*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar
este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
Laudes - 17 DE DICIEMBRE 2024
El siguiente es el formulario que corresponde a laudes de la liturgia de
las horas para el día martes, 17 de diciembre de 2024.
Invitatorio
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: El Señor
está cerca, venid, adorémosle.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Ya muy cercano, Emmanuel
hoy te presiente Israel,
que en triste exilio vive ahora
y redención de ti implora.
Ven ya, del cielo resplandor,
Sabiduría del Señor,
pues con tu luz, que el mundo ansía,
nos llegará nueva alegría.
Llegando estás, Dios y Señor,
del Sinaí legislador,
que la ley santa promulgaste
y tu poder allí mostraste.
Ven, Vara santa de Jesé,
contigo el pueblo a lo que fue
volver espera, pues aún gime
bajo el cruel yugo que lo oprime.
Ven, Llave de David, que al fin
el cielo abriste al hombre ruin
que hoy puede andar libre su vía,
con la esperanza del gran día.
Aurora tú eres que, al nacer,
nos trae nuevo amanecer,
y, con tu luz, viva esperanza
el corazón del hombre alcanza.
Rey de la gloria, tu poder
al enemigo ha de vencer,
y, al ayudar nuestra flaqueza,
se manifiesta tu grandeza. Amén.
Salmodia
Antífona 1: Señor,
has sido bueno con tu tierra, has perdonado la culpa de tu pueblo.
Salmo 84
Nuestra salvación está cerca
Dios
bendijo a nuestra tierra cuando le envió el Salvador. (Orígenes)
Señor, has sido bueno con tu tierra,
has restaurado la suerte de Jacob,
has perdonado la culpa de tu pueblo,
has sepultado todos sus pecados,
has reprimido tu cólera,
has frenado el incendio de tu ira.
Restáuranos, Dios salvador nuestro;
cesa en tu rencor contra nosotros.
¿Vas a estar siempre enojado,
o a prolongar tu ira de edad en edad?
¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a su amigos
y a los que se convierten de corazón.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra;
la misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo;
el Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.
Antífona 2: Mi alma
te ansía de noche, Señor; mi espíritu madruga por ti.
Is 26,1-4.7-9.12
Himno después de la victoria sobre el enemigo
La
muralla de la ciudad tenía doce basamentos. (cf. Ap 21,14)
Tenemos una ciudad fuerte,
ha puesto para salvarla murallas y baluartes:
Abrid las puertas para que entre un pueblo justo,
que observa la lealtad;
su ánimo está firme y mantiene la paz,
porque confía en ti.
Confiad siempre en el Señor,
porque el Señor es la Roca perpetua.
La senda del justo es recta.
Tú allanas el sendero del justo;
en la senda de tus juicios, Señor, te esperamos,
ansiando tu nombre y tu recuerdo.
Mi alma te ansía de noche,
mi espíritu en mi interior madruga por ti,
porque tus juicios son luz de la tierra,
y aprenden justicia los habitantes del orbe.
Señor, tú nos darás la paz,
porque todas nuestras empresas
nos las realizas tú.
Antífona 3: Ilumina,
Señor, tu rostro sobre nosotros.
Salmo 66
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed
que la salvación de Dios se envía a los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
Lectura Breve
Is 11, 1-3ª
Saldrá un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz brotará un vástago.
Sobre él se posará
el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de
consejo y de
fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor.
Responsorio Breve
V. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el
Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
V. El Señor anuncia su palabra a
Jacob.
R. Sus decretos y mandatos a Israel.
Lecturas
Primera
Lectura
Del libro del profeta Isaías 45, 1-13
EL REY CIRO SALVADOR DE ISRAEL
Así dice el Señor a su Ungido Ciro, a quien he tomado de la diestra para
someter ante
él a las naciones y desceñir las cinturas de los reyes, para abrir ante él los
batientes de
modo que no queden cerradas las puertas.
Yo marcharé delante de ti y allanaré las pendientes. Quebraré los batientes de
bronce y
romperé los cerrojos de hierro. Te daré los tesoros ocultos y las riquezas
escondidas, para
que sepas que yo soy el Señor, el Dios de Israel, que te llamo por tu nombre.
A causa de mi siervo Jacob y de Israel, mi elegido, te he llamado por tu nombre
y te he
ennoblecido, sin que tú me conozcas.
Yo soy el Señor, no hay ningún otro; fuera de mí ningún dios existe. Yo te he
ceñido, sin
que tú me conozcas, para que se sepa desde el sol levante hasta el poniente,
que todo es
nada fuera de mí. Yo soy el Señor, no ningún otro; yo modelo la luz y creo la
tiniebla, yo
hago la dicha y creo la desgracia, yo soy el Señor, el que hago todo esto.
Destilad, cielos, como rocío de lo alto, derramad, nubes, la victoria. Abrase
la tierra y
produzca salvación, y germine juntamente la justicia. Yo, el Señor, lo he
creado.
