*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este
Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO
ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA
XXXIII
Del Común de un mártir. Salterio I
22 de noviembre
*SANTA CECILIA, virgen y mártir. (MEMORIA)*
El culto de Santa Cecilia, bajo cuyo nombre fue construída en Roma una basílica
el siglo V, se difundió ampliamente a causa del relato de su martirio, en el
que es ensalzada como ejemplo perfectísimo de la mujer cristiana, que abrazó la
virginidad y sufrió el martirio por amor a Cristo.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de
los mártires.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de
los mártires.
Himno: PALABRA DEL SEÑOR YA RUBRICADA
Palabra del Señor ya rubricada
es la vida del mártir ofrecida
como prueba fiel de que la espada
no puede ya truncar la fe vivida.
Fuente de fe y de luz es su memoria,
coraje para el justo en la batalla
del bien, de la verdad, siempre victoria
que, en vida y muerte, el justo en Cristo halla.
Martirio es el dolor de cada día,
si en Cristo y con amor es aceptado,
fuego lento de amor que, en la alegría
de servir al Señor, es consumado.
Concédenos, oh Padre, sin medida,
y tú, Señor Jesús crucificado,
el fuego del Espíritu de vida
para vivir el don que nos has dado. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Aceptarás los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar,
Señor.
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aceptarás los sacrificios, ofrendas
y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Ant 2. Con el Señor triunfará y se
gloriará la estirpe de Israel.
Cántico: QUE LOS PUEBLOS TODOS SE CONVIERTAN AL SEÑOR. Is 45, 15-25
Es verdad: tú eres un Dios escondido,
el Dios de Israel, el Salvador.
Se avergüenzan y se sonrojan todos por igual,
se van avergonzados los fabricantes de ídolos;
mientras el Señor salva a Israel
con una salvación perpetua,
para que no se avergüencen ni se sonrojen
nunca jamás.
Así dice el Señor, creador del cielo
—él es Dios;—,
él modeló la tierra,
la fabricó y la afianzó;
no la creó vacía,
sino que la formó habitable:
«Yo soy el Señor y no hay otro.»
No te hablé a escondidas,
en un país tenebroso,
no dije a la estirpe de Jacob:
«Buscadme en el vacío.»
Yo soy el Señor que pronuncia sentencia
y declara lo que es justo.
Reuníos, venid, acercaos juntos,
supervivientes de las naciones.
No discurren los que llevan su ídolo de madera,
y rezan a un dios que no puede salvar.
Declarad, aducid pruebas,
que deliberen juntos:
¿Quién anunció esto desde antiguo,
quién lo predijo desde entonces?
¿No fui yo, el Señor?
—No hay otro Dios fuera de mí—.
Yo soy un Dios justo y salvador,
y no hay ninguno más.
Volveos hacia mí para salvaros,
confines de la tierra,
pues yo soy Dios y no hay otro.
Yo juro por mi nombre,
de mi boca sale una sentencia,
una palabra irrevocable:
«Ante mí se doblará toda rodilla,
por mí jurará toda lengua»,
dirán: «Sólo el Señor
tiene la justicia y el poder.»
A él vendrán avergonzados
los que se enardecían contra él,
con el Señor triunfará y se gloriará
la estirpe de Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Con el Señor triunfará y se
gloriará la estirpe de Israel.
Ant 3. Entrad en la presencia del Señor
con aclamaciones.
Salmo 99 - ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Entrad en la presencia del Señor
con aclamaciones.
LECTURA BREVE 2Co 1, 3-5
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y
Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder
nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con
que nosotros somos consolados por Dios. Porque si es cierto que los
sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, también por Cristo rebosa
nuestro consuelo.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor es mi fuerza y mi energía.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
V. Él es mi salvación.
R. Y mi energía.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.
V. Hijo
mío, conserva mis palabras.
R. Conserva mis mandatos y vivirás.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Daniel 2, 26-47
VISIÓN DE LA ESTATUA Y DE LA PIEDRA. EL REINO
ETERNO DE DIOS
En aquellos días, tomó el rey Nabucodonosor la
palabra y dijo a Daniel (por sobrenombre Beltsasar):
«¿Eres tú capaz de manifestarme el sueño que he tenido y su interpretación?»
