*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
IV Domingo de Adviento, solemnidad
Salterio: domingo de la cuarta semana
Laudes
Inicio
†
(se hace la señal de la cruz sobre
los labios mientras se dice:)
V/. -Señor,
Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo 94: Invitación a la
alabanza divina
Ant: El Señor está cerca, venid, adorémosle.
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este
«hoy» (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
-se repite la antífona
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite la antífona
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
-se repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la antífona
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor está cerca, venid, adorémosle.
Himno
Ya muy cercano, Emmanuel,
hoy te presiente Israel,
que en triste exilio vive ahora
y redención de ti implora.
Ven ya, del cielo resplandor,
Sabiduría del Señor,
pues con tu luz, que el mundo ansía,
nos llegará nueva alegría.
Llegando estás, Dios y Señor,
del Sinaí legislador,
que la ley santa promulgaste
y tu poder allí mostraste.
Ven, Vara santa de Jesé,
contigo el pueblo a lo que fue
volver espera, pues aún gime
bajo el cruel yugo que lo oprime.
Ven, Llave de David, que al fin
el cielo abriste al hombre ruin
que hoy puede andar libre su vía,
con la esperanza del gran día.
Aurora tú eres que, al nacer,
nos trae nuevo amanecer,
y, con tu luz, viva esperanza
el corazón del hombre alcanza.
Rey de la gloria, tu poder
al enemigo ha de vencer,
y, al ayudar nuestra flaqueza,
se manifiesta tu grandeza. Amén.
Primer Salmo
Salmo 117: Himno de acción de gracias después de la victoria
Ant: Tocad la trompeta en Sión, porque está cerca el día del Señor.
Mirad: viene a salvarnos. Aleluya.
Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y
que se ha convertido en piedra angular (Hch 4,11)
Dad gracias al Señor porque es
bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes.
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
"la diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa."
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
-Ésta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
-Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
-Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina.
-Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Tocad la trompeta en Sión, porque está cerca el día del Señor.
Mirad: viene a salvarnos. Aleluya.
Cántico AT
Daniel 3,52-57: Que la creación entera alabe al Señor
Ant: Vendrá el Señor, salid a su encuentro, diciendo: «Grande es tu
origen, y tu reino no tendrá fin: Dios fuerte, dominador, príncipe de la paz.»
Aleluya.
¡Bendito el Creador por siempre! (Rm 1,25)
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros
padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu nombre, santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Vendrá el Señor, salid a su encuentro, diciendo: «Grande es tu origen,
y tu reino no tendrá fin: Dios fuerte, dominador, príncipe de la paz.» Aleluya.
Segundo Salmo
Salmo 150: Alabad al Señor
Ant: Tu Palabra omnipotente, Señor, vendrá desde su trono real.
Aleluya.
Salmodiad con el espíritu, salmodiad con toda vuestra mente, es
decir, glorificad a Dios con el cuerpo y con el alma (Hesiquio)
Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,
alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta alabe al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Tu Palabra omnipotente, Señor, vendrá desde su trono real.
Aleluya.
Lectura Bíblica
Rm 13,11b-12
Ya es
hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca
que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima:
dejemos las actividades de las tinieblas, y pertrechémonos con las armas de la
luz.
V/. Cristo,
Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R/. Cristo,
Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V/. Tú que
has de venir al mundo
R/. Ten
piedad de nosotros.
V/. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. Cristo,
Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
Lectura Bíblica
V/. La palabra de Dios es viva y eficaz.
R/. Más tajante que espada de doble filo.
Lamentación sobre Babilonia
Is 47,1.3b-15
Baja, siéntate en el polvo, joven Babilonia; siéntate en tierra,
sin trono, capital de los caldeos, que ya no te volverán a llamar blanda y
refinada. Tomaré venganza inexorable.
Nuestro redentor, que se llama el Señor de los ejércitos, el Santo
de Israel, dice: «Siéntate y calla, entra en las tinieblas, capital de los
caldeos, que ya no te llamarán Señora de reinos.
Airado contra mi pueblo, profané mi heredad, la entregué en tus
manos: no tuviste compasión de ellos, abrumaste con tu yugo a los ancianos,
diciéndote: "Seré señora por siempre jamás", sin considerar esto, sin
pensar en el desenlace.
Pues ahora escúchalo, lasciva, que reinabas confiada, que te
decías: "Yo y nadie más. No me quedaré viuda, no perderé a mis
hijos." Las dos cosas te sucederán, de repente, en un solo día: viuda y
sin hijos te verás a la vez, a pesar de tus muchas brujerías y del gran poder
de tus sortilegios.
