Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO
ORDINARIO
MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXII
De la Feria. Salterio IV
13 de noviembre
MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXII
De la Feria. Salterio IV
13 de noviembre
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.
Himno: AL RETORNAR ESTE DÍA.
Al retornar este día,
con voz alegre y canora,
celebrando al Redentor,
cantemos de Dios la gloria.
Por Cristo, el Creador inmenso
hizo la noche y la aurora,
con inmóvil ley fijando
la sucesión de las horas.
La luz eterna eres tú,
la antigua ley perfeccionas,
y no conoces crepúsculo,
y no te apagan las sombras.
Concédenos, Padre eterno,
que vivamos hoy con loa,
con que agrademos a Cristo,
si tu Espíritu nos colma. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme.
Salmo 107 - ALABANZA AL SEÑOR Y PETICIÓN DE AUXILIO.
Dios mío, mi corazón está firme,
para tí cantaré y tocaré, gloria mía.
Despertad, cítara y arpa,
despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor,
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria;
para que se salven tus predilectos,
que tu mano salvadora nos responda.
Dios habló en su santuario:
«Triunfante ocuparé Siquén,
parcelaré el valle de Sucot;
mío es Galaad, mío Manasés,
Efraín es yelmo de mi cabeza,
Judá es mi cetro;
Moab, una jofaina para lavarme,
sobre Edom echo mi sandalia,
sobre Filistea canto victoria.»
Pero ¿quién me guiará a la plaza fuerte,
quién me conducirá a Edom,
si tú, ¡oh Dios!, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas?
Auxílianos contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil;
con Dios haremos proezas,
El pisoteará a nuestros enemigos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme.
Ant 2. El Señor me ha revestido de justicia y santidad.
Cántico: ALEGRIA DEL PROFETA ANTE LA NUEVA JERUSALÉN Is 61, 10—62, 5
Desbordo de gozo en el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un manto de triunfo,
como a un novio que se pone la corona,
o a una novia que se adorna con sus joyas.
Como el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas,
así el Señor hará brotar la justicia
y los himnos, ante todos los pueblos.
Por amor de Sión no callaré,
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que despunte la aurora de su justicia
y su salvación llamee como antorcha.
Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes, tu gloria;
te pondrán un nombre nuevo
pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la mano del Señor
y diadema real en la palma de tu Dios.
Ya no te llamarán «Abandonada»;
ni a tu tierra, «Devastada»;
a ti te llamarán «Mi favorita»,
y a tu tierra, «Desposada»,
porque el Señor te prefiere a ti,
y tu tierra tendrá marido.
Como un joven se casa con su novia,
así te desposa el que te construyó;
la alegría que encuentra el marido con su esposa,
la encontrará tu Dios contigo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor me ha revestido de justicia y santidad.
Ant 3. Alabaré al Señor mientras viva.
Salmo 145 - FELICIDAD DE LOS QUE ESPERAN EN DIOS.
Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.
No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos;
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alabaré al Señor mientras viva.
LECTURA BREVE Dt 4, 39-40a
Has de reconocer hoy y recordar que el Señor es Dios, en lo alto del cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro. Guarda los mandatos y preceptos que te voy a dar hoy.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendigo al Señor en todo momento.
R. Bendigo al Señor en todo momento.
V. Su alabanza está siempre en mi boca.
R. En todo momento.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendigo al Señor en todo momento.
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.
Himno: AL RETORNAR ESTE DÍA.
Al retornar este día,
con voz alegre y canora,
celebrando al Redentor,
cantemos de Dios la gloria.
Por Cristo, el Creador inmenso
hizo la noche y la aurora,
con inmóvil ley fijando
la sucesión de las horas.
La luz eterna eres tú,
la antigua ley perfeccionas,
y no conoces crepúsculo,
y no te apagan las sombras.
Concédenos, Padre eterno,
que vivamos hoy con loa,
con que agrademos a Cristo,
si tu Espíritu nos colma. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme.
Salmo 107 - ALABANZA AL SEÑOR Y PETICIÓN DE AUXILIO.
Dios mío, mi corazón está firme,
para tí cantaré y tocaré, gloria mía.
Despertad, cítara y arpa,
despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor,
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria;
para que se salven tus predilectos,
que tu mano salvadora nos responda.
Dios habló en su santuario:
«Triunfante ocuparé Siquén,
parcelaré el valle de Sucot;
mío es Galaad, mío Manasés,
Efraín es yelmo de mi cabeza,
Judá es mi cetro;
Moab, una jofaina para lavarme,
sobre Edom echo mi sandalia,
sobre Filistea canto victoria.»
Pero ¿quién me guiará a la plaza fuerte,
quién me conducirá a Edom,
si tú, ¡oh Dios!, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas?
Auxílianos contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil;
con Dios haremos proezas,
El pisoteará a nuestros enemigos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme.
Ant 2. El Señor me ha revestido de justicia y santidad.
