*LAS LAUDES Y
LAS VISPERAS*
Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de
todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y
enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este
Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por
Cristo nuestro Señor. Amén
TIEMPO
DE ADVIENTO
JUEVES DE LA SEMANA III
Del Propio de día. Salterio III
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. El Señor está cerca, venid adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: LA PENA QUE LA TIERRA SOPORTABA
La pena que la tierra soportaba,
a causa del pecado, se ha trocado
en canto que brota jubiloso
en labios de María pronunciado.
El sí de las promesas ha llegado,
la alianza se cumple, poderosa,
el Verbo eterno de los cielos
con nuestra débil carne se desposa.
Misterio que sólo la fe alcanza,
María es nuevo templo de la gloria,
rocío matinal, nube que pasa,
luz nueva en presencia misteriosa.
A Dios sea la gloria eternamente,
al Hijo suyo amado Jesucristo,
que quiso nacer para nosotros
y darnos su Espíritu divino. Amén.
SALMODIA
Ant 1. A ti, Señor, levanto mi alma; ven y
líbrame, Señor, que en ti confío.
Salmo 86 - HIMNO A JERUSALÉN, MADRE DE
TODOS LOS PUEBLOS.
Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios!
«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí.»
Se dirá de Sión: «Uno por uno
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.»
El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí.»
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. A ti, Señor, levanto mi alma; ven y líbrame, Señor, que en ti confío.
Ant 2. Da su paga, Señor, a los que esperan en ti, para que tus profetas sean
hallados veraces.
Cántico: EL BUEN PASTOR ES EL DIOS
ALTISIMO Y SAPIENTÍSIMO - Is 40, 10-17
Mirad, el Señor Dios llega con poder,
y su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario
y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño,
su brazo lo reúne,
toma en brazos los corderos
y hace recostar a las madres.
¿Quién ha medido a puñados el mar
o mensurado a palmos el cielo,
o a cuartillos el polvo de la tierra?
¿Quién ha pesado en la balanza los montes
y en la báscula las colinas?
¿Quién ha medido el aliento del Señor?
¿Quién le ha sugerido su proyecto?
¿Con quién se aconsejó para entenderlo,
para que le enseñara el camino exacto,
para que le enseñara el saber
y le sugiriese el método inteligente?
Mirad, las naciones son gotas de un cubo
y valen lo que el polvillo de balanza.
Mirad, las islas pesan lo que un grano,
el Líbano no basta para leña,
sus fieras no bastan para el holocausto.
En su presencia, las naciones todas,
como si no existieran,
son ante él como nada y vacío.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Da su paga, Señor, a los que esperan en ti, para que tus profetas sean
hallados veraces.
Ant 3. Vuélvete, Señor, a nosotros y no tardes más en venir.
Salmo 98 - SANTO ES EL SEÑOR, NUESTRO
DIOS.
El Señor reina, tiemblen las naciones;
sentado sobre querubines, vacile la tierra.
El Señor es grande en Sión,
encumbrado sobre todos los pueblos.
Reconozcan tu nombre, grande y terrible:
Él es santo.
Reinas con poder y amas la justicia,
tú has establecido la rectitud;
tú administras la justicia y el derecho,
tú actúas en Jacob.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante el estrado de sus pies:
Él es santo.
Moisés y Aarón con sus sacerdotes,
Samuel con los que invocan su nombre,
invocaban al Señor, y él respondía.
Dios les hablaba desde la columna de nube;
oyeron sus mandatos y la ley que les dio.
Señor, Dios nuestro, tú les respondías,
tú eras para ellos un Dios de perdón
y un Dios vengador de sus maldades.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante su monte santo:
Santo es el Señor, nuestro Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Vuélvete, Señor, a nosotros y no tardes más en venir.
LECTURA BREVE Is 2, 3
Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos
instruirá en sus caminos, y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá
la ley, de Jerusalén la palabra del Señor.