Daniel tomó la palabra en presencia del rey y dijo:
«El misterio que el rey quiere saber no hay sabios, magos, adivinos ni
astrólogos que lo puedan revelar al rey; pero hay un Dios en el cielo, que
revela los misterios y que ha dado a conocer al rey Nabucodonosor lo que
sucederá al fin de los días. Tu sueño y las visiones de tu cabeza cuando
estabas en tu lecho eran éstos:
Oh rey, los pensamientos que agitaban tu mente en el lecho se referían a lo que
ha de suceder en el futuro, y el que revela los misterios te ha dado a conocer
lo que
sucederá. A mí, sin que yo posea más sabiduría que cualquier otro ser viviente,
se me ha revelado este misterio con el solo fin de manifestar al rey su
interpretación y de que tú conozcas los pensamientos de tu corazón.
Tú, oh rey, has tenido esta visión: Una estatua, una enorme estatua, de
extraordinario brillo, de aspecto terrible, se levantaba ante ti. La cabeza de
esta estatua era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y sus
lomos de bronce, sus piernas de hierro, sus pies parte de hierro Y parte de
arcilla.
Tú estabas mirando, cuando de pronto una piedra se desprendió, sin intervención
de mano alguna, vino a dar a la estatua en sus pies de hierro y arcilla, y los
pulverizó. Entonces quedó pulverizado todo a la vez: el hierro, la arcilla, el
bronce, la plata y el oro; quedaron como el tamo de la era en verano, y el
viento se lo llevó sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua
se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra. Tal fue el sueño; ahora
diremos ante el rey su interpretación.
Tú, oh Rey, rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado reino, imperio,
poder y gloria —los hijos de los hombres, las bestias del campo, los pájaros
del cielo, dondequiera que habiten, los ha dejado en tus manos y te ha hecho
soberano de ellos—, tú eres la cabeza de oro. Después de ti surgirá otro reino,
inferior a ti, y luego un tercer reino, de bronce, que dominará la tierra
entera. Y habrá un cuarto reino, duro como el hierro, como el hierro que todo
lo pulveriza y machaca; como el hierro que aplasta, así él pulverizará y
aplastará a todos los otros.
Y lo que has visto, los pies y los dedos, parte de arcilla y parte de hierro,
es un reino que estará dividido; tendrá la solidez del hierro, según has visto
el hierro mezclado con la masa de arcilla. Los dedos de los pies, parte de
hierro y parte de arcilla, es que el reino será en parte fuerte y en parte
frágil. Y lo que has visto, el hierro mezclado con la masa de arcilla, es que
se mezclarán ellos entre sí por simiente humana, pero no se mezclarán el uno al
otro, de la misma manera que el hierro no se mezcla con la arcilla.
En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será
destruido, y este reino no pasará a otro pueblo. Pulverizará y aniquilará a
todos estos reinos, y él subsistirá eternamente: tal como has visto
desprenderse del monte, sin intervención de mano humana, la piedra que redujo a
polvo el hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el oro. El Dios grande ha
manifestado al rey lo que ha de suceder. El sueño es verdadero y su
interpretación digna de confianza.»
Entonces, el rey Nabucodonosor cayó rostro en tierra, se postró ante Daniel y
ordenó que se le ofreciera oblación y calmante aroma. El rey tomó la palabra y
dijo a Daniel:
«Verdaderamente vuestro Dios es el Dios de los dioses, el Señor de los reyes,
el revelador de los misterios, ya que tú has podido revelar este misterio.»
RESPONSORIO Dn 2, 44; cf. Lc 20,
17. 18
R. El Dios del
cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, y que pulverizará y
aniquilará a todos los demás reinos; * pero
este reino de Dios subsistirá eternamente.
V. La piedra que desecharon los arquitectos es
ahora la piedra angular; aquel sobre quien cayere esta piedra será aplastado.
R. Pero este reino de Dios subsistirá eternamente.
SEGUNDA LECTURA
De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre
los salmos
(Salmo 32, sermón 1, 7-8: CCL 38, 253-254)
CANTAD A DIOS CON MAESTRÍA Y CON JÚBILO
Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su
honor el arpa de diez cuerdas; cantadle un cántico nuevo. Despojaos de lo
antiguo, ya que se os invita al cántico nuevo. Nuevo hombre, nuevo Testamento,
nuevo cántico. El nuevo cántico no responde al hombre antiguo. Sólo pueden
aprenderlo los hombres nuevos, renovados de su antigua condición por obra de la
gracia y pertenecientes ya al nuevo Testamento, que es el reino de los cielos.
Por él suspira todo nuestro amor y canta el cántico nuevo. Pero es nuestra vida,
más que nuestra voz, la que debe cantar el cántico nuevo.