Cántico: ALEGRIA DEL PROFETA ANTE LA NUEVA JERUSALÉN Is 61, 10—62, 5
Desbordo de gozo en el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un manto de triunfo,
como a un novio que se pone la corona,
o a una novia que se adorna con sus joyas.
Como el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas,
así el Señor hará brotar la justicia
y los himnos, ante todos los pueblos.
Por amor de Sión no callaré,
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que despunte la aurora de su justicia
y su salvación llamee como antorcha.
Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes, tu gloria;
te pondrán un nombre nuevo
pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la mano del Señor
y diadema real en la palma de tu Dios.
Ya no te llamarán «Abandonada»;
ni a tu tierra, «Devastada»;
a ti te llamarán «Mi favorita»,
y a tu tierra, «Desposada»,
porque el Señor te prefiere a ti,
y tu tierra tendrá marido.
Como un joven se casa con su novia,
así te desposa el que te construyó;
la alegría que encuentra el marido con su esposa,
la encontrará tu Dios contigo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor me ha revestido de justicia y santidad.
Ant 3. Alabaré al Señor mientras viva.
Salmo 145 - FELICIDAD DE LOS QUE ESPERAN EN DIOS.
Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.
No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos;
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alabaré al Señor mientras viva.
LECTURA BREVE Dt 4, 39-40a
Has de reconocer hoy y recordar que el Señor es Dios, en lo alto del cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro. Guarda los mandatos y preceptos que te voy a dar hoy.
RESPONSORIO BREVE
V. Bendigo al Señor en todo momento.
R. Bendigo al Señor en todo momento.
V. Su alabanza está siempre en mi boca.
R. En todo momento.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendigo al Señor en todo momento.
PRIMERA
LECTURA
Del libro del profeta Ezequiel 10, 18-22; 11, 14-25
LA GLORIA DEL SEÑOR ABANDONA LA CIUDAD SENTENCIADA
En aquellos días, yo, Ezequiel, fui arrebatado en éxtasis por el Señor, y vi que la gloria del Señor salió, levantándose del umbral del templo, y se colocó sobre los querubines. Vi a los querubines levantar las alas, remontarse del suelo, sin separarse de las ruedas, y salir. Y se detuvieron junto a la puerta oriental de la casa del Señor; mientras tanto la gloria del Dios de Israel sobresalía por encima de ellos.
Eran los seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel a orillas del río Kebar, y me di cuenta de que eran querubines. Tenían cuatro rostros y cuatro alas cada uno y una especie de brazos humanos debajo de las alas, y su fisonomía era la de los rostros que yo había contemplado a orillas del río Kebar. Caminaban de frente. Entonces vino a mí esta palabra del Señor:
«Hijo de hombre, los habitantes de Jerusalén dicen de tus hermanos, los responsables de la familia y de la casa de Israel toda entera: "Ellos se han alejado del Señor, a nosotros nos toca poseer la tierra." Por tanto di: "Esto dice el Señor: Cierto, los llevé a pueblos lejanos, los dispersé por los países, y fui para ellos un santuario provisorio en los países adonde fueron." Por tanto di: "Esto dice el Señor: Os reuniré de entre los pueblos, os recogeré de los países en los que estáis dispersos, y os daré la tierra de Israel. Entrarán y quitarán de ella todos sus ídolos y abominaciones. Les daré un corazón íntegro e infundiré en ellos un espíritu nuevo: les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que sigan mis leyes y pongan por obra mis mandatos: serán mi pueblo y yo seré su Dios. Pero a aquellos cuyo corazón se vaya tras sus ídolos y abominaciones les daré su merecido —oráculo del Señor—."»
Los querubines levantaron las alas, sin separarse de las ruedas; mientras tanto la gloria del Dios de Israel sobresalía por encima de ellos. La gloria del Señor se elevó sobre la ciudad y se detuvo en el monte al oriente de la ciudad.
Entonces el espíritu me arrebató y me llevó en volandas al destierro de Babilonia, en éxtasis, y la visión desapareció. Y yo les conté a los desterrados lo que el Señor me había revelado.
RESPONSORIO Ez 10, 4. 18; Mt 23, 37. 38
R. La gloria de Dios se elevó y se colocó en el umbral del templo; la nube llenó el templo y el resplandor de la gloria del Señor llenó el atrio. * Se elevó luego la gloria del Señor y salió del umbral del templo.
V. Jerusalén, ¡cuántas veces he querido agrupar a tus hijos y tú no has querido! Mirad, vuestra mansión va a quedar desierta.
