*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*Fiesta del Santo Nombre de María*
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.
Himno: ES LA PASCUA REAL, NO YA LA SOMBRA.
Es la Pascua real, no ya la sombra,
la verdadera pascua del Señor;
la sangre del pasado es solo un signo,
la mera imagen de la gran unción.
En verdad, tú, Jesús, nos protegiste
con tus sangrientas manos paternales;
envolviendo en tus alas nuestras almas,
la verdadera alianza tú sellaste.
Y, en tu triunfo, llevaste a nuestra carne
reconciliada con tu Padre eterno;
y, desde arriba, vienes a llevarnos
a la danza festiva de tu cielo.
Oh gozo universal, Dios se hizo hombre
para unir a los hombres con su Dios;
se rompen las cadenas del infierno,
y en los labios renace la canción.
Cristo, Rey eterno, te pedimos
que guardes con tus manos a tu Iglesia,
que protejas y ayudes a tu pueblo
y que venzas con él a las tinieblas. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Dad gracias al Señor porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dad gracias al Señor porque es eterna su misericordia. Aleluya.
Ant 2. Aleluya. Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor. Aleluya.
Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn 3, 52-57
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu nombre, Santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aleluya. Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor. Aleluya.
Ant 3. Todo ser que alienta, alabe al Señor. Aleluya.
Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR.
Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su augusto firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,
alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta, alabe al Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Todo ser que alienta, alabe al Señor. Aleluya.
LECTURA BREVE 2Tm 2, 8. 11-13
Acuérdate de Cristo Jesús, del linaje de David, que vive resucitado de entre
los muertos. Verdadera es la sentencia que dice: Si hemos muerto con él,
viviremos también con él. Si tenemos constancia en el sufrir, reinaremos
también con él; si rehusamos reconocerle, también él nos rechazará; si le somos
infieles, él permanece fiel; no puede él desmentirse a sí mismo.
RESPONSORIO BREVE
V. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tú nombre.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tú nombre.
V. Pregonando tus maravillas.
R. Invocando tú nombre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tú nombre.
Primera Lectura
Del libro del profeta Oseas 8, 1-14
CONTRA EL REY, LA IDOLATRÍA Y EL CULTO
¡Lleva a los labios la trompeta! Porque un águila se cierne sobre
el templo del Señor.
Han roto mi alianza, rebelándose contra mi ley. Me gritan: «Te conocemos, Dios
de Israel.» Pero Israel corrompió el bien, el enemigo lo perseguirá.
Se nombraron un rey sin contar conmigo, se nombraron príncipes sin pedirme
consejo.
Con su plata y su oro se hacían ídolos para su perdición. Tu toro, Samaria, es
abominable, contra él arde mi cólera. ¿Hasta cuándo no podréis ser limpios,
hijos de Israel? Un escultor lo hizo, y no es dios; se romperá en pedazos el
toro de Samaria.
Siembran viento y cosechan tempestades; no brotan tallos, las espigas no tienen
harina, y, si la diesen, la comerían extraños. Se han comido a Israel, es para
los pueblos una herramienta inútil. Marcharon a Asiria, como un asno salvaje
que busca su provecho.
Efraím ofrece dones de amor; pues aunque los den a las gentes se los quitaré.
Les oprimen las cargas del Rey soberano. Efraím multiplicó sus altares para
pecar, para pecar le sirvieron sus altares. Cuando les escribía mi doctrina, la
consideraban extraña. Que sacrifiquen sus víctimas, y se coman la carne, que al
Señor no le agradan. Recordará sus iniquidades y castigará sus pecados; tendrán
que volver a Egipto.
Israel ha olvidado a su Hacedor y construyó palacios, Judá multiplicó sus
plazas fuertes; pero yo enviaré fuego a sus ciudades y devoraré sus palacios.
Responsorio Sal 105, 20-25; Os 8,
14
R. Cambiaron su Gloria por la imagen de un toro que come
hierba. * Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho
prodigios.