Cantadle un cántico nuevo, cantadle con maestría. Cada uno se pregunta cómo
cantará a Dios. Cántale, pero hazlo bien. Él no admite un canto que ofenda sus
oídos. Cantad bien, hermanos. Si se te pide que cantes para agradar a alguien
entendido en música, no te atreverás a cantarle sin la debida preparación
musical, por temor a desagradarle, ya que él, como perito en la materia,
descubrirá unos defectos que pasarían desapercibidos a otro cualquiera. ¿Quién,
pues, se prestará a cantar con maestría para Dios, que sabe juzgar del cantor,
que sabe escuchar con oídos críticos? ¿Cuándo podrás prestarte a cantar con
tanto arte y maestría que en nada desagrades a unos oídos tan perfectos?
Mas he aquí que él mismo te sugiere la manera cómo has de cantarle: no te
preocupes por las palabras, como si éstas fuesen capaces de expresar lo que
deleita a Dios. Canta con júbilo. Éste es el canto que agrada a Dios, el que se
hace con júbilo. ¿Qué quiere decir cantar con júbilo? Darse cuenta de que no
podemos expresar con palabras lo que siente el corazón. En efecto, los que
cantan, ya sea en la siega, ya en la vendimia o en algún otro trabajo
intensivo, empiezan a cantar con palabras que manifiestan su alegría, pero
luego es tan grande la alegría que los invade que, al no poder expresarla con
palabras, prescinden de ellas y acaban en un simple sonido de júbilo.
El júbilo es un sonido que indica la incapacidad de expresar lo que siente el
corazón. Y este modo de cantar es el más adecuado cuando se trata del Dios
inefable. Porque, si es inefable, no puede ser traducido en palabras. Y, si no
puedes traducirlo en palabras y, por otra parte, no te es lícito callar, lo
único que puedes hacer es cantar con júbilo. De este modo, el corazón se alegra
sin palabras y la inmensidad del gozo no se ve limitada por unos vocablos.
Cantadle con maestría y con júbilo.
RESPONSORIO Sal 70, 8. 23; 9 A,
3
R. Llena está
mi boca de tu alabanza y de tu gloria, todo el día; * te
aclamarán mis labios, Señor.
V. Me alegro y exulto contigo y toco en honor de
tu nombre, ¡oh Altísimo!
R. Te aclamarán mis labios, Señor.
Lecturas del Viernes de la
XXXIII Semana del Tiempo Ordinario.
22 Nov 2024
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Lucas (19,45-48)*
En
aquel tiempo, Jesús entró en el templo y se puso a echar a los vendedores,
diciéndoles:
«Escrito está: “Mi casa será casa de oración”; pero vosotros la habéis hecho
una “cueva de bandidos”».
Todos los días enseñaba en el templo.
Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo
buscaban acabar con él, pero no sabían qué hacer, porque todo el pueblo estaba
pendiente de él, escuchándolo.
Palabra
del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Cuando terminaba la aurora, Cecilia exclamó: «Ánimo, soldados de
Cristo, despojaos de las obras de las tinieblas y vestíos la armadura de la
luz.»
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cuando terminaba la aurora, Cecilia
exclamó: «Ánimo, soldados de Cristo, despojaos de las obras de las tinieblas y
vestíos la armadura de la luz.»
PRECES
Celebremos, amados hermanos, a Jesús, el testigo fiel, y al
recordar hoy a los santos mártires sacrificados a causa de la palabra de Dios,
aclamémosle diciendo:
Nos has comprado, Señor, con tu sangre.
Por la intercesión de los santos mártires que entregaron libremente su vida
como testimonio de la fe,
concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.
Por la intercesión de los santos mártires que proclamaron la fe hasta derramar
su sangre,
concédenos, Señor, la integridad y constancia de la fe.
Por la intercesión de los santos mártires que soportando la cruz siguieron tus
pasos,
concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.
Por la intercesión de los santos mártires que blanquearon su manto en la sangre
del Cordero,
concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Dirijamos ahora nuestra oración al Padre que está en los cielos, diciendo:
Padre nuestro...
ORACION
Acoge con bondad nuestras súplicas, Señor, y, por intercesión de
santa Cecilia, dígnate escucharnos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de
los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: OH DIOS, QUE ERES EL PREMIO
Oh Dios, que eres el premio, la corona
y la suerte de todos tus soldados,
líbranos de los lazos de las culpas
por este mártir a quien hoy cantamos.
El conoció la hiel que está escondida
en la miel de los goces de este suelo,
y, por no haber cedido a sus encantos,
está gozando los del cielo eterno.