R. Se elevó luego la gloria del Señor y salió del umbral del templo.
SEGUNDA LECTURA
De la Homilía de un autor del siglo segundo
(Cap. 10. 1-12, 1; 13, 1: Funk 1, 157-159)
PERSEVEREMOS EN LA ESPERANZA
Hermanos míos, hagamos la voluntad del Padre que nos ha llamado y esforcémonos por vivir ejercitando la virtud con el mayor celo; huyamos del vicio como del primero de nuestros males y rechacemos la impiedad, a fin de que el mal no nos alcance. Porque si nos esforzamos en obrar el bien lograremos la paz. La razón por la que algunos hombres no alcanzan la paz es porque se dejan llevar por temores humanos y posponen las promesas futuras a los gozos presentes. Obran así porque ignoran cuán grandes tormentos están reservados a quienes se entregan a los placeres de este mundo y cuán grande es la felicidad que nos está preparada en la vida eterna. Y si ellos fueran los únicos que hicieran esto, sería aún tolerable; pero el caso es que no cesan de pervertir a las almas inocentes con sus doctrinas depravadas, sin darse cuenta de que de esta forma incurren en una doble condenación: la suya propia y la de quienes los escuchan.
Nosotros, por tanto, sirvamos a Dios con un corazón puro y así seremos justos; porque si no servimos a Dios y desconfiamos de sus promesas, entonces seremos desgraciados. Se dice, en efecto, en los profetas: Desdichados los de ánimo doble, los que dudan en su corazón, los que dicen: «Todo esto hace tiempo que lo hemos oído, ya fue dicho en tiempo de nuestros padres; hemos esperado, día tras día, y nada de ello se ha realizado.» ¡Oh insensatos! Comparaos con un árbol; tomad, por ejemplo, una vid: primero se le cae la hoja, luego salen los brotes, después puede contemplarse la uva verde, finalmente aparece la uva ya madura. Así también mí pueblo: primero sufre inquietudes y tribulaciones, pero luego alcanzará la felicidad.
Por tanto, hermanos míos, no seamos de ánimo doble, antes bien perseveremos en la esperanza a fin de recibir nuestro galardón, porque es fiel aquel que ha prometido dar a cada uno según sus obras. Si practicamos, pues, la justicia ante Dios, entraremos en el reino de los cielos y recibiremos aquellas promesas que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre.
Estemos, pues, en todo momento en expectación del reino de Dios, viviendo en la caridad y en la justicia, pues desconocemos el día de la venida del Señor. Por tanto, hermanos, hagamos penitencia y obremos el bien, pues vivimos rodeados de insensatez y de maldad. Purifiquémonos de nuestros antiguos pecados y busquemos nuestra salvación arrepintiéndonos de nuestras faltas en lo más profundo de nuestro ser. No adulemos a los hombres ni busquemos agradar solamente a los nuestros; procuremos, por el contrario, edificar con nuestra vida a los que no son cristianos, evitando así que el nombre de Dios sea blasfemado por nuestra causa.
RESPONSORIO 1Co 15, 58; 2Ts 3, 13
R. Manteneos firmes e inconmovibles en la fe, haciendo siempre progresos en la obra del Señor; * sed conscientes de que vuestro trabajo no es vano a los ojos del Señor.
V. No os canséis de hacer el bien.
R. Sed conscientes de que vuestro trabajo no es vano a los ojos del Señor.
Del libro del profeta Ezequiel 10, 18-22; 11, 14-25
LA GLORIA DEL SEÑOR ABANDONA LA CIUDAD SENTENCIADA
En aquellos días, yo, Ezequiel, fui arrebatado en éxtasis por el Señor, y vi que la gloria del Señor salió, levantándose del umbral del templo, y se colocó sobre los querubines. Vi a los querubines levantar las alas, remontarse del suelo, sin separarse de las ruedas, y salir. Y se detuvieron junto a la puerta oriental de la casa del Señor; mientras tanto la gloria del Dios de Israel sobresalía por encima de ellos.
Eran los seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel a orillas del río Kebar, y me di cuenta de que eran querubines. Tenían cuatro rostros y cuatro alas cada uno y una especie de brazos humanos debajo de las alas, y su fisonomía era la de los rostros que yo había contemplado a orillas del río Kebar. Caminaban de frente. Entonces vino a mí esta palabra del Señor:
«Hijo de hombre, los habitantes de Jerusalén dicen de tus hermanos, los responsables de la familia y de la casa de Israel toda entera: "Ellos se han alejado del Señor, a nosotros nos toca poseer la tierra." Por tanto di: "Esto dice el Señor: Cierto, los llevé a pueblos lejanos, los dispersé por los países, y fui para ellos un santuario provisorio en los países adonde fueron." Por tanto di: "Esto dice el Señor: Os reuniré de entre los pueblos, os recogeré de los países en los que estáis dispersos, y os daré la tierra de Israel. Entrarán y quitarán de ella todos sus ídolos y abominaciones. Les daré un corazón íntegro e infundiré en ellos un espíritu nuevo: les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que sigan mis leyes y pongan por obra mis mandatos: serán mi pueblo y yo seré su Dios. Pero a aquellos cuyo corazón se vaya tras sus ídolos y abominaciones les daré su merecido —oráculo del Señor—."»
Los querubines levantaron las alas, sin separarse de las ruedas; mientras tanto la gloria del Dios de Israel sobresalía por encima de ellos. La gloria del Señor se elevó sobre la ciudad y se detuvo en el monte al oriente de la ciudad.