Tú te sentías segura en tu maldad, diciéndote: "Nadie me
ve"; tu sabiduría y tu ciencia te han trastornado, mientras pensabas:
"Yo y nadie más." Pues vendrá sobre ti una desgracia que no sabrás
conjurar, caerá sobre ti un desastre que no podrás aplacar; vendrá sobre ti de
repente una catástrofe que no te imaginabas.
Insiste en tus sortilegios, en tus muchas brujerías, que han sido
tu tarea desde joven; quizá te aprovechen, quizá lo espantes. Te has cansado
con tus muchos consejeros: que se levanten y te salven los que conjuran el
cielo, los que observan las estrellas, los que pronostican cada mes lo que va a
suceder.
Mira, se han convertido en paja que el fuego consume, no pueden
librarse del poder de las llamas: no son brasas para calentarse ni hogar para
sentarse enfrente. En eso han parado tus traficantes, con quien te atareabas
desde joven: cada uno se pierde por su lado, y no hay quien te salve.»
R/. Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas. Porque
el Señor se compadece de los desamparados.
V/. Nuestro redentor se llama el Señor de los ejércitos, el Santo de
Israel.
R/. Porque el Señor se compadece de los desamparados.
La economía de la encarnación
redentora
San Ireneo, Obispo
Contra los herejes 3,20,2-3
La gloria del hombre es Dios; el hombre, en cambio, es el receptáculo
de la actuación de Dios, de toda su sabiduría y su poder.
De la misma manera que los enfermos demuestran cuál sea el médico,
así los hombres manifiestan cuál sea Dios. Por lo cual dice también
Pablo: Pues Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener
misericordia de todos. Esto lo dice del hombre, que desobedeció a Dios y
fue privado de la inmortalidad, pero después alcanzó misericordia y, gracias al
Hijo de Dios, recibió la filiación que es propia de éste.
Si el hombre acoge sin vanidad ni jactancia la verdadera gloria
procedente de cuanto ha sido creado y de quien lo creó, que no es otro que el
poderosísimo Dios que hace que todo exista, y si permanece en el amor, en la
sumisión y en la acción de gracias a Dios, recibirá de él aún más gloria, así
como un acrecentamiento de su propio ser, hasta hacerse semejante a aquel que
murió por él.
Porque el Hijo de Dios se encarnó en una carne pecadora
como la nuestra, a fin de condenar al pecado y, una vez condenado,
arrojarlo fuera de la carne. Asumió la carne para incitar al hombre a hacerse
semejante a él y para proponerle a Dios como modelo a quien imitar. Le impuso
la obediencia al Padre para que llegara a ver a Dios, dándole así el poder de
alcanzar al Padre. La Palabra de Dios, que habitó en el hombre, se hizo
también Hijo del hombre, para habituar al hombre a percibir a Dios,
y a Dios a habitar en el hombre, según el beneplácito del Padre.
Por esta razón el mismo Señor nos dio como señal de
nuestra salvación al que es Dios-con-nosotros, nacido de la Virgen,
ya que era el Señor mismo quien salvaba a aquellos que no tenían posibilidad de
salvarse por sí mismos; por lo que Pablo, al referirse a la debilidad humana,
exclama: Sé que no es bueno eso que habita en mi carne, dando a
entender que el bien de nuestra salvación no proviene de nosotros, sino de
Dios; y añade: ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo
presa de la muerte? Después de lo cual se refiere al libertador: la
gracia de nuestro Señor Jesucristo.
También Isaías dice lo mismo: Fortaleced las manos
débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón:
«Sed fuertes, no temáis». Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en
persona y os salvará; porque hemos de salvarnos, no por nosotros mismos,
sino con la ayuda de Dios.
R/. Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla hasta los
confines de la tierra. Decid a las islas remotas: «Vendrá nuestro Salvador.»
V/. Anunciadlo y pregonadlo, gritad a pleno pulmón.
R/. Decid a las islas remotas: «Vendrá nuestro Salvador.»
*Lecturas del Domingo 4º de Adviento - Ciclo C*
Domingo, 19 de diciembre de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo Evangelio según San Lucas (1,39-45)*
En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la
montaña, a un a ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su
vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo
para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis
oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha
creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
Palabra de Dios
Cántico Evangélico
Ant: El Salvador del mundo aparecerá como el sol naciente, y como la
lluvia que empapa la tierra descenderá al seno de la Virgen. Aleluya.
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se comienza a recitar)
Bendito sea el Señor, Dios de
Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Salvador del mundo aparecerá como el sol naciente, y como la
lluvia que empapa la tierra descenderá al seno de la Virgen. Aleluya.
