Abre, Señor, mi boca para
bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para
que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
MARTES DE LA SEMANA XIII
De la Feria. Salterio I
MARTES DE LA SEMANA XIII
De la Feria. Salterio I
2 de julio
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Al Señor, al gran Rey, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Al Señor, al gran Rey, venid, adorémosle.
Himno: AL CANTO DE LOS GALLOS.
Al canto de los gallos
viene la aurora;
los temores se alejan
como las sombras.
¡Dios, Padre nuestro,
en tu nombre dormimos
y amanecemos!
Como luz nos visitas,
Rey de los hombres,
como amor que vigila
siempre de noche;
cuando el que duerme
bajo el signo del sueño
prueba la muerte.
Del sueño del pecado
nos resucitas,
y es señal de tu gracia
la luz amiga.
¡Dios que nos velas!,
tú nos sacas por gracia
de las tinieblas.
Gloria al Padre y al Hijo,
gloria al Espíritu,
al que es paz, luz y vida,
al Uno y Trino;
gloria a su nombre
y al misterio divino
que nos lo esconde. Amén.
SALMODIA
Ant 1. El hombre de manos inocentes y puro corazón subirá al monte del Señor.
Salmo 23 - ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
El la fundó sobre los mares,
El la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El hombre de manos inocentes y puro corazón subirá al monte del Señor.
Ant 2. Ensalzad con vuestras obras al rey de los siglos.
Cántico: ESPERANZA DE ISRAEL EN BABILONIA Tb 13, 1-10
Bendito sea Dios, que vive eternamente,
y cuyo reino dura por los siglos:
él azota y se compadece,
hunde hasta el abismo y saca de él,
y no hay quien escape de su mano.
Dadle gracias, israelitas, ante los gentiles,
porque él nos dispersó entre ellos.
Proclamad allí su grandeza,
ensalzadlo ante todos los vivientes:
que él es nuestro Dios y Señor,
nuestro Padre por todos los siglos.
Él nos azota por nuestros delitos,
pero se compadecerá de nuevo,
y os congregará de entre todas las naciones
por donde estáis dispersados.
Si volvéis a él de todo corazón
y con toda el alma,
siendo sinceros con él,
él volverá a vosotros
y no os ocultará su rostro.
Veréis lo que hará con vosotros,
le daréis gracias a boca llena,
bendeciréis al Señor de la justicia
y ensalzaréis al rey de los siglos.
Yo le doy gracias en mi cautiverio,
anuncio su grandeza y su poder
a un pueblo pecador.
Convertíos, pecadores,
obrad rectamente en su presencia:
quizá os mostrará benevolencia
y tendrá compasión.
Ensalzaré a mi Dios, al rey del cielo,
y me alegraré de su grandeza.
Anuncien todos los pueblos sus maravillas
y alábenle sus elegidos en Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ensalzad con vuestras obras al rey de los siglos.
Ant 3. El Señor merece la alabanza de los buenos.
Salmo 32 - HIMNO AL PODER Y A LA PROVIDENCIA DE DIOS
Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando vuestra música con aclamaciones:
que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales,
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano.
Tema al Señor la tierra entera,
tiemblen ante él los habitantes del orbe:
porque él lo dijo, y existió;
él lo mandó, y surgió.
El Señor deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres;
desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones.
No vence el rey por su gran ejército,
no escapa el soldado por su mucha fuerza,
nada valen sus caballos para la victoria,
ni por su gran ejército se salva.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros esperamos en el Señor:
él es nuestro auxilio y escudo,
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor merece la alabanza de los buenos.
LECTURA BREVE Rm 13, 11b. 12-13a
Ya es hora que despertéis del sueño. La noche va pasando, el día está encima; desnudémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistámonos de las armas de la luz. Andemos como en pleno día, con dignidad.
RESPONSORIO BREVE
V. Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo.
R. Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo.
V. Mi alcázar, mi libertador.
R. En que me amparo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo.
PRIMERA LECTURA
Del primer libro de Samuel 9,1-6.14--10,1
SAÚL, ELEGIDO REY, ES UNGIDO POR SAMUEL
En aquellos días, había un hombre de Loma de Benjamín, llamado Quis, hijo de Abiel, de Seror, de Becorá, de Afiaj, benjaminita, de buena posición. Tenía un hijo que se llamaba Saúl, un mozo bien plantado; era el israelita más alto: sobresalía por encima de todos, de los hombros arriba. A su padre, Quis, se le habían extraviado unas burras; y dijo a su hijo Saúl:
«Llévate a uno de los criados y vete a buscar las burras.»