Entonces el espíritu me arrebató y me llevó en volandas al destierro de Babilonia, en éxtasis, y la visión desapareció. Y yo les conté a los desterrados lo que el Señor me había revelado.
RESPONSORIO Ez 10, 4. 18; Mt 23, 37. 38
R. La gloria de Dios se elevó y se colocó en el umbral del templo; la nube llenó el templo y el resplandor de la gloria del Señor llenó el atrio. * Se elevó luego la gloria del Señor y salió del umbral del templo.
V. Jerusalén, ¡cuántas veces he querido agrupar a tus hijos y tú no has querido! Mirad, vuestra mansión va a quedar desierta.
R. Se elevó luego la gloria del Señor y salió del umbral del templo.
SEGUNDA LECTURA
De la Homilía de un autor del siglo segundo
(Cap. 10. 1-12, 1; 13, 1: Funk 1, 157-159)
PERSEVEREMOS EN LA ESPERANZA
Hermanos míos, hagamos la voluntad del Padre que nos ha llamado y esforcémonos por vivir ejercitando la virtud con el mayor celo; huyamos del vicio como del primero de nuestros males y rechacemos la impiedad, a fin de que el mal no nos alcance. Porque si nos esforzamos en obrar el bien lograremos la paz. La razón por la que algunos hombres no alcanzan la paz es porque se dejan llevar por temores humanos y posponen las promesas futuras a los gozos presentes. Obran así porque ignoran cuán grandes tormentos están reservados a quienes se entregan a los placeres de este mundo y cuán grande es la felicidad que nos está preparada en la vida eterna. Y si ellos fueran los únicos que hicieran esto, sería aún tolerable; pero el caso es que no cesan de pervertir a las almas inocentes con sus doctrinas depravadas, sin darse cuenta de que de esta forma incurren en una doble condenación: la suya propia y la de quienes los escuchan.
Nosotros, por tanto, sirvamos a Dios con un corazón puro y así seremos justos; porque si no servimos a Dios y desconfiamos de sus promesas, entonces seremos desgraciados. Se dice, en efecto, en los profetas: Desdichados los de ánimo doble, los que dudan en su corazón, los que dicen: «Todo esto hace tiempo que lo hemos oído, ya fue dicho en tiempo de nuestros padres; hemos esperado, día tras día, y nada de ello se ha realizado.» ¡Oh insensatos! Comparaos con un árbol; tomad, por ejemplo, una vid: primero se le cae la hoja, luego salen los brotes, después puede contemplarse la uva verde, finalmente aparece la uva ya madura. Así también mí pueblo: primero sufre inquietudes y tribulaciones, pero luego alcanzará la felicidad.
Por tanto, hermanos míos, no seamos de ánimo doble, antes bien perseveremos en la esperanza a fin de recibir nuestro galardón, porque es fiel aquel que ha prometido dar a cada uno según sus obras. Si practicamos, pues, la justicia ante Dios, entraremos en el reino de los cielos y recibiremos aquellas promesas que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre.
Estemos, pues, en todo momento en expectación del reino de Dios, viviendo en la caridad y en la justicia, pues desconocemos el día de la venida del Señor. Por tanto, hermanos, hagamos penitencia y obremos el bien, pues vivimos rodeados de insensatez y de maldad. Purifiquémonos de nuestros antiguos pecados y busquemos nuestra salvación arrepintiéndonos de nuestras faltas en lo más profundo de nuestro ser. No adulemos a los hombres ni busquemos agradar solamente a los nuestros; procuremos, por el contrario, edificar con nuestra vida a los que no son cristianos, evitando así que el nombre de Dios sea blasfemado por nuestra causa.
RESPONSORIO 1Co 15, 58; 2Ts 3, 13
R. Manteneos firmes e inconmovibles en la fe, haciendo siempre progresos en la obra del Señor; * sed conscientes de que vuestro trabajo no es vano a los ojos del Señor.
V. No os canséis de hacer el bien.
R. Sed conscientes de que vuestro trabajo no es vano a los ojos del Señor.
Miércoles, 13
de noviembre de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,11-19):
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»
Al verlos, les dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo: « ¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»
Palabra del Señor
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»
Al verlos, les dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo: « ¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.
PRECES
Cristo, reflejo de la gloria del Padre, nos ilumina con su palabra; acudamos pues a él diciendo:
Rey de la gloria, escúchanos.
Te bendecimos, Señor, autor y consumador de nuestra fe,
porque de las tinieblas nos has trasladado a tu luz admirable.
Tú que abriste los ojos de los ciegos y diste oído a los sordos,
aumenta nuestra fe.
Haz, Señor, que permanezcamos siempre en tu amor,
y que este amor nos guarde fraternalmente unidos.
Ayúdanos para que resistamos a la tentación, aguantemos en la tribulación
y te demos gracias en la prosperidad.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Dejemos que el espíritu de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones, se una a nuestro espíritu, para clamar:
Padre nuestro...
