*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*San Bernardino Realino*
2 de Julio
VIERNES SEMANA I
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
V. Señor abre mis labios
R. Y
mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Dad
gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dad
gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Himno: EDIFICASTE UNA TORRE
Edificaste una torre
para tu huerta florida;
un lagar para tu vino
y, para el vino, una viña.
Y la viña no dio uvas,
ni el lagar buena bebida:
sólo racimos amargos
y zumos de amarga tinta.
Edificaste una torre,
Señor, para tu guarida;
un huerto de dulces frutos,
una noria de aguas limpias,
un blanco silencio de horas
y un verde beso de brisas.
Y esta casa que es tu torre,
este mi cuerpo de arcilla,
esta sangre que es tu sangre
y esta herida que es tu herida
te dieron frutos amargos,
amargas uvas y espinas.
¡Rompe, Señor, tu silencio,
rompe tu silencio y grita!
Que mi lagar enrojezca
cuando tu planta lo pise,
y que tu mesa se endulce
con el vino de tu viña. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Aceptarás los sacrificios, ofrendas y
holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR
ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Aceptarás
los sacrificios, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar, Señor.
Ant 2. Con
el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.
Cántico: QUE LOS PUEBLOS TODOS SE
CONVIERTAN AL SEÑOR. Is 45, 15-25
Es verdad: tú eres un Dios escondido,
el Dios de Israel, el Salvador.
Se avergüenzan y se sonrojan todos por igual,
se van avergonzados los fabricantes de ídolos;
mientras el Señor salva a Israel
con una salvación perpetua,
para que no se avergüencen ni se sonrojen
nunca jamás.
Así dice el Señor, creador del cielo
- él es Dios -,
él modeló la tierra,
la fabricó y la afianzó;
no la creó vacía,
sino que la formó habitable:
«Yo soy el Señor y no hay otro.»
No te hablé a escondidas,
en un país tenebroso,
no dije a la estirpe de Jacob:
«Buscadme en el vacío.»
Yo soy el Señor que pronuncia sentencia
y declara lo que es justo.
Reuníos, venid, acercaos juntos,
supervivientes de las naciones.
No discurren los que llevan su ídolo de madera,
y rezan a un dios que no puede salvar.
Declarad, aducid pruebas,
que deliberen juntos:
¿Quién anunció esto desde antiguo,
quién lo predijo desde entonces?
¿No fui yo, el Señor?
- No hay otro Dios fuera de mí -.
Yo soy un Dios justo y salvador,
y no hay ninguno más.
Volveos hacia mí para salvaros,
confines de la tierra,
pues yo soy Dios y no hay otro.
Yo juro por mi nombre,
de mi boca sale una sentencia,
una palabra irrevocable:
«Ante mí se doblará toda rodilla,
por mí jurará toda lengua»,
dirán: «Sólo el Señor
tiene la justicia y el poder.»
A él vendrán avergonzados
los que se enardecían contra él,
con el Señor triunfará y se gloriará
la estirpe de Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Con
el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.
Ant 3. Entrad
en la presencia del Señor con aclamaciones.
Salmo 99 - ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL
TEMPLO.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Entrad
en la presencia del Señor con aclamaciones.
LECTURA BREVE Ef 4, 29-32
No salga de vuestra boca palabra desedificante, sino la que sirva para la
necesaria edificación, comunicando la gracia a los oyentes. Y no provoquéis más
al santo Espíritu de Dios, con el cual fuisteis marcados para el día de la
redención. Desterrad de entre vosotros todo exacerbamiento, animosidad, ira,
pendencia, insulto y toda clase de maldad. Sed, por el contrario, bondadosos y
compasivos unos con otros, y perdonaos mutuamente como también Dios os ha
perdonado en Cristo.
RESPONSORIO BREVE
V. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
R. En
la mañana hazme escuchar tu gracia.
V. Indícame
el camino que he de seguir.
R. Hazme
escuchar tu gracia.
V. Gloria
al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En
la mañana hazme escuchar tu gracia.
