Musica Para el Alma

martes, 12 de noviembre de 2019

LAS LAUDES DEL MIÉRCOLES 13 ORACIÓN PARA INICIAR EL DIA


Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

TIEMPO ORDINARIO
MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXII
De la Feria. Salterio IV

13 de noviembre

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)


V. 
Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Himno: AL RETORNAR ESTE DÍA.

Al retornar este día,
con voz alegre y canora,
celebrando al Redentor,
cantemos de Dios la gloria.

Por Cristo, el Creador inmenso
hizo la noche y la aurora,
con inmóvil ley fijando
la sucesión de las horas.

La luz eterna eres tú,
la antigua ley perfeccionas,
y no conoces crepúsculo,
y no te apagan las sombras.

Concédenos, Padre eterno,
que vivamos hoy con loa,
con que agrademos a Cristo,
si tu Espíritu nos colma. Amén.

SALMODIA

Ant 1. 
Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme.

Salmo 107 - ALABANZA AL SEÑOR Y PETICIÓN DE AUXILIO.

Dios mío, mi corazón está firme,
para tí cantaré y tocaré, gloria mía.
Despertad, cítara y arpa,
despertaré a la aurora.

Te daré gracias ante los pueblos, Señor,
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.

Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria;
para que se salven tus predilectos,
que tu mano salvadora nos responda.

Dios habló en su santuario:
«Triunfante ocuparé Siquén,
parcelaré el valle de Sucot;

mío es Galaad, mío Manasés,
Efraín es yelmo de mi cabeza,
Judá es mi cetro;

Moab, una jofaina para lavarme,
sobre Edom echo mi sandalia,
sobre Filistea canto victoria.»

Pero ¿quién me guiará a la plaza fuerte,
quién me conducirá a Edom,
si tú, ¡oh Dios!, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas?

Auxílianos contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil;
con Dios haremos proezas,
El pisoteará a nuestros enemigos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme.

Ant 2. El Señor me ha revestido de justicia y santidad.

Cántico: ALEGRIA DEL PROFETA ANTE LA NUEVA JERUSALÉN Is 61, 10—62, 5

Desbordo de gozo en el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha vestido un traje de gala
y me ha envuelto en un manto de triunfo,
como a un novio que se pone la corona,
o a una novia que se adorna con sus joyas.

Como el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas,
así el Señor hará brotar la justicia
y los himnos, ante todos los pueblos.

Por amor de Sión no callaré,
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que despunte la aurora de su justicia
y su salvación llamee como antorcha.

Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes, tu gloria;
te pondrán un nombre nuevo
pronunciado por la boca del Señor.

Serás corona fúlgida en la mano del Señor
y diadema real en la palma de tu Dios.

Ya no te llamarán «Abandonada»;
ni a tu tierra, «Devastada»;
a ti te llamarán «Mi favorita»,
y a tu tierra, «Desposada»,
porque el Señor te prefiere a ti,
y tu tierra tendrá marido.

Como un joven se casa con su novia,
así te desposa el que te construyó;
la alegría que encuentra el marido con su esposa,
la encontrará tu Dios contigo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor me ha revestido de justicia y santidad.

Ant 3. Alabaré al Señor mientras viva.

Salmo 145 - FELICIDAD DE LOS QUE ESPERAN EN DIOS.

Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.

No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;

que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.

El Señor guarda a los peregrinos;
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Alabaré al Señor mientras viva.

LECTURA BREVE   Dt 4, 39-40a

Has de reconocer hoy y recordar que el Señor es Dios, en lo alto del cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro. Guarda los mandatos y preceptos que te voy a dar hoy.

RESPONSORIO BREVE

V. 
Bendigo al Señor en todo momento.
R. Bendigo al Señor en todo momento.

V. Su alabanza está siempre en mi boca.
R. En todo momento.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendigo al Señor en todo momento.

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Ezequiel 10, 18-22; 11, 14-25

LA GLORIA DEL SEÑOR ABANDONA LA CIUDAD SENTENCIADA

En aquellos días, yo, Ezequiel, fui arrebatado en éxtasis por el Señor, y vi que la gloria del Señor salió, levantándose del umbral del templo, y se colocó sobre los querubines. Vi a los querubines levantar las alas, remontarse del suelo, sin separarse de las ruedas, y salir. Y se detuvieron junto a la puerta oriental de la casa del Señor; mientras tanto la gloria del Dios de Israel sobresalía por encima de ellos.