Cruzaron la serranía de Efraím y atravesaron la comarca de Salisá, pero no las encontraron. Atravesaron la comarca de Saalín, y nada. Atravesaron la comarca de Benjamín, y tampoco. Cuando llegaron a la comarca de Suf, Saúl dijo al criado que iba con él:
«Vamos a volvernos, no sea que mi padre prescinda de las burras y empiece a preocuparse por nosotros.»
Pero el criado repuso:
«Precisamente en ese pueblo hay un hombre de Dios de gran fama; lo que él dice sucede sin falta. Vamos allá. A lo mejor nos orienta sobre lo que andamos buscando.»
Subieron al pueblo. Y, justamente cuando entraban en el pueblo, se encontró con ellos Samuel, según salía para subir al altozano. El día antes de llegar Saúl, el Señor había revelado a Samuel:
«Mañana te enviaré un hombre de la región de Benjamín, para que lo unjas como jefe de mi pueblo, Israel, y libre a mi pueblo de la dominación filistea; porque he visto la aflicción de mi pueblo, sus gritos han llegado hasta mí.»
Cuando Samuel vio a Saúl, el Señor le avisó:
«Ese es el hombre de quien te hablé; ése regirá a mi pueblo.»
Saúl se acercó a Samuel en medio de la entrada y le dijo:
«Haz el favor de decirme dónde está la casa del vidente.»
Samuel le respondió:
«Yo soy el vidente. Sube delante de mí al altozano; hoy coméis conmigo y mañana te dejaré marchar y te diré todo lo que piensas. Por las burras que se te perdieron hace tres días, no te preocupes, que ya aparecieron. Además, ¿a quién anhela todo Israel? A ti y a la familia de tu padre.»
Saúl respondió:
«¡Si yo soy de Benjamín, la menor de las tribus de Israel! Y, de todas las familias de Benjamín, mi familia es la menos importante. ¿Por qué me dices eso?»
Entonces, Samuel tomó a Saúl y a su criado, los hizo entrar en el comedor y los puso en la presidencia de los convidados, unas treinta personas. Luego, dijo al cocinero:
«Trae la ración que te encargué, la que te dije que apartases.»
El cocinero tomó la pierna y la cola del animal sacrificado, y se lo sirvió a Saúl. Samuel dijo:
«Ahí tienes lo que te reservaron; come, que te lo han guardado para esta ocasión, para que lo comas con los convidados.»
Así, pues, Saúl comió aquel día con Samuel. Después, bajaron del altozano hasta el pueblo, prepararon la cama a Saúl en la azotea, y se acostó. Al despuntar el sol, Samuel fue a la azotea a llamarlo:
«Levántate, que voy a despedirte.»
Saúl se levantó, y los dos, él y Samuel, salieron de casa. Cuando habían bajado hasta las afueras, Samuel le dijo:
«Dile al criado que vaya delante; tú párate un momento y te comunicaré la palabra de Dios.»
Tomó la aceitera, derramó aceite sobre la cabeza de Saúl y lo besó, diciendo:
«El Señor te unge como jefe de su heredad, de su pueblo, Israel; tú gobernarás el pueblo del Señor, tú lo salvarás de los enemigos vecinos. Y ésta será para ti la señal de que el Señor te ha ungido como jefe de su heredad.»
RESPONSORIO 1S 10, 1; Sal 44, 5
R. El Señor te unge como jefe de su heredad, de su pueblo, Israel; * tú lo salvarás de los enemigos.
V. Es tu gala y tu orgullo; cabalga victorioso por la verdad y la justicia.
R. Tú lo salvarás de los enemigos.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Agustín, obispo.
(Sermón 47, Sobre las ovejas, 12-14: CCL 41, 582-584)
SI BUSCARE AGRADAR A LOS HOMBRES, NO SERIA SIERVO DE CRISTO
Esta es nuestra gloria: el testimonio de nuestra conciencia. Hay hombres que juzgan temerariamente, que son detractores, chismosos, murmuradores, que se empeñan en sospechar lo que no ven, que se empeñan incluso en pregonar lo que ni sospechan; contra esos tales, ¿qué recurso queda sino el testimonio de nuestra conciencia? Y ni aun en aquellos a los que buscamos agradar, hermanos, buscamos nuestra propia gloria, o al menos no debemos buscarla, sino más bien su salvación, de modo que, siguiendo nuestro ejemplo, si es que nos comportamos rectamente, no se desvíen. Que sean imitadores nuestros, si nosotros lo somos de Cristo; y si nosotros no somos imitadores de Cristo, que tomen al mismo Cristo por modelo. El es, en efecto, quien apacienta su rebaño, él es el único pastor que lo apacienta por medio de los demás buenos pastores, que lo hacen por delegación suya.
