Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO ORDINARIO
JUEVES DE LA SEMANA XIII
De la Feria. Salterio I
JUEVES DE LA SEMANA XIII
De la Feria. Salterio I
4 de julio
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Venid, adoremos al Señor, porque él es nuestro Dios.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, adoremos al Señor, porque él es nuestro Dios.
Himno: CRECE LA LUZ BAJO TU HERMOSA MANO.
Crece la luz bajo tu hermosa mano,
Padre celeste, y suben
los hombres matutinos al encuentro
de Cristo Primogénito.
El hizo amanecer ante tus ojos
y enalteció la aurora,
cuando aún no estaba el hombre sobre el mundo
para poder cantarla.
El es principio y fin del universo,
y el tiempo, en su caída,
se acoge al que es la fuerza de las cosas
y en él rejuvenece.
Él es quien nos reanima y fortalece,
y hace posible el himno
que, ante las maravillas de tus manos,
cantamos jubilosos.
He aquí la nueva luz que asciende y busca
su cuerpo misterioso;
he aquí, en la claridad de la mañana,
el signo de tu rostro.
Envía, Padre eterno, sobre el mundo
el soplo de tu Hijo,
potencia de tu diestra y primogénito
de todos los que mueren. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Salmo 56 - ORACIÓN MATUTINA DE UN AFLIGIDO.
Misericordia, Dios mío, misericordia,
que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas
mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios Altísimo,
al Dios que hace tanto por mí:
desde el cielo me enviará la salvación,
confundirá a los que ansían matarme,
enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado entre leones
devoradores de hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Han tendido una red a mis pasos
para que sucumbiera;
me han cavado delante una fosa,
pero han caído en ella.
Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Ant 2. «Mi pueblo se saciará de mis bienes», dice el Señor.
Cántico: FELICIDAD DEL PUEBLO REDIMIDO Jr 31, 10-14
Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño;
porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte.»
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor:
hacia el trigo y el vino y el aceite,
y los rebaños de ovejas y de vacas;
su alma será como un huerto regado,
y no volverán a desfallecer.
Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas;
alimentaré a los sacerdotes con manjares sustanciosos,
y mi pueblo se saciará de mis bienes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. «Mi pueblo se saciará de mis bienes», dice el Señor.
Ant 3. Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.
Salmo 47 - HIMNO A LA GLORIA DE JERUSALÉN
Grande es el Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra:
el monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar.
Mirad: los reyes se aliaron
para atacarla juntos;
pero, al verla, quedaron aterrados
y huyeron despavoridos;
allí los agarró un temblor
y dolores como de parto;
como un viento del desierto,
que destroza las naves de Tarsis.
Lo que habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad del Señor de los ejércitos,
en la ciudad de nuestro Dios:
que Dios la ha fundado para siempre.
¡Oh Dios!, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, ¡oh Dios!, tu alabanza
llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia:
el monte Sión se alegra,
las ciudades de Judá se gozan
con tus sentencias.
Dad la vuelta en torno a Sión,
contando sus torreones;
fijaos en sus baluartes,
observad sus palacios,
para poder decirle a la próxima generación:
«Este es el Señor, nuestro Dios.»
Él nos guiará por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.
LECTURA BREVE Is 66,1-2
Así dice el Señor: «El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies: ¿Qué templo podréis construirme?; ¿o qué lugar para mi descanso? Todo esto lo hicieron mis manos, todo es mío -oráculo del Señor-. En ése pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras.»
RESPONSORIO BREVE
V. Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.
R. Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.
V. Guardaré tus leyes.
R. Respóndeme, Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Venid, adoremos al Señor, porque él es nuestro Dios.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, adoremos al Señor, porque él es nuestro Dios.
Himno: CRECE LA LUZ BAJO TU HERMOSA MANO.
Crece la luz bajo tu hermosa mano,
Padre celeste, y suben
los hombres matutinos al encuentro
de Cristo Primogénito.
El hizo amanecer ante tus ojos
y enalteció la aurora,
cuando aún no estaba el hombre sobre el mundo
para poder cantarla.
El es principio y fin del universo,
y el tiempo, en su caída,
se acoge al que es la fuerza de las cosas
y en él rejuvenece.