Eran los seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel a orillas del río Kebar, y me di cuenta de que eran querubines. Tenían cuatro rostros y cuatro alas cada uno y una especie de brazos humanos debajo de las alas, y su fisonomía era la de los rostros que yo había contemplado a orillas del río Kebar. Caminaban de frente. Entonces vino a mí esta palabra del Señor:

«Hijo de hombre, los habitantes de Jerusalén dicen de tus hermanos, los responsables de la familia y de la casa de Israel toda entera: "Ellos se han alejado del Señor, a nosotros nos toca poseer la tierra." Por tanto di: "Esto dice el Señor: Cierto, los llevé a pueblos lejanos, los dispersé por los países, y fui para ellos un santuario provisorio en los países adonde fueron." Por tanto di: "Esto dice el Señor: Os reuniré de entre los pueblos, os recogeré de los países en los que estáis dispersos, y os daré la tierra de Israel. Entrarán y quitarán de ella todos sus ídolos y abominaciones. Les daré un corazón íntegro e infundiré en ellos un espíritu nuevo: les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que sigan mis leyes y pongan por obra mis mandatos: serán mi pueblo y yo seré su Dios. Pero a aquellos cuyo corazón se vaya tras sus ídolos y abominaciones les daré su merecido —oráculo del Señor—."»

Los querubines levantaron las alas, sin separarse de las ruedas; mientras tanto la gloria del Dios de Israel sobresalía por encima de ellos. La gloria del Señor se elevó sobre la ciudad y se detuvo en el monte al oriente de la ciudad.

Entonces el espíritu me arrebató y me llevó en volandas al destierro de Babilonia, en éxtasis, y la visión desapareció. Y yo les conté a los desterrados lo que el Señor me había revelado.

RESPONSORIO    Ez 10, 4. 18; Mt 23, 37. 38

R. La gloria de Dios se elevó y se colocó en el umbral del templo; la nube llenó el templo y el resplandor de la gloria del Señor llenó el atrio. * Se elevó luego la gloria del Señor y salió del umbral del templo.
V. Jerusalén, ¡cuántas veces he querido agrupar a tus hijos y tú no has querido! Mirad, vuestra mansión va a quedar desierta.
R. Se elevó luego la gloria del Señor y salió del umbral del templo.

SEGUNDA LECTURA

De la Homilía de un autor del siglo segundo
(Cap. 10. 1-12, 1; 13, 1: Funk 1, 157-159)

PERSEVEREMOS EN LA ESPERANZA

Hermanos míos, hagamos la voluntad del Padre que nos ha llamado y esforcémonos por vivir ejercitando la virtud con el mayor celo; huyamos del vicio como del primero de nuestros males y rechacemos la impiedad, a fin de que el mal no nos alcance. Porque si nos esforzamos en obrar el bien lograremos la paz. La razón por la que algunos hombres no alcanzan la paz es porque se dejan llevar por temores humanos y posponen las promesas futuras a los gozos presentes. Obran así porque ignoran cuán grandes tormentos están reservados a quienes se entregan a los placeres de este mundo y cuán grande es la felicidad que nos está preparada en la vida eterna. Y si ellos fueran los únicos que hicieran esto, sería aún tolerable; pero el caso es que no cesan de pervertir a las almas inocentes con sus doctrinas depravadas, sin darse cuenta de que de esta forma incurren en una doble condenación: la suya propia y la de quienes los escuchan.

Nosotros, por tanto, sirvamos a Dios con un corazón puro y así seremos justos; porque si no servimos a Dios y desconfiamos de sus promesas, entonces seremos desgraciados. Se dice, en efecto, en los profetas: Desdichados los de ánimo doble, los que dudan en su corazón, los que dicen: «Todo esto hace tiempo que lo hemos oído, ya fue dicho en tiempo de nuestros padres; hemos esperado, día tras día, y nada de ello se ha realizado.» ¡Oh insensatos! Comparaos con un árbol; tomad, por ejemplo, una vid: primero se le cae la hoja, luego salen los brotes, después puede contemplarse la uva verde, finalmente aparece la uva ya madura. Así también mí pueblo: primero sufre inquietudes y tribulaciones, pero luego alcanzará la felicidad.