Por tanto, cuando buscamos agradar a los hombres, no buscamos nuestro propio provecho, sino el gozo de los demás, y nosotros nos gozamos de que les agrade lo que es bueno, por el provecho que a ellos les reporta, no por el honor que ello nos reporta a nosotros. Está bien claro contra quiénes dijo el Apóstol: Si buscare agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo. Como también está claro a quiénes se refería al decir: Procurad agradar a todos en todo, como también yo procuro agradar a todos en todo. Ambas afirmaciones son límpidas, claras y transparentes. Tú limítate a pacer y beber, sin pisotear ni enturbiar.
Conocemos también aquellas palabras del Señor Jesucristo, maestro de los apóstoles: Alumbre vuestra luz a los hombres para que, viendo vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre celestial, esto es, al que os ha hecho tales. Nosotros somos su pueblo, el rebaño que él guía. Por lo tanto, él ha de ser alabado, ya que él es de quien procede la bondad que pueda haber en ti, y no tú, ya que de ti mismo no puede proceder más que maldad. Sería contradecir a la verdad si quisieras ser tú alabado cuando haces algo bueno, y que el Señor fuera vituperado cuando haces algo malo. El mismo que dijo: Alumbre vuestra luz a los hombres, dijo también en la misma ocasión: No hagáis vuestra justicia delante de los hombres. Y del mismo modo que estas palabras te parecían contradictorias en boca del Apóstol, así también en el Evangelio. Pero si no enturbias el agua de tu corazón, también en ellas reconocerás la paz de las Escrituras, y participarás tú también de su misma paz.
Procuremos, pues, hermanos, no sólo vivir rectamente, sino también obrar con rectitud delante de los hombres, y no sólo preocuparnos de tener la conciencia tranquila, sino también, en cuanto lo permita nuestra debilidad y la vigilancia de nuestra fragilidad humana, procuremos no hacer nada que pueda hacer sospechar mal a nuestro hermano más débil, no sea que comiendo hierba limpia y bebiendo un agua pura pisoteemos los pastos de Dios, y las ovejas más débiles tengan que comer una hierba pisoteada y beber un agua enturbiada.
RESPONSORIO Flp 2, 2. 3-4; 1Ts 5, 14. 15
R. Dadme esta gran alegría: Manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir; dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. * No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.
V. Sostened a los débiles, tened paciencia con todos; procurad siempre el bien entre vosotros y para con todos.
R. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.
Del primer libro de Samuel 9,1-6.14--10,1
SAÚL, ELEGIDO REY, ES UNGIDO POR SAMUEL
En aquellos días, había un hombre de Loma de Benjamín, llamado Quis, hijo de Abiel, de Seror, de Becorá, de Afiaj, benjaminita, de buena posición. Tenía un hijo que se llamaba Saúl, un mozo bien plantado; era el israelita más alto: sobresalía por encima de todos, de los hombros arriba. A su padre, Quis, se le habían extraviado unas burras; y dijo a su hijo Saúl:
«Llévate a uno de los criados y vete a buscar las burras.»
Cruzaron la serranía de Efraím y atravesaron la comarca de Salisá, pero no las encontraron. Atravesaron la comarca de Saalín, y nada. Atravesaron la comarca de Benjamín, y tampoco. Cuando llegaron a la comarca de Suf, Saúl dijo al criado que iba con él:
«Vamos a volvernos, no sea que mi padre prescinda de las burras y empiece a preocuparse por nosotros.»
Pero el criado repuso:
«Precisamente en ese pueblo hay un hombre de Dios de gran fama; lo que él dice sucede sin falta. Vamos allá. A lo mejor nos orienta sobre lo que andamos buscando.»
Subieron al pueblo. Y, justamente cuando entraban en el pueblo, se encontró con ellos Samuel, según salía para subir al altozano. El día antes de llegar Saúl, el Señor había revelado a Samuel:
«Mañana te enviaré un hombre de la región de Benjamín, para que lo unjas como jefe de mi pueblo, Israel, y libre a mi pueblo de la dominación filistea; porque he visto la aflicción de mi pueblo, sus gritos han llegado hasta mí.»
Cuando Samuel vio a Saúl, el Señor le avisó:
«Ese es el hombre de quien te hablé; ése regirá a mi pueblo.»
Saúl se acercó a Samuel en medio de la entrada y le dijo:
«Haz el favor de decirme dónde está la casa del vidente.»
Samuel le respondió:
«Yo soy el vidente. Sube delante de mí al altozano; hoy coméis conmigo y mañana te dejaré marchar y te diré todo lo que piensas. Por las burras que se te perdieron hace tres días, no te preocupes, que ya aparecieron. Además, ¿a quién anhela todo Israel? A ti y a la familia de tu padre.»
Saúl respondió:
«¡Si yo soy de Benjamín, la menor de las tribus de Israel! Y, de todas las familias de Benjamín, mi familia es la menos importante. ¿Por qué me dices eso?»