Él es quien nos reanima y fortalece,
y hace posible el himno
que, ante las maravillas de tus manos,
cantamos jubilosos.
He aquí la nueva luz que asciende y busca
su cuerpo misterioso;
he aquí, en la claridad de la mañana,
el signo de tu rostro.
Envía, Padre eterno, sobre el mundo
el soplo de tu Hijo,
potencia de tu diestra y primogénito
de todos los que mueren. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Salmo 56 - ORACIÓN MATUTINA DE UN AFLIGIDO.
Misericordia, Dios mío, misericordia,
que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas
mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios Altísimo,
al Dios que hace tanto por mí:
desde el cielo me enviará la salvación,
confundirá a los que ansían matarme,
enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado entre leones
devoradores de hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Han tendido una red a mis pasos
para que sucumbiera;
me han cavado delante una fosa,
pero han caído en ella.
Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Ant 2. «Mi pueblo se saciará de mis bienes», dice el Señor.
Cántico: FELICIDAD DEL PUEBLO REDIMIDO Jr 31, 10-14
Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño;
porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte.»
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor:
hacia el trigo y el vino y el aceite,
y los rebaños de ovejas y de vacas;
su alma será como un huerto regado,
y no volverán a desfallecer.
Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas;
alimentaré a los sacerdotes con manjares sustanciosos,
y mi pueblo se saciará de mis bienes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. «Mi pueblo se saciará de mis bienes», dice el Señor.
Ant 3. Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.
Salmo 47 - HIMNO A LA GLORIA DE JERUSALÉN
Grande es el Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra:
el monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar.
Mirad: los reyes se aliaron
para atacarla juntos;
pero, al verla, quedaron aterrados
y huyeron despavoridos;
allí los agarró un temblor
y dolores como de parto;
como un viento del desierto,
que destroza las naves de Tarsis.
Lo que habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad del Señor de los ejércitos,
en la ciudad de nuestro Dios:
que Dios la ha fundado para siempre.
¡Oh Dios!, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, ¡oh Dios!, tu alabanza
llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia:
el monte Sión se alegra,
las ciudades de Judá se gozan
con tus sentencias.
Dad la vuelta en torno a Sión,
contando sus torreones;
fijaos en sus baluartes,
observad sus palacios,
para poder decirle a la próxima generación:
«Este es el Señor, nuestro Dios.»
Él nos guiará por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.
LECTURA BREVE Is 66,1-2
Así dice el Señor: «El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies: ¿Qué templo podréis construirme?; ¿o qué lugar para mi descanso? Todo esto lo hicieron mis manos, todo es mío -oráculo del Señor-. En ése pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras.»
RESPONSORIO BREVE
V. Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.
R. Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.
V. Guardaré tus leyes.
R. Respóndeme, Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor.
PRIMERA LECTURA
Del primer libro de Samuel 12, 1-25
ADVERTENCIAS DE SAMUEL AL PUEBLO
En aquellos días, Samuel dijo a los israelitas:
«Ya veis que os he hecho caso en todo lo que me pedisteis, y os he dado un rey. Pues bien, ¡aquí tenéis al rey! Yo estoy ya viejo y canoso, mientras a mis hijos los tenéis entre vosotros. Yo he actuado a la vista de todos, desde mi juventud hasta ahora. Aquí me tenéis, respondedme ante el Señor y su ungido: ¿a quién le quité un buey?, ¿a quién le quité un burro?, ¿a quién he hecho injusticia?, ¿a quién he vejado?, ¿de quién he aceptado un soborno para que cerrara los ojos? Decidlo, y os lo devolveré.»
Respondieron:
«No nos has hecho injusticia, ni nos has vejado, ni has aceptado soborno de nadie.»
Samuel añadió:
«Yo tomo hoy por testigo frente a vosotros al Señor y a su ungido: no me habéis sorprendido con nada en la mano.»
Respondieron:
«Sean testigos.»