PRIMERA LECTURA
Del primer libro de
Samuel 15, 1-23
EL SEÑOR RECHAZA A SAÚL
POR SU DESOBEDIENCIA
En aquellos días, Samuel dijo a Saúl:
«El Señor me envió para ungirte rey de su pueblo, Israel. Por tanto, escucha
las palabras del Señor. Así dice el Señor de los ejércitos: "Voy a tomar
cuentas a Amalec de lo que hizo contra Israel, atacándolo cuando subía de
Egipto. Ahora ve y atácalo; entrega al exterminio todos sus haberes, y a él no
lo perdones; mata a hombres y mujeres, niños de pecho y chiquillos, toros y
ovejas, camellos y burros."»
Saúl convocó al ejército y le pasó revista en Telán: doscientos mil de
infantería y diez mil de caballería. Marchó a las ciudades amalecitas y puso
emboscadas en la vaguada. A los quenitas les envió este mensaje:
«Vosotros, salid del territorio amalecita y bajad. Os portasteis muy bien con
los israelitas cuando subían de Egipto, y yo no quiero mezclaros con Amalec.»
Los quenitas se apartaron de los amalecitas. Saúl derrotó a los amalecitas,
desde Telán, según se va a La Muralla, en la frontera de Egipto. Capturó vivo a
Agag, rey de Amalec, pero a su ejército lo pasó a cuchillo. Saúl y su ejército
perdonaron la vida a Agag, a las mejores ovejas y vacas, al ganado bien cebado,
a los corderos y a todo lo que valía la pena, sin querer exterminarlo; en
cambio, exterminaron lo que no valía nada. El Señor dirigió la palabra a
Samuel:
«Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque ha apostatado de mí y no cumple mis
órdenes.»
Samuel se entristeció y se pasó la noche gritando al Señor. Por la mañana,
madrugó y fue a encontrar a Saúl; pero le dijeron que se había ido a La Vega,
donde había erigido una estela, y después, dando un rodeo, había bajado a
Guilgal. Samuel se presentó a Saúl, y éste le dijo:
«El Señor te bendiga. He cumplido el encargo del Señor.»
Samuel le preguntó:
«¿Y qué son esos balidos que oigo y esos mugidos que siento?»
Saúl contestó:
«Los han traído de Amalec. La tropa ha dejado con vida a las mejores ovejas y
vacas, para ofrecérselas en sacrificio al Señor. El resto lo hemos
exterminado.»
Samuel replicó:
«Pues déjame que te cuente lo que el Señor me ha dicho esta noche.»
Contestó Saúl:
«Dímelo.»
Samuel dijo:
«Aunque te creas pequeño, eres la cabeza de las tribus de Israel, porque el
Señor te ha nombrado rey de Israel. El Señor te envió a esta campaña con orden
de exterminar a esos pecadores amalecitas, combatiendo hasta acabar con ellos.
¿Por qué no has obedecido al Señor? ¿Por qué has echado mano a los despojos,
haciendo lo que el Señor reprueba?»
Saúl replicó:
«¡Pero si he obedecido al Señor! He hecho la campaña a la que me envió, he
traído a Agag, rey de Amalec, y he exterminado a los amalecitas. Si la tropa
tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor de lo destinado al exterminio, lo hizo
para ofrecérselas en sacrificio al Señor, tu Dios, en Guilgal.»
Samuel contestó:
«¿Acaso se complace el Señor en los holocaustos y sacrificios, como en la obediencia
a la palabra del Señor? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad
que la grasa de los carneros. Pecado de adivinos es la rebeldía, crimen de
idolatría es la obstinación. Por haber rechazado al Señor, el Señor te rechaza
hoy como rey.»
RESPONSORIO
1S 15, 22; Os 6, 6
R. ¿Acaso se complace el Señor en los
holocaustos y sacrificios, como en la obediencia a la palabra del Señor? *
Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los
carneros.
V. Yo quiero misericordia y no
sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos.