Entonces, Samuel tomó a Saúl y a su criado, los hizo entrar en el comedor y los puso en la presidencia de los convidados, unas treinta personas. Luego, dijo al cocinero:
«Trae la ración que te encargué, la que te dije que apartases.»
El cocinero tomó la pierna y la cola del animal sacrificado, y se lo sirvió a Saúl. Samuel dijo:
«Ahí tienes lo que te reservaron; come, que te lo han guardado para esta ocasión, para que lo comas con los convidados.»
Así, pues, Saúl comió aquel día con Samuel. Después, bajaron del altozano hasta el pueblo, prepararon la cama a Saúl en la azotea, y se acostó. Al despuntar el sol, Samuel fue a la azotea a llamarlo:
«Levántate, que voy a despedirte.»
Saúl se levantó, y los dos, él y Samuel, salieron de casa. Cuando habían bajado hasta las afueras, Samuel le dijo:
«Dile al criado que vaya delante; tú párate un momento y te comunicaré la palabra de Dios.»
Tomó la aceitera, derramó aceite sobre la cabeza de Saúl y lo besó, diciendo:
«El Señor te unge como jefe de su heredad, de su pueblo, Israel; tú gobernarás el pueblo del Señor, tú lo salvarás de los enemigos vecinos. Y ésta será para ti la señal de que el Señor te ha ungido como jefe de su heredad.»
RESPONSORIO 1S 10, 1; Sal 44, 5
R. El Señor te unge como jefe de su heredad, de su pueblo, Israel; * tú lo salvarás de los enemigos.
V. Es tu gala y tu orgullo; cabalga victorioso por la verdad y la justicia.
R. Tú lo salvarás de los enemigos.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Agustín, obispo.
(Sermón 47, Sobre las ovejas, 12-14: CCL 41, 582-584)
SI BUSCARE AGRADAR A LOS HOMBRES, NO SERIA SIERVO DE CRISTO
Esta es nuestra gloria: el testimonio de nuestra conciencia. Hay hombres que juzgan temerariamente, que son detractores, chismosos, murmuradores, que se empeñan en sospechar lo que no ven, que se empeñan incluso en pregonar lo que ni sospechan; contra esos tales, ¿qué recurso queda sino el testimonio de nuestra conciencia? Y ni aun en aquellos a los que buscamos agradar, hermanos, buscamos nuestra propia gloria, o al menos no debemos buscarla, sino más bien su salvación, de modo que, siguiendo nuestro ejemplo, si es que nos comportamos rectamente, no se desvíen. Que sean imitadores nuestros, si nosotros lo somos de Cristo; y si nosotros no somos imitadores de Cristo, que tomen al mismo Cristo por modelo. El es, en efecto, quien apacienta su rebaño, él es el único pastor que lo apacienta por medio de los demás buenos pastores, que lo hacen por delegación suya.
Por tanto, cuando buscamos agradar a los hombres, no buscamos nuestro propio provecho, sino el gozo de los demás, y nosotros nos gozamos de que les agrade lo que es bueno, por el provecho que a ellos les reporta, no por el honor que ello nos reporta a nosotros. Está bien claro contra quiénes dijo el Apóstol: Si buscare agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo. Como también está claro a quiénes se refería al decir: Procurad agradar a todos en todo, como también yo procuro agradar a todos en todo. Ambas afirmaciones son límpidas, claras y transparentes. Tú limítate a pacer y beber, sin pisotear ni enturbiar.
Conocemos también aquellas palabras del Señor Jesucristo, maestro de los apóstoles: Alumbre vuestra luz a los hombres para que, viendo vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre celestial, esto es, al que os ha hecho tales. Nosotros somos su pueblo, el rebaño que él guía. Por lo tanto, él ha de ser alabado, ya que él es de quien procede la bondad que pueda haber en ti, y no tú, ya que de ti mismo no puede proceder más que maldad. Sería contradecir a la verdad si quisieras ser tú alabado cuando haces algo bueno, y que el Señor fuera vituperado cuando haces algo malo. El mismo que dijo: Alumbre vuestra luz a los hombres, dijo también en la misma ocasión: No hagáis vuestra justicia delante de los hombres. Y del mismo modo que estas palabras te parecían contradictorias en boca del Apóstol, así también en el Evangelio. Pero si no enturbias el agua de tu corazón, también en ellas reconocerás la paz de las Escrituras, y participarás tú también de su misma paz.
Procuremos, pues, hermanos, no sólo vivir rectamente, sino también obrar con rectitud delante de los hombres, y no sólo preocuparnos de tener la conciencia tranquila, sino también, en cuanto lo permita nuestra debilidad y la vigilancia de nuestra fragilidad humana, procuremos no hacer nada que pueda hacer sospechar mal a nuestro hermano más débil, no sea que comiendo hierba limpia y bebiendo un agua pura pisoteemos los pastos de Dios, y las ovejas más débiles tengan que comer una hierba pisoteada y beber un agua enturbiada.