Samuel dijo al pueblo:
«Es testigo el Señor, que envió a Moisés y a Aarón e hizo subir de Egipto a vuestros padres. Poneos en pie, que voy a juzgaros en presencia del Señor, repasando todos los beneficios que el Señor os hizo a vosotros y a vuestros padres:
Cuando Jacob fue con sus hijos a Egipto, y los egipcios los oprimieron, vuestros padres gritaron al Señor, y el Señor envió a Moisés y Aarón para que sacaran de Egipto a vuestros padres y los establecieran en este lugar.
Pero olvidaron al Señor, su Dios, y él los vendió a Sísara, general del ejército de Yabín, rey de Jasor, y a los filisteos, y al rey de Moab, y tuvieron que luchar contra ellos.
Entonces gritaron al Señor: "Hemos pecado, porque hemos abandonado al Señor, para servir a Baal y Astarté; líbranos del poder de nuestros enemigos y te serviremos." El Señor envió a Yerubbaal, a Barac, a Jefté y a Sansón, y os libró del poder de vuestros vecinos, y pudisteis vivir tranquilos.
Pero, cuando visteis que os atacaba el rey amonita Najás, me pedisteis que os nombrara un rey, siendo así que el Señor es vuestro rey.
Pues bien, ahí tenéis al rey que pedisteis y que habéis elegido; ya veis que el Señor os ha dado un rey. Si teméis al Señor y le servís, si le obedecéis y no os rebeláis contra sus mandatos, vosotros y el rey que reine sobre vosotros viviréis siendo fieles al Señor vuestro Dios. Pero si no obedecéis al Señor y os rebeláis contra sus mandatos, la mano del Señor pesará sobre vosotros y sobre vuestro rey, hasta destruiros.
Ahora preparaos a asistir al prodigio que el Señor va a realizar ante vuestros ojos. Estamos en la siega del trigo, ¿no es cierto? Pues voy a invocar al Señor para que envíe una tronada y un aguacero; así reconoceréis la grave maldad que cometisteis ante el Señor, pidiéndoos un rey.»
Samuel invocó al Señor, y el Señor envió aquel día una tronada y un aguacero. Todo el pueblo, lleno de miedo ante el Señor y ante Samuel, dijo a Samuel:
«Reza al Señor, tu Dios, para que tus siervos no mueran; porque a todos nuestros pecados hemos añadido la maldad de pedirnos un rey.»
Samuel les contestó:
«No temáis. Ya que habéis cometido esa maldad, al menos, en adelante, no os apartéis del Señor: servid al Señor de todo corazón, no sigáis a los ídolos, que ni auxilian ni liberan, porque son puro vacío. Por el honor de su gran nombre, el Señor no rechazará a su pueblo, porque el Señor se ha dignado hacer de vosotros su pueblo. Por mi parte, líbreme Dios de pecar contra el Señor, dejando de rezar por vosotros. Yo os enseñaré el camino recto y bueno; puesto que habéis visto los grandes beneficios que el Señor os ha hecho, temed al Señor y servidlo sinceramente y de todo corazón. Pero, si obráis mal, pereceréis, vosotros con vuestro rey.»
RESPONSORIO Sir 46, 22. 17
R. Cuando descansaba en su lecho de muerte, invocó por testigos al Señor y a su ungido: * «¿De quién he recibido un par de sandalias?», y nadie se atrevió a contestarle.
V. Según la ley del Señor, gobernó al pueblo; por su fidelidad, se acreditó como profeta.
R. «¿De quién he recibido un par de sandalias?», y nadie se atrevió a contestarle.
SEGUNDA LECTURA
Homilía de san Jerónimo, presbítero, a los recién bautizados, sobre el salmo cuarenta y uno.
(CCL 78, 542-544)
PASARÉ AL LUGAR DEL TABERNÁCULO ADMIRABLE
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Como la cierva del salmo busca las corrientes de agua, así también nuestros ciervos, que han salido de Egipto y del mundo, y han aniquilado en las aguas del bautismo al Faraón con todo su ejército, después de haber destruido el poder del diablo, buscan las fuentes de la Iglesia, que son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Que el Padre sea fuente, lo hallamos escrito en el libro de Jeremías: Me han abandonado a mí, la fuente de aguas vivas, para excavarse cisternas agrietadas, incapaces de retener el agua. Acerca del Hijo, leemos en otro lugar: Han abandonado la fuente de la sabiduría. Y del Espíritu Santo: El que beba del agua que yo le dé, se convertirá en él en manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida eterna, palabras cuyo significado nos explica luego el evangelista, cuando nos dice que el Salvador se refería al Espíritu Santo. De todo lo cual se deduce con toda claridad que la triple fuente de la Iglesia es el misterio de la Trinidad.