R. Mejor es obedecer que sacrificar,
mejor la docilidad queda grasa de los carneros.
SEGUNDA LECTURA
Del libro de san
Agustín, obispo, Sobre la predestinación de los elegidos.
(Cap. 15, 30-31: PL 44, 981-983)
JESUCRISTO ES DEL LINAJE
DE DAVID SEGÚN LA CARNE
El más esclarecido ejemplar de la predestinación y de la gracia es el mismo
Salvador del mundo, el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús; porque
para llegar a serlo, ¿con qué méritos anteriores, ya de obras, ya de fe, pudo
contar la naturaleza humana que en él reside? Yo ruego que se me responda a lo
siguiente: aquella naturaleza humana que en unidad de persona fue asumida por
el Verbo, coeterno del Padre, ¿cómo mereció llegar a ser Hijo unigénito de
Dios? ¿Precedió algún mérito a esta unión? ¿Qué obró, qué creyó o qué exigió
previamente para llegar a tan inefable y soberana dignidad? ¿No fue acaso por
la virtud y asunción del mismo Verbo, por lo que aquella humanidad, en cuanto
empezó a existir, empezó a ser Hijo único de Dios?
Manifiéstese, pues, ya a nosotros, en el que es nuestra Cabeza, la fuente misma
de la gracia, la cual se derrama por todos sus miembros según la medida de cada
uno. Tal es la gracia, por la cual se hace cristiano el hombre desde el momento
en que comienza a creer; la misma por la cual aquel Hombre, unido al Verbo
desde el primer momento de su existencia, fue hecho Jesucristo; del mismo
Espíritu Santo, de quien Cristo fue nacido, es ahora el hombre renacido; por el
mismo Espíritu Santo, por quien se verificó que la naturaleza humana de Cristo
estuviera exenta de todo pecado, se nos concede a nosotros ahora la remisión de
los pecados. Sin duda, Dios tuvo presciencia de que realizaría todas estas
cosas. Porque en esto consiste la predestinación de los santos, que tan
soberanamente resplandece en el Santo de los santos. ¿Quién podría negarla de
cuantos entienden rectamente las palabras de la verdad? Pues el mismo Señor de
la gloria, en cuanto que el Hijo de Dios se hizo hombre, sabemos que fue
también predestinado.
Fue, por tanto, predestinado Jesús, para que, al llegar a ser hijo de David
según la carne, fuese también, al mismo tiempo, Hijo de Dios según el Espíritu
de santidad; pues nació del Espíritu Santo y de María Virgen. Tal fue aquella
singular elevación del hombre, realizada de manera inefable por el Verbo
divino, para que Jesucristo fuese llamado a la vez, verdadera y propiamente,
Hijo de Dios e hijo del hombre; hijo del hombre, por la naturaleza humana asumida,
e Hijo de Dios, porque el Verbo unigénito la asumió en sí; de otro modo no se
creería en una trinidad, sino en una cuaternidad de personas.
Así fue predestinada aquella humana naturaleza a tan grandiosa, excelsa y
sublime dignidad, más arriba de la cual no podría ya darse otra elevación
mayor; de la misma manera que la divinidad no pudo descender ni humillarse más
por nosotros, que tomando nuestra naturaleza con todas sus debilidades hasta la
muerte de cruz. Por tanto, así como ha sido predestinado ese hombre singular
para ser nuestra Cabeza, así también una gran muchedumbre hemos sido
predestinados para ser sus miembros. Enmudezcan, pues, aquí las deudas
contraídas por la humana naturaleza, pues ya perecieron en Adán, y reine por
siempre esta gracia de Dios, que ya reina por medio de Jesucristo, Señor
nuestro, único Hijo de Dios y Único Señor. Y así, si no es posible encontrar en
nuestra Cabeza mérito alguno que preceda a su singular generación, tampoco en
nosotros, sus miembros, podrá encontrarse merecimiento alguno que preceda a tan
multiplicada regeneración.
