Musica Para el Alma

viernes, 2 de junio de 2017

visperas

Vísperas

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

    Salmodia

    Antífona 1: Yo, el Señor, soy tu salvador y tu redentor. Aleluya.
    Salmo 134,1-12
    Himno a Dios, realizador de maravillas
    Vosotros sois… un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. (1P 2,9)
    Alabad el nombre del Señor,
    alabadlo, siervos del Señor,
    que estáis en la casa del Señor,
    en los atrios de la casa de nuestro Dios.

    Alabad al Señor porque es bueno,
    tañed para su nombre, que es amable.
    Porque él se escogió a Jacob,
    a Israel en posesión suya.

    Yo sé que el Señor es grande,
    nuestro dueño más que todos los dioses.
    El Señor todo lo que quiere lo hace:
    en el cielo y en la tierra,
    en los mares y en los océanos.

    Hace subir las nubes desde el horizonte,
    con los relámpagos desata la lluvia,
    suelta a los vientos de sus silos.

    Él hirió a los primogénitos de Egipto,
    desde los hombres hasta los animales.
    Envió signos y prodigios
    —en medio de ti, Egipto—
    contra el Faraón y sus ministros.

    Hirió de muerte a pueblos numerosos,
    mató a reyes poderosos:
    a Sijón, rey de los amorreos,
    a Hog, rey de Basán,
    y a todos los reyes de Canaán.
    Y dio su tierra en heredad,
    en heredad a Israel, su pueblo.
    Antífona 2: Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. Aleluya.
    Salmo 134,13-21
    Señor, tu nombre es eterno;
    Señor, tu recuerdo de edad en edad.
    Porque el Señor gobierna a su pueblo
    y se compadece de sus siervos.

    Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
    hechura de manos humanas:
    tienen boca y no hablan,
    tienen ojos y no ven,

    tienen orejas y no oyen,
    no hay aliento en sus bocas.
    Sean lo mismo los que los hacen,
    cuantos confían en ellos.

    Casa de Israel, bendice al Señor;
    casa de Aarón, bendice al Señor;
    casa de Leví, bendice al Señor.
    fieles del Señor, bendecid al Señor.

    Bendito en Sión el Señor,
    que habita en Jerusalén.
    Antífona 3: Cantaré al Señor, sublime es su victoria. Aleluya.
    Ap 15,3-4
    Himno de adoración
    Grandes y maravillosas son tus obras,
    Señor, Dios omnipotente,
    justos y verdaderos tus caminos,
    ¡oh Rey de los siglos!

    ¿Quién no temerá, Señor,
    y glorificará tu nombre?
    Porque tú solo eres santo,
    porque vendrán todas las naciones
    y se postrarán en tu acatamiento,
    porque tus juicios se hicieron manifiestos.

    Lectura Breve

    Ga 5, 16. 22-23a. 25
    Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne. El fruto del
    Espíritu es: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad,
    dominio de sí. Si vivimos por el Espíritu marchemos tras el Espíritu.

    Responsorio Breve

    V. El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
    R. El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
    V. Os lo enseñará todo.

    R. Aleluya, aleluya.
    V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.

    Canto Evangélico

    Antifona: Todos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de María,
    la madre de Jesús. Aleluya.
    Magnificat Lc 1, 46-55
    Alegría del alma en el Señor
    Proclama mi alma la grandeza del Señor,
    se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
    porque ha mirado la humillación de su esclava.

    Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
    porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
    su nombre es santo,
    y su misericordia llega a sus fieles
    de generación en generación.

    Él hace proezas con su brazo:
    dispersa a los soberbios de corazón,
    derriba del trono a los poderosos
    y enaltece a los humildes,
    a los hambrientos los colma de bienes
    y a los ricos los despide vacíos.

    Auxilia a Israel, su siervo,
    acordándose de la misericordia
    —como lo había prometido a nuestros padres—
    en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén.

    Preces

    Bendigamos a Dios Padre, que con tanta generosidad ha derramado los dones del Espíritu
    Santo sobre todos los pueblos, y pidámosle que no cese nunca de derramar su gracia
    sobre el mundo; digamos:
    Que la gracia del Espíritu Santo abunde, Señor, en el mundo.
    Señor, tú que nos has dado a tu Elegido como luz de los pueblos,
    — abre los ojos de los ciegos y libra de toda esclavitud a los que viven en tinieblas.
    Tú que ungiste a Cristo con la fuerza del Espíritu Santo, para que realizara la salvación de
    los hombres,
    — haz que sintamos cómo pasa de nuevo por el mundo, haciendo el bien y curando a
    todos.
    Envía a tu Espíritu, que es la luz de los corazones,
    — para que confirme en la fe a los que viven en medio de incertidumbres y dudas.
    Envía a tu Espíritu, que es descanso en el trabajo,
    — para que reconforte a los que se sienten fatigados y desanimados.
    Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
    Realiza la esperanza de los que ya han muerto,
    — y haz que cuando venga el Señor obtengan una resurrección gloriosa.
    Dirijamos ahora al Padre nuestra oración con las mismas palabras que Cristo nos enseñó:
    Padre nuestro.

    Padre Nuestro

    Padre nuestro, que estás en el cielo,
    santificado sea tu nombre,
    venga tu reino,
    hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
    Danos hoy nuestro pan de cada día,
    perdona nuestras ofensas,
    como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
    no nos dejes caer en tentación,
    y líbranos del mal.

    Oración

    Oh Dios, que por la glorificación de tu Hijo Jesucristo y la venida del Espíritu Santo nos
    has abierto las puertas de tu reino, haz que la recepción de dones tan grandes nos mueva
    a dedicarnos con mayor empeño a tu servicio y a vivir con mayor plenitud las riquezas de
    nuestra fe. Por Jesucristo nuestro Señor.
    Amén.