Por tanto, hermanos míos, no seamos de ánimo doble, antes bien perseveremos en la esperanza a fin de recibir nuestro galardón, porque es fiel aquel que ha prometido dar a cada uno según sus obras. Si practicamos, pues, la justicia ante Dios, entraremos en el reino de los cielos y recibiremos aquellas promesas que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre.

Estemos, pues, en todo momento en expectación del reino de Dios, viviendo en la caridad y en la justicia, pues desconocemos el día de la venida del Señor. Por tanto, hermanos, hagamos penitencia y obremos el bien, pues vivimos rodeados de insensatez y de maldad. Purifiquémonos de nuestros antiguos pecados y busquemos nuestra salvación arrepintiéndonos de nuestras faltas en lo más profundo de nuestro ser. No adulemos a los hombres ni busquemos agradar solamente a los nuestros; procuremos, por el contrario, edificar con nuestra vida a los que no son cristianos, evitando así que el nombre de Dios sea blasfemado por nuestra causa.

RESPONSORIO    1Co 15, 58; 2Ts 3, 13

R. Manteneos firmes e inconmovibles en la fe, haciendo siempre progresos en la obra del Señor; * sed conscientes de que vuestro trabajo no es vano a los ojos del Señor.
V. No os canséis de hacer el bien.
R. Sed conscientes de que vuestro trabajo no es vano a los ojos del Señor.

Miércoles, 13 de noviembre de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,11-19):

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»
Al verlos, les dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo: « ¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»

Palabra del Señor


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. 
Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.

PRECES

Cristo, reflejo de la gloria del Padre, nos ilumina con su palabra; acudamos pues a él diciendo:

Rey de la gloria, escúchanos.

Te bendecimos, Señor, autor y consumador de nuestra fe,
porque de las tinieblas nos has trasladado a tu luz admirable.

Tú que abriste los ojos de los ciegos y diste oído a los sordos,
aumenta nuestra fe.

Haz, Señor, que permanezcamos siempre en tu amor,
y que este amor nos guarde fraternalmente unidos.

Ayúdanos para que resistamos a la tentación, aguantemos en la tribulación
y te demos gracias en la prosperidad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Dejemos que el espíritu de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones, se una a nuestro espíritu, para clamar:

Padre nuestro...

