Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina
mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y
devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia
de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
Lunes 1
de junio: Año litúrgico 2019 ~ 2020
Tiempo
Ordinario ~ Ciclo A ~ Año Par
Santa
María, Madre de la Iglesia, memoria obligatoria
Común
de Santa María Virgen
Salterio:
lunes de la primera semana
Memoria de la bienaventurada
Virgen María, madre de la Iglesia, a quien Cristo encomendó sus discípulos para
que, perseverando en la oración al Espíritu Santo, cooperaran en el anuncio del
Evangelio.
Inicio
Si Oficio
de Lecturas es la primera oración del día se reza el Invitatorio
†
(Se
hace la señal de la cruz sobre los labios mientras se dice:)
V/. -Señor, Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo
94: Invitación a la alabanza divina
Ant: Venid, adoremos a Cristo,
hijo de María Virgen.
o bien: Aclamemos al Señor
en esta fiesta de María Virgen.
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
-se repite la antífona
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite la antífona
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
-se repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la antífona
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
-se repite la antífona
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite la antífona
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
-se repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la antífona
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Venid, adoremos a Cristo,
hijo de María Virgen.
o bien: Aclamemos al Señor
en esta fiesta de María Virgen.
Himno
Quién
podrá tanto alabarte
según es tu merecer;
quién sabrá también loarte
que no le falte saber;
pues que para nos valer
tanto vales,
da remedio a nuestros males.
¡Oh Madre de Dios y hombre!
¡Oh concierto de concordia!
Tú que tienes por renombre
Madre de misericordia;
pues para quitar discordia
tanto vales,
da remedio a nuestros males.
Tú que estabas ya criada
cuando el mundo se crió;
tú que estabas muy guardada
para quien de ti nació;
pues por ti nos conoció,
si nos vales,
fenecerán nuestros males.
Tú que eres flor de las flores,
tú que del cielo eres puerta,
tú que eres olor de olores,
tú que das gloria muy cierta;
si de la muerte muy muerta
no nos vales,
no hay remedio a nuestros males. Amén.
según es tu merecer;
quién sabrá también loarte
que no le falte saber;
pues que para nos valer
tanto vales,
da remedio a nuestros males.
¡Oh Madre de Dios y hombre!
¡Oh concierto de concordia!
Tú que tienes por renombre
Madre de misericordia;
pues para quitar discordia
tanto vales,
da remedio a nuestros males.
Tú que estabas ya criada
cuando el mundo se crió;
tú que estabas muy guardada
para quien de ti nació;
pues por ti nos conoció,
si nos vales,
fenecerán nuestros males.
Tú que eres flor de las flores,
tú que del cielo eres puerta,
tú que eres olor de olores,
tú que das gloria muy cierta;
si de la muerte muy muerta
no nos vales,
no hay remedio a nuestros males. Amén.
Salmodia
Salmo
5,2-10.12-13: Oración de la mañana de un justo perseguido
Ant: A ti te suplico, Señor; por
la mañana escucharás mi voz.
Señor,
escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.
A ti te suplico, Señor;
por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.
Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.
Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.
Señor, guíame con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.
En su boca no hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.
Que se alegren los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.
Porque tú, Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
atiende a mis gemidos,
haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.
A ti te suplico, Señor;
por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.
Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.
Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.
Señor, guíame con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.
En su boca no hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.
Que se alegren los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.
Porque tú, Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: A ti te suplico, Señor; por
la mañana escucharás mi voz.
1Cro
29,10-13: Solo a Dios honor y gloria
Ant: Alabamos, Dios nuestro, tu
nombre glorioso.
Bendito
eres, Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,
tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria,
tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
Por eso, Dios nuestro,
nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,
tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria,
tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
Por eso, Dios nuestro,
nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant: Alabamos, Dios nuestro, tu
nombre glorioso.
Salmo
28: Manifestación de Dios en la tempestad
Ant: Postraos ante el Señor en el
atrio sagrado.
Hijos
de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
la voz del Señor descuaja los cedros,
el Señor descuaja los cedros del Líbano.
Hace brincar al Líbano como a un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.
La voz del Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo,
El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del Señor sobre las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica,
la voz del Señor descuaja los cedros,
el Señor descuaja los cedros del Líbano.
Hace brincar al Líbano como a un novillo,
al Sarión como a una cría de búfalo.
La voz del Señor lanza llamas de fuego,
la voz del Señor sacude el desierto,
el Señor sacude el desierto de Cadés.