V. Israel ha olvidado a su Hacedor y construyó palacios.
R. Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho
prodigios.
Segunda Lectura
Comienza el sermón de san Agustín, obispo, sobre los pastores
(Sermón 46, 1-2: CCL 41, 529-530)
SOMOS CRISTIANOS Y SOMOS OBISPOS
No acabáis de aprender ahora precisamente que toda nuestra
esperanza radica en Cristo y que él es toda nuestra verdadera y saludable
gloria, pues pertenecéis a la grey de aquel que dirige y apacienta a Israel.
Pero, ya que hay pastores a quienes les gusta que les llamen pastores, pero que
no quieren cumplir con su oficio, tratemos de examinar lo que se les dice por
medio del profeta. Vosotros escuchad con atención, y nosotros escuchemos con
temor.
Me vino esta palabra del Señor: "Hijo de Adán, profetiza contra los
pastores de Israel, profetiza diciéndoles." Acabamos de escuchar esta
lectura; ahora podemos comentarla con vosotros. El Señor nos ayudará a decir
cosas que sean verdaderas, en vez de decir cosas que sólo sean nuestras. Pues,
si sólo dijésemos las nuestras, seríamos pastores que nos estaríamos
apacentando a nosotros mismos, y no a las ovejas; en cambio, si lo que decimos
es suyo, él es quien os apacienta, sea por medio de quien sea. Esto dice el Señor:
"¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las
ovejas lo que tienen que apacentar los pastores?" Es decir, que no tienen
que apacentarse a sí mismos, sino a las ovejas. Ésta es la primera acusación
dirigida contra estos pastores, la de que se apacientan a sí mismos en vez de
apacentar a las ovejas. ¿Y quiénes son ésos que se apacientan a sí mismos? Los
mismos de los que dice el Apóstol: Todos sin excepción buscan su interés, no el
de Jesucristo.
Por nuestra parte, nosotros que nos encontramos en este ministerio, del que
tendremos que rendir una peligrosa cuenta, y en el que nos puso el Señor según
su dignación y no según nuestros méritos, hemos de distinguir claramente dos
cosas completamente distintas: la primera que somos cristianos, y, la segunda,
que somos obispos. Lo de ser cristianos es por nuestro propio bien; lo de ser
obispos, por el vuestro. En el hecho de ser cristianos, se ha de mirar a
nuestra utilidad; en el hecho de ser obispos, la vuestra únicamente.
Son muchos los cristianos que no son obispos y llegan a Dios quizás por un
camino más fácil y moviéndose con tanta mayor agilidad, cuanto que llevan a la
espalda un peso menor. Nosotros, en cambio, además de ser cristianos, por lo
que habremos de rendir a Dios cuentas de nuestra vida, somos también obispos,
por lo que habremos de dar cuenta a Dios del cumplimiento de nuestro
ministerio.
Responsorio Sal 22, 1-2. 3
R. El Señor es mi pastor, nada me falta:* en
verdes praderas me hace recostar.
V. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
R. En verdes praderas me hace recostar.
*Lecturas del Domingo 24º del Tiempo Ordinario - Ciclo B*
Domingo, 12 de septiembre de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Marcos (8,27-35)*
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea
de Felipe; por el camino, preguntó a sus díscípulos: «¿Quién dice la gente que
soy yo?»
Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los
profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?»
Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.»
Él les prohibió terminantemente decirselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El
Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los
ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres
días.» Se lo explicaba con toda claridad.
Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de
cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú
piensas como los hombres, no como Dios!»
Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse
conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el
que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por
el Evangelio la salvará.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Antifona: El que quiera venir en pos de mí,
renúnciese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antifona: El que quiera venir en
pos de mí, renúnciese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
PRECES
Dios nos ama y sabe lo que nos hace falta; invoquémosle, pues,
diciendo:
Te bendecimos y en ti confiamos, Señor.