ORACION

Recuerda, Señor, tu santa alianza consagrada con el nuevo sacramento de la sangre del Cordero, para que tu pueblo obtenga el perdón de sus pecados, y un aumento constante de salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. 
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Nació en España en el año 1400, de familia muy pobre. De joven fue a un campo solitario a acompañar a un familiar que hacía allí vida de monje ermitaño. Y de él aprendió el arte de la oración y de la meditación y un gran cariño por Jesús Crucificado.
Se dedicó a las labores manuales y a recoger leña, y con lo que ganaba ayudaba a muchos pobres. Y como el que más da, más recibe, la gente empezó a llevarle abundantes limosnas para que repartiera entre los necesitados.
Pero sucedió que leyó la vida de San Francisco de Asís y se entusiasmó grandemente por el modo de vivir de este santo, y además estaba preocupado porque su demasiada popularidad en su tierra le quitaba la oportunidad de poder vivir en soledad y recogimiento. Y así fue que pidió ser recibido como religioso franciscano y fue admitido.
Diego había hecho muy pocos estudios, pero era muy iluminado por luces celestiales, y así sucedía que cuando le preguntaban acerca de los temas espirituales más difíciles, daba unas respuestas que dejaban admirados a todos.
Fue enviado a misionar a las Islas Canarias y allá logró la conversión de muchos paganos y no permitió que los colonos esclavizaran a los nativos. Y haciendo una excepción a la regla, los superiores lo nombraron superior de la comunidad, siendo un simple lego. Y lo hizo muy bien.
En 1449 hizo un viaje desde España hasta Roma a pie. Iba a asistir a la canonización de San Bernardino de Siena. Acompañaba al Padre superior, el P. Alonso de Castro. Este se enfermó y Diego lo atendió con tan gran esmero y delicadeza, que los superiores lo encargaron por tres meses de la dirección del hospital de la comunidad de Roma, y allí hizo numerosas curaciones milagrosas a enfermos incurables.
A San Diego lo pintan llevando algo escondido en el manto. Es un mercado para los pobres. Y es que en los últimos años estuvo de portero en varios conventos y regalaba a los pobres todo lo que encontraba. Y dicen que en un día en que llevaba un mercado a un mendigo se encontró con un superior que era muy bravo y este le preguntó qué llevaba allí. El santito muy asustado le respondió que llevaba unas rosas, y al abrir el manto sólo aparecieron rosas y más rosas.
Los últimos años de su vida pasaba días enteros dedicados a la oración. Al ver un crucifijo quedaba en éxtasis. Su amor por la Virgen Santísima era inmenso. Untaba a los enfermos con un poco de aceite de la lámpara del altar de la Virgen y los enfermos se curaban. Un muchacho cayó en un horno ardiente, y el santo lo bendijo y el joven salió sano y sin quemaduras.
El 12 de noviembre del año 1463, sintiéndose morir pidió un crucifijo y recitando aquel himno del Viernes Santo que dice: "¡Dulce leño, dulces clavos que soportásteis tan dulce peso!" expiró santamente.
En su sepulcro se obraron muchos milagros y el mismo rey de España, Felipe II, obtuvo la milagrosa curación de su hijo al rezarle a Diego. Por eso el rey le pidió al Sumo Pontífice que lo declarara santo. Y fue canonizado sólo 25 años después de haber muerto, en 1588.
La familia Cabrini era sólidamente piadosa, pues todo en la familia era sólido. Rosa, una de las hermanas de Francisca, que había sido maestra de escuela y no había escapado a todos los defectos de su profesión, se encargó especialmente de la educación de su hermanita en forma muy estricta. Hay que reconocer que Francisca aprendió mucho de Rosa y que el rigor con que la trataba su hermana no le hizo ningún daño. La piedad de Francisca fue un tanto precoz, pero no por ello menos real. Oyendo en su casa la lectura de los "Anales de la Propagación de la Fe", Francisca determinó desde niña ir a trabajar en las misiones extranjeras. China era su país predilecto. Francisca vestía de religiosas a sus muñecas; solía también hacer barquitos de papel, y los echaba al río cubiertos de violetas, que representaban a los misioneros que iban a las misiones. Sabiendo que en China no había caramelos, renunció a ellos para irse acostumbrando a esa privación. Los padres de Francisca, que deseaban que fuese maestra de escuela, la enviaron a estudiar en la escuela de las religiosas de Arluno. La joven pasó con éxito los exámenes a los dieciocho años. En 1870, tuvo la pena enorme de perder a sus padres.