RESPONSORIO
Cf. Ga 4, 4-5; Ef 2, 4; Rm 8, 3
R. Mirad que ya se cumplió el tiempo,
y ha enviado Dios a su Hijo a la tierra, nacido de una Virgen, nacido bajo la
ley, * para rescatar a los que estaban bajo la ley.
V. Por el gran amor con que nos amó,
envió a su propio Hijo, sometido a una existencia semejante a la de la carne de
pecado.
R. Para rescatar a los que estaban
bajo la ley.
*Lecturas de la 13ª Semana del Tiempo
Ordinario Ciclo B*
Viernes, 2 de julio de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Mateo (9,9-13)*
En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al
mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos
publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus
discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro
maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los
enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no
sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores.»
Palabra del Señor
CÁNTICO
EVANGÉLICO
Ant. El Señor ha visitado y redimido a su
pueblo.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU
PRECURSOR Lc 1, 68-79
+Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El
Señor ha visitado y redimido a su pueblo.
PRECES
Adoremos a Cristo, que salvó al mundo
con su cruz, y supliquémosle diciendo:
Señor, ten misericordia de nosotros.
Señor Jesucristo, cuya claridad es nuestro sol y nuestro día,
haz que, desde el amanecer, desaparezca de nosotros todo sentimiento malo.
Vela, Señor, sobre nuestros pensamientos, palabras y obras,
a fin de que nuestro día sea agradable ante tus ojos.
Aparta de nuestros pecados tu vista,
y borra en nosotros toda culpa.
Por tu cruz y tu resurrección,
llénanos del gozo del Espíritu Santo.
Se pueden añadir algunas intenciones
libres
Ya que somos hijos de Dios, oremos a nuestro Padre como Cristo nos enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Dios misericordioso, que has iluminado
las tinieblas de nuestra ignorancia con la luz de tu palabra: acrecienta en
nosotros la fe que tú mismo nos has dado; que ninguna tentación pueda nunca
destruir el ardor de la fe y de la caridad que tu gracia ha encendido en
nuestro Espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo
mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
*San Bernardino Realino*
San Bernardino Realino nació en Carpi, ducado de Módena, el 1 de
diciembre de 1530 - Italia. Su familia pertenecía a la nobleza provinciana. Su
padre, don Francisco Realino, un hombre importante, fue caballerizo mayor de
varias cortes italianas. Por este motivo estaba casi siempre ausente de su
casa. La educación del pequeño Bernardino estuvo confiada a su madre, Isabel
Bellantini.
Fue bautizado en la fiesta de la Inmaculada Concepción. Se le pone
el nombre de Bernardino Luis. Bernardino en honor a San Bernardino de Siena,
quien una vez fue huésped de la familia de su madre.
Dicen que Bernardino era un niño siempre afable y risueño con
todos. A su buena madre le profesó durante toda su vida un cariño y una veneración
extraordinarios. Durante sus estudios un compañero le preguntó: "Si te dieran a escoger entre
verte privado de tu padre o de tu madre. ¿Qué preferirlas?" Bernardino
contestó como un rayo: "De
mi madre jamás." Dios, sin embargo, le pidió pronto el
sacrificio más grande.
Su madre se fue al cielo cuando él todavía era muy joven, el 24 de
Noviembre. Su recuerdo le arrancaba con frecuencia lágrimas de los ojos. Ella
se lo había merecido por sus constantes desvelos y principalmente por haberle
inculcado una tierna devoción a la Virgen María.
En Carpi comenzó el niño Bernardino sus estudios de literatura
clásica bajo la dirección de maestros competentes. "En el aprovechamiento ?escribe el mismo
Santo?, si no aventajó a sus discípulos, tampoco se dejó superar por ninguno de
ellos." De Carpi pasó a Módena y luego a Bolonia, una de
las más célebres universidades de su tiempo, donde cursó la filosofía.
