartados, en nuestro mismo aposento, lo cual concuerda con nuestra fe, cuando
nos enseña que Dios está presente en todas partes, que nos oye y nos ve a todos
y que, con la plenitud de su majestad, penetra incluso los lugares más ocultos,
tal como está escrito: ¿Soy yo Dios sólo de cerca, y no soy Dios también de
lejos? Si alguno se esconde en su escondrijo, ¿acaso no lo veo yo? ¿Acaso no
lleno yo el cielo y la tierra? Y también: En todo lugar los ojos de Dios
observan a malos y buenos.
Y, cuando
nos reunimos con los hermanos para celebrar los sagrados misterios, presididos
por el sacerdote de Dios, no debemos olvidar este respeto y moderación ni
ponernos a ventilar continuamente sin ton ni son nuestras peticiones,
deshaciéndonos en un torrente de palabras, sino encomendarlas humildemente a
Dios, ya que él escucha no las palabras, sino el corazón, ni hay que convencer
a gritos a aquel que penetra nuestros pensamientos, como lo demuestran aquellas
palabras suyas: ¿Por qué pensáis tan mal? Y en otro lugar: Así conocerán todas
las Iglesias que yo soy quien escudriña las entrañas y los corazones.
De este modo
oraba Ana, como leemos en el primer libro de Samuel, ya que ella no rogaba a
Dios a gritos, sino de un modo silencioso y respetuoso, en lo escondido de su
corazón. Su oración era oculta, pero manifiesta su fe; hablaba no con la boca,
sino con el corazón, porque sabía que así el Señor la escuchaba, y, de este
modo, consiguió lo que pedía, porque lo pedía con fe. Esto nos recuerda la
Escritura, cuando dice: Hablaba interiormente, y no se oía su voz aunque movía
los labios, y el Señor la escuchó. Leemos también en los salmos: Reflexionad en
el silencio de vuestro lecho. Lo mismo nos sugiere y enseña el Espíritu Santo
por boca de Jeremías, con aquellas palabras: Hay que adorarte en lo interior,
Señor.
El que ora,
hermanos muy amados, no debe ignorar cómo oraron el fariseo y el publicano en
el templo. Este último, sin atreverse a levantar sus ojos al cielo, sin osar
levantar sus manos, tanta era su humildad, se daba golpes de pecho y confesaba
los pecados ocultos en su interior, implorando el auxilio de la divina
misericordia, mientras que el fariseo oraba satisfecho de sí mismo; y fue
justificado el publicano, porque, al orar, no puso la esperanza de la salvación
en la convicción de su propia inocencia, ya que nadie es inocente, sino que oró
confesando humildemente sus pecados, y aquel que perdona a los humildes escuchó
su oración.
Responsorio S.
Benito, Regla, 19, 6-7; 2, 3
R. Pensemos cómo debemos
conducirnos en la presencia de Dios y de sus ángeles, * y, que al entonar
nuestros salmos de alabanza, nuestra mente concuerde con nuestra voz.
V. Para ser escuchados no
hace falta la abundancia de palabras, sino un sincero arrepentimiento y pureza
de corazón.
R. Y, que al entonar
nuestros salmos de alabanza, nuestra mente concuerde con nuestra voz.
EVANGELIO
Domingo
11 de junio 2020
36 Y al ver a la muchedumbre, sintió
compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen
pastor.
37 Entonces dice a sus discípulos: «La mies
es mucha y los obreros pocos.
38 Rogad, pues, al Dueño de la mies que
envíe obreros a su mies.»
1 Y llamando a sus doce discípulos, les dio
poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda
enfermedad y toda dolencia.
2 Los nombres de los doce Apóstoles son
éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de
Zebedeo y su hermano Juan;
3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el
publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo;
4 Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el
mismo que le entregó.
5 A estos doce envió Jesús, después de
darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad
de samaritanos;
6 dirigíos más bien a las ovejas perdidas de
la casa de Israel.
7 Id proclamando que el Reino de los Cielos
está cerca.
8 Curad enfermos, resucitad muertos,
purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis
Palabra
del Señor.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Señor, envía más trabajadores a tu mies»
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Señor, envía más trabajadores a tu mies »
PRECES
Invoquemos a Dios Padre que envió al Espíritu Santo, para que con su luz santísima penetrara las almas de sus fieles, y digámosle:
Ilumina, Señor, a tu pueblo.
Te bendecimos, Señor, luz nuestra,
porque a gloria de tu nombre nos has hecho llegar a este nuevo día.
Tú que por la resurrección de tu Hijo quisiste iluminar el mundo,
haz que tu Iglesia difunda entre todos los hombres la alegría pascual.
Tú que por el Espíritu de la verdad adoctrinaste a los discípulos de tu Hijo,
envía este mismo Espíritu a tu Iglesia para que permanezca siempre fiel a ti.
Tú que eres luz para todos los hombres, acuérdate de los que viven aún en las tinieblas
y abre los ojos de su mente para que te reconozcan a ti, único Dios verdadero.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por esto nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACION
Oh Dios, fuerza de los que en ti esperan, escucha nuestra suplica y, puesto que el hombre es frágil y sin ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia, para observar tus mandamientos y agradarte con nuestros deseos y acciones. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.