Durante los dos años siguientes, Francisca vivió apaciblemente con su hermana Rosa. Su bondad sin pretensiones impresionaba a cuantos la conocían. Francisca quiso ingresar en la congregación en la que había hecho sus estudios; pero no fue admitida a causa de su mala salud. También otra congregación le negó la admisión por la misma razón. Pero Don Serrati, el sacerdote en cuya escuela enseñaba Francisca, no olvidó las cualidades de la joven maestra. En 1874, Don Serrati fue nombrado preboste de la colegiata de Codogno. En su nueva parroquia había un pequeño orfanato, llamado la Casa de la Providencia, cuyo estado dejaba mucho que desear. La fundadora, que se llamaba Antonia Tondini, y otras dos mujeres, se encargaban de la administración, pero lo hacían muy mal. El obispo de Lodi y Mons. Serrati invitaron a Francisca a ir a ayudar en esa institución y a fundar ahí una congregación religiosa. La joven aceptó, no sin gran repugnancia.
Así empezó Francisca lo que una religiosa benedictina califica de noviciado muy especial. Aunque Antonia Tondini había aceptado que Francisca trabajase en el orfanato, en vez de ayudarla, se dedicó a obstaculizar su trabajo. Pero Francisca no se desalentó, con sus compañeras fundó la comunidad de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón, bajo la inspiración del gran misionero jesuita San Francisco Javier. Cuando Francisca hizo los votos religiosos tomó el nombre del santo y, en 1877, hizo los primeros votos con siete de sus hermanas religiosas. Al mismo tiempo, el obispo la nombró superiora. Ello no hizo sino empeorar las cosas. La conducta de la hermana Tondina, quien probablemente estaba un tanto enferma de la cabeza, se convirtió en un escándalo público. Francisca Cabrini y sus fieles colaboradoras lucharon tres años más por sostener la obra de la Casa de la Providencia, en espera de tiempos mejores; pero finalmente, el obispo renunció al proyecto y cerró el orfanato, después de decir a Francisca: "Vos deseáis ser misionera. Pues bien, ha llegado el momento de que lo seáis. Yo no conozco ningún instituto misional femenino. Fundadlo vos misma". Francisca salió decidida a seguir sencillamente ese consejo.
En Codogno había un antiguo convento franciscano, vacío y olvidado. A él se trasladó la madre Cabrini con sus siete fieles compañeras. En cuanto la comunidad quedó establecida, la santa se dedicó a redactar las reglas. El fin principal de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón era la educación de las jóvenes. Ese mismo año el obispo de Lodi aprobó las constituciones. Dos años más tarde, se inauguró la primera filial en Gruello, a la que siguió pronto la casa de Milán.
Todo esto se escribe pronto, pero la realidad fue cosa muy seria. En efecto, algunos alegaron que el título de misioneras no convenía a las mujeres, y una madre se quejó de que su hija había sido engañada para que entrase en la congregación. A pesar de ello, la congregación empezó a crecer, y la madre Cabrini demostró ampliamente su capacidad. En 1887, fue a Roma a pedir a la Santa Sede que aprobase su pequeña congregación y le diese permiso de abrir una casa en la Ciudad Eterna. Algunas personas influyentes trataron de disuadir a la santa del proyecto, pues juzgaban que siete años de prueba no bastaban para la aprobación de la congregación. El cardenal Parocchi, vicario de Roma, repitió el mismo argumento en su primera entrevista con la madre Francisca; pero solo en la primera entrevista, porque la santa se lo ganó muy pronto. Al poco tiempo, se pidió a la madre Cabrini que abriese no una sino dos casas en Roma: una escuela gratuita y un orfanato. Algunos meses más tarde, se publicó el decreto de la primera aprobación de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón. Como hemos dicho, la madre Cabrini había soñado en China desde la niñez. Pero no faltaban quienes querían convencerla de que volviese los ojos hacia otro continente. Mons. Scalabrini, obispo de Piacenza, había fundado la sociedad de San Carlos para trabajar entre los italianos que partían a los Estados Unidos, y rogó a la madre Cabrini que enviase algunas de sus religiosas a colaborar con los sacerdotes de la sociedad. La santa no se dejó convencer. Entonces, el arzobispo de Nueva York, Mons. Corrigan, insistió personalmente. La santa estaba indecisa, porque todos, excepto Mons. Serrati, apuntaban en la misma dirección. La madre Francisca tuvo por entonces un sueño que la impresionó mucho y determinó consultar al Sumo Pontífice. León XIII le dijo: "No al oriente sino al occidente". Siendo niña, Francisca Cabrini se había caído al río, y desde entonces tenía horror al agua. A pesar de ello, cruzó el Atlántico por primera vez, con seis de sus religiosas, y desembarcó en Nueva York el 31 de marzo de 1889.
Misionera a Estados Unidos