ORACION
Recuerda, Señor, tu santa alianza consagrada con el nuevo sacramento de la sangre del Cordero, para que tu pueblo obtenga el perdón de sus pecados, y un aumento constante de salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
San
Diego de Alcalá , Hermano Lego
13 de Noviembre
13 de Noviembre
Nació en España en el año 1400, de familia muy pobre. De joven fue
a un campo solitario a acompañar a un familiar que hacía allí vida de monje
ermitaño. Y de él aprendió el arte de la oración y de la meditación y un gran
cariño por Jesús Crucificado.
Se dedicó a las labores manuales y a recoger leña, y con lo que
ganaba ayudaba a muchos pobres. Y como el que más da, más recibe, la gente
empezó a llevarle abundantes limosnas para que repartiera entre los
necesitados.
Pero sucedió que leyó la vida de San Francisco de Asís y se
entusiasmó grandemente por el modo de vivir de este santo, y además estaba
preocupado porque su demasiada popularidad en su tierra le quitaba la
oportunidad de poder vivir en soledad y recogimiento. Y así fue que pidió ser
recibido como religioso franciscano y fue admitido.
Diego había hecho muy pocos estudios, pero era muy iluminado por
luces celestiales, y así sucedía que cuando le preguntaban acerca de los temas
espirituales más difíciles, daba unas respuestas que dejaban admirados a todos.
Fue enviado a misionar a las Islas Canarias y allá logró la
conversión de muchos paganos y no permitió que los colonos esclavizaran a los
nativos. Y haciendo una excepción a la regla, los superiores lo nombraron
superior de la comunidad, siendo un simple lego. Y lo hizo muy bien.
En 1449 hizo un viaje desde España hasta Roma a pie. Iba a asistir
a la canonización de San Bernardino de Siena. Acompañaba al Padre superior, el
P. Alonso de Castro. Este se enfermó y Diego lo atendió con tan gran esmero y
delicadeza, que los superiores lo encargaron por tres meses de la dirección del
hospital de la comunidad de Roma, y allí hizo numerosas curaciones milagrosas a
enfermos incurables.
A San Diego lo pintan llevando algo escondido en el manto. Es un
mercado para los pobres. Y es que en los últimos años estuvo de portero en
varios conventos y regalaba a los pobres todo lo que encontraba. Y dicen que en
un día en que llevaba un mercado a un mendigo se encontró con un superior que
era muy bravo y este le preguntó qué llevaba allí. El santito muy asustado le
respondió que llevaba unas rosas, y al abrir el manto sólo aparecieron rosas y
más rosas.
Los últimos años de su vida pasaba días enteros dedicados a la
oración. Al ver un crucifijo quedaba en éxtasis. Su amor por la Virgen
Santísima era inmenso. Untaba a los enfermos con un poco de aceite de la
lámpara del altar de la Virgen y los enfermos se curaban. Un muchacho cayó en
un horno ardiente, y el santo lo bendijo y el joven salió sano y sin
quemaduras.
El 12 de noviembre del año 1463, sintiéndose morir pidió un
crucifijo y recitando aquel himno del Viernes Santo que dice: "¡Dulce
leño, dulces clavos que soportásteis tan dulce peso!" expiró santamente.
En su sepulcro se obraron muchos milagros y el mismo rey de
España, Felipe II, obtuvo la milagrosa curación de su hijo al rezarle a Diego.
Por eso el rey le pidió al Sumo Pontífice que lo declarara santo. Y fue
canonizado sólo 25 años después de haber muerto, en 1588.
Santa Francisca
Javier Cabrini
13 de Noviembre
13 de Noviembre
La familia Cabrini era sólidamente piadosa, pues todo en la
familia era sólido. Rosa, una de las hermanas de Francisca, que había sido
maestra de escuela y no había escapado a todos los defectos de su profesión, se
encargó especialmente de la educación de su hermanita en forma muy estricta.
Hay que reconocer que Francisca aprendió mucho de Rosa y que el rigor con que
la trataba su hermana no le hizo ningún daño. La piedad de Francisca fue un
tanto precoz, pero no por ello menos real. Oyendo en su casa la lectura de los
"Anales de la Propagación de la Fe", Francisca determinó desde niña
ir a trabajar en las misiones extranjeras. China era su país predilecto.
Francisca vestía de religiosas a sus muñecas; solía también hacer barquitos de
papel, y los echaba al río cubiertos de violetas, que representaban a los
misioneros que iban a las misiones. Sabiendo que en China no había caramelos,
renunció a ellos para irse acostumbrando a esa privación. Los padres de
Francisca, que deseaban que fuese maestra de escuela, la enviaron a estudiar en
la escuela de las religiosas de Arluno. La joven pasó con éxito los exámenes a
los dieciocho años. En 1870, tuvo la pena enorme de perder a sus padres.
Durante los dos años siguientes, Francisca vivió apaciblemente con
su hermana Rosa. Su bondad sin pretensiones impresionaba a cuantos la conocían.
