Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina
mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y
devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia
de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
Miércoles 27 de mayo: Año litúrgico 2019 ~ 2020
Tiempo Pascual ~ Ciclo A ~ Año Par
Miércoles,
VII semana de Pascua, feria
Salterio:
miércoles de la tercera semana
Laudes
Inicio
†
(Se hace la señal de la cruz sobre los labios
mientras se dice:)
V/. -Señor, Ábreme los
labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo
94: Invitación a la alabanza divina
Ant: Venid,
adoremos a Cristo, el Señor, que nos prometió el Espíritu Santo. Aleluya.
Animaos los unos a los otros,
día tras día, mientras dure este «hoy» (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
-se repite la antífona
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite la antífona
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
-se repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la antífona
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
-se repite la antífona
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite la antífona
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
-se repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la antífona
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Venid,
adoremos a Cristo, el Señor, que nos prometió el Espíritu Santo. Aleluya.
Laudes
Himno
¡El mundo brilla de alegría!
¡Se renueva la faz de la tierra!
¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo!
Ésta es la hora
en que rompe el Espíritu
el techo de la tierra,
y una lengua de fuego innumerable
purifica, renueva, enciende, alegra
las entrañas del mundo.
Ésta es la fuerza
que pone en pie a la Iglesia
en medio de las plazas
y levanta testigos en el pueblo,
para hablar con palabras como espadas
delante de los jueces.
Llama profunda,
que escrutas e iluminas
el corazón del hombre:
restablece la fe con tu noticia,
y el amor ponga en vela la esperanza
hasta que el Señor vuelva.
¡Se renueva la faz de la tierra!
¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo!
Ésta es la hora
en que rompe el Espíritu
el techo de la tierra,
y una lengua de fuego innumerable
purifica, renueva, enciende, alegra
las entrañas del mundo.
Ésta es la fuerza
que pone en pie a la Iglesia
en medio de las plazas
y levanta testigos en el pueblo,
para hablar con palabras como espadas
delante de los jueces.
Llama profunda,
que escrutas e iluminas
el corazón del hombre:
restablece la fe con tu noticia,
y el amor ponga en vela la esperanza
hasta que el Señor vuelva.
Primer
Salmo
Salmo
85: Oración de un pobre ante las adversidades
Ant: Todos
los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor. Aleluya.
Bendito
sea Dios, que nos alienta en nuestras luchas (2Co 1,3.4)
Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;
porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.»
Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu gran piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;
porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.»
Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu gran piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Todos
los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor. Aleluya.
Cántico
AT
Isaías
33, 13-16: Dios juzgará con justicia
Ant: Contemplarán
nuestros ojos al Rey en su esplendor. Aleluya.
La
promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y para todos los que están
lejos (Hch 2,39)
Los lejanos, escuchad lo que he hecho;
los cercanos, reconoced mi fuerza.
Temen en Sión los pecadores,
y un temblor agarra a los perversos:
"¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador,
quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?"
El que procede con justicia y habla con rectitud
y rehúsa el lucro de la opresión,
el que sacude la mano rechazando el soborno
y tapa su oído a propuestas sanguinarias,
el que cierra los ojos para no ver la maldad:
ése habitará en lo alto,
tendrá su alcázar en un picacho rocoso,
con abasto de pan y provisión de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
los cercanos, reconoced mi fuerza.
Temen en Sión los pecadores,
y un temblor agarra a los perversos:
"¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador,
quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?"
El que procede con justicia y habla con rectitud
y rehúsa el lucro de la opresión,
el que sacude la mano rechazando el soborno
y tapa su oído a propuestas sanguinarias,
el que cierra los ojos para no ver la maldad:
ése habitará en lo alto,
tendrá su alcázar en un picacho rocoso,
con abasto de pan y provisión de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Contemplarán
nuestros ojos al Rey en su esplendor. Aleluya.
Segundo
Salmo
Salmo
97: El Señor, juez vencedor
Ant: Todos
verán la salvación de Dios. Aleluya.
Este
salmo canta la primera venida del Señor y la conversión de las naciones (S.
Atanasio)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad:
tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.
Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes
al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad:
tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.
Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes
al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Todos
verán la salvación de Dios. Aleluya.
Lectura
Bíblica
Rm
6,8-11
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también
viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los
muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su
morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir
para Dios. Lo mismo vosotros consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en
Cristo Jesús.
V/. El Señor ha
resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R/. El Señor ha
resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V/. El que por
nosotros colgó del madero.
R/. Aleluya, aleluya.
V/. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. El Señor ha
resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
Lectura Bíblica
V/. Dios
resucitó a Cristo de entre los muertos. Aleluya.
R/. Y
así hemos puesto en Dios nuestra fe y nuestra esperanza. Aleluya.
Lo que ha conseguido la victoria es nuestra fe
1Jn 5,1-12
Queridos
hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el
que ama a aquel que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto
conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus
mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus
mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de
Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es
nuestra fe.
¿Quién
es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éste
es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con
agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es
la verdad. Porque tres son los testigos: el Espíritu, el agua y la sangre, y
los tres están de acuerdo. Si aceptamos el testimonio humano, más fuerza tiene
el testimonio de Dios. Éste es el testimonio de Dios, un testimonio acerca de
su Hijo.
El
que cree en el Hijo de Dios tiene dentro el testimonio. Quien no cree a Dios le
hace mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de
su Hijo. Y éste es el testimonio: Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida
está en su Hijo. Quien tiene al Hijo tiene la vida, quien no tiene al Hijo de
Dios no tiene la vida.