RESPONSORIO Flp 2, 2. 3-4; 1Ts 5, 14. 15
R. Dadme esta gran alegría: Manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir; dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. * No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.
V. Sostened a los débiles, tened paciencia con todos; procurad siempre el bien entre vosotros y para con todos.
R. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.
Martes, 2
de julio de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,23-27):
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: « ¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!»
Él les dijo: « ¡Cobardes! ¡Qué poca fe!»
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados: « ¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: « ¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!»
Él les dijo: « ¡Cobardes! ¡Qué poca fe!»
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados: « ¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Nos ha suscitado el Señor una fuerza de salvación, según lo había predicho por boca de sus santos profetas.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Nos ha suscitado el Señor una fuerza de salvación, según lo había predicho por boca de sus santos profetas.
PRECES
Ya que hemos sido llamados a participar de una vocación celestial, bendigamos por ello a Jesús, el pontífice de nuestra fe, y supliquémosle diciendo:
Escúchanos, Señor.
Señor Jesús, que por el bautismo has hecho de nosotros un sacerdocio real,
haz que nuestra vida sea un continuo sacrificio de alabanza.
Ayúdanos, Señor, a guardar tus mandatos
para que por la fuerza del Espíritu Santo nosotros permanezcamos en ti y tú en nosotros.
Danos tu sabiduría eterna
para que permanezca con nosotros y con nosotros trabaje.
Concédenos ser la alegría de cuantos nos rodean
y fuente de esperanza para los decaídos.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Como hijos que somos de Dios, dirijámonos a nuestro Padre con la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Escucha, Señor, nuestra oración matutina y con la luz de tu misericordia alumbra la oscuridad de nuestro corazón: para que, habiendo sido iluminados por tu claridad, no andemos nunca tras las obras de las tinieblas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
San Otón
2 de Julio
2 de Julio
San Otón fue obispo de Bamberg y es llamado el Apóstol de Pomerania
. Nació en Suabia, Alemania, y vivió en el siglo XII. Fue huérfano de padre y
madre, enfrentó muchas dificultades para costear sus estudios en filosofía y
ciencias humanas. Partió a Polonia para ganarse la vida. Poco a poco se
estableció y fundó una escuela que ganó prestigio y le dio buenas ganancias.
Se hizo conocido y estimado en la corte polaca , amigo y consejero
del emperador Enrique IV, que lo nombró obispo de Bomberg. San Otón hizo lo que
pudo por conseguir que se arrepintiese y se sometiese al Papa, se negó a
aprobar el cisma y demás crímenes del emperador; sin embargo solamente quedó
con la conciencia tranquila cuando fue consagrado obispo por el Papa Pascual
II, alrededor del año 1106.
Es considerado el evangelizador de la Pomerania; fundó allí
numerosos monasterios. Y apoyado por Boleslao III, duque de Polonia que
dominaba la región, y por Vratislao, duque cristiano de Pomerania, recorrió
todas las ciudades instruyendo a los gentiles y bautizando a los que se
adherían a la fe, intercediendo ante el príncipe por la liberación de los
prisioneros, exhortando a todos a abandonar los ídolos y a convertirse al Dios
de Jesucristo. Esparció misioneros por toda la Pomerania, bautizando a más de
20000 infieles.
Murió en su diócesis el 30 de Junio de 1139. Fue canonizadeo
cincuenta años más tarde.
San
Bernardino Realino
2 de Julio
2 de Julio
San Bernardino Realino nació en Carpi, ducado de Módena, el 1 de
diciembre de 1530 - Italia. Su familia pertenecía a la nobleza provinciana. Su
padre, don Francisco Realino, un hombre importante, fue caballerizo mayor de
varias cortes italianas. Por este motivo estaba casi siempre ausente de su
casa. La educación del pequeño Bernardino estuvo confiada a su madre, Isabel
Bellantini.
Fue bautizado en la fiesta de la Inmaculada Concepción. Se le
ponene los nombres de Bernardino Luis. Bernardino en honor a San Bernardino de
Siena, quien una vez fue huésped de la familia de su madre.
Dicen que Bernardino era un niño siempre afable y risueño con
todos. A su buena madre le profesó durante toda su vida un cariño y una
veneración extraordinarios. Durante sus estudios un compañero le
preguntó: "Si te
dieran a escoger entre verte privado de tu padre o de tu madre. ¿qué
preferirlas?"Bernardino contestó como un rayo: "De mi madre jamás." Dios,
sin embargo, le pidió pronto el sacrificio más grande.