Francisca quiso ingresar en la congregación en la que había hecho sus estudios;
pero no fue admitida a causa de su mala salud. También otra congregación le
negó la admisión por la misma razón. Pero Don Serrati, el sacerdote en cuya
escuela enseñaba Francisca, no olvidó las cualidades de la joven maestra. En
1874, Don Serrati fue nombrado preboste de la colegiata de Codogno. En su nueva
parroquia había un pequeño orfanato, llamado la Casa de la Providencia, cuyo
estado dejaba mucho que desear. La fundadora, que se llamaba Antonia Tondini, y
otras dos mujeres, se encargaban de la administración, pero lo hacían muy mal.
El obispo de Lodi y Mons. Serrati invitaron a Francisca a ir a ayudar en esa
institución y a fundar ahí una congregación religiosa. La joven aceptó, no sin
gran repugnancia.
Así empezó Francisca lo que una religiosa benedictina califica de
noviciado muy especial. Aunque Antonia Tondini había aceptado que Francisca
trabajase en el orfanato, en vez de ayudarla, se dedicó a obstaculizar su
trabajo. Pero Francisca no se desalentó, con sus compañeras fundó la comunidad
de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón, bajo la inspiración del gran
misionero jesuita San Francisco Javier. Cuando Francisca hizo los votos
religiosos tomó el nombre del santo y, en 1877, hizo los primeros votos con
siete de sus hermanas religiosas. Al mismo tiempo, el obispo la nombró
superiora. Ello no hizo sino empeorar las cosas. La conducta de la hermana
Tondina, quien probablemente estaba un tanto enferma de la cabeza, se convirtió
en un escándalo público. Francisca Cabrini y sus fieles colaboradoras lucharon
tres años más por sostener la obra de la Casa de la Providencia, en espera de
tiempos mejores; pero finalmente, el obispo renunció al proyecto y cerró el
orfanato, después de decir a Francisca: "Vos deseáis ser misionera. Pues
bien, ha llegado el momento de que lo seáis. Yo no conozco ningún instituto
misional femenino. Fundadlo vos misma". Francisca salió decidida a seguir
sencillamente ese consejo.
En Codogno había un antiguo convento franciscano, vacío y
olvidado. A él se trasladó la madre Cabrini con sus siete fieles compañeras. En
cuanto la comunidad quedó establecida, la santa se dedicó a redactar las
reglas. El fin principal de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón era la
educación de las jóvenes. Ese mismo año el obispo de Lodi aprobó las
constituciones. Dos años más tarde, se inauguró la primera filial en Gruello, a
la que siguió pronto la casa de Milán.
Todo esto se escribe pronto, pero la realidad fue cosa muy seria. En
efecto, algunos alegaron que el título de misioneras no convenía a las mujeres,
y una madre se quejó de que su hija había sido engañada para que entrase en la
congregación. A pesar de ello, la congregación empezó a crecer, y la madre
Cabrini demostró ampliamente su capacidad. En 1887, fue a Roma a pedir a la
Santa Sede que aprobase su pequeña congregación y le diese permiso de abrir una
casa en la Ciudad Eterna. Algunas personas influyentes trataron de disuadir a
la santa del proyecto, pues juzgaban que siete años de prueba no bastaban para
la aprobación de la congregación. El cardenal Parocchi, vicario de Roma,
repitió el mismo argumento en su primera entrevista con la madre Francisca;
pero solo en la primera entrevista, porque la santa se lo ganó muy pronto. Al
poco tiempo, se pidió a la madre Cabrini que abriese no una sino dos casas en
Roma: una escuela gratuita y un orfanato. Algunos meses más tarde, se publicó
el decreto de la primera aprobación de las Hermanas Misioneras del Sagrado
Corazón. Como hemos dicho, la madre Cabrini había soñado en China desde la
niñez. Pero no faltaban quienes querían convencerla de que volviese los ojos
hacia otro continente. Mons. Scalabrini, obispo de Piacenza, había fundado la
sociedad de San Carlos para trabajar entre los italianos que partían a los
Estados Unidos, y rogó a la madre Cabrini que enviase algunas de sus religiosas
a colaborar con los sacerdotes de la sociedad. La santa no se dejó convencer.
Entonces, el arzobispo de Nueva York, Mons. Corrigan, insistió personalmente.
La santa estaba indecisa, porque todos, excepto Mons. Serrati, apuntaban en la
misma dirección. La madre Francisca tuvo por entonces un sueño que la
impresionó mucho y determinó consultar al Sumo Pontífice. León XIII le dijo:
"No al oriente sino al occidente". Siendo niña, Francisca Cabrini se
había caído al río, y desde entonces tenía horror al agua. A pesar de ello,
cruzó el Atlántico por primera vez, con seis de sus religiosas, y desembarcó en
Nueva York el 31 de marzo de 1889.