Te alabamos, Dios todopoderoso, Rey del universo, porque a nosotros, injustos y
pecadores, nos has llamado al conocimiento de la verdad;
haz que te sirvamos con santidad y justicia.
Vuélvete hacia nosotros, Señor, tú que has querido abrirnos la puerta de tu
misericordia,
y haz que nunca nos apartemos del camino que lleva a la vida.
Ya que hoy celebramos la resurrección del Hijo de tu amor,
haz que este día transcurra lleno de gozo espiritual.
Da, Señor, a tus fieles el espíritu de oración y de alabanza,
para que en toda ocasión te demos gracias.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Movidos ahora todos por el mismo Espíritu que nos da Cristo resucitado acudamos
a Dios, de quien somos verdaderos hijos, diciendo:
Padre nuestro...
ORACION
Oh Dios, que has preparado bienes invisibles para los que te aman,
infunde el amor de tu nombre en nuestros corazones, para que, amándote en todo
y sobre todas las cosas, consigamos tus promesas que superan todo deseo. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
*Fiesta del Santo Nombre de María*
El hecho de que la Santísima Virgen lleve el nombre de María es el
motivo de esta festividad, instituida con el objeto de que los fieles
encomienden a Dios, a través de la intercesión de la Santa Madre, las
necesidades de la iglesia, le den gracias por su omnipotente protección y sus
innumerables beneficios, en especial los que reciben por las gracias y la
mediación de la Virgen María. Por primera vez, se autorizó la celebración de
esta fiesta en 1513, en la ciudad española de Cuenca; desde ahí se extendió por
toda España y en 1683, el Papa Inocencio XI la admitió en la iglesia de
occidente como una acción de gracias por el levantamiento del sitio a Viena y
la derrota de los turcos por las fuerzas de Juan Sobieski, rey de Polonia.
Esta conmemoración es probablemente algo más antigua que el año
1513, aunque no se tienen pruebas concretas sobre ello. Todo lo que podemos
decir es que la gran devoción al Santo Nombre de Jesús, que se debe en parte a
las predicaciones de San Bernardino de Siena, abrió naturalmente el camino para
una conmemoración similar del Santo Nombre de María.
*Reflexiones de San María de Ligorio sobre el Santísimo nombre de María*
1. María, nombre santo
El augusto nombre de María, dado a la Madre de Dios, no fue cosa
terrenal, ni inventado por la mente humana o elegido por decisión humana, como
sucede con todos los demás nombres que se imponen. Este nombre fue elegido por
el cielo y se le impuso por divina disposición, como lo atestiguan san
Jerónimo, san Epifanio, san Antonino y otros. “Del Tesoro de la divinidad –dice
Ricardo de San Lorenzo– salió el nombre de María”. De él salió tu excelso
nombre; porque las tres divinas personas, prosigue diciendo, te dieron ese
nombre, superior a cualquier nombre, fuera del nombre de tu Hijo, y lo
enriquecieron con tan grande poder y majestad, que al ser pronunciado tu
nombre, quieren que, por reverenciarlo, todos doblen la rodilla, en el cielo,
en la tierra y en el infierno. Pero entre otras prerrogativas que el Señor
concedió al nombre de María, veamos cuán dulce lo ha hecho para los siervos de
esta santísima Señora, tanto durante la vida como en la hora de la muerte.