Su madre se fue al cielo cuando él todavía era muy joven, el 24 de
Noviembre. Su recuerdo le arrancaba con frecuencia lágrimas de los ojos. Ella
se lo había merecido por sus constantes desvelos y principalmente por haberle
inculcado una tierna devoción a la Virgen María.
En Carpi comenzó el niño Bernardino sus estudios de literatura
clásica bajo la dirección de maestros competentes. "En el aprovechamiento ?escribe el mismo
Santo?, si no aventajó a sus discípulos, tampoco se dejó superar por ninguno de
ellos." De Carpi pasó a Módena y luego a Bolonia, una de
las más célebres universidades de su tiempo, donde cursó la filosofía.
En Bolonia termina sus estudios de filosofía y se prepara para la
carrera de Medicina. Fue un estudiante jovial y amigo de sus amigos. Más tarde
se lamentará de "haber
perdido muchísimo tiempo con algunos de sus compañeros, con los cuales trataba
demasiado familiarmente".
Fue, pues, muchacho normal. Hizo poesías. Llevó un diario íntimo
como todos, y se enamoró como cualquier bachiller del siglo XX de una joven
culta y piadosa. Le parece la mujer ideal para formar su propio hogar. Cuenta
de ella:
"Habiéndome introducido por senda tan resbaladiza ?escribe el
Santo refiriéndose a aquellos días?, vino el ángel del Señor a amonestarme de
mis errores, y, retrayéndome de las puertas del infierno, me colocó otra vez en
la ruta del cielo."
¿Quién fue este "ángel del cielo"?
Un día vio en una iglesia a una joven y quedó prendado de ella. La
amó con un amor maravilloso, "hasta
tal punto ?son sus palabras? de cifrar toda mi dicha en cumplir sus menores
deseos. No obedecerla me parecía un delito, porque cuanto yo tenía y cuanto era
reconocía debérselo a ella". Esta joven se llamaba Clorinda.
Bellísima, había dominado por sí misma, sin ayuda de nadie, el vasto campo de
la literatura y la filosofía. Era profundamente piadosa. Frecuentaba la misa y
la comunión. Precisamente la vista de su angelical postura en la iglesia fue lo
que prendió en el corazón de Bernardino, como lo demuestran las cartas y
poesías que se cruzaron entre los dos y que todavía se conservan.
Bernardino tenía proyectado graduarse en Medicina. Pero a Clorinda
no le gustaba, y él se sometió dócilmente a los deseos de ella. Había que
cambiar de carrera y comenzar la de Derecho.
Por fin, el 3 de junio de 1546, a los veinticinco años, se doctoró
en ambos Derechos, canónico y civil.
A los seis meses de terminar la carrera fue nombrado podestá, o
sea alcalde, de Felizzano. Del gobierno de esta pequeña ciudad pasó al cargo de
abogado fiscal de Alessandría, en el Piamonte. Después se le nombró alcalde de
Cassine, De Cassine pasó a Castel Leone de pretor a las órdenes del marqués de
Pescara.
En todos estos cargos se mostró siempre recto y sumamente hábil en
los negocios.
El marqués de Pescara quedó tan satisfecho de las actuaciones de
Realino que, cuando tomó el cargo de gobernador de Nápoles en nombre de España,
se lo llevó consigo como oidor y lugarteniente general.
En Nápoles le esperaba a Bernardino la Providencia de Dios.
En los meses finales de 1561 fallece Clorinda. Recibe la noticia
por una carta de sus amigos de Bolonia. Su abrió en el alma de Bernardino una
herida profunda que difícilmente podría curarse.
El recuerdo de aquella joven querida le alentaba ahora desde el
cielo, presentándosele de tiempo en tiempo radiante de luz y de gloria y
exhortándole a seguir adelante en sus santos propósitos. En carta a su hermano
Juan Bautista dice: "No
encuentro otro consuelo sino en Dios. Me entrego a su divina voluntad. El
procura el bien de sus creaturas, aunque nosotros nos inclinemos a otros
bienes. Ruego al Señor y a su Madre me protejan y me muestren el mejor camino
para enderezar mi vida".
Un día paseaba por las calles de Nápoles cuando tropezó con dos
jóvenes religiosos cuya modestia y santa alegría le impresionó vivamente. Les
siguió un buen trecho y preguntó quiénes eran. Le dijeron que
"jesuitas", de una Orden nueva recientemente aprobada por la Iglesia.
Era la primera noticia que tenía Bernardino de la Compañía de
Jesús. El domingo siguiente fue oír misa a la iglesia de los padres.