Misionera a Estados Unidos
Una multitud de europeos pobres, italianos, polacos, ucranios,
checos, croatas, eslovacos, Etc., emigraban a los Estados Unidos. Cuando llegó
la madre Cabrini, había unos 50,000 italianos solo en Nueva York y sus
alrededores. La mayoría de ellos no sabían siquiera los rudimentos de la
doctrina cristiana; apenas unos 1,200 habían asistido alguna vez en su vida a
la misa. El clero tenía sus dificultades, pues de cada doce sacerdotes
italianos en los Estados Unidos, diez habían tenido que salir de su patria por
mala conducta. Y las condiciones económicas y sociales de la mayoría de los
inmigrantes estaban a la altura de las condiciones religiosas. Nada tiene,
pues, de extraño que en el tercer concilio plenario de Baltimore, Mons.
Corrigan y León XIII hayan estado muy inquietos.
La acogida que se dio a las religiosas en Nueva York, no fue
precisamente entusiasta. Se les había pedido que organizaran un orfanato para
niños italianos y que tomaran a su cargo una escuela primaria; pero, al llegar
a Nueva York, donde se les dio cordialmente la bienvenida, se encontraron con
que no tenían casa, de suerte que por lo menos la primera noche tuvieron que
pasarla en una posada sucia y repugnante. Cuando la madre Cabrini fue a ver a
Mons. Corrigan, se enteró de que, debido a ciertas dificultades entre el
arzobispo y las bienhechoras, se había renunciado al proyecto del orfanato. Por
otra parte, aunque abundaban los alumnos, no había edificio para la escuela. El
arzobispo terminó diciendo que, en vista de las circunstancias, lo mejor era
que la madre Cabrini y sus religiosas regresasen a Italia. Santa Francisca
replicó con su firmeza y decisión habituales: "No, monseñor. El Papa me
envió aquí, y aquí me voy a quedar". El arzobispo quedó impresionado al ver
la firmeza de aquella pequeña lombarda y el apoyo que le prestaban en Roma. Por
lo demás, hay que confesar que era un hombre que cambiaba fácilmente de idea.
Así pues, no se opuso a que las religiosas se quedasen en New York y consiguió
que por el momento se alojasen con las hermanas de la Caridad. A las pocas
semanas, Santa Francisca había ya hecho buenas migas con la condesa Cesnola,
bienhechora del orfanato proyectado, la había reconciliado con Mons. Corrigan,
había conseguido una casa para sus religiosas y había inaugurado un pequeño
orfanato. En julio de 1889, fue a hacer una visita a Italia, y llevó consigo a
las dos primeras religiosas italo-americanas de su congregación.
Nueve meses después, regresó a los Estados Unidos con más
religiosas para tomar posesión de la casa de West Park, sobre el río Hudson,
que hasta entonces había pertenecido a los jesuitas. La santa trasladó allá el
orfanato, que ya había crecido mucho, y estableció ahí mismo la casa madre y el
noviciado de los Estados Unidos. La congregación prosperaba, tanto entre los
inmigrantes a los Estados Unidos como en Italia. Al poco tiempo, la madre
Cabrini hizo un penoso viaje a Managua de Nicaragua; a pesar de que las
circunstancias eran muy difíciles y aun peligrosas, aceptó la dirección de un
orfanato y abrió un internado. En el viaje de vuelta, pasó por Nueva Orleans,
como se lo había pedido el santo arzobispo de la ciudad, Francisco Janssens.
Los italianos de Nueva Orleans, que procedían en gran parte del sur de Italia y
de Sicilia vivían en condiciones especialmente amargas. Había entre ellos
algunos criminales indeseables, y poco antes una chusma enfurecida de
americanos, no menos criminal, había linchado a once de ellos. El resultado de
la visita de Santa Francisca fue que fundó una casa en Nueva Orleáns.
No hace falta demostrar que Francisca Cabrini fue una mujer
extraordinaria, pues sus obras hablan por ella. Como había sucedido a la beata
Filipina Duchesne, Santa Francisca aprendió el inglés con dificultad y conservó
siempre el acento extranjero muy marcado. Pero ello no le impidió tener gran
éxito en el trato con gentes de todas clases. En particular, aquellos con
quienes tuvo que tratar asuntos financieros, que fueron muchos y de mucha
importancia, la admiraban enormemente. El único punto en el que falló el tacto
de la madre Cabrini fue en las relaciones con los cristianos no católicos. Ello
se debió a que entró por primera vez en contacto con ellos en los Estados
Unidos, de suerte que pasó largo tiempo antes de que reconociese su buena fe y
apreciarse su vida ejemplar. Los comentarios desagradables que hizo la santa
sobre este punto, se explican por su ignorancia, que era la raíz de su
incomprensión. En efecto, como lo demuestran sus ideas sobre la educación de
los niños, era una mujer de visión amplia y capaz de aprender, que no cerraba a
una idea simplemente porque era nueva. La madre Cabrini había nacido para
gobernar. Era muy estricta, pero poseía al mismo tiempo un gran sentido de
justicia. En ciertas ocasiones era tal vez demasiado estricta y no caía en la
cuenta de las consecuencias de su inflexibilidad. Por ejemplo, no parece que
haya favorecido a la causa de la moral cristiana negándose a recibir a los
hijos ilegítimos en su escuela gratuita; tal actitud no hacía más que castigar
a los inocentes. Pero el amor gobernaba todos los actos de la santa, de suerte
que su inflexibilidad no le impedía amar y ser muy amada. A este propósito,
solía decir a sus religiosas: “Amáos unas a otras. Sacrificaos constantemente y
de buen grado por vuestras hermanas. Sed bondadosas; no seáis duras ni bruscas,
no abriguéis resentimientos; sed mansas y pacíficas.”