2. María, nombre lleno de dulzura
En cuanto a lo primero, durante la vida, “el santo nombre de María
–dice el monje Honorio– está lleno de divina dulzura”. De modo que el glorioso
san Antonio de Papua, reconocía en el nombre de María la misma dulzura que san
Bernardo en el nombre de Jesús. “El nombre de Jesús”, decía éste; “el nombre de
María”, decía aquél, “es alegría para el corazón, miel en los labios y melodía
para el oído de sus devotos”. Se cuenta del V. Juvenal Ancina, obispo de
Saluzzo, que al pronunciar el nombre de María experimentaba una dulzura
sensible tan grande, que se relamía los labios. También se refiere que una
señora en la ciudad de colonia le dijo al obispo Marsilio que cuando
pronunciaba el nombre de María, sentía un sabor más dulce que el de la miel. Y,
tomando el obispo la misma costumbre, también experimentó la misma dulzura. Se
lee en el Cantar de los Cantares que, en la Asunción de María, los ángeles
preguntaron por tres veces: “¿Quién es ésta que sube del desierto como
columnita de humo? ¿Quién es ésta que va subiendo cual aurora naciente? ¿Quién
es ésta que sube del desierto rebosando en delicias?” (Ct 3, 6; 6, 9; 8, 5).
Pregunta Ricardo de San Lorenzo: “¿Por qué los ángeles preguntan tantas veces
el nombre de esta Reina?” Y él mismo responde: “Era tan dulce para los ángeles
oír pronunciar el nombre de María, que por eso hacen tantas preguntas”.
Pero no quiero hablar de esta dulzura sensible, porque no se
concede a todos de manera ordinaria; quiero hablar de la dulzura saludable,
consuelo, amor, alegría, confianza y fortaleza que da este nombre de María a
los que lo pronuncian con fervor.
3. María, nombre que alegra e inspira amor
Dice el abad Francón que, después del sagrado nombre de Jesús, el
nombre de María es tan rico de bienes, que ni en la tierra ni en el cielo
resuena ningún nombre del que las almas devotas reciban tanta gracia de
esperanza y de dulzura. El nombre de María –prosigue diciendo– contiene en sí
un no sé qué de admirable, de dulce y de divino, que cuando es conveniente para
los corazones que lo aman, produce en ellos un aroma de santa suavidad. Y la
maravilla de este nombre –concluye el mismo autor– consiste en que aunque lo
oigan mil veces los que aman a María, siempre les suena como nuevo,
experimentando siempre la misma dulzura al oírlo pronunciar.
Hablando también de esta dulzura el B. Enrique Susón, decía que
nombrando a María, sentía elevarse su confianza e inflamarse en amor con tanta
dicha, que entre el gozo y las lágrimas, mientras pronunciaba el nombre amado,
sentía como si se le fuera a salir del pecho el corazón; y decía que este
nombre se le derretía en el alma como panal de miel. Por eso exclamaba: “¡Oh
nombre suavísimo! Oh María ¿cómo serás tú misma si tu solo nombre es amable y
gracioso!”.Contemplando a su buena Madre el enamorado san Bernardo le dice con
ternura: “¡Oh excelsa, oh piadosa, oh digna de toda alabanza Santísima Virgen
María, tu nombre es tan dulce y amable, que no se puede nombrar sin que el que
lo nombra no se inflame de amor a ti y a Dios; y sólo con pensar en él, los que
te aman se sienten más consolados y más inflamados en ansias de amarte”. Dice
Ricardo de San Lorenzo: “Si las riquezas consuelan a los pobres porque les
sacan de la miseria, cuánto más tu nombre, oh María, mucho mejor que las
riquezas de la tierra, nos alivia de las tristezas de la vida presente”.
Tu nombre, oh Madre de Dios –como dice san Metodio– está lleno de
gracias y de bendiciones divinas. De modo que –como dice san Buenaventura– no
se puede pronunciar tu nombre sin que aporte alguna gracia al que devotamente
lo invoca. Búsquese un corazón empedernido lo más que se pueda imaginar y del
todo desesperado; si éste te nombra, oh benignísima Virgen, es tal el poder de
tu nombre –dice el Idiota– que él ablandará su dureza, porque eres la que
conforta a los pecadores con la esperanza del perdón y de la gracia. Tu
dulcísimo nombre –le dice san Ambrosio– es ungüento perfumado con aroma de
gracia divina. Y el santo le ruega a la Madre de Dios diciéndole: “Descienda a
lo íntimo de nuestras almas este ungüento de salvación”. Que es como decir: Haz
Señora, que nos acordemos de nombrarte con frecuencia, llenos de amor y
confianza, ya que nombrarte así es señal o de que ya se posee la gracia de
Dios, o de que pronto se ha de recobrar.