¡Ay de quien litiga con el que la ha modelado, la vasija entre las vasijas de
barro! ¿Dice
la arcilla al que la modela: «¿Qué haces tú?», y «¿Tu obra no está hecha con
destreza?» ¡Ay del que dice a su padre!: «¿Qué has engendrado?» y a su madre:
«¿Qué
has dado a luz?»
Así dice el Señor, el Santo de Israel y su modelador: «¿Vais a pedirme señales
acerca de
mis hijos y a darme órdenes acerca de la obra de mis manos? Yo hice la tierra y
creé al
hombre en ella. Yo extendí los cielos con mis manos y doy órdenes a todo su
ejército. Yo
le he suscitado para la victoria y he allanado todos sus caminos. Él
reconstruirá mi ciudad
y enviará a mis deportados sin rescate y sin recompensa», dice el Señor de los
ejércitos.
Responsorio
Is 45, 8; cf. 16, 1
R. Cielos, destilad el rocío; nubes,
derramad al justo; * ábrase la tierra y brote la
salvación.
V. Envía, Señor, al Cordero, soberano de toda la tierra, desde la
Peña del desierto al monte
Sión.
R. Ábrase la tierra y brote la salvación.
Segunda
Lectura
De las cartas de san León Magno, papa
(Carta 31, 2-3: PL 54, 791-793)
EL MISTERIO DE NUESTRA RECONCILIACIÓN
De nada sirve reconocer a nuestro Señor como hijo de la bienaventurada
Virgen María y
como hombre verdadero y perfecto, si no se le cree descendiente de aquella
estirpe que
en el Evangelio se le atribuye.
Pues dice Mateo: Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán; y a
continuación viene el orden de su origen humano hasta llegar a José, con quien
se hallaba
desposada la madre del Señor.
Lucas, por su parte, retrocede por los grados de ascendencia y se remonta hasta
el
mismo origen del linaje humano, con el fin de poner de relieve que el primer
Adán y el
último Adán son de la misma naturaleza.
Para enseñar y justificar a los hombres, la omnipotencia del Hijo de Dios podía
haber
aparecido, por supuesto, del mismo modo que había aparecido ante los patriarcas
y los
profetas, es decir, bajo apariencia humana: por ejemplo, cuando trabó con ellos
un
combate o mantuvo una conversación, cuando no rehuyó la hospitalidad que se le
ofrecía
y comió los alimentos que le presentaban.
Pero aquellas imágenes eran indicios de este hombre; y las significaciones
místicas de
estos indicios anunciaban que él había de pertenecer en realidad a la estirpe
de los padres
que le antecedieron.
Y, en consecuencia, ninguna de aquellas figuras era el cumplimiento del
misterio de
nuestra reconciliación, dispuesto desde la eternidad, porque el Espíritu Santo
aún no había
descendido a la Virgen ni la virtud del Altísimo la había cubierto con su
sombra, para que
la Palabra hubiera podido ya hacerse carne dentro de las virginales entrañas,
de modo que
la Sabiduría se construyera su propia casa; el Creador de los tiempos no había
nacido aún
en el tiempo, haciendo que la forma de Dios y la de siervo se encontraran en
una sola
persona; y aquel que había creado todas las cosas no había sido engendrado
todavía en
medio de ellas.
Pues de no haber sido porque el hombre nuevo, encarnado en una carne pecadora
como la nuestra, aceptó nuestra antigua condición y, consustancial como era con
el Padre,
se dignó a su vez hacerse consustancial con su madre, y, siendo como era el
único que se
hallaba libre de pecado, unió consigo nuestra naturaleza, la humanidad hubiera
seguido
para siempre bajo la cautividad del demonio. Y no hubiésemos podido
beneficiarnos de la
victoria del triunfador, si su victoria se hubiera logrado al margen de nuestra
naturaleza.
Por esta admirable participación ha brillado para nosotros el misterio de la
regeneración, de tal manera que, gracias al mismo Espíritu por cuya virtud
Cristo fue
concebido y nació, hemos nacido de nuevo de un origen espiritual.
Por lo cual, el evangelista dice de los creyentes: Éstos no han nacido de
sangre, ni de
amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Responsorio
Cf. Is 11, 10; Lc 1, 32
R. Mirad: la raíz de Jesé descenderá
como salvación de los pueblos y la buscarán los
gentiles; * y su nombre será glorioso.
V. El Señor le dará el trono de David, su padre, y reinará en la casa
de Jacob para
siempre.
R. Y su nombre será glorioso.
Lecturas del Feria de Adviento (17 de
diciembre)
17 Dic 2024
Evangelio
*Lectura del santo evangelio
según san Mateo (1,1-17)*
Libro del
origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.
Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus
hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará, Farés engendró a Esrón,
Esrón engendró a Aran, Aran engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón,
Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz; Booz engendró, de
Rut, a Obed; Obed engendró a Jesé, Jesé engendró a David, el rey.