Esta triple fuente es la que busca el alma del creyente, el alma del bautizado, y por eso dice: Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. No es un tenue deseo el que tiene de ver a Dios, sino que lo desea con un ardor parecido al de la sed. Antes de recibir el bautismo, se decían entre sí: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Ahora ya han conseguido lo que deseaban: han llegado a la presencia de Dios y se han acercado al altar y tienen acceso al misterio de salvación.
Admitidos en el cuerpo de Cristo y renacidos en la fuente de vida, dicen confiadamente: Pasaré al lugar del tabernáculo admirable, hacia la casa de Dios. La casa de Dios es la Iglesia, ella es el tabernáculo admirable, porque en él resuenan los cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.
Decid, pues, los que acabáis de revestiros de Cristo y, siguiendo nuestras enseñanzas, habéis sido extraídos del mar de este mundo, como pececillos con el anzuelo: «En nosotros, ha sido cambiado el orden natural de las cosas. En efecto, los peces, al ser extraídos del mar, mueren; a nosotros, en cambio, los apóstoles nos sacaron del mar de este mundo para que pasáramos de muerte a vida. Mientras vivíamos sumergidos en el mundo, nuestros ojos estaban en el abismo y nuestra vida se arrastraba por el cieno; mas, desde el momento en que fuimos arrancados de las olas, hemos comenzado a ver el sol, hemos comenzado a contemplar la luz verdadera, y por esto, llenos de alegría desbordante, le decimos a nuestra alma: Espera en Dios, que volverás a alabarlo: "Salud de mi rostro, Dios mío."»
RESPONSORIO Sal 26, 4
R. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: * Habitar en la casa del Señor por los días de mi vida.
V. Gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo.
R. Habitar en la casa del Señor por los días de mi vida.
Del primer libro de Samuel 12, 1-25
ADVERTENCIAS DE SAMUEL AL PUEBLO
En aquellos días, Samuel dijo a los israelitas:
«Ya veis que os he hecho caso en todo lo que me pedisteis, y os he dado un rey. Pues bien, ¡aquí tenéis al rey! Yo estoy ya viejo y canoso, mientras a mis hijos los tenéis entre vosotros. Yo he actuado a la vista de todos, desde mi juventud hasta ahora. Aquí me tenéis, respondedme ante el Señor y su ungido: ¿a quién le quité un buey?, ¿a quién le quité un burro?, ¿a quién he hecho injusticia?, ¿a quién he vejado?, ¿de quién he aceptado un soborno para que cerrara los ojos? Decidlo, y os lo devolveré.»
Respondieron:
«No nos has hecho injusticia, ni nos has vejado, ni has aceptado soborno de nadie.»
Samuel añadió:
«Yo tomo hoy por testigo frente a vosotros al Señor y a su ungido: no me habéis sorprendido con nada en la mano.»
Respondieron:
«Sean testigos.»
Samuel dijo al pueblo:
«Es testigo el Señor, que envió a Moisés y a Aarón e hizo subir de Egipto a vuestros padres. Poneos en pie, que voy a juzgaros en presencia del Señor, repasando todos los beneficios que el Señor os hizo a vosotros y a vuestros padres:
Cuando Jacob fue con sus hijos a Egipto, y los egipcios los oprimieron, vuestros padres gritaron al Señor, y el Señor envió a Moisés y Aarón para que sacaran de Egipto a vuestros padres y los establecieran en este lugar.
Pero olvidaron al Señor, su Dios, y él los vendió a Sísara, general del ejército de Yabín, rey de Jasor, y a los filisteos, y al rey de Moab, y tuvieron que luchar contra ellos.
Entonces gritaron al Señor: "Hemos pecado, porque hemos abandonado al Señor, para servir a Baal y Astarté; líbranos del poder de nuestros enemigos y te serviremos." El Señor envió a Yerubbaal, a Barac, a Jefté y a Sansón, y os libró del poder de vuestros vecinos, y pudisteis vivir tranquilos.