Sí, porque recordar tu nombre, María, consuela al afligido, pone
en camino de salvación al que de él se había apartado, y conforta a los
pecadores para que no se entreguen a la desesperación; así piensa Landolfo de
Sajonia. Y dice el P. Pelbarto que como Jesucristo con sus cinco llagas ha
aportado al mundo el remedio de sus males, así, de modo parecido, María, con su
nombre santísimo compuesto de cinco letras, confiere todos los días el perdón a
los pecadores.
4. María, nombre que da fortaleza
Por eso, en los Sagrados cantares, el santo nombre de María es
comparado al óleo: “Como aceite derramado es tu nombre” (Ct 1, 2). Comenta así
este pasaje el B. Alano: “Su nombre glorioso es comparado al aceite derramado
porque, así como el aceite sana a los enfermos, esparce fragancia, y alimenta
la lámpara, así también el nombre de María, sana a los pecadores, recrea el
corazón y lo inflama en el divino amor”. Por lo cual Ricardo de San Lorenzo
anima a los pecadores a recurrir a este sublime nombre, porque eso sólo bastará
para curarlos de todos sus males, pues no hay enfermedad tan maligna que no
ceda al instante ante el poder del nombre de María”.
Por el contrario los demonios, afirma Tomás de Kempis, temen de
tal manera a la Reina del cielo, que al oír su nombre, huyen de aquel que lo
nombra como de fuego que los abrasara. La misma Virgen reveló a santa Brígida,
que no hay pecador tan frío en el divino amor, que invocando su santo nombre
con propósito de convertirse, no consiga que el demonio se aleje de él al
instante. Y otra vez le declaró que todos los demonios sienten tal respeto y
pavor a su nombre que en cuanto lo oyen pronunciar al punto sueltan al alma que
tenían aprisionada entre sus garras.
Y así como se alejan de los pecadores los ángeles rebeldes al oír
invocar el nombre de María, lo mismo –dijo la Señora a santa Brígida– acuden
numerosos los ángeles buenos a las almas justas que devotamente la invocan.
Atestigua san Germán que como el respirar es señal de vida, así
invocar con frecuencia el nombre de María es señal o de que se vive en gracia
de Dios o de que pronto se conseguirá; porque este nombre poderoso tiene fuerza
para conseguir la vida de la gracia a quien devotamente lo invoca. En suma,
este admirable nombre, añade Ricardo de San Lorenzo es, como torre fortísima en
que se verán libres de la muerte eterna, los pecadores que en él se refugien;
por muy perdidos que hubieran sido, con ese nombre se verán defendidos y
salvados.
Torre defensiva que no sólo libra a los pecadores del castigo,
sino que defiende también a los justos de los asaltos del infierno. Así lo
asegura el mismo Ricardo, que después del nombre de Jesús, no hay nombre que
tanto ayude y que tanto sirva para la salvación de los hombres, como este
incomparable nombre de María. Es cosa sabida y lo experimentan a diario los
devotos de María, que este nombre formidable da fuerza para vencer todas las
tentaciones contra la castidad. Reflexiona el mismo autor considerando las
palabras del Evangelio: “Y el nombre de la Virgen era María” (Lc 1, 27), y dice
que estos dos nombres de María y de Virgen los pone el Evangelista juntos, para
que entendamos que el nombre de esta Virgen purísima no está nunca disociado de
la castidad. Y añade san Pedro Crisólogo, que el nombre de María es indicio de
castidad; queriendo decir que quien duda si habrá pecado en las tentaciones
impuras, si recuerda haber invocado el nombre de María, tiene una señal cierta
de no haber quebrantado la castidad.
