Musica Para el Alma

miércoles, 5 de septiembre de 2018

LECTURAS LARGAS

PRIMERA LECTURA
De la segunda carta a Timoteo 2, 1-21
EXHORTACIÓN A LA CONSTANCIA EN MEDIO DE LA FATIGA Y LA PERSECUCIÓN
Tú, hijo mío, cobra fuerzas de la gracia de Cristo Jesús; y lo que de mis labios has aprendido, con la confirmación de tantos testigos, encomiéndalo a tu vez a hombres fieles que sean capaces de enseñar a otros.

Como buen soldado de Cristo Jesús, entra valerosamente a tomar parte en el esfuerzo común. El soldado que se alista para la guerra no se enreda en las ocupaciones materiales de la vida diaria, si quiere agradar al que lo reclutó; el atleta que toma parte en el concurso no recibe la corona si no lucha según el reglamento; y el labrador que trabaja y se fatiga es el primero que tiene derecho a la recolección de los frutos. Entiende bien lo que quiero decirte, pues ya hará el Señor que lo comprendas todo.

Acuérdate de Cristo Jesús, del linaje de David, que vive resucitado de entre los muertos. Éste es el Evangelio que anuncio y por él sufro hasta llevar cadenas como un criminal; pero el mensaje de Dios no está encadenado. Por eso todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que da Cristo con la gloria eterna.

Verdadera es la sentencia que dice: Si hemos muerto con él, viviremos también con él. Si tenemos constancia en el sufrir, reinaremos también con él; si rehusamos reconocerle, también él nos rechazará; si le somos infieles, él permanece fiel; no puede él desmentirse a sí mismo.

Esto has de enseñar, conjurándoles ante Dios a que eviten las discusiones de palabras, que no sirven para nada, si no es para perdición de los oyentes. Procura con toda diligencia presentarte al servicio de Dios de modo que merezcas su aprobación, como obrero que no tiene por qué avergonzarse, y va dispensando sabiamente la palabra de la verdad. Evita las supersticiosas y vanas discusiones, porque no conducen a otra cosa sino a un mayor apartamiento de Dios, y sus opiniones se extenderán como la gangrena. Entre ellos están Himeneo y Fileto, que se han desviado de la verdad al afirmar que la resurrección ya ha sucedido; y así pervierten la fe de algunos.

Sin embargo, el sólido fundamento puesto por Dios permanece firme, marcado con esta inscripción: «El Señor conoce a los que son suyos»; y con esta otra: «Que se aparte de la iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor.» En una casa grande, hay objetos no sólo de oro y plata, sino también de madera y de barro; y unos se destinan a usos honoríficos, otros a usos viles. Así, pues, quien no se contamina con estos errores será un objeto destinado a usos honoríficos, santificado, útil a su dueño, preparado para toda obra buena.
RESPONSORIO    2Co 4, 10. 12; 2Tm 2, 10
R. Llevamos siempre en nosotros por todas partes los sufrimientos mortales de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nosotros. * Así pues, en nosotros va trabajando la muerte, y en vosotros va actuando la vida.
V. Todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación.
R. Así pues, en nosotros va trabajando la muerte, y en vosotros va actuando la vida.
SEGUNDA LECTURA
Comienza el Sermón de san León Magno, papa, Sobre las bienaventuranzas
(Sermón 95, 1-2: PL 54, 461-462)
PONDRÉ MI LEY EN SU PECHO
Cuando nuestro Señor Jesucristo, amadísimos hermanos, predicaba el Evangelio del reino y recorría toda la región de Galilea curando enfermedades, la fama de sus milagros se divulgó por toda Siria, y de todas las regiones de Judea muchos acudían a este médico divino. Pero como la fe de los hombres ignorantes es siempre necia y torpe para creer lo que no ve y esperar lo que no palpa, la sabiduría divina creyó oportuno acrecentarla por medio de dones corporales y robustecerla por medio de milagros visibles: así, al experimentar cuán bondadoso era su poder, no dudarían tampoco de lo saludable que eran sus enseñanzas.

Por ello, el Señor, para ir convirtiendo los dones corporales en remedio del espíritu y pasar de la curación de los cuerpos a la salud de las almas, se separó de las turbas que lo rodeaban y, con sus apóstoles, subió a un monte cercano. Sentóse entonces en la sublimidad de la cátedra mística, indicando con el lugar escogido y con la actitud tomada que él era aquel mismo que en otro tiempo había hablado a Moisés, también desde un monte; pero con la diferencia de que entonces lo hizo con gran severidad y con palabras terribles, y ahora, en cambio, lo hacía con bondad y clemencia, para que así se cumpliera lo que había anunciado el profeta Jeremías: Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. Después de aquellos días -oráculo del Señor-: Pondré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones.

El mismo, por tanto, que había hablado a Moisés se dirige ahora a los apóstoles: así la ágil mano del Verbo iba grabando en los corazones de los discípulos los mandamientos de la nueva ley, pero no como entonces, rodeado de densas nubes, ni por medio de truenos y relámpagos que atemorizaban al pueblo, alejándolo del monte, sino con la manifiesta suavidad de un diálogo que se dirige a los que están cerca. De esta forma la suavidad de la gracia anulaba la aspereza de la ley, y el espíritu de adopción suplantaba el temor servil.

Y cuál sea la doctrina de Cristo, se manifiesta en sus mismas palabras; con ellas el Señor quiere declarar los diversos grados por los que debe ir subiendo quien desea llegar a la felicidad eterna. Dichosos los pobres de espíritu -dice-, porque de ellos es el reino de los cielos. A qué pobres se refiera la Verdad, tal vez quedaría confuso si dijera sólo: Dichosos los pobres, sin añadir de qué clase de pobreza se trataba; a muchos, en efecto, se les podría ocurrir que era sólo cuestión de aquella indigencia material que muchos padecen por necesidad y que ella era suficiente para merecer el reino de los cielos. Pero al decir: Dichosos los pobres de espíritu, el Señor manifiesta que el reino de los cielos pertenece a aquellos que son pobres más por la humildad de su espíritu que por la carencia de fortuna.
RESPONSORIO    Sal 77, 1-2
R. Escucha, pueblo mío, mi enseñanza, * inclina el oído a las palabras de mi boca.
V. Voy a abrir mi boca a las sentencias, para que broten los enigmas del pasado.
R. Inclina el oído a las palabras de mi boca.

ORACIÓN.
OREMOS,
Oh Dios todopoderoso, de quien procede todo don perfecto, infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, aumentes el bien en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.