En Bolonia termina sus estudios de filosofía y se prepara para la
carrera de Medicina. Fue un estudiante jovial y amigo de sus amigos. Más tarde
se lamentará de "haber
perdido muchísimo tiempo con algunos de sus compañeros, con los cuales trataba
demasiado familiarmente".
Fue, pues, muchacho normal. Hizo poesías. Llevó un diario íntimo
como todos, y se enamoró como cualquier bachiller del siglo XX de una joven
culta y piadosa. Le parece la mujer ideal para formar su propio hogar. Cuenta
de ella:
"Habiéndome introducido por senda tan resbaladiza ?escribe el
Santo refiriéndose a aquellos días?, vino el ángel del Señor a amonestarme de
mis errores, y, retrayéndome de las puertas del infierno, me colocó otra vez en
la ruta del cielo."
¿Quién fue este "ángel del cielo"?
Un día vio en una iglesia a una joven y quedó prendado de ella. La
amó con un amor maravilloso, "hasta
tal punto ?son sus palabras? de cifrar toda mi dicha en cumplir sus menores
deseos. No obedecerla me parecía un delito, porque cuanto yo tenía y cuanto era
reconocía debérselo a ella". Esta joven se llamaba Clorinda.
Bellísima, había dominado por sí misma, sin ayuda de nadie, el vasto campo de
la literatura y la filosofía. Era profundamente piadosa. Frecuentaba la misa y
la comunión. Precisamente la vista de su angelical postura en la iglesia fue lo
que prendió en el corazón de Bernardino, como lo demuestran las cartas y
poesías que se cruzaron entre los dos y que todavía se conservan.
Bernardino tenía proyectado graduarse en Medicina. Pero a Clorinda
no le gustaba, y él se sometió dócilmente a los deseos de ella. Había que
cambiar de carrera y comenzar la de Derecho.
Por fin, el 3 de junio de 1546, a los veinticinco años, se doctoró
en ambos Derecho, canónico y civil.
A los seis meses de terminar la carrera fue nombrado podestá, o
sea alcalde, de Felizzano. Del gobierno de esta pequeña ciudad pasó al cargo de
abogado fiscal de Alessandría, en el Piamonte. Después se le nombró alcalde de
Cassine, De Cassine pasó a Castel Leone de pretor a las órdenes del marqués de
Pescara.
En todos estos cargos se mostró siempre recto y sumamente hábil en
los negocios.
El marqués de Pescara quedó tan satisfecho de las actuaciones de
Realino que, cuando tomó el cargo de gobernador de Nápoles en nombre de España,
se lo llevó consigo como oidor y lugarteniente general.
En Nápoles le esperaba a Bernardino la Providencia de Dios.
En los meses finales de 1561 fallece Clorinda. Recibe la noticia
por una carta de sus amigos de Bolonia. Su abrió en el alma de Bernardino una
herida profunda que difícilmente podría curarse.
El recuerdo de aquella joven querida le alentaba ahora desde el
cielo, presentándosele de tiempo en tiempo radiante de luz y de gloria y
exhortándole a seguir adelante en sus santos propósitos. En carta a su hermano
Juan Bautista dice: "No
encuentro otro consuelo sino en Dios. Me entrego a su divina voluntad. El procura
el bien de sus creaturas, aunque nosotros nos inclinemos a otros bienes. Ruego
al Señor y a su Madre me protejan y me muestren el mejor camino para enderezar
mi vida".
Un día paseaba por las calles de Nápoles cuando tropezó con dos
jóvenes religiosos cuya modestia y santa alegría le impresionó vivamente. Les
siguió un buen trecho y preguntó quiénes eran. Le dijeron que
"jesuitas", de una Orden nueva recientemente aprobada por la Iglesia.
Era la primera noticia que tenía Bernardino de la Compañía de Jesús.
El domingo siguiente fue oír misa a la iglesia de los padres.