Una multitud de europeos pobres, italianos, polacos, ucranios, checos, croatas, eslovacos, Etc., emigraban a los Estados Unidos. Cuando llegó la madre Cabrini, había unos 50,000 italianos solo en Nueva York y sus alrededores. La mayoría de ellos no sabían siquiera los rudimentos de la doctrina cristiana; apenas unos 1,200 habían asistido alguna vez en su vida a la misa. El clero tenía sus dificultades, pues de cada doce sacerdotes italianos en los Estados Unidos, diez habían tenido que salir de su patria por mala conducta. Y las condiciones económicas y sociales de la mayoría de los inmigrantes estaban a la altura de las condiciones religiosas. Nada tiene, pues, de extraño que en el tercer concilio plenario de Baltimore, Mons. Corrigan y León XIII hayan estado muy inquietos.
La acogida que se dio a las religiosas en Nueva York, no fue precisamente entusiasta. Se les había pedido que organizaran un orfanato para niños italianos y que tomaran a su cargo una escuela primaria; pero, al llegar a Nueva York, donde se les dio cordialmente la bienvenida, se encontraron con que no tenían casa, de suerte que por lo menos la primera noche tuvieron que pasarla en una posada sucia y repugnante. Cuando la madre Cabrini fue a ver a Mons. Corrigan, se enteró de que, debido a ciertas dificultades entre el arzobispo y las bienhechoras, se había renunciado al proyecto del orfanato. Por otra parte, aunque abundaban los alumnos, no había edificio para la escuela. El arzobispo terminó diciendo que, en vista de las circunstancias, lo mejor era que la madre Cabrini y sus religiosas regresasen a Italia. Santa Francisca replicó con su firmeza y decisión habituales: "No, monseñor. El Papa me envió aquí, y aquí me voy a quedar". El arzobispo quedó impresionado al ver la firmeza de aquella pequeña lombarda y el apoyo que le prestaban en Roma. Por lo demás, hay que confesar que era un hombre que cambiaba fácilmente de idea. Así pues, no se opuso a que las religiosas se quedasen en New York y consiguió que por el momento se alojasen con las hermanas de la Caridad. A las pocas semanas, Santa Francisca había ya hecho buenas migas con la condesa Cesnola, bienhechora del orfanato proyectado, la había reconciliado con Mons. Corrigan, había conseguido una casa para sus religiosas y había inaugurado un pequeño orfanato. En julio de 1889, fue a hacer una visita a Italia, y llevó consigo a las dos primeras religiosas italo-americanas de su congregación.
Nueve meses después, regresó a los Estados Unidos con más religiosas para tomar posesión de la casa de West Park, sobre el río Hudson, que hasta entonces había pertenecido a los jesuitas. La santa trasladó allá el orfanato, que ya había crecido mucho, y estableció ahí mismo la casa madre y el noviciado de los Estados Unidos. La congregación prosperaba, tanto entre los inmigrantes a los Estados Unidos como en Italia. Al poco tiempo, la madre Cabrini hizo un penoso viaje a Managua de Nicaragua; a pesar de que las circunstancias eran muy difíciles y aun peligrosas, aceptó la dirección de un orfanato y abrió un internado. En el viaje de vuelta, pasó por Nueva Orleans, como se lo había pedido el santo arzobispo de la ciudad, Francisco Janssens. Los italianos de Nueva Orleans, que procedían en gran parte del sur de Italia y de Sicilia vivían en condiciones especialmente amargas. Había entre ellos algunos criminales indeseables, y poco antes una chusma enfurecida de americanos, no menos criminal, había linchado a once de ellos. El resultado de la visita de Santa Francisca fue que fundó una casa en Nueva Orleáns.
No hace falta demostrar que Francisca Cabrini fue una mujer extraordinaria, pues sus obras hablan por ella. Como había sucedido a la beata Filipina Duchesne, Santa Francisca aprendió el inglés con dificultad y conservó siempre el acento extranjero muy marcado. Pero ello no le impidió tener gran éxito en el trato con gentes de todas clases. En particular, aquellos con quienes tuvo que tratar asuntos financieros, que fueron muchos y de mucha importancia, la admiraban enormemente. El único punto en el que falló el tacto de la madre Cabrini fue en las relaciones con los cristianos no católicos. Ello se debió a que entró por primera vez en contacto con ellos en los Estados Unidos, de suerte que pasó largo tiempo antes de que reconociese su buena fe y apreciarse su vida ejemplar. Los comentarios desagradables que hizo la santa sobre este punto, se explican por su ignorancia, que era la raíz de su incomprensión. En efecto, como lo demuestran sus ideas sobre la educación de los niños, era una mujer de visión amplia y capaz de aprender, que no cerraba a una idea simplemente porque era nueva. La madre Cabrini había nacido para gobernar. Era muy estricta, pero poseía al mismo tiempo un gran sentido de justicia. En ciertas ocasiones era tal vez demasiado estricta y no caía en la cuenta de las consecuencias de su inflexibilidad. Por ejemplo, no parece que haya favorecido a la causa de la moral cristiana negándose a recibir a los hijos ilegítimos en su escuela gratuita; tal actitud no hacía más que castigar a los inocentes. Pero el amor gobernaba todos los actos de la santa, de suerte que su inflexibilidad no le impedía amar y ser muy amada. A este propósito, solía decir a sus religiosas: “Amáos unas a otras. Sacrificaos constantemente y de buen grado por vuestras hermanas. Sed bondadosas; no seáis duras ni bruscas, no abriguéis resentimientos; sed mansas y pacíficas.”