Él afrontó con ánimo seguro
lo que sufrió con varonil coraje,
y consiguió los celestiales dones
al derramar por ti su noble sangre.
Oh piadosísimo Señor de todo,
te suplicamos con humilde ruego
que, en el día del triunfo de este mártir,
perdones los pecados de tus siervos.
Gloria eterna al divino Jesucristo,
que nació de una Virgen impecable,
y gloria eterna al Santo Paracleto,
y gloria eterna al sempiterno Padre. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.
Salmo 40 - ORACIÓN DE UN ENFERMO
Dichoso el que cuida del pobre y desvalido;
en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.
El Señor lo guarda y lo conserva en vida,
para que sea dichoso en la tierra,
y no lo entrega a la saña de sus enemigos.
El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor,
calmará los dolores de su enfermedad.
Yo dije: «Señor, ten misericordia,
sáname, porque he pecado contra ti.»
Mis enemigos me desean lo peor;
«A ver si se muere y se acaba su apellido.»
El que viene a verme habla con fingimiento,
disimula su mala intención,
y cuando sale afuera, la dice.
Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí,
hacen cálculos siniestros:
«Padece un mal sin remedio,
se acostó para no levantarse.»
Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba,
que compartía mi pan,
es el primero en traicionarme.
Pero tú, Señor, apiádate de mí,
haz que pueda levantarme,
para que yo les dé su merecido.
En esto conozco que me amas:
en que mi enemigo no triunfa de mí.
A mí, en cambio, me conservas la salud,
me mantienes siempre en tu presencia.
Bendito el Señor, Dios de Israel,
ahora y por siempre. Amén, amén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sáname, Señor, porque he pecado
contra ti.
Ant 2. El Señor de los ejércitos está con
nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Salmo 45 - DIOS, REFUGIO Y FORTALEZA DE SU PUEBLO
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra
y los montes se desplomen en el mar.
Que hiervan y bramen sus olas,
que sacudan a los montes con su furia:
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora.
Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan;
pero él lanza su trueno y se tambalea la tierra.
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe,
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.
«Rendíos, reconoced que yo soy Dios:
más alto que los pueblos, más alto que la tierra.»
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor de los ejércitos está con
nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Ant 3. Vendrán todas las naciones y se
postrarán en tu acatamiento, Señor.
Cántico: CANTO DE LOS VENCEDORES Ap 15, 3-4
Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Vendrán todas las naciones y se
postrarán en tu acatamiento, Señor.
LECTURA BREVE 1Pe 4, 13-14
Queridos hermanos: Estad alegres cuando compartís
los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis
de gozo. Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros: porque el
Espíritu de la gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.
RESPONSORIO BREVE
V. Oh Dios, nos pusiste a prueba, pero nos has dado respiro.
R. Oh Dios, nos pusiste a prueba, pero nos has
dado respiro.
V. Nos refinaste como refinan la plata.
R. Pero nos has dado respiro.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Oh Dios, nos pusiste a prueba, pero nos has
dado respiro.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. La virgen santa Cecilia llevaba siempre sobre su corazón el
Evangelio de Cristo y no cesaba, ni de día ni de noche, de orar y de hablar con
Dios.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. La virgen santa Cecilia llevaba
siempre sobre su corazón el Evangelio de Cristo y no cesaba, ni de día ni de
noche, de orar y de hablar con Dios.
PRECES
En esta hora en la que el Señor, cenando con sus discípulos,
presentó al Padre su propia vida que luego entregó en la cruz, aclamemos al Rey
de los mártires, diciendo:
Te glorificamos, Señor.
Te damos gracias, Señor, principio, ejemplo y rey de los mártires,
porque nos amaste hasta el extremo.
Te damos gracias, Señor, porque no cesas de llamar a los pecadores arrepentidos
y les das parte en los premios de tu reino.
Te damos gracias, Señor, porque hoy hemos ofrecido, como sacrificio para el
perdón de los pecados,
la sangre de la alianza nueva y eterna.
Te damos gracias, Señor,
porque con tu gracia nos has dado perseverar en la fe durante el día que ahora
termina.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Te damos gracias, Señor,
porque has asociado a nuestros hermanos difuntos a tu muerte.
Dirijamos ahora nuestra oración al Padre que está en los cielos, diciendo:
Padre nuestro...
ORACION
Acoge con bondad nuestras súplicas, Señor, y, por intercesión de
santa Cecilia, dígnate escucharnos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos
de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.