*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este
Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
*Del Común de la Santísima Virgen
María*.
*NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES (MEMORIA)*.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Venid, adoremos al Salvador del mundo, de cuya pasión María
participó.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole
gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la
tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus
manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en
Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a
prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto
mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: ¿HABRÁ DOLOR MÁS INTENSO?
¿Habrá dolor más intenso
que tu dolor dolorido?
¿Habrá, Señora, un gemido
más soledoso y más denso
que el que te enluta, hondo y tenso,
de morada y negra toca?
¡Oh turba que pasáis loca,
hijas de Jerusalén,
mirad la bondad sin bien:
mojad con hiel vuestra boca!
¿No son más blandas las piedras
y más compasivo el cielo
que mi corazón sin duelo,
cuando tú, como las hiedras
junto a la cruz, no te arredras
de ahogarte en esos oleajes
de hiel? Obscuros celajes
envolvían el Calvario,
y tú eras, Madre, el sudario
de aquel diluvio de ultrajes.
Dame ese llanto bendito
para llorar mis pecados;
dame esos clavos clavados,
esa corona, ese grito,
ese puñal, ese escrito
y esa cruz para loarte,
para urgirte y consolarte,
Oh Virgen de los Dolores,
para ir sembrando de flores
tu viacrucis parte a parte. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Mi alma está unida a ti, Señor Jesús.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti
madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con
júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi alma está unida a ti, Señor Jesús.
Ant 2. Estemos alegres cuando compartimos los padecimientos de Cristo.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al
Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al
Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al
Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al
Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al
Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid
al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al
Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del
cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los
siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. Estemos alegres cuando compartimos los padecimientos de Cristo.
Ant 3. Dios quiso reconciliar consigo todas las cosas por la sangre de
Cristo.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de
los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los
humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dios quiso reconciliar consigo todas las cosas por la sangre de
Cristo.
LECTURA BREVE Col 1, 24-25
Ahora me alegro de los padecimientos
que he sufrido por vosotros, y voy completando en favor del cuerpo de Cristo,
que es la Iglesia, las tribulaciones que aún me quedan por sufrir con Cristo en
mi carne mortal. Pues he sido constituido ministro de la Iglesia conforme a la
misión que él me ha confiado respecto de vosotros: dar cumplimiento a la
palabra de Dios.
RESPONSORIO BREVE
V. Que por tu intervención, Virgen
Maria, obtengamos la salvación.
R. Que por tu intervención, Virgen
Maria, obtengamos la salvación.
V. De las llagas de Jesucristo.
R. Obtengamos la salvación.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
R. Que por tu intervención, Virgen
Maria, obtengamos la salvación.
V. Escucha, pueblo mío, mi enseñanza.
R. Inclina el oído a las palabras de mi boca.
PRIMERA
LECTURA
Del libro del
profeta Oseas 10, 1--11, 1a
LOS ÍDOLOS Y
EL REY SERÁN DESTRUIDOS
Israel era una viña frondosa, y daba fruto: cuanto más eran sus
frutos, más aumentó sus altares; cuanto mejor era la tierra, mejores monumentos
erigía. Tienen el corazón dividido, y han de pagarlo; él mismo destruirá sus
altares, abatirá sus estelas. Ahora dicen: «No tenemos rey, no respetamos al
Señor; ¿qué podrá hacernos el rey?» Pronuncian discursos, juran en falso,
firman alianzas; florecen los pleitos como cizaña en los surcos del campo. Los
samaritanos tiemblan por el toro de Betavén, por él llora el pueblo y con él
sus sacerdotes. Se lamentan porque su gloria ha marchado al destierro: se la
llevan a Asiria como tributo a su dios.
La vergüenza se adueña de Efraím, Israel se avergüenza desus
planes. Samaría y su rey desaparecen como espuma sobre la superficie del agua.
Son destruidos los altozanos de los ídolos, el pecado de Israel. Cardos y
abrojos crecen sobre sus altares; gritan a los montes: «Cubridnos», a los
collados: «Caed sobre nosotros.»
Desde los días de Gabá pecaste, Israel; allí me hicieron frente;
¿no les sorprenderá en Gabá la lucha contra los hijos malditos? Los castigaré a
mi placer, se reunirán contra ellos los pueblos, para castigarlos por su doble
culpa. Efraím es una novilla domesticada; le gustaba trillar; pero yo echaré el
yugo a su hermoso cuello, engancharé a Efraím para que are, a Jacob para que
labre la tierra.
Sembrad justicia, y cosecharéis misericordia; roturad un campo,
que es tiempo de consultar al Señor, hasta que venga y haga llover sobre
vosotros la justicia. Arasteis maldad, y cosechasteis iniquidad, comisteis
frutos vanos. Por confiar en tu poder, en la multitud de tus soldados, se
alzará el clamor de guerra sobre tu pueblo, tus fortalezas serán derribadas,
como derribó Salmán a Bet-Arbel; el día de la batalla, estrellaron a la madre
con los hijos. Así harán con vosotros, Betel, por vuestra maldad. A la aurora,
desaparecerá el rey de Israel.