Pero, cuando visteis que os atacaba el rey amonita Najás, me pedisteis que os nombrara un rey, siendo así que el Señor es vuestro rey.
Pues bien, ahí tenéis al rey que pedisteis y que habéis elegido; ya veis que el Señor os ha dado un rey. Si teméis al Señor y le servís, si le obedecéis y no os rebeláis contra sus mandatos, vosotros y el rey que reine sobre vosotros viviréis siendo fieles al Señor vuestro Dios. Pero si no obedecéis al Señor y os rebeláis contra sus mandatos, la mano del Señor pesará sobre vosotros y sobre vuestro rey, hasta destruiros.
Ahora preparaos a asistir al prodigio que el Señor va a realizar ante vuestros ojos. Estamos en la siega del trigo, ¿no es cierto? Pues voy a invocar al Señor para que envíe una tronada y un aguacero; así reconoceréis la grave maldad que cometisteis ante el Señor, pidiéndoos un rey.»
Samuel invocó al Señor, y el Señor envió aquel día una tronada y un aguacero. Todo el pueblo, lleno de miedo ante el Señor y ante Samuel, dijo a Samuel:
«Reza al Señor, tu Dios, para que tus siervos no mueran; porque a todos nuestros pecados hemos añadido la maldad de pedirnos un rey.»
Samuel les contestó:
«No temáis. Ya que habéis cometido esa maldad, al menos, en adelante, no os apartéis del Señor: servid al Señor de todo corazón, no sigáis a los ídolos, que ni auxilian ni liberan, porque son puro vacío. Por el honor de su gran nombre, el Señor no rechazará a su pueblo, porque el Señor se ha dignado hacer de vosotros su pueblo. Por mi parte, líbreme Dios de pecar contra el Señor, dejando de rezar por vosotros. Yo os enseñaré el camino recto y bueno; puesto que habéis visto los grandes beneficios que el Señor os ha hecho, temed al Señor y servidlo sinceramente y de todo corazón. Pero, si obráis mal, pereceréis, vosotros con vuestro rey.»
RESPONSORIO Sir 46, 22. 17
R. Cuando descansaba en su lecho de muerte, invocó por testigos al Señor y a su ungido: * «¿De quién he recibido un par de sandalias?», y nadie se atrevió a contestarle.
V. Según la ley del Señor, gobernó al pueblo; por su fidelidad, se acreditó como profeta.
R. «¿De quién he recibido un par de sandalias?», y nadie se atrevió a contestarle.
SEGUNDA LECTURA
Homilía de san Jerónimo, presbítero, a los recién bautizados, sobre el salmo cuarenta y uno.
(CCL 78, 542-544)
PASARÉ AL LUGAR DEL TABERNÁCULO ADMIRABLE
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Como la cierva del salmo busca las corrientes de agua, así también nuestros ciervos, que han salido de Egipto y del mundo, y han aniquilado en las aguas del bautismo al Faraón con todo su ejército, después de haber destruido el poder del diablo, buscan las fuentes de la Iglesia, que son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Que el Padre sea fuente, lo hallamos escrito en el libro de Jeremías: Me han abandonado a mí, la fuente de aguas vivas, para excavarse cisternas agrietadas, incapaces de retener el agua. Acerca del Hijo, leemos en otro lugar: Han abandonado la fuente de la sabiduría. Y del Espíritu Santo: El que beba del agua que yo le dé, se convertirá en él en manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida eterna, palabras cuyo significado nos explica luego el evangelista, cuando nos dice que el Salvador se refería al Espíritu Santo. De todo lo cual se deduce con toda claridad que la triple fuente de la Iglesia es el misterio de la Trinidad.
Esta triple fuente es la que busca el alma del creyente, el alma del bautizado, y por eso dice: Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. No es un tenue deseo el que tiene de ver a Dios, sino que lo desea con un ardor parecido al de la sed. Antes de recibir el bautismo, se decían entre sí: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Ahora ya han conseguido lo que deseaban: han llegado a la presencia de Dios y se han acercado al altar y tienen acceso al misterio de salvación.
