*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este
Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
*Laudes - LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE
SANTA MARÍA VIRGEN*
Invitatorio
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Celebremos la Concepción
Inmaculada de la Virgen María; adoremos a su Hijo, Cristo, el Señor.
Salmo 94
Invitación a la
alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día,
mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la
antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la
antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la
antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la
antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la
antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la
antífona)
Laudes
Himno
De luz nueva
se viste la tierra,
porque el Sol que del cielo ha venido
en el seno feliz de la Virgen
de su carne se ha revestido.
El amor hizo nuevas cosas,
el Espíritu ha descendido
y la sombra del que es poderoso
en la Virgen su luz ha encendido.
Ya la tierra reclama su fruto
y de bodas se anuncia alegría,
el Señor que en los cielos moraba
se hizo carne en la Virgen María.
Gloria a Dios, el Señor poderoso,
a su Hijo y Espíritu Santo,
que en su gracia y su amor nos bendijo
y a su reino nos ha destinado. Amén.
Salmodia
Antífona
1: ¡Oh Madre
purísima, que no conoció el pecado y que mereció llevar a Dios!
Salmo 62, 2-9
El alma
sedienta de Dios
Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de
las tinieblas.
Oh Dios, tú
eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Antífona
2: El Señor Dios
Altísimo te ha bendecido, Virgen María, entre todas las mujeres de la tierra.
Dn 3,57-88.56
Toda la
creación alabe al Señor
Alabad al Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)
Criaturas
todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona
3: Llévanos
contigo, Virgen inmaculada, correremos tras del aroma de tus perfumes.
Salmo 149
Alegría de los
santos
Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se
alegran por su Rey, Cristo, el Señor. (Hesiquio)
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Lectura
Breve Is 43, 1
Así dice el
Señor, el que te creó, Jacob, el que te formó, Israel: «No temas, que te he
redimido, te he llamado por tu nombre; tú eres mío.»
Responsorio
Breve
V. Dios todopoderoso
me ciñe de valor.
R. Dios todopoderoso
me ciñe de valor.
V. Y me enseña un
camino perfecto.
R. Me ciñe de valor.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Dios todopoderoso
me ciñe de valor.
V. Dios todopoderoso
me ciñó de valor.
R. Y me enseñó un
camino perfecto.
Lecturas
Primera Lectura
De la carta del
apóstol san Pablo a los Romanos 5, 1 12-21
DONDE ABUNDÓ EL
PECADO SOBREABUNDÓ LA GRACIA
Hermanos: Así
como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y, por el pecado, la
muerte, y, de este modo, la muerte pasó a todos los hombres, dado que todos han
pecado. Porque ya antes de la promulgación de la ley existía el pecado en el
mundo, y sin embargo no puede imputarse pecado si no hay ley; vemos, empero,
que, de hecho, la muerte reinó ya desde Adán a Moisés sobre todos los que
pecaron, aun cuando su transgresión no fue en las mismas condiciones en que
pecó Adán, el cual era figura del que había de venir.
Sin embargo, con el don no sucedió como con el delito, pues, si por el delito
de uno solo murió la multitud, ¡con cuánta mayor profusión, por la gracia de un
solo hombre, Jesucristo, se derramó sobre todos la bondad y el don de Dios! Ni
fueron los efectos de este don como los efectos del pecado de aquel único
hombre que pecó, porque la sentencia que llevó a la condenación vino por uno
solo, en cambio, el don, partiendo de muchas transgresiones, lleva a la
justificación.
Así pues, decía, si, por la falta de uno solo, la muerte estableció su reinado,
también, con mucha mayor razón, por causa de uno solo, de Jesucristo, reinarán
en la vida los que reciben la sobreabundancia de la gracia y el don de la
justificación.
Por consiguiente, así como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres
la condenación, así también la obra de justicia de uno solo procura a todos la
justificación que da la vida. Y como por la desobediencia de un solo hombre
todos los demás quedaron constituidos pecadores, así también por la obediencia
de uno solo todos quedarán constituidos justos.
La ley, ciertamente, fue ocasión de que se multiplicasen los delitos, pero
donde abundó el pecado sobreabundó la gracia, para que así como reinó el pecado
produciendo la muerte, así también reine la gracia dándonos vida eterna por
Jesucristo, Señor nuestro.
Rm 5, 12; Lc 1, 30; cf. Sal 114, 8; cf. 17, 19
R. Por un solo hombre
entró el pecado en el mundo y, por él, todos han pecado. Pero tú * no temas, María, porque has hallado
gracia a los ojos de Dios.
V. El Señor arrancó tu
alma de la muerte, y fue tu apoyo contra tu adversario.
R. No temas, María,
porque has hallado gracia a los ojos de Dios.