RESPONSORIO
Lc 23, 28. 30-31
R. Comenzarán a decir a los montes: «Caed sobre nosotros»; y a los
collados: «Ocultadnos.» * Porque, si tratan así al árbol verde, al seco ¿cómo
lo tratarán?
V. Mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras
mismas y por vuestros hijos.
R. Porque, si tratan así al árbol verde, al seco ¿cómo lo
tratarán?
SEGUNDA
LECTURA
De los
Sermones de san Bernardo, abad
(Sermón en el
domingo infraoctava de la Asunción, 14-15: Opera omnia, edición cisterciense, 5
[1968], 273-274)
LA MADRE
ESTABA JUNTO A LA CRUZ
El martirio de la Virgen queda atestiguado por la profecía de
Simeón y por la misma historia de la pasión del Señor. Éste -dice el santo
anciano, refiriéndose al niño Jesús- está predestinado por Dios para ser signo
de contradicción; tu misma alma -añade, dirigiéndose a María- quedará
atravesada por una espada.
En verdad, Madre santa, atravesó tu alma una espada. Por lo demás,
esta espada no hubiera penetrado en la carne de tu Hijo sin atravesar tu alma.
En efecto, después que aquel Jesús -que es de todos, pero que es tuyo de un
modo especialísimo- hubo expirado, la cruel espada que abrió su costado, sin
perdonarlo aun después de muerto, cuando ya no podía hacerle mal alguno, no
llegó a tocar su alma, pero sí atravesó la tuya. Porque el alma de Jesús ya no
estaba allí, en cambio la tuya no podía ser arrancada de aquel lugar. Por
tanto, la punzada del dolor atravesó tu alma, y por esto, con toda razón, te
llamamos más que mártir, ya que tus sentimientos de compasión superaron las
sensaciones del dolor corporal.
¿Por ventura no fueron peores que una espada aquellas palabras que
atravesaron verdaderamente tu alma y penetraron hasta la separación del alma y
del espíritu: Mujer, ahí tienes a tu hijo? ¡Vaya cambio! Se te entrega a Juan
en sustitución de Jesús, al siervo en sustitución del Señor, al discípulo en
lugar del Maestro, al hijo de Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, a un simple
hombre en sustitución del Dios verdadero. ¿Cómo no habían de atravesar tu alma,
tan sensible, estas palabras, cuando aun nuestro pecho, duro como la piedra o
el hierro, se parte con sólo recordarlas?
No os admiréis, hermanos, de que María sea llamada mártir en el
alma. Que se admire el que no recuerde haber oído cómo Pablo pone entre las
peores culpas de los gentiles el carecer de piedad. Nada más lejos de las
entrañas de María, y nada más lejos debe estar de sus humildes servidores.
Pero quizá alguien dirá: «¿Es que María no sabía que su Hijo había
de morir?» Sí, y con toda certeza. «¿Es que no sabía que había de resucitar al
cabo de muy poco tiempo?» Sí, y con toda seguridad. «¿Y, a pesar de ello,
sufría por el Crucificado?» Sí, y con toda vehemencia. Y si no, ¿qué clase de
hombre eres tú, hermano, o de dónde te viene esta sabiduría, que te extrañas
más de la compasión de María que de la pasión del Hijo de María? Éste murió en
su cuerpo, ¿y ella no pudo morir en su corazón? Aquélla fue una muerte motivada
por un amor superior al que pueda tener cualquier otro hombre; esta otra tuvo
por motivo un amor que, después de aquél, no tiene semejante.
RESPONSORIO
Lc 23, 33; Jn 19, 25; cf. Lc 2, 35
R. Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron ahí a
Jesús. * Estaba su madre junto a la cruz.
V. Entonces quedó su alma atravesada por una espada de dolor.
R. Estaba su madre junto a la cruz.
*Lecturas del Viernes de la
23ª semana del Tiempo Ordinario*
Viernes,
15 de septiembre de 2023
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(6,39-42):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un
ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más
que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la
viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano,
déjame que te saque la mota del ojo", sin fijarte en la viga que llevas en
el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro
para sacar la mota del ojo de tu hermano.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Alégrate, Madre dolorosa, porque, después de tanto sufrir, te ves
ahora rodeada de gloria y colocada, como reina del universo, al lado de tu
Hijo.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU
PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su
pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de
nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos
odian;
ha realizado así la misericordia que
tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre
Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del
Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de
nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo
alto,
para iluminar a los que viven en
tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alégrate, Madre dolorosa, porque,
después de tanto sufrir, te ves ahora rodeada de gloria y colocada, como reina
del universo, al lado de tu Hijo.
PRECES
Elevemos nuestras súplicas al Salvador,
que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
Que tu santa Madre, Señor, interceda
por nosotros.