Entró en el momento en que subía al púlpito el padre Juan Bautista
Carminata, uno de los oradores mejores de aquel tiempo. El sermón cayó en
tierra abonada. Bernardino volvió a casa, se encerró en su habitación y no
quiso recibir a nadie durante varios días. Hizo los ejercicios espirituales, y
a los pocos días la resolución estaba tomada. Dejaría su carrera y se abrazaría
con la cruz de Cristo.
Su madre había muerto, Clorinda había muerto. Su anciano padre no
tardaría mucho en volar al cielo. No quería servir a los que estaban sujetos a
la muerte. Pero, ¿cuándo pondría por obra su propósito? ¿Dónde? ¿No sería mejor
esperar un poco?
Un día del mes de septiembre de 1564, mientras Bernardino rezaba
el rosario pidiendo a María luz en aquella perplejidad, se vio rodeado de un
vivísimo resplandor que se rasgó de pronto dejando ver a la Reina del Cielo con
el Niño Jesús en los brazos. María, dirigiendo a Bernardino una mirada de
celestial ternura, le mandó entrar cuanto antes en la Compañía de Jesús: "Bernardino, es mi voluntad que
entres en la Compañía de mi Hijo Jesús".
Contaba Bernardino, al entrar en el Noviciado, treinta y cuatro
años de edad. Era lo que hoy decimos una vocación tardía. Por eso una de sus
mayores dificultades fue encontrarse de la noche a la mañana rodeado de
muchachos, risueños sí y bondadosos, pero que estaban muy lejos de poseer su
cultura y su experiencia de la vida y los negocios. Con ellos tenía que
convivir, y el exlugarteniente del virrey de Nápoles tenía que participar en
sus conversaciones y en sus juegos, y vivir como ellos pendiente de la
campanilla del Noviciado, siempre importuna y molesta a la naturaleza humana.
Pero a todo hizo frente Bernardino con audacia y a los tres años de su ingreso
en la Compañía se ordenó de sacerdote el 24 de Mayo de 1567, por el Arzobispo
de Nápoles Mario Caraffa. Su primera misa la dice en la fiesta del Corpus
Christi. Todavía continuó estudiando la teología y al mismo tiempo desempeñó el
delicado cargo de maestro de novicios.
En una carta dirigida a su padre dice: "Esta es gran misericordia de Dios. Él me ha
elevado al honor de ofrecer al Padre eterno el cuerpo y la sangre de su divino
Hijo. Esto es lo m s grande que el hombre puede hacer en la tierra. Yo me
asusto, porque conozco mi indignidad. Soy, pues, sacerdote. Ud. jamás lo habría
pensado. No entré a la Compañía con ese pensamiento. Pero el hombre propone y
Dios dispone. Quiera la divina Majestad que yo sea un buen ministro para ayudar
a las almas. Le ruego calurosamente, vaya Ud. a una iglesia y ante el Santísimo
Sacramento dé gracias por el gran beneficio dado a su hijo. Ni Ud. ni yo
merecemos tan grande favor".
En Nápoles permaneció tres años ocupado en los ministerios
sacerdotales como director de la Congregación, recogiendo a los pillos del
puerto, visitando las cárceles y adoctrinando a los esclavos turcos de las
galeras españolas. Pero en los planes de Dios era otra la ciudad donde iba a
desarrollar su apostolado sacerdotal.
En 1574, el P. Alfonso de Salmerón destina al Santo a Lecce. Desde
hacía tiempo la ciudad deseaba un colegio de Jesuitas, y los superiores
decidieron enviar al padre Realino con otro padre y un hermano para dar
comienzo a la fundación y una satisfacción a los buenos habitantes de la
ciudad, que oportuna e inoportunamente no desperdiciaban ocasión de pedir y
suspirar por el colegio de la Compañía.
Los tres jesuitas, con sus ropas negras y sus miradas recogidas,
entraron en la ciudad el 13 de diciembre de 1574. Por lo visto la buena fama
del padre Bernardino Realino le había precedido, porque el recibimiento que le
hicieron más parecía un triunfo que otra cosa. Un buen grupo de eclesiásticos y
de caballeros salió a recibirles a gran distancia de la ciudad. Se organizó una
lucidísima comitiva, que recorrió con los tres jesuitas las principales calles
de Lecce hasta conducirlos a su domicilio provisional.