Segunda Lectura
De los sermones
de san Anselmo, obispo
(Sermón 52: PL 158, 955-956)
¡OH VIRGEN, POR
TU BENDICIÓN QUEDA BENDITA TODA CRIATURA!
El cielo, las
estrellas, la tierra, los ríos, el día y la noche, y todo cuanto está sometido
al poder o utilidad de los hombres, se felicitan de la gloria perdida, pues una
nueva gracia inefable, resucitada en cierto modo por ti ¡oh Señora!, les ha
sido concedida. Todas las cosas se encontraban como muertas, al haber perdido
su innata dignidad de servir al dominio y al uso de aquellos que alaban a Dios,
para lo que habían sido creadas; se encontraban aplastadas por la opresión y
como descoloridas por el abuso que de ellas hacían los servidores de los ídolos
para los que no habían sido creadas. Pero ahora, como resucitadas, felicitan a
María, al verse regidas por el dominio y honradas por el uso de los que alaban
al Señor.
Ante la nueva e inestimable gracia, las cosas todas saltaron de gozo, al sentir
que, en adelante, no sólo estaban regidas por la presencia rectora e invisible
de Dios su creador, sino que también, usando de ellas visiblemente, las
santificaba. Tan grandes bienes eran obra del bendito fruto del seno bendito de
la bendita María.
Por la plenitud de tu gracia, lo que estaba cautivo en el infierno se alegra
por su liberación, y lo que estaba por encima del mundo se regocija por su
restauración. En efecto, por el poder del Hijo glorioso de tu gloriosa
virginidad, los justos que perecieron antes de la muerte vivificadora de Cristo
se alegran de que haya sido destruida su cautividad, y los ángeles se felicitan
al ver restaurada su ciudad medio derruida.
¡Oh mujer llena de gracia, sobreabundante de gracia, cuya plenitud desborda a
la creación entera y la hace reverdecer! ¡Oh Virgen bendita, bendita por encima
de todo por tu bendición queda bendita toda criatura, no sólo la creación por
el Creador, sino también el Creador por la criatura! Dios entregó a María su
propio Hijo, el único igual a él, a quien engendra de su corazón como amándose
a sí mismo. Valiéndose de María, se hizo Dios un Hijo, no distinto, sino el
mismo, para que realmente fuese uno y el mismo el Hijo de Dios y de María. Todo
lo que nace es criatura de Dios, y Dios nace de María. Dios creó todas las
cosas, y María engendró a Dios. Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí
mismo mediante María; y, de este modo, volvió a hacer todo lo que había hecho.
El que pudo hacer todas las cosas de la nada no quiso rehacer sin María lo que
había sido manchado.
Dios es, pues, el padre de las cosas creadas; y María es la madre de las cosas
recreadas. Dios es el padre a quien se debe la constitución del mundo; y María
es la madre a quien se debe su restauración. Pues Dios engendró a aquel por
quien todo fue hecho; y María dio a luz a aquel por quien todo fue salvado.
Dios engendró a aquel sin el cual nada existe; y María dio a luz a aquel sin el
cual nada subsiste.
¡Verdaderamente el Señor está contigo, puesto que ha hecho que toda criatura te
debiera tanto como a él!
Sal 33, 4; 85,
13; Lc 1, 48
R. Proclamad conmigo
la grandeza del Señor, * por su
grande piedad para conmigo.
V. Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones.
R. Por su grande
piedad para conmigo.
Lecturas del Solemnidad de la Inmaculada Concepción
de la Virgen María.
Evangelio
*Lectura del santo evangelio según san Lucas (1.26-38)*
26 Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una
ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
27 a una virgen desposada con un
hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
28 Y entrando, le dijo: «Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo.»
29 Ella se conturbó por estas
palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.
30 El ángel le dijo: «No temas,
María, porque has hallado gracia delante de Dios;
31 vas a concebir en el seno y vas
a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.
32 El será grande y será llamado
Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;
33 reinará sobre la casa de Jacob
por los siglos y su reino no tendrá fin.»
34 María respondió al ángel:
«¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»
35 El ángel le respondió: «El
Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.
36 Mira, también Isabel, tu
pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de
aquella que llamaban estéril,
37 = porque ninguna cosa es
imposible para Dios.» =
38 Dijo María: «He aquí la esclava
del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.
Palabra del
Señor
Canto
Evangélico
Antifona: El Señor Dios dijo
a la serpiente: «Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe
y la suya; ella te herirá en la cabeza.» Aleluya.
Benedictus Lc
1, 68-79
El Mesías y su
precursor
+ Bendito sea
el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Elevemos
nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.