RESPONSORIO BREVE
V. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
V. Su gloria aparecerá sobre ti.
R. Amanecerá el Señor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sobre ti, Jerusalén, amanecerá el Señor.
PRIMERA LECTURA AÑO (I)
Del libro del profeta Isaías 40, 12-18. 21-31
GRANDEZA DEL SEÑOR
¿Quién ha medido a puñados
el mar o mensurado a palmos el cielo, o a cuartillos el polvo de la tierra?
¿Quién ha pesado en la balanza los montes y en la báscula las colinas? ¿Quién
ha medido el aliento del Señor? ¿Quién le ha sugerido su proyecto? ¿Con quién
se aconsejó para entenderlo, para que le enseñara el camino exacto, para que le
enseñara el saber y le sugiriese el método inteligente?
Mirad, las naciones son
gotas de un cubo y valen lo que el polvillo de balanza. Mirad, las islas pesan
lo que un grano, el Líbano no basta para leña, sus fieras no bastan para el holocausto.
En su presencia, las naciones todas, como si no existieran, son ante él como
nada y vacío.
¿Con quién compararéis a
Dios, qué imagen vais a contraponerle? ¿No sabéis, no lo habéis oído, no os lo
han anunciado de antemano? ¿No habéis comprendido quién fundó la tierra?
El que habita sobre el
círculo de la tierra -sus habitantes parecen saltamontes-, el que tendió como
toldo los cielos y los despliega como tienda que se habita, el que reduce a
nada los príncipes y convierte a los gobernantes en vacío: apenas plantados,
apenas sembrados, apenas arraigan sus brotes en tierra, sopla sobre ellos y se
agostan, y el vendaval los arrebata como tamo.
«¿A quién podéis compararme,
que se me parezca?», dice el Santo.
Alzad los ojos a lo alto y
mirad: ¿Quién creó aquello? El que cuenta y despliega su ejército y a cada uno
lo llama por su nombre; tan grande es su poder, tan robusta su fuerza, que no
falta ninguno.
¿Por qué andas hablando,
Jacob, y diciendo, Israel: «Mi suerte está oculta al Señor, mi Dios ignora mi
causa»? ¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído?
El Señor es un Dios eterno y
creó los confines del orbe. No se cansa, no se fatiga, es insondable su
inteligencia. Él da fuerza al cansado, acrecienta el vigor del inválido; se
cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que
esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren
sin cansarse, marchan sin fatigarse.
RESPONSORIO Rm 11,34-35; Is 40, 14
R. ¿Quién ha conocido jamás
la mente del Señor? ¿Quién ha sido su consejero? * ¿Quién le ha dado primero,
para que él le devuelva?
V. ¿Con quién se aconsejó
para entenderlo, para que le enseñara el camino exacto?
R. ¿Quién le ha dado
primero, para que él le devuelva?
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de san Ireneo, obispo, Contra las herejías
(Libro 3, 20, 2-3: SC 34, 342-344)
EL DESIGNIO DE LA ENCARNACIÓN REDENTORA
La gloria del hombre es Dios. El beneficiario de la actividad de Dios, de toda
su sabiduría y poder, es el hombre.
Y de la misma forma que la habilidad del médico se manifiesta en los enfermos,
así Dios se manifiesta en los hombres. Por eso dice san Pablo: Dios encerró a
todos los hombres en la desobediencia, para usar con todos ellos de
misericordia. En estas palabras el Apóstol se refiere al hombre que, por
desobedecer a Dios, perdió la inmortalidad, pero que alcanzó luego la
misericordia, recibiendo la gracia de adopción por el Hijo de Dios.
El hombre que, sin orgullo ni presunción, piensa rectamente de la verdadera
gloria de las creaturas y de la de aquel que las creó -es decir, de Dios
todopoderoso que da a todos el ser- y permanece en el amor, en la sumisión y en
la acción de gracias a Dios recibirá de él una gran gloria y crecerá en ella en
la medida en que se asemeje al que por él murió.