Admitidos en el cuerpo de Cristo y renacidos en la fuente de vida, dicen confiadamente: Pasaré al lugar del tabernáculo admirable, hacia la casa de Dios. La casa de Dios es la Iglesia, ella es el tabernáculo admirable, porque en él resuenan los cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.
Decid, pues, los que acabáis de revestiros de Cristo y, siguiendo nuestras enseñanzas, habéis sido extraídos del mar de este mundo, como pececillos con el anzuelo: «En nosotros, ha sido cambiado el orden natural de las cosas. En efecto, los peces, al ser extraídos del mar, mueren; a nosotros, en cambio, los apóstoles nos sacaron del mar de este mundo para que pasáramos de muerte a vida. Mientras vivíamos sumergidos en el mundo, nuestros ojos estaban en el abismo y nuestra vida se arrastraba por el cieno; mas, desde el momento en que fuimos arrancados de las olas, hemos comenzado a ver el sol, hemos comenzado a contemplar la luz verdadera, y por esto, llenos de alegría desbordante, le decimos a nuestra alma: Espera en Dios, que volverás a alabarlo: "Salud de mi rostro, Dios mío."»
RESPONSORIO Sal 26, 4
R. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: * Habitar en la casa del Señor por los días de mi vida.
V. Gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo.
R. Habitar en la casa del Señor por los días de mi vida.
Jueves, 4 de julio de 2019
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,1-8):
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla.
Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.»
Algunos de los escribas se dijeron: «Éste blasfema.»
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados están perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados –dijo dirigiéndose al paralítico–: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa.»
Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
Palabra del Señor
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla.
Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.»
Algunos de los escribas se dijeron: «Éste blasfema.»
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados están perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados –dijo dirigiéndose al paralítico–: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa.»
Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sirvamos al Señor con santidad y nos librará de la mano de nuestros enemigos.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sirvamos al Señor con santidad y nos librará de la mano de nuestros enemigos.
PRECES
Demos gracias a Cristo que nos ha dado la luz del día y supliquémosle diciendo:
Bendícenos y santifícanos, Señor.
Tú que te entregaste como víctima por nuestros pecados,
acepta los deseos y las acciones de este día.
Tú que nos alegras con la claridad del nuevo día,
sé tú mismo el lucero brillante de nuestros corazones.
Haz que seamos bondadosos y comprensivos con los que nos rodean
para que logremos así ser imágenes de tu bondad.
En la mañana haznos escuchar tu gracia
y que tu gozo sea hoy nuestra fortaleza.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Fieles a la recomendación del salvador, digamos llenos de confianza filial:
Padre nuestro...
ORACION
Dios todopoderoso y eterno, humildemente acudimos a ti, al empezar el día, a media jornada y al atardecer, para pedirte que, alejando de nosotros las tinieblas del pecado, nos hagas alcanzar la luz verdadera que es Cristo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Nació
en el reino de Anglia oriental. Como obispo de Ramsbury asistió a la gran
batalla de Brunanburh, en la que el rey Athelstan derrotó a los daneses, a los
escoceses y a los habitantes de Nortumbría. Poco después, pasó a ocupar la sede
de Canterbury. Su gobierno episcopal fue muy activo, en lo eclesiástico y en lo
civil; transformó su país natal en diócesis independiente y apoyo las reformas
de San Dunstano en Glastonbury.
Tomó el hábito religioso en Fleury-sur-Loire.
El pueblo cristiano le conocía con el nombre de "Odón el bueno". Entre los milagros que se le atribuyen, se cuenta que demostró en forma sensible la presencia real de Cristo en la Eucaristía a algunos miembros del clero. El santo murió en el año de 959. Su vida se había extendido durante el reinado de seis monarcas. Su nombre aparece en algunos calendarios antiguos de la diócesis de Canterbury.
Tomó el hábito religioso en Fleury-sur-Loire.
El pueblo cristiano le conocía con el nombre de "Odón el bueno". Entre los milagros que se le atribuyen, se cuenta que demostró en forma sensible la presencia real de Cristo en la Eucaristía a algunos miembros del clero. El santo murió en el año de 959. Su vida se había extendido durante el reinado de seis monarcas. Su nombre aparece en algunos calendarios antiguos de la diócesis de Canterbury.