La voz del Señor retuerce los robles,
el Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor da fuerza a su pueblo,
El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Postraos ante el Señor en el
atrio sagrado.
Lectura
Bíblica
Is
61,10 (cfr.)
Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi
Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de
triunfo, como novia que se adorna con sus joyas.
V/. El Señor la eligió y la predestinó.
R/. El Señor la eligió y la predestinó.
V/. La hizo morar en su templo santo.
R/. Y la predestinó.
V/. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. El Señor la eligió y la predestinó.
Lectura
Bíblica
V/. Enséñame a cumplir tu voluntad, Señor.
R/. Y a guardarla de todo corazón.
Job
lamenta su desgracia
Jb
29,1-10; 30,1.9-23
Job volvió a entonar sus versos, diciendo:
¡Quién me diera volver a los viejos días, cuando
Dios velaba sobre mí, cuando su lámpara brillaba encima de mi cabeza y a su luz
cruzaba las tinieblas! ¡Aquellos días de mi otoño, cuando Dios era un íntimo en
mi tienda, el Todopoderoso estaba conmigo y me rodeaban mis hijos! Lavaba mis
pies en leche, y la roca me daba ríos de aceite.
Cuando salía a la puerta de la ciudad y tomaba
asiento en la plaza, los jóvenes, al verme, se escondían, los ancianos se
levantaban y se quedaban en pie, los jefes se abstenían de hablar, tapándose la
boca con la mano, enmudecía la voz de los notables y se les pegaba la lengua al
paladar.
Ahora, en cambio, se burlan de mí muchachos más
jóvenes que yo, a cuyos padres habría rehusado dejar con los perros de mi
rebaño. Ahora, en cambio, me sacan coplas, soy el tema de sus burlas, me
aborrecen, se distancian de mí y aun se atreven a escupirme a la cara. Dios ha
soltado la cuerda de mi arco, y, desenfrenados contra mí, me humillan. A mi
derecha se levanta una canalla que prepara el camino a mi exterminio; deshacen
mi sendero, trabajan en mi ruina y nadie los detiene; irrumpen por una ancha
brecha al asalto, en medio del estruendo.
Se vuelven contra mí los terrores, se disipa como
el aire mi dignidad y pasa como nube mi ventura. Ahora desahogaré mi alma: Me
amenaza de día la aflicción; la noche me taladra hasta los huesos, pues no
duermen las llagas que me roen. Él me agarra con violencia por la ropa, me sujeta
por el cuello de la túnica, me arroja en el fango, y me confundo con el barro y
la ceniza.
Te pido auxilio, y no me haces caso; espero en
ti, y me clavas la mirada. Te has vuelto mi verdugo y me atacas con tu brazo
musculoso. Me levantas en vilo, me paseas, y me sacudes en el huracán. Ya sé
que me devuelves a la muerte, donde se dan cita todos los vivientes.»
R/. La noche me taladra hasta
los huesos, pues no duermen las llagas que me roen. Me arroja en el fango, y me
confundo con el barro y la ceniza.
V/. Déjame, Señor, que mis días
son un soplo.
R/. Me arroja en el fango, y me
confundo con el barro y la ceniza.
María,
Madre de la Iglesia
San Pablo VI, papa
San Pablo VI, papa
De la
alocución en la clausura de la III sesión del Concilio Vaticano II (21 de
noviembre de 1964: AAS 56 [1964], 1015-1016)
La reflexión sobre las estrechas relaciones de
María con la Iglesia, tan claramente establecidas por la actual Constitución
conciliar, nos permite creer que es éste el momento más solemne y más apropiado
para dar satisfacción a un voto que, señalado por Nos al término de la sesión
anterior, han hecho suyo muchísimos padres conciliares, pidiendo
insistentemente una declaración explícita, durante este Concilio de la función
maternal que la Virgen ejerce sobre el pueblo cristiano. A este fin hemos
creído oportuno consagrar, en esta misma sesión pública, un título en honor de
la Virgen, sugerido por diferentes partes del orbe católico, y particularmente
entrañable para Nos, pues con síntesis maravillosa expresa el puesto
privilegiado que este Concilio ha reconocido a la Virgen en la Santa Iglesia.
Así pues, para gloria de la Virgen y consuelo
nuestro, Nos proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre
de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la
llaman Madre amorosa, y queremos que de ahora en adelante sea honrada e
invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título.