Sol de justicia, a quien María Virgen precedía cual aurora luciente, — haz que
vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
Salvador del mundo, tú que con la eficacia de tu redención preservaste a tu
Madre de toda mancha de pecado, — líbranos también a nosotros de toda culpa.
Redentor nuestro, tú que hiciste de la inmaculada Virgen María tabernáculo
purísimo de tu presencia y sagrario del Espíritu Santo,
— haz también de nosotros templos de tu Espíritu.
Rey de reyes, que elevaste contigo a tu Madre en cuerpo y alma al cielo, — haz
que aspiremos siempre a los bienes celestiales.
Aquí se pueden
añadir algunas intenciones libres.
Según el mandato del Señor, digamos confiadamente: Padre nuestro.
Padre
Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Oh Dios, que
por la Concepción inmaculada de la Virgen María preparaste a tu Hijo una digna
morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado,
concédenos por su intercesión llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El Señor nos
bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Vísperas - LA
INMACULADA CONCEPCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN
MARTES II SEMANA DE ADVIENTO .
Invitatorio
Vísperas
Invocación
V. Dios mío, ven en mi
auxilio.
R. Señor, date prisa
en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Jesucristo,
Palabra del Padre,
luz eterna de todo creyente:
ven y escucha la súplica ardiente,
ven, Señor, porque ya se hace tarde.
Cuando el mundo dormía en tinieblas,
en tu amor tú quisiste ayudarlo
y trajiste, viniendo a la tierra,
esa vida que puede salvarlo.
Ya madura la historia en promesas,
sólo anhela tu pronto regreso;
si el silencio madura la espera,
el amor no soporta el silencio.
Con María, la Iglesia te aguarda
con anhelos de esposa y de Madre,
y reúne a sus hijos en vela,
para juntos poder esperarte.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre,
dando gracias al Padre en el reino. Amén.
Salmodia
Antífona
1: Todo es
hermoso en ti, Virgen María, ni siquiera tienes la mancha del pecado original.
Salmo 121
LA CIUDAD SANTA
DE JERUSALÉN
¡Qué alegría
cuando me dijeron:
"Vamos a la casa del Señor"!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén:
"Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios".
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: "La paz contigo".
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Antífona
2: Tú eres la
gloria de Jerusalén; tú, la alegría de Israel; tú, el orgullo de nuestra raza.
Salmo 126
EL ESFUERZO
HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS
Si el Señor
no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
son saetas en manos de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
No quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Antífona
3: Tus vestidos
son blancos como la nieve, tu rostro resplandeciente como el sol.
Ef 1, 3-10
EL PLAN DIVINO
DE LA SALVACIÓN
Bendito sea
Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.
Lectura
Breve
Rm 5, 20b-21
Donde abundó
el pecado sobreabundó la gracia, para que así como reinó el pecado produciendo
la muerte, así también reine la gracia dándonos vida eterna, por Jesucristo,
Señor nuestro.
Responsorio
Breve
V. En esto conozco que
me amas.
R. En esto conozco que
me amas.
V. En que mi enemigo
no triunfa de mí.
R. En esto conozco que
me amas.
V. Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En esto conozco que
me amas.
Canto
Evangélico
Antifona: Alégrate, María,
llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres y bendito
el fruto de tu vientre. Aleluya.
MagnificatLc 1,
46-55
Alegría del
alma en el Señor
Proclama mi
alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Proclamemos
las grandezas de Dios Padre todopoderoso, que quiso que todas las generaciones
felicitaran a María, la madre de su Hijo, y supliquémosle diciendo:
Que la llena de gracia interceda por nosotros.
Señor, Dios nuestro, admirable siempre en tus obras, que has querido que la
inmaculada Virgen María participara en cuerpo y alma de la gloria de
Jesucristo, — haz que todos tus hijos deseen y caminen hacia esta misma gloria.
Tú que nos diste a María por madre, concede por su mediación salud a los enfermos,
consuelo a los enfermos, consuelo a los tristes, perdón a los pecadores, — y a
todos abundancia de salud y de paz.
Tú que hiciste de María la madre de misericordia, — haz que los que viven en
peligro o están tentados sientan su protección maternal.
Tú que encomendaste a María la misión de madre de familia en el hogar de Jesús
y de José, — haz que por su intercesión todas las madres fomenten en sus
hogares el amor y la santidad.
Tú que coronaste a María como reina del cielo, — haz que los difuntos puedan
alcanzar con todos los santos la felicidad de tu reino.
Confiando en el Señor, que hizo obras grandes en María, pidamos al Padre que
colme también de bienes al mundo hambriento: Padre nuestro.
Padre
Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oh Dios, que
por la Concepción inmaculada de la Virgen María preparaste a tu Hijo una digna
morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado,
concédenos por su intercesión llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
V. El Señor nos
bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.