5. María, nombre de bendición
Así que, aprovechemos siempre el hermoso consejo de san Bernardo:
“En los peligros, en las angustias, en las dudas, invoca a María. Que no se te
caiga de los labios, que no se te quite del corazón”. En todos los peligros de
perder la gracia divina, pensemos en María, invoquemos a María junto con el
nombre de Jesús, que siempre han de ir estos nombres inseparablemente unidos.
No se aparten jamás de nuestro corazón y de nuestros labios estos nombres tan
dulces y poderosos, porque estos nombres nos darán la fuerza para no ceder
nunca jamás ante las tentaciones y para vencerlas todas. Son maravillosas las
gracias prometidas por Jesucristo a los devotos del nombre de María, como lo
dio a entender a santa Brígida hablando con su Madre santísima, revelándole que
quien invoque el nombre de María con confianza y propósito de la enmienda,
recibirá estas gracias especiales: un perfecto dolor de sus pecados, expiarlos
cual conviene, la fortaleza para alcanzar la perfección y al fin la gloria del
paraíso. Porque, añadió el divino Salvador, son para mí tan dulces y queridas
tus palabras, oh María, que no puedo negarte lo que me pides.
En suma, llega a decir san Efrén, que el nombre de María es la
llave que abre la puerta del cielo a quien lo invoca con devoción. Por eso
tiene razón san Buenaventura al llamar a María “salvación de todos los que la
invocan”, como si fuera lo mismo invocar el nombre de María que obtener la
salvación eterna. También dice Ricardo de San Lorenzo que invocar este santo y
dulce nombre lleva a conseguir gracias sobreabundantes en esta vida y una
gloria sublime en la otra. Por tanto, concluye Tomás de Kempis: “Si buscáis,
hermanos míos, ser consolados en todos vuestros trabajos, recurrid a María,
invocad a María, obsequiad a María, encomendaos a María. Disfrutad con María,
llorad con María, caminad con María, y con María buscad a Jesús. Finalmente
desead vivir y morir con Jesús y María. Haciéndolo así siempre iréis adelante
en los caminos del Señor, ya que María, gustosa rezará por vosotros, y el Hijo
ciertamente atenderá a la Madre”.
6. María, nombre consolador
Muy dulce es para sus devotos, durante la vida, el santísimo
nombre de María, por las gracias supremas que les obtiene, como hemos vitos.
Pero más consolador les resultará en la hora de la muerte, por la suave y santa
muerte que les otorgará. El P. Sergio Caputo, jesuita, exhortaba a todos los
que asistieran a un moribundo, que pronunciasen con frecuencia el nombre de
María, dando como razón que este nombre de vida y esperanza, sólo con
pronunciarlo en la hora de la muerte, basta para dispersar a los enemigos y
para confortar al enfermo en todas sus angustias. De modo parecido, san Camilo
de Lelis, recomendaba muy encarecidamente a sus religiosos que ayudasen a los
moribundos con frecuencia a invocar los nombres de Jesús y de María como él
mismo siempre lo había practicado; y mucho mejor lo practicó consigo mismo en
la hora de la muerte, como se refiere en su biografía; repetía con tanta
dulzura los nombres, tan amados por él, de Jesús y de María, que inflamaba en
amor a todos los que le escuchaban. Y finalmente, con los ojos fijos en
aquellas adoradas imágenes, con los brazos en cruz, pronunciando por última vez
los dulcísimos nombres de Jesús y de María, expiró el santo con una paz
celestial. Y es que esta breve oración, la de invocar los nombres de Jesús y de
María, dice Tomás de Kempis, cuanto es fácil retenerla en la memoria, es
agradable para meditar y fuerte para proteger al que la utiliza, contra todos
los enemigos de su salvación.