Entró en el momento en que subía al púlpito el padre Juan Bautista
Carminata, uno de los oradores mejores de aquel tiempo. El sermón cayó en
tierra abonada. Bernardino volvió a casa, se encerró en su habitación y no
quiso recibir a nadie durante varios días. Hizo los ejercicios espirituales, y
a los pocos días la resolución estaba tomada. Dejaría su carrera y se abrazaría
con la cruz de Cristo.
Su madre había muerto, Clorinda había muerto. Su anciano padre no
tardaría mucho en volar al cielo. No quería servir a los que estaban sujetos a
la muerte. Pero, ¿cuándo pondría por obra su propósito? ¿Dónde? ¿No sería mejor
esperar un poco?
Un día del mes de septiembre de 1564, mientras Bernardino rezaba
el rosario pidiendo a María luz en aquella perplejidad, se vio rodeado de un
vivísimo resplandor que se rasgó de pronto dejando ver a la Reina del Cielo con
el Niño Jesús en los brazos. María, dirigiendo a Bernardino una mirada de
celestial ternura, le mandó entrar cuanto antes en la Compañía de Jesús: "Bernardino, es mi voluntad que
entres en la Compañía de mi Hijo Jesús".
Contaba Bernardino, al entrar en el Noviciado, treinta y cuatro
años de edad. Era lo que hoy decimos una vocación tardía. Por eso una de sus
mayores dificultades fue encontrarse de la noche a la mañana rodeado de
muchachos, risueños sí y bondadosos, pero que estaban muy lejos de poseer su
cultura y su experiencia de la vida y los negocios. Con ellos tenía que
convivir, y el exlugarteniente del virrey de Nápoles tenía que participar en
sus conversaciones y en sus juegos, y vivir como ellos pendiente de la
campanilla del Noviciado, siempre importuna y molesta a la naturaleza humana.
Pero a todo hizo frente Bernardino con audacia y a los tres años de su ingreso
en la Compañía se ordenó de sacerdote el 24 de Mayo de 1567, por el Arzobispo
de Nápoles Mario Caraffa. Su primera misa la dice en la fiesta del Corpus
Christi. Todavía continuó estudiando la teología y al mismo tiempo desempeñó el
delicado cargo de maestro de novicios.
En una carta dirigida a su padre dice: "Esta es gran misericordia de Dios. Él me ha
elevado al honor de ofrecer al Padre eterno el cuerpo y la sangre de su divino
Hijo. Esto es lo m s grande que el hombre puede hacer en la tierra. Yo me
asusto, porque conozco mi indignidad. Soy, pues, sacerdote. Ud. jamás lo habría
pensado. No entré a la Compañía con ese pensamiento. Pero el hombre propone y
Dios dispone. Quiera la divina Majestad que yo sea un buen ministro para ayudar
a las almas. Le ruego calurosamente, vaya Ud. a una iglesia y ante el Santísimo
Sacramento dé gracias por el gran beneficio dado a su hijo. Ni Ud. ni yo
merecemos tan grande favor".
En Nápoles permaneció tres años ocupado en los ministerios
sacerdotales como director de la Congregación, recogiendo a los pillos del
puerto, visitando las cárceles y adoctrinando a los esclavos turcos de las
galeras españolas. Pero en los planes de Dios era otra la ciudad donde iba a
desarrollar su apostolado sacerdotal.
En 1574, el P. Alfonso de Salmerón destina al Santo a Lecce. Desde
hacia tiempo la ciudad deseaba un colegio de Jesuitas, y los superiores
decidieron enviar al padre Realino con otro padre y un hermano para dar
comienzo a la fundación y una satisfacción a los buenos habitantes de la
ciudad, que oportuna e inoportunamente no desperdiciaban ocasión de pedir y
suspirar por el colegio de la Compañía.
Los tres jesuitas, con sus ropas negras y sus miradas recogidas,
entraron en la ciudad el 13 de diciembre de 1574. Por lo visto la buena fama
del padre Bernardino Realino le había precedido, porque el recibimiento que le
hicieron más parecía un triunfo que otra cosa. Un buen grupo de eclesiásticos y
de caballeros salió a recibirles a gran distancia de la ciudad. Se organizó una
lucidísima comitiva, que recorrió con los tres jesuitas las principales calles
de Lecce hasta conducirlos a su domicilio provisional.
"Este domingo llegamos a esta noble ciudad de Lecce, sanos y
salvos a pesar del largo y el incómodo viaje. Fuimos recibidos con aplauso de
todos. Esto confunde. No escribo detalles, porque me da vergüenza. Basta que
Ud. sepa que el amor por la Compañía es grande. La hermosura del país y la
calidad de la gente son espléndidas. No me imaginaba todo esto. Aquí parece que
estamos siempre en primavera. Espero confiado que Ud. lo constate con sus
propios ojos. Me propongo establecer pronto el Colegio y nuestra Casa. La
juventud es numerosa y est muy bien dispuesta".