R/. Este
es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con
agua y con sangre; el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la
verdad. Aleluya.
V/. Aquel
día se alumbrará un manantial, a la dinastía de David y a los habitantes de
Jerusalén, contra pecados e impurezas.
R/. El
Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Aleluya.
El Espíritu Santo enviado a la Iglesia
Concilio Vaticano II
Concilio Vaticano II
Lumen Gentium 4 y 12
Consumada
la obra que el Padre confió al Hijo en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo
en el día de Pentecostés, para que santificara a la Iglesia, y de esta forma
los que creen en Cristo pudieran acercarse al Padre en un mismo Espíritu. Él es
el Espíritu de la vida, o la fuente del agua que salta hasta la vida eterna,
por quien vivifica el Padre a todos los muertos por el pecado hasta que
resucite en Cristo sus cuerpos mortales.
El
Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un
templo, y en ellos ora y da testimonio de la adopción de hijos. Con diversos
dones jerárquicos y carismáticos dirige y enriquece con todos sus frutos a la
Iglesia, a la que guía hacia toda verdad, y unifica en comunión y ministerio,
enriqueciéndola con todos sus frutos.
Hace
rejuvenecer a la Iglesia por la virtud del Evangelio, la renueva constantemente
y la conduce a la unión consumada con su Esposo. Pues el Espíritu y la Esposa
dicen al Señor Jesús: «Ven».
Así
se manifiesta toda la Iglesia como una muchedumbre reunida por la unidad del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
La
universalidad de los fieles que tiene la unción del Espíritu Santo, no puede
fallar en su creencia, y ejerce ésta su peculiar propiedad mediante el
sentimiento sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando desde el obispo
hasta los últimos fieles seglares manifiesta el asentimiento universal en las
cosas de fe y de costumbres.
Con
ese sentido de la fe que el Espíritu Santo mueve y sostiene, el pueblo de Dios,
bajo la dirección del magisterio, al que sigue fidelísimamente, recibe no ya la
palabra de los hombres, sino la verdadera palabra de Dios, se adhiere
indefectiblemente a la fe que se transmitió a los santos de una vez
para siempre, la penetra profundamente con rectitud de juicio y la aplica
más íntegramente en la vida.
Además,
el mismo Espíritu Santo no solamente santifica y dirige al pueblo de Dios por
los sacramentos y los ministerios y lo enriquece con las virtudes, sino
que, repartiendo a cada uno en particular como a él le parece,
reparte entre los fieles gracias de todo género, incluso especiales, con que
los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos
para la renovación y una más amplia edificación de la Iglesia, según aquellas
palabras: En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Estos
carismas, tanto los extraordinarios como los más sencillos y comunes, por el
hecho de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la Iglesia, hay
que recibirlos con agradecimiento y consuelo.
R/. El
último día de las fiestas, Jesús decía: «El que cree en mí, de sus entrañas
manarán torrentes de agua viva.» Decía esto refiriéndose al Espíritu, que
habían de recibir los que creyeran en él. Aleluya.
V/. El
que tenga sed, que venga y que beba, y de sus entrañas manarán torrentes de
agua viva.
R/. Decía
esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él.
Aleluya.
Miércoles,
27 de mayo de 2020
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (17,11b-19):
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»
Palabra del Señor
Cántico
Evangélico
Ant: Demos
gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.
†
(Se hace la señal de la cruz mientras se comienza a
recitar)
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Demos
gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.
Preces
Dando gracias al
Padre porque el Espíritu Santo y nuestro espíritu dan testimonio concorde de
que somos hijos de Dios, digamos confiados:
*Padre nuestro, escucha la voz
de tus hijos*
·
- Señor, fuente de
toda paciencia y consuelo, concédenos estar de acuerdo entre nosotros, como es propio
de cristianos,
para que unánimes, a una voz, te alabemos a ti, Padre de nuestro Señor Jesucristo.
para que unánimes, a una voz, te alabemos a ti, Padre de nuestro Señor Jesucristo.
·
- Haz que nos
esforcemos por complacer y servir a nuestro prójimo,
para que realicemos el bien a favor de nuestros hermanos y los edifiquemos con nuestro ejemplo.
para que realicemos el bien a favor de nuestros hermanos y los edifiquemos con nuestro ejemplo.
·
- No permitas que
nos seduzca el espíritu del mundo, que yace en poder del Maligno,
y haznos siempre dóciles al Espíritu que procede de ti.
y haznos siempre dóciles al Espíritu que procede de ti.
·
- Tú que
escudriñas los corazones,
guíanos por las sendas de la sinceridad y de la verdad.
guíanos por las sendas de la sinceridad y de la verdad.
·
Se pueden añadir algunas
intenciones libres.
-
(Por la Evangelización) Por los
diáconos.
Recemos
para que los diáconos, fieles al servicio de la Palabra y de los pobres, sean
un signo vivificante para toda la Iglesia.
Concluyamos nuestra oración
diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro Maestro:
Padre nuestro que
estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase
tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras
ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del
mal.
Final
Padre lleno de amor, concede a tu Iglesia,
congregada por el Espíritu Santo, dedicarse plenamente a tu servicio y vivir
unida en el amor, según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos.
Amén.
Si el que preside no es un ministro ordenado, o en
el rezo individual:
†
(Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. El Señor nos
bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
R/. Amén.