El Hijo de Dios se sometió a una existencia semejante a la de la carne de
pecado para condenar el pecado y, una vez condenado, expulsarlo fuera de la
carne. Asumió la carne para incitar al hombre a hacerse semejante a él y para
proponerle a Dios como modelo a quien imitar. Le impuso la obediencia al Padre
para que llegara a ver a Dios, dándole así el poder de alcanzar al Padre. El
Verbo de Dios que habitó en el hombre se hizo también Hijo del hombre, para que
el hombre se habituara a percibir a Dios y Dios a vivir en el hombre, conforme
a la voluntad del Padre.
Por eso, pues, aquel que es la señal de nuestra salvación, el Emmanuel nacido
de la Virgen, nos fue dado por el mismo Señor, porque era el mismo Señor quien
salvaba a los que por sí mismos no podían alcanzar la salvación; por eso Pablo
proclama la debilidad del hombre, diciendo: Ya sé que en mí, es decir, dentro
de mi estado puramente natural, no habita lo bueno; así indica que nuestra
salvación no proviene de nosotros, sino de Dios. y añade también: ¡Desdichado
de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Y luego, para aclarar quien
lo libra, afirma que esta liberación es obra de la gracia de Jesucristo nuestro
Señor.
También Isaías dice lo mismo: Fortaleced las manos débiles, robusteced las
rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis.»
Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona y os salvará. Esto
lo dice para significar que por nosotros mismos no podemos alcanzar la salvación,
sino que ésta es consecuencia de la ayuda de Dios.
RESPONSORIO Cf. Jr 31, 10; cf. 4-5
R. Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla hasta los confines de
la tierra, * y decid a las islas remotas: «Vendrá nuestro Salvador.»
V. Anunciadlo y haced que se escuche en todas partes; proclamad la nueva,
gritadla a plena voz.
R. Y decid a las islas remotas: «Vendrá nuestro Salvador.»
*Lectura
del santo evangelio según san Lucas (7,24-30)*
Cuando se marcharon los mensajeros de Juan, Jesús se puso a hablar a la gente
acerca de Juan:
«¿Qué salisteis a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
Pues ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Mirad, los que
se visten fastuosamente y viven entre placeres están en los palacios reales.
Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta.
Este es de quien está escrito:
“Yo envío me mensajero delante de ti,
el cual preparará tu camino ante ti”.
Porque os digo, entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan. Aunque
el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él».
Al oír a Juan, todo el pueblo, incluso los publicanos, recibiendo el bautismo
de Juan, proclamaron que Dios es justo. Pero los fariseos y los maestros de la
ley, que no habían aceptado su bautismo, frustraron el designio de dios para
con ellos.
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El Salvador del mundo aparecerá como el
sol naciente y descenderá al seno de la Virgen como la lluvia desciende sobre
el césped. Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU
PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Salvador del mundo aparecerá como el sol naciente y descenderá al seno
de la Virgen como la lluvia desciende sobre el césped. Aleluya.
PRECES
Hermanos, oremos a Cristo, el redentor,
que viene a librar del poder de la muerte a los que se convierten a él, y
digámosle:
Ven, Señor Jesús.
Que al anunciar tu venida, Señor,
nuestro corazón se sienta libre de toda vanidad.
Que la Iglesia que tú fundaste, Señor,
glorifique tu nombre por todo el mundo.
Que tu ley, Señor, sea luz para nuestros ojos
y sirva de protección a los pueblos que confiesan tu nombre.
Tú que por la Iglesia nos anuncias el gozo de tu venida,
concédenos también el deseo de recibirte.
Se pueden añadir algunas intenciones
libres
Con el gozo que nos da el saber que Cristo viene para hacernos hijos de Dios,
digamos al Padre:
Padre nuestro...