El padre Realino era el superior de la nueva casa profesa. En
cuanto llegó puso manos a la obra de la construcción de la iglesia de Jesús y a
los dos años la tenía terminada. Otros seis años, y se inauguraba el colegio,
del cual era nombrado primer rector el mismo Santo.
Desde el primer día de su estancia en Lecce el padre Realino
comenzó sus ministerios sacerdotales con toda clase de personas, como lo había
hecho en Nápoles. Confesó materialmente a toda la ciudad, dirigió la
Congregación Mariana, socorrió a los pobres y enfermos. Para éstos guardaba una
tinaja de excelente vino que la fama decía que nunca se agotaba. Después de los
pobres de bienes materiales, comenzaron a desfilar por su confesonario los
prelados y caballeros, tratando con él los asuntos de conciencia. "Lo que fue San Felipe
Neri en la Ciudad Eterna ?dice León XIII en el breve de beatificación de 1895?
esto mismo fue para Lecce el Beato Bernardino Realino. Desde la más alta
nobleza hasta los últimos harapientos, encarcelados y esclavos turcos, no había
quien no le conociese como universal apóstol y bienhechor de la ciudad." El
Papa, el emperador Rodolfo II y el rey de Francia Enrique IV le escribieron
cartas encomendándose en sus oraciones. Tal era la fama de el "Santo de Lecce".
Los superiores de la Compañía pensaron en varias ocasiones que el
celo del padre Realino podría tal vez dar mejores frutos en otras partes y
decidieron trasladarle del colegio y ciudad de Lecce. Tales noticias
ocasionaron verdaderos tumultos populares. En repetidas ocasiones los
magistrados de la ciudad declararon que cerrarían las puertas e impedirían por
la fuerza la salida del padre Bernardino. Pero no fue necesario, porque también
el cielo entraba en la conjura a favor de los habitantes de Lecce. Apenas se
daba al padre la orden de partir, empeoraba el tiempo de tal forma que hacía temerario
cualquier viaje. Otras veces, una altísima fiebre misteriosa se apoderaba de él
y le postraba en cama hasta tanto se revocaba la orden. De aquí el dicho de los
médicos de Lecce: "Para
el padre Realino, orden de salir es orden de enfermar."
Pasaron muchos años y la santidad de Bernardino se acrisoló.
Recibió grandes favores del cielo. Una noche de Navidad estaba en el
confesonario y una penitente notó que el padre temblaba de pies a cabeza a
causa del intenso frío. Terminada la confesión la buena señora fue al que
entonces era padre rector a rogarle que mandara retirarse al padre Bernardino a
su habitación y calentarse un poco. Obedeció el Santo la orden del padre
rector. Fue a su cuarto y mientras un hermano le traía fuego se puso a meditar
sobre el misterio de la Navidad. De repente una luz vivísima llenó de
resplandor su habitación y la figura dulcísima de la Virgen María se dibujó
ante él. Como la otra vez, llevaba al Niño Jesús en sus brazos. "¿Por qué tiemblas,
Bernardino?", le preguntó la Señora. "Estoy tiritando de
frío", le respondió el buen anciano. Entonces la buena Madre,
con una ternura indescriptible, alarga sus brazos y le entrega el Niño Jesús.
Sin duda fueron unos momentos de cielo los que pasó San Bernardino Realino. Lo
cierto es que, al entrar poco después el hermano con el brasero, le oyó repetir
como fuera de sí: "Un
ratito más, Señora; un ratito más."En todo aquel invierno no
volvió a sentir frío el padre Bernardino.
Una otra vez el Hermano enfermero lo encuentra en la mañana con el
rostro encendido y llorando. "¿Por
qué llora, Padre?", le dice con cariño. Bernardino
contesta: "¡Ah,
si Ud. supiera lo que he visto!. Y ¿qué es lo que ha visto?, dice
el Hermano. Realino no puede callarse: "He
visto a la Santísima Virgen resplandeciente como un sol y vestida de púrpura y
azul. He estrechado también en mis brazos al Niño Jesús".
Después asustado, ruega al Hermano que no lo diga a nadie. Pero es inútil,
porque éste lo cuenta a todos.
Llegó el año 1616. La vida del padre Realino se extinguía. "Me voy al cielo",
dijo, y con la jaculatoria "Oh
Virgen mía Santísima" lo cumplió el día 2 de julio. Tenía
ochenta y dos años, de los cuales la mitad, cuarenta y dos, los había pasado en
Lecce, dándonos ejemplo de sencillez y de constancia en un trabajo casi siempre
igual.
Fue canonizado por el Papa Pío XII el 22 de junio de 1947 y
decdlarado Patrono de la ciudad de Lecce.