Isabel significa "Promesa de Dios" (Isab = promesa. El =
Dios).
Nació en 1270. Era hija del rey Pedro III de Aragón, nieta del rey
Jaime el Conquistador, biznieta del emperador Federico II de Alemania. Le
pusieron este nombre en honor de su tía abuela Santa Isabel de Hungría.
Santa Isabel tuvo la dicha que su familia se esmerara
extremadamente en formarla lo mejor posible en su niñez. Desde muy niña tenía
una notable inclinación hacia la piedad, y un gusto especial por imitar los
buenos ejemplos que leía en las vidas de los santos o que observaba en las
vidas de las personas buenas. En su casa le enseñaron que si quería en verdad
agradar a Dios debía unir a su oración, la mortificación de sus gustos y
caprichos y esforzarse por evitar todo aquello que la pudiera inclinar hacia el
pecado. Le repetían la frase antigua: "tanta mayor libertad de espíritu
tendrás, cuanto menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas". Sus
educadores le enseñaron que una mortificación muy formativa es acostumbrarse a
no comer nada entre horas (o sea entre comida y comida), y soportar con paciencia
que no se cumplan los propios deseos, y esmerarse cada día por no amargarle ni
complicarle la vida a los demás. Dicen sus biógrafos que la formidable santidad
que demostró más tarde se debe en gran parte a la esmerada educación que ella
recibió en su niñez.
A los 15 años ya sus padres la habían casado con el rey de
Portugal, Dionisio. Este hombre admiraba las cualidades de tan buena esposa,
pero él por su parte tenía un genio violento y era bastante infiel en su
matrimonio, llevaba una vida nada santa y bastante escandalosa, lo cual era una
continua causa de sufrimientos para la joven reina, quien soportara todo con la
más exquisita bondad y heroica paciencia.
El rey no era ningún santo, pero dejaba a Isabel plena libertad
para dedicarse a la piedad y a obras de caridad. Ella se levantaba de madrugada
y leía cada día seis salmos de la Santa Biblia. Luego asistía devotamente a la
Santa Misa; enseguida se dedicaba a dirigir las labores del numeroso personal
del palacio. En horas libres se reunía con otras damas a coser y bordar y
fabricar vestidos para los pobres. Las tardes las dedicaba a visitar ancianos y
enfermos y a socorrer cuanto necesitado encontraba.
Hizo construir albergues para indigentes, forasteros y peregrinos.
En la capital fundó un hospital para pobres, un colegio gratuito para niñas,
una casa para mujeres arrepentidas y un hospicio para niños abandonados.
Conseguía ayudas para construir puentes en sitios peligrosos y repartía con
gran generosidad toda clase de ayudas. Visitaba enfermos, conseguía médicos
para los que no tenían con qué pagar la consulta; hacía construir conventos
para religiosos, a las muchachas muy pobres les costeaba lo necesario para que
pudieran entrar al convento, si así lo deseaban. Tenía guardada una linda
corona de oro y unos adornos muy bellos y un hermoso vestido de bodas, que
prestaba a las muchachas más pobres, para que pudieran lucir bien hermosas el
día de su matrimonio.
Su marido el rey Dionisio era un buen gobernante pero vicioso y
escandaloso. Ella rezaba por él, ofrecía sacrificios por su conversión y se
esforzaba por convencerlo con palabras bondadosas para que cambiara su
conducta. Llegó hasta el extremo de educarle los hijos naturales que él tenía
con otras mujeres.
Tuvo dos hijos: Alfonso, que será rey de Portugal, sucesor de su
padre, y Constancia (futura reina de Castilla). Pero Alfonso dio muestras desde
muy joven de poseer un carácter violento y rebelde. Y en parte, esta rebeldía
se debía a las preferencias que su padre demostraba por sus hijos naturales. En
dos ocasiones Alfonso promovió la guerra civil en su país y se declaró contra
su propio padre. Isabel trabajó hasta lo increíble, con su bondad, su
amabilidad y su extraordinaria capacidad de sacrificio y su poder de
convicción, hasta que obtuvo que el hijo y el papá hicieran las paces. Lo grave
era que los partidos políticos hacían todo lo más posible para poder enemistar
al rey Dionisio y su hijo Alfonso.