En 1892, año del cuarto descubrimiento del Nuevo Mundo, la santa
fundó en Nueva York una de sus obras más conocidas: el “Columbus Hospital”. En
realidad, dicha obra había sido emprendida poco antes por la Sociedad de San
Carlos. Desgraciadamente, la cesión del hospital a las Misioneras de Sagrado
Corazón, que no fue fácil, creó ciertos resentimientos contra la madre
Francisca. La santa hizo poco después un viaje a Italia, donde asistió a la
inauguración de una casa de vacaciones cerca de Roma y de una casa de
estudiantes en Génova. En seguida, fue a Costa Rica, Panamá, Chile, Brasil y
Buenos Aires. Naturalmente, en 1895, ese viaje era mucho más difícil que en la
actualidad; pero la madre Cabrini gozaba enormemente con los paisajes, y ello
le aligeró un tanto las molestias del viaje. En Buenos Aires inauguró una
escuela secundaria para jovencitas. Como algunas personas le advirtiesen que la
empresa era muy difícil y pesada, la santa respondió: “¿Quién la va a llevar a
cabo: nosotras, o Dios?” Después de otro viaje a Italia, donde tuvo que
encargarse de un largo proceso en los tribunales eclesiásticos y hacer frente a
la turba en Milán, fue a Francia, e hizo ahí su primera fundación europea fuera
de Italia. En el verano de 1898, estuvo en Inglaterra. El obispo de Southwark,
Mons. Bourne, que fue más tarde cardenal y había conocido en Codogno a la madre
Francisca, le pidió que fundase en su diócesis una casa de su congregación;
pero el proyecto no se llevó a cabo por entonces.
La santa desplegó la misma actividad en los doce años siguientes.
Si hubiese que nombrar a un santo patrono de los viajeros, más reciente y menos
nebuloso que San Cristóbal, la madre Cabrini encabezaría ciertamente la lista
de candidatos. Su amor por todos los hijos de Dios la llevó de un sitio a otro
del hemisferio occidental: de Río de Janeiro a Roma, de Sydenham a Seattle. Las
constituciones de la Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón fueron finalmente
aprobadas en 1907. Para entonces, la congregación, que había comenzado en 1880
con ocho religiosas, tenía ya más de 1000 y se hallaba establecida en ocho
países. Santa Francisca había hecho más de cincuenta fundaciones, entre las que
se contaban escuelas gratuitas, escuelas secundarias, hospitales y otras
instituciones. Las religiosas no se limitaban en los Estados Unidos a trabajar
entre los inmigrantes italianos. En efecto, el día del jubileo de la
congregación, los presos de Sing-Sing enviaron a la santa una conmovedora carta
de gratitud. Entre las grandes fundaciones, nos limitaremos a mencionar dos: el
“Columbus Hospital” de Chicago, y la escuela de Brockley (1902), que
actualmente se halla en Honor Oak. Es imposible hablar aquí de todas las
pruebas y dificultades, tales como la oposición del obispo de Vitoria (la reina
María Cristina había llamado a España a Santa Francisca), y la oposición de
ciertos partidos en Chicago, Seattle y Nueva Orleáns. En esta última ciudad las
hijas de Santa Francisca pagaron el mal con bien, ya que se condujeron en forma
heroica en la epidemia de fiebre amarilla de 1905.
En 1911, la salud de la fundadora comenzó a decaer. Tenía entonces
sesenta y un años, y estaba físicamente agotada. Pero todavía pudo trabajar
seis años más. El fin llegó súbitamente. La madre Francisca Javier Cabrini
murió durante uno de sus viajes a Chicago, el 22 de diciembre de 1917.
Fue canonizada en 1946. Su cuerpo se halla en la capilla de la
“Cabrini Memorial School” de Fort Washington, en el estado de Nueva York. Sin
duda, que antes de Santa Francisca hubo muchos santos en los Estados Unidos y
que seguirá habiéndolos en el futuro; pero ella fue la primera ciudadana
americana cuya santidad fue públicamente reconocida por la Iglesia mediante la
canonización. Francisca Javier Cabrini es una gloria de los Estados Unidos, de
Italia, de la Iglesia y de toda la humanidad. Nadie que no fuese un santo como
ella hubiese podido hacer lo que ella hizo y en la forma en que lo hizo. Así lo
reconoció León XIII, casi cuarenta años antes de la canonización de la santa,
cuando dijo: “La madre Cabrini es una mujer muy inteligente y de gran virtud...
Es una santa”.
Santa Francisca Javier Cabrini es considerada Madre de los
emigrantes y su fiesta es cada 13 de noviembre.