David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón engendró a Roboán,
Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat,
Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatán,
Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés,
Manasés engendró a Amós, Amós engendró a Josías; Josías engendró a Jeconías y a
sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia.
Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel
engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliaquín,
Eliaquín engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquín, Aquín
engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán
engendró a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació
Jesús, llamado Cristo.
Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde
David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a
Babilonia hasta el Cristo, catorce.
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: Entended que
el reino de Dios está ya cerca; os aseguro que no tardará.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su precursor
+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Oremos a Dios Padre, que trazó desde antiguo un plan de salvación para
su pueblo, y digámosle:
Guarda a tu pueblo, Señor.
Oh Dios, que prometiste a tu pueblo un vástago que haría justicia,
— vela por la santidad de tu Iglesia.
Inclina, oh Dios, el corazón de los hombres a tu palabra, — y afianza la
santidad de tus fieles.
Por tu Espíritu consérvanos en el amor, — para que podamos recibir la
misericordia de tu Hijo que se acerca.
Haz que nos mantengamos firmes, Dios de clemencia, — hasta el día de la
manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Pidamos ahora con gran confianza la venida del reino de Dios, con las
palabras que Cristo
nos enseñó: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oremos:
Dios, creador y restaurador del hombre, que has querido que tu Hijo,
Palabra eterna, se
encarnara en el seno de María, siempre Virgen; escucha nuestras súplicas, y que
Cristo, tu
Unigénito, hecho hombre por nosotros, se digne hacernos partícipes de su
condición
divina. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde
de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Vísperas - 17 DE DICIEMBRE 2024
El siguiente es el formulario que corresponde a
vísperas de la liturgia de las horas para el martes, 17 de diciembre de 2024.
Invitatorio
Notas
- Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede
decirse la siguiente oración:
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
- El
Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración
cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las
Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
- Cuando
se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al
inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada
estrofa.
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: El Señor está cerca, venid, adorémosle.
·
Salmo 94
·
Salmo 99
·
Salmo 66
·
Salmo 23
Invitación a la
alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
·
Himno 1
·
Himno 2
Alegría de nieve
por los caminos.
Todo espera la gracia
del Bien Nacido.
En desgracia los hombres,
dura la tierra.
Cuanta más nieve cae,
más cielo cerca.
La tierra tan dormida
ya se despierta.
Y hasta el hombre más muerto
se despereza.
Ya los montes se allanan
y las colinas,
y el corazón del hombre
vuelve a la vida. Amén.
Salmodia
Antífona 1: El Señor rodea a su pueblo.
Salmo 124
El Señor vela por su pueblo
Paz
sobre el Israel de Dios. (Ga 6,16)
Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Antífona 2: Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
Salmo 130
Abandono confiado en los brazos de Dios
Aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón. (Mt 11,29)
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.
Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.
Antífona 3: Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.
Ap 4,11;5,9.10.12
Himno de los redimidos
Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.
Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria, y la alabanza.
Lectura Breve
1 Ts 5, 23-24
Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente
y que todo vuestro ser —espíritu,
alma y cuerpo— sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor
Jesucristo.
Fiel es a sus promesas el que os ha convocado; y él las cumplirá.
Responsorio Breve
V. Muéstranos,
Señor, tu misericordia.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Y danos tu salvación.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Canto Evangélico
Antifona: Oh
Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro
confín
y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la
salvación.
Magnificat Lc 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Invoquemos a Cristo, alegría y júbilo de cuantos
esperan su llegada, y digámosle:
Ven, Señor, y no tardes más.
Esperamos alegres tu venida,
— ven, Señor Jesús.
Tú que existes antes de los tiempos,
— ven y salva a los que viven en el tiempo.
Tú que creaste el mundo y a todos los que en él habitan,
— ven a restaurar la obra de tus manos.
Tú que no despreciaste nuestra naturaleza mortal,
— ven y arráncanos del dominio de la muerte.
Tú que viniste para que tuviéramos vida abundante,
— ven y danos tu vida eterna.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones
libres.
Tú que quieres congregar a todos los hombres en tu reino,
— ven y reúne a cuantos desean contemplar tu rostro.
Pidamos ahora con gran confianza la venida del reino de Dios, con las palabras
que Cristo
nos enseñó: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Dios, creador y restaurador del hombre, que has
querido que tu Hijo, Palabra eterna, se
encarnara en el seno de María, siempre Virgen; escucha nuestras súplicas, y que
Cristo, tu
Unigénito, hecho hombre por nosotros, se digne hacernos partícipes de su
condición
divina. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Conclusión
Si
preside el obispo, es conveniente que éste bendiga al pueblo con la bendición
solemne:
V. El
Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano,
custodie vuestro corazón y vuestra inteligencia en el amor y conocimiento de
Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
Si
preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo como el obispo, o bien
con la bendición común:
V. El
Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
Si
se despide a la comunidad, se añade la invitación:
V. Podéis
ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.
En
el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro
no ordenado, se dice:
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.