Algunas veces cuando los ejércitos de su esposo y de su hijo se
preparaban para combatirse, ella vestida de sencilla campesina atravesaba los
campos y se iba hacia donde estaban los guerreros y de rodillas ante el esposo
o el hijo les hacía jurarse perdón y obtenía la paz. Son impresionantes las
cartas que se conservan de esta reina pacificadora. Escribe a su esposo:
"Como una loba enfurecida a la cual le van a matar a su hijito, lucharé
por no dejar que las armas del rey se lancen contra nuestro propio hijo. Pero
al mismo tiempo haré que primero me destrocen a mí las armas de los ejércitos
de mi hijo, antes que ellos disparen contra los seguidores de su padre".
Al hijo le escribe: "Por Santa María la Virgen, te pido que hagas las
paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y
destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas, arreglaremos los
problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los
conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del
hijo sean atendidos, pero por favor, recuerda que tienes deberes gravísimos con
tu padre como hijo y como súbdito con el rey". Y conseguía la paz una y
otra vez.
Su esposo murió muy arrepentido, y entonces Isabel dedicó el resto
de su vida a socorrer pobres, auxiliar enfermos, ayudar a religiosos y rezar y
meditar.
Pero un día supo que entre su hijo Alfonso de Portugal y su nieto,
el rey de Castilla, había estallado la guerra. Anciana y achacosa como estaba,
emprendió un larguísimo viaje con calores horrendos y caminos peligrosos, para
lograr la paz entre los dos contendores. Y este viaje fue mortal para ella.
Sintió que le llegaba la muerte y se hizo llevar a un convento de hermanas
Clarisas, y allí, invocando a la Virgen María murió santamente el 4 de julio
del año 1336.
Dios bendijo su sepulcro con varios milagros y el Sumo Pontífice la
declaró santa en 1626. Es abogada para los territorios y países donde hay
guerras civiles, guerrillas y falta de paz. Que Santa Isabel ruegue por
nuestros países y nos consiga la paz que tanto necesitamos.
Pier Giorgio nació en Turín, Italia, el 6 de abril de 1901. Creció
en el seno de una familia muy rica. Su padre fue el fundador y director del
diario La Stampa y su madre una notable pintora que le transmitió la fe.
En su adolescencia cultivó una profunda vida espiritual, se hizo
activo miembro de la Acción Católica, el Apostolado de la oración, la Liga
Eucarística y la Asociación de jóvenes adoradores universitarios.
Decidió estudiar Ingeniería Industrial Mecánica para trabajar
cerca de los operarios pobres e ingresó al Politécnico de Turín donde fundó un
círculo de jóvenes que buscaban hacer de Cristo el centro de su amistad.
Llevó una vida austera y destinaba a obras de caridad buena parte
del dinero que sus padres le daban para sus gastos personales. Su fuerza estaba
en la comunión diaria y la frecuente adoración al Santísimo.
Fue deportista, esquiador y montañista. Escaló los Alpes y el
Valle de Aosta. Asimismo, nunca perdió la oportunidad de llevar a sus amigos a
la Santa Misa, la lectura de las Sagradas Escrituras y el rezo del Santo
Rosario.
Cuando cumplió 24 años de edad le diagnosticaron poliomielitis
fulminante, una enfermedad que lo llevó a la muerte en solo una semana.
Partió a la casa del Padre el 4 de julio de 1925 y tuvo un
multitudinario funeral entre amigos y personas pobres.
San Juan Pablo II lo beatificó en 1990 y destacó que “él proclama,
con su ejemplo, que es ‘santa’ la vida que se conduce con el Espíritu Santo,
Espíritu de las Bienaventuranzas, y que solo quien se convierte en ‘hombre de
las Bienaventuranzas’ logra comunicar a los hermanos el amor y la paz”.
“Repite que vale verdaderamente la pena sacrificar todo para
servir al Señor. Testimonia que la santidad es posible para todos y que solo la
revolución de la caridad puede encender en el corazón de los hombres la
esperanza de un futuro mejor”.