7. María, nombre de buenaventura
¡Dichoso –decía san Buenaventura– el que ama tu dulce nombre, oh Madre
de Dios! Es tan glorioso y admirable tu nombre, que todos los que se acuerdan
de invocarlo en la hora de la muerte, no temen los asaltos de todo el infierno.
Quién tuviera la dicha de morir como murió fray Fulgencio de
Ascoli, capuchino, que expiró cantando: “Oh María, oh María, la criatura más
hermosa; quiero ir al cielo en tu compañía”. O como murió el B. Enrique,
cisterciense, del que cuentan los anales de su Orden que murió pronunciando el
dulcísimo nombre de María.
Roguemos pues, mi devoto lector, roguemos a Dios nos conceda esta
gracia, que en la hora de la muerte, la última palabra que pronunciemos sea el
nombre de María, como lo deseaba y pedía san Germán. ¡Oh muerte dulce, muerte
segura, si está protegida y acompañada con este nombre salvador que Dios
concede que lo pronuncien los que se salvan! ¡Oh mi dulce Madre y Señora, te
amo con todo mi
II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: HACEDOR DE LA LUZ: TÚ QUE CREASTE
Hacedor de la luz: tú que creaste
la que brilla en los días de este suelo,
y que, mediante sus primeros rayos,
diste principio al universo entero.
Tú que nos ordenaste llamar día
al tiempo entre la aurora y el ocaso,
ahora que la noche se aproxima
oye nuestra oración y nuestro llanto.
Que cargados con todas nuestras culpas
no perdamos el don de la otra vida,
al no pensar en nada duradero
y al continuar pecando todavía.
Haz que, evitando todo lo dañoso
y a cubierto de todo lo perverso,
empujemos las puertas celestiales
y arrebatemos el eterno premio.
Escucha nuestra voz, piadoso Padre,
que junto con tu Hijo Jesucristo
y con el Santo Espíritu Paráclito,
reinas y reinarás en todo siglo. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Yo mismo te engendré entre esplendores sagrados, antes de la
aurora. Aleluya.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Yo mismo te engendré entre esplendores sagrados, antes de la
aurora. Aleluya.
Ant 2. Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque ellos
serán saciados.
Salmo 111- FELICIDAD DEL JUSTO
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.
En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.
No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.
Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.
El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque ellos
serán saciados.
Ant 3. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.
Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7
El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados
cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente
decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.
LECTURA BREVE Hb 12, 22-24
Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén
del cielo, a la asamblea de los innumerables ángeles, a la congregación de los
primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los
justos que han llegado a su destino, al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y
a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.
RESPONSORIO BREVE
V. Nuestro Señor es grande y poderoso.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.
V. Su sabiduría no tiene medida.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Mujer, grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mujer, grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas.
PRECES
Alegrándonos en el Señor, de quien vienen todos los dones,
digámosle:
Escucha, Señor, nuestra oración.
Padre y Señor de todos, que enviaste a tu Hijo al mundo para que tu nombre
fuese glorificado desde donde sale el sol hasta el ocaso,
fortalece el testimonio de tu Iglesia entre los pueblos.
Haz que seamos dóciles a la predicación de los apóstoles,
y sumisos a la fe verdadera.
Tú que amas la justicia,
haz justicia a los oprimidos.
Libera a los cautivos, abre los ojos al ciego,
endereza a los que ya se doblan, guarda a los peregrinos.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Haz que nuestros hermanos que duermen ya el sueño de la paz
lleguen, por tu Hijo, a la santa resurrección.
Unidos entre nosotros y con Jesucristo, y dispuestos a perdonarnos siempre unos
a otros, dirijamos al Padre nuestra súplica confiada:
Padre nuestro...
ORACION
Oh Dios, que has preparado bienes invisibles para los que te aman,
infunde el amor de tu nombre en nuestros corazones, para que, amándote en todo
y sobre todas las cosas, consigamos tus promesas que superan todo deseo. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.