Preces
Roguemos, hermanos, al Señor Jesús, juez de vivos y muertos, y
digámosle:
Ven, Señor Jesús
· - Señor
Jesucristo, que viniste a salvar a los pecadores,
líbranos de caer en la tentación.
· - Tú que
vendrás con gloria para juzgar a tu pueblo,
muestra en nosotros tu poder salvador.
· -
Ayúdanos a cumplir con fortaleza de espíritu los preceptos de tu ley,
para que podamos esperar tu venida sin temor.
· - Tú que
eres bendito por los siglos,
concédenos por tu misericordia, que, llevando ya desde
ahora una vida sobria y religiosa, esperemos con gozo tu gloriosa aparición.
Se pueden
añadir algunas intenciones libres.
Movidos
ahora todos por el mismo Espíritu que nos da Cristo resucitado, acudamos a
Dios, de quien somos verdaderos hijos, diciendo:
Padre
nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a
nosotros tu reino;
hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos
dejes caer en la tentación,
y
líbranos del mal.
Final
Derrama,
Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido
la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la
gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos.
Amén.
Si el que preside no es un
ministro ordenado, o en el rezo individual:
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. El Señor
nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
Vísperas
Inicio
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. -Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
Alegría de nieve
por los caminos.
Todo espera la gracia
del Bien Nacido.
En desgracia los hombres,
dura la tierra.
Cuanta más nieve cae,
más cielo cerca.
La tierra tan dormida
ya se despierta.
Y hasta el hombre más muerto
se despereza.
Ya los montes se allanan
y las colinas,
y el corazón del hombre
vuelve a la vida. Amén.
Primer Salmo
Salmo 109,1-5.7: El Mesías, Rey y Sacerdote
Ant: Contemplad cuán glorioso es el que viene a salvar a todos los
pueblos.
Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos
estrado de sus pies (1Co 15,25)
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora».
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso, levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Contemplad cuán glorioso es el que viene a salvar a todos los
pueblos.
Segundo Salmo
Salmo 111: Felicidad del justo
Ant: Lo torcido se enderezara, lo escabroso se iguala; ven, Señor, y no
tardes. Aleluya.
Caminad como hijos de la luz: toda bondad, justicia y verdad son
el fruto de la luz (Ef 5,8-9)
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.
En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.
No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.
Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.
El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Lo torcido se enderezara, lo escabroso se iguala; ven, Señor, y no
tardes. Aleluya.
Cántico NT
Apocalipsis 19,1-7: Las bodas del Cordero
Ant: Se dilatará su principado con una paz sin límites. Aleluya.
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.
Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
Aleluya.
Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
su esposa se ha embellecido.
Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Se dilatará su principado con una paz sin límites. Aleluya.
Lectura Bíblica
Flp 4,4-5
Estad
siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura la
conozca todo el mundo. El Señor esta cerca.
V/. Muéstranos,
Señor, tu misericordia.
R/. Muéstranos,
Señor, tu misericordia.
V/. Danos tu
Salvación.
R/. Tu
misericordia.
V/. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. Muéstranos,
Señor, tu misericordia.
Cántico Evangélico
Ant: Oh renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los
pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones,
ven a librarnos, no tardes más.
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se comienza a recitar)
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Oh renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los
pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones,
ven a librarnos, no tardes más.
Preces
Oremos,
hermanos, a Cristo, el Señor, que viene a salvar a todos los hombres y
digámosle confiadamente:
Ven, Señor, Jesús
· - Señor
Jesucristo, que por el misterio de la encarnación manifestaste al mundo la
gloria de tu divinidad,
vivifica al mundo con tu venida.
· - Tú que
participaste de nuestra debilidad,
concédenos tu misericordia.
· - Tú que
viniste humildemente para salvar al mundo de sus pecados,
cuando vuelvas de nuevo con gloria y majestad,
absuélvenos de todas las culpas.
· - Tú que
lo gobiernas todo con tu poder,
ayúdanos, por tu bondad, a alcanzar la herencia eterna.
· - Tú que
estás sentado a la derecha del Padre,
alegra con la visión de tu rostro a nuestros hermanos
difuntos.
Se pueden
añadir algunas intenciones libres.
Unidos
entre nosotros y con Jesucristo, y dispuestos a perdonarnos siempre unos a
otros, dirijamos al Padre nuestra súplica confiada:
Padre
nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a
nosotros tu reino;
hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos
dejes caer en la tentación,
y
líbranos del mal.
Final
Derrama,
Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido
la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la
gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos.
Amén.
Si el que preside no es un
ministro ordenado, o en el rezo individual:
†
(se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. El Señor
nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.