Se trata de un título, venerables hermanos, que
no es nuevo para la piedad de los cristianos; antes bien, con este nombre de
Madre, y con preferencia a cualquier otro, los fieles y la Iglesia entera
acostumbran a dirigirse a María. En verdad pertenece a la esencia genuina de la
devoción a María, encontrando su justificación en la dignidad misma de la Madre
del Verbo Encarnado.
La divina maternidad es el fundamento de su
especial relación con Cristo y de su presencia en la economía de la salvación
operada por Cristo, y también constituye el fundamento principal de las relaciones
de María con la Iglesia, por ser Madre de Aquél, que desde el primer instante
de la Encarnación en su seno virginal se constituyó en cabeza de su Cuerpo
Místico, que es la Iglesia. María, pues, como Madre de Cristo, es Madre también
de los fieles y de todos los pastores; es decir, de la Iglesia.
Con ánimo lleno de confianza y amor filial
elevamos a Ella la mirada, a pesar de nuestra indignidad y flaqueza; Ella, que
nos dio con Cristo la fuente de la gracia, no dejará de socorrer a la Iglesia,
que, floreciendo ahora en la abundancia de los dones del Espíritu Santo, se
empeña con nuevos ánimos en su misión de salvación.
Nuestra confianza se aviva y confirma más
considerando los vínculos estrechos que ligan al género humano con nuestra
Madre celestial. A pesar de la riqueza en maravillosas prerrogativas con que
Dios la ha honrado, para hacerla digna Madre del Verbo Encarnado, está muy
próxima a nosotros. Hija de Adán, como nosotros, y, por tanto, hermana nuestra
con los lazos de la naturaleza, es, sin embargo, una criatura preservada del
pecado original en virtud de los méritos de Cristo, y que a los privilegios
obtenidos suma la virtud personal de una fe total y ejemplar, mereciendo el
elogio evangélico “Bienaventurada porque has creído”. En su vida terrena
realizó la perfecta figura del discípulo de Cristo, espejo de todas las
virtudes, y encarnó las bienaventuranzas evangélicas proclamadas por Cristo.
Por lo cual, toda la Iglesia, en su incomparable variedad de vida y de obras,
encuentra en Ella la más auténtica forma de la perfecta imitación de Cristo.
R/. El Espíritu Santo vino sobre
María, la fuerza del Altísimo la cubrió con su sombra.
V/. Nuevamente asociada a la
pasión de su Hijo, entregada como Madre de los redimidos:
R/. La fuerza del Altísimo la
cubrió con su sombra.
Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia
(Memoria)
Lunes, 1 de junio de 2020
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (19,25-34):
25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena.
26 Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
27 Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed.»
29 Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca.
30 Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu.
31 Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado - porque aquel sábado era muy solemne - rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran.
32 Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él.
33 Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,
34 sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.
25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena.
26 Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
27 Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed.»
29 Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca.
30 Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu.
31 Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado - porque aquel sábado era muy solemne - rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran.
32 Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él.
33 Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,
34 sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.
Palabra del Señor
Cántico
Evangélico
Ant: Los discípulos perseveraban
unánimes en la oración, con María, la madre de Jesús.
†
(se
hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)
Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Los discípulos perseveraban
unánimes en la oración, con María, la madre de Jesús.
Preces
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso
nacer de María Virgen, y digámosle:
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros
· - Oh Sol de justicia, a
quien la Virgen inmaculada precedía cual aurora luciente,
haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
·
·
- Verbo
eterno del Padre, que elegiste a María como arca incorruptible de tu morada,
líbranos de la corrupción del pecado.
líbranos de la corrupción del pecado.
·
·
-
Salvador nuestro, que quisiste que tu madre estuviera junto a tu cruz,
por su intercesión, concédenos compartir con alegría tus padecimientos.
por su intercesión, concédenos compartir con alegría tus padecimientos.
·
·
-
Jesús, que, colgado en la cruz, diste María a Juan como madre,
haz que nosotros vivamos también como hijos suyos.
haz que nosotros vivamos también como hijos suyos.
·
Se
pueden añadir algunas intenciones libres.
Terminemos
nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Final
Dios misericordioso, que quisiste que tu Hijo
unigénito proclamara desde la cruz como Madre nuestra a su propia Madre, haz
que tu Iglesia, por la mediación y cooperación maternal de la Virgen María,
crezca cada día en santidad y atraiga a su seno a todas las naciones. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Si el
que preside no es un ministro ordenado, o en el rezo individual:
†
(se
hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. El Señor nos bendiga, nos
guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
R/. Amén.