Sol de justicia, a quien María Virgen
precedía cual aurora luciente,
haz que vivamos siempre iluminados por
la claridad de tu presencia.
Palabra eterna del Padre, tú que
elegiste a María como arca de tu morada,
líbranos de toda ocasión de pecado.
Salvador del mundo, que quisiste que tu
Madre estuviera junto a tu cruz,
por su intercesión concédenos compartir
con alegría tus padecimientos.
Señor Jesús, que colgado en la cruz
entregaste María a Juan como madre,
haz que nosotros vivamos también como
hijos suyos.
Se pueden añadir algunas intenciones
libres
Según el mandato del Señor, digamos
confiadamente:
Padre nuestro...
ORACION
Dios nuestro, que quisiste que la Madre
de tu Hijo estuviera a su lado junto a la cruz, participando en sus
sufrimientos, concede a tu Iglesia que, asociada con María a la pasión de
Cristo, merezca también participar en su gloriosa resurrección. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de
todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: ¡VIRGEN DE VÍRGENES SANTAS!
¡Virgen de vírgenes santas!,
llore yo con ansias tantas
que el llanto dulce me sea;
porque su pasión y muerte
tenga en mi alma de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio;
porque me inflame y encienda
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén;
porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Cristo es nuestra paz, y por la
sangre de su cruz nos reconcilió con Dios.
Salmo 121 LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de
justicia
en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cristo es nuestra paz, y por la
sangre de su cruz nos reconcilió con Dios.
Ant 2. Acerquémonos a la ciudad del
Dios vivo y a Jesús, mediador de la nueva alianza.
Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES
INÚTIL SIN DIOS.
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros
sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras
duermen!
La herencia que da el Señor son los
hijos;
una recompensa es el fruto de las
entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Acerquémonos a la ciudad del Dios
vivo y a Jesús, mediador de la nueva alianza.
Ant 3. Por Cristo, por su sangre, hemos
recibido la redención.
Cántico: EL PLAN DIVINO DE SALVACIÓN -
Ef 1, 3-10
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de
Cristo
con toda clase de bienes espirituales y
celestiales.
El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de
Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y
prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su
voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por
Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a
Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Por Cristo, por su sangre, hemos
recibido la redención.
LECTURA BREVE 2Tm 2, 10-12a
Todo lo soporto por los elegidos, para
que también ellos alcancen la salvación que está en la incorporación a Cristo
Jesús y la gloria eterna. Verdadera es la sentencia que dice: Si hemos muerto
con él, viviremos también con él. Si tenemos constancia en el sufrir,
reinaremos también con él.
RESPONSORIO BREVE
V. Junto a la cruz del Señor, estaba
santa María, la reina del cielo y señora del mundo.
R. Junto a la cruz del Señor, estaba
santa María, la reina del cielo y señora del mundo.
V. Feliz ella, que, sin morir, mereció
la palma del martirio.
R. La reina del cielo y señora del
mundo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Junto a la cruz del Señor, estaba
santa María, la reina del cielo y señora del mundo.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Viendo a su madre y al discípulo
predilecto junto a ella, dijo Jesús a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.»
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN
EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi
salvador;
porque ha mirado la humillación de su
esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las
generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras
grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros
padres-
en favor de Abraham y su descendencia
por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Viendo a su madre y al discípulo
predilecto junto a ella, dijo Jesús a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.»
PRECES
Proclamemos las grandezas de Dios Padre
todopoderoso, que quiso que todas las generaciones felicitaran a María, la
madre de su Hijo, y supliquémosle diciendo:
Mira a la llena de gracia y escúchanos.
Señor, Dios nuestro, admirable siempre
en tus obras que has querido que la inmaculada Virgen María participara en
cuerpo y alma de la gloria de Jesucristo,
haz que todos tus hijos deseen y
caminen hacia esta misma gloria.
Tú que nos diste a María por Madre,
concede por su mediación salud a los enfermos, consuelo a los tristes, perdón a
los pecadores,
y a todos abundancia de salud y de paz.
Tú que hiciste de María la llena de
gracia,
concede la abundancia de tu gracia a
todos los hombres.
Haz, Señor, que tu Iglesia tenga un
solo corazón y una sola alma por el amor,
y que todos los fieles perseveren
unánimes en la oración con María, la madre de Jesús.
Se pueden añadir algunas intenciones
libres
Tú que coronaste a María como reina del
cielo,
haz que los difuntos puedan alcanzar
con todos los santos la felicidad de tu reino.
Confiando en el Señor que hizo obras
grandes en María, pidamos al Padre que colme también de bienes al mundo
hambriento:
Padre nuestro...
ORACION
Dios nuestro, que quisiste que la Madre
de tu Hijo estuviera a su lado junto a la cruz, participando en sus
sufrimientos, concede a tu Iglesia que, asociada con María a la pasión de
Cristo, merezca también participar en su gloriosa resurrección. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de
todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.