En 1892, año del cuarto descubrimiento del Nuevo Mundo, la santa fundó en Nueva York una de sus obras más conocidas: el “Columbus Hospital”. En realidad, dicha obra había sido emprendida poco antes por la Sociedad de San Carlos. Desgraciadamente, la cesión del hospital a las Misioneras de Sagrado Corazón, que no fue fácil, creó ciertos resentimientos contra la madre Francisca. La santa hizo poco después un viaje a Italia, donde asistió a la inauguración de una casa de vacaciones cerca de Roma y de una casa de estudiantes en Génova. En seguida, fue a Costa Rica, Panamá, Chile, Brasil y Buenos Aires. Naturalmente, en 1895, ese viaje era mucho más difícil que en la actualidad; pero la madre Cabrini gozaba enormemente con los paisajes, y ello le aligeró un tanto las molestias del viaje. En Buenos Aires inauguró una escuela secundaria para jovencitas. Como algunas personas le advirtiesen que la empresa era muy difícil y pesada, la santa respondió: “¿Quién la va a llevar a cabo: nosotras, o Dios?” Después de otro viaje a Italia, donde tuvo que encargarse de un largo proceso en los tribunales eclesiásticos y hacer frente a la turba en Milán, fue a Francia, e hizo ahí su primera fundación europea fuera de Italia. En el verano de 1898, estuvo en Inglaterra. El obispo de Southwark, Mons. Bourne, que fue más tarde cardenal y había conocido en Codogno a la madre Francisca, le pidió que fundase en su diócesis una casa de su congregación; pero el proyecto no se llevó a cabo por entonces.
La santa desplegó la misma actividad en los doce años siguientes. Si hubiese que nombrar a un santo patrono de los viajeros, más reciente y menos nebuloso que San Cristóbal, la madre Cabrini encabezaría ciertamente la lista de candidatos. Su amor por todos los hijos de Dios la llevó de un sitio a otro del hemisferio occidental: de Río de Janeiro a Roma, de Sydenham a Seattle. Las constituciones de la Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón fueron finalmente aprobadas en 1907. Para entonces, la congregación, que había comenzado en 1880 con ocho religiosas, tenía ya más de 1000 y se hallaba establecida en ocho países. Santa Francisca había hecho más de cincuenta fundaciones, entre las que se contaban escuelas gratuitas, escuelas secundarias, hospitales y otras instituciones. Las religiosas no se limitaban en los Estados Unidos a trabajar entre los inmigrantes italianos. En efecto, el día del jubileo de la congregación, los presos de Sing-Sing enviaron a la santa una conmovedora carta de gratitud. Entre las grandes fundaciones, nos limitaremos a mencionar dos: el “Columbus Hospital” de Chicago, y la escuela de Brockley (1902), que actualmente se halla en Honor Oak. Es imposible hablar aquí de todas las pruebas y dificultades, tales como la oposición del obispo de Vitoria (la reina María Cristina había llamado a España a Santa Francisca), y la oposición de ciertos partidos en Chicago, Seattle y Nueva Orleáns. En esta última ciudad las hijas de Santa Francisca pagaron el mal con bien, ya que se condujeron en forma heroica en la epidemia de fiebre amarilla de 1905.
En 1911, la salud de la fundadora comenzó a decaer. Tenía entonces sesenta y un años, y estaba físicamente agotada. Pero todavía pudo trabajar seis años más. El fin llegó súbitamente. La madre Francisca Javier Cabrini murió durante uno de sus viajes a Chicago, el 22 de diciembre de 1917.
Fue canonizada en 1946. Su cuerpo se halla en la capilla de la “Cabrini Memorial School” de Fort Washington, en el estado de Nueva York. Sin duda, que antes de Santa Francisca hubo muchos santos en los Estados Unidos y que seguirá habiéndolos en el futuro; pero ella fue la primera ciudadana americana cuya santidad fue públicamente reconocida por la Iglesia mediante la canonización. Francisca Javier Cabrini es una gloria de los Estados Unidos, de Italia, de la Iglesia y de toda la humanidad. Nadie que no fuese un santo como ella hubiese podido hacer lo que ella hizo y en la forma en que lo hizo. Así lo reconoció León XIII, casi cuarenta años antes de la canonización de la santa, cuando dijo: “La madre Cabrini es una mujer muy inteligente y de gran virtud... Es una santa”.
Santa Francisca Javier Cabrini es considerada Madre de los emigrantes y su fiesta es cada 13 de noviembre.