ORACION
Dios nuestro, que te has dignado revelar
al mundo el esplendor de tu gloria por medio del parto de la santísima Virgen
María, concédenos venerar con fe íntegra y celebrar con sincero rendimiento el
gran misterio de la encarnación de tu Hijo. Que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo
mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
TIEMPO DE
ADVIENTO
JUEVES DE LA SEMANA III
Del Propio de día. Salterio III
19 de diciembre
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilioR. Señor,
date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: ESCUCHA, CASA DE DAVID
Escucha, casa de David:
La Virgen pura se halla encinta;
Dios la acaricia y la fecunda
y la hace Madre de la vida.
La Virgen grávida nos lleva
en el secreto de su dicha;
la Virgen fiel nos abre ruta
por su obediencia de discípula.
Espera en calma la agraciada,
con ella el mundo se arrodilla;
levanta el pobre la mirada,
con ella pide la venida.
Nacido en tiempos sin aurora,
el Hijo espera con María.
¡Oh Dios de amor, nuestra esperanza,
cambia tu espera en parusía!
¡A ti, Jesús, Hijo esperado,
aparecido en nuestros días,
con santo júbilo cantamos!
¡Ven en tu reino, ven de prisa! Amén.
SALMODIA
Ant 1. A ti, Señor, levanto mi alma; ven y líbrame, Señor, que en ti
confío.
Salmo 131 I - PROMESAS A LA CASA DE DAVID.
Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:
«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»
Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.
Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles te aclamen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. A ti, Señor, levanto mi alma; ven y
líbrame, Señor, que en ti confío.
Ant 2. Da su paga, Señor, a los que
esperan en ti, para que tus profetas sean hallados veraces.
Salmo 131 II.
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.
Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.
Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan;
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.
Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Da su paga, Señor, a los que
esperan en ti, para que tus profetas sean hallados veraces.
Ant 3. Vuélvete, Señor, a nosotros y no
tardes más en venir.
Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap. 11, 17-18; 12, 10b-12a
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Vuélvete, Señor, a nosotros y no
tardes más en venir.
LECTURA BREVE Flp 3, 20b-21
Esperamos que venga como salvador Cristo Jesús, el Señor. Él transfigurará
nuestro cuerpo de humilde condición en un cuerpo glorioso, semejante al suyo,
en virtud del poder que tiene para someter a su imperio todas las cosas.
RESPONSORIO BREVE
V. Ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.R. Ven
a salvamos, Señor Dios de los ejércitos.
V. Que brille tu rostro y nos salve.R. Señor
Dios de los ejércitos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.R. Ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Oh renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los
pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones,
ven a librarnos, no tardes más.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Oh renuevo del tronco de Jesé, que
te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio
imploran las naciones, ven a librarnos, no tardes más.
PRECES
Supliquemos, hermanos, a Cristo, juez de vivos y muertos, y
digámosle confiados:
Ven, Señor Jesús.
Haz, Señor, que tu justicia, que pregonan los cielos, la reconozca también el
mundo,
para que tu gloria habite en nuestra tierra.
Tú que por nosotros quisiste ser débil en tu humanidad,
fortalece a los hombres con la fuerza de tu divinidad.
Ven, Señor, y con la luz de tu palabra
ilumina a los que viven sumergidos en las tinieblas de la ignorancia.
Tú que con tu humillación borraste nuestros pecados,
por tu glorificación llévanos a la felicidad eterna.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Tú que vendrás a juzgar al mundo con gloria y majestad,
lleva a nuestros hermanos difuntos al reino de los cielos.
Movidos por la fe, invoquemos a Dios Padre con la oración que Cristo nos
enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Dios nuestro, que te has dignado revelar al mundo el esplendor de
tu gloria por medio del parto de la santísima Virgen María, concédenos venerar
con fe íntegra y celebrar con sincero rendimiento el gran misterio de la
encarnación de tu Hijo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.