"Este domingo llegamos a esta noble ciudad de Lecce, sanos y
salvos a pesar del largo y el incómodo viaje. Fuimos recibidos con aplauso de
todos. Esto confunde. No escribo detalles, porque me da vergüenza. Basta que
Ud. sepa que el amor por la Compañía es grande. La hermosura del país y la
calidad de la gente son espléndidas. No me imaginaba todo esto. Aquí parece que
estamos siempre en primavera. Espero confiado que Ud. lo constate con sus
propios ojos. Me propongo establecer pronto el Colegio y nuestra Casa. La
juventud es numerosa y es muy bien dispuesta".
El padre Realino era el superior de la nueva casa profesa. En
cuanto llegó puso manos a la obra de la construcción de la iglesia de Jesús y a
los dos años la tenía terminada. Otros seis años, y se inauguraba el colegio,
del cual era nombrado primer rector el mismo Santo.
Desde el primer día de su estancia en Lecce el padre Realino
comenzó sus ministerios sacerdotales con toda clase de personas, como lo había
hecho en Nápoles. Confesó materialmente a toda la ciudad, dirigió la
Congregación Mariana, socorrió a los pobres y enfermos. Para éstos guardaba una
tinaja de excelente vino que la fama decía que nunca se agotaba. Después de los
pobres de bienes materiales, comenzaron a desfilar por su confesonario los
prelados y caballeros, tratando con él los asuntos de conciencia. "Lo que fue San Felipe Neri
en la Ciudad Eterna ?dice León XIII en el breve de beatificación de 1895? esto
mismo fue para Lecce el Beato Bernardino Realino. Desde la más alta nobleza
hasta los últimos harapientos, encarcelados y esclavos turcos, no había quien
no le conociese como universal apóstol y bienhechor de la ciudad." El
Papa, el emperador Rodolfo II y el rey de Francia Enrique IV le escribieron
cartas encomendándose en sus oraciones. Tal era la fama de, el "Santo de Lecce".
Los superiores de la Compañía pensaron en varias ocasiones que el
celo del padre Realino podría tal vez dar mejores frutos en otras partes y
decidieron trasladarle del colegio y ciudad de Lecce. Tales noticias
ocasionaron verdaderos tumultos populares. En repetidas ocasiones los
magistrados de la ciudad declararon que cerrarían las puertas e impedirían por
la fuerza la salida del padre Bernardino. Pero no fue necesario, porque también
el cielo entraba en la conjura a favor de los habitantes de Lecce. Apenas se
daba al padre la orden de partir, empeoraba el tiempo de tal forma que hacía
temerario cualquier viaje. Otras veces, una altísima fiebre misteriosa se
apoderaba de él y le postraba en cama hasta tanto se revocaba la orden. De aquí
el dicho de los médicos de Lecce: "Para
el padre Realino, orden de salir es orden de enfermar."
Pasaron muchos años y la santidad de Bernardino se acrisoló.
Recibió grandes favores del cielo. Una noche de Navidad estaba en el
confesonario y una penitente notó que el padre temblaba de pies a cabeza a
causa del intenso frío. Terminada la confesión la buena señora fue al que
entonces era padre rector a rogarle que mandara retirarse al padre Bernardino a
su habitación y calentarse un poco. Obedeció el Santo la orden del padre
rector. Fue a su cuarto y mientras un hermano le traía fuego se puso a meditar
sobre el misterio de la Navidad. De repente una luz vivísima llenó de
resplandor su habitación y la figura dulcísima de la Virgen María se dibujó
ante él. Como la otra vez, llevaba al Niño Jesús en sus brazos. "¿Por qué tiemblas,
Bernardino?", le preguntó la Señora. "Estoy tiritando de
frío", le respondió el buen anciano. Entonces la buena Madre,
con una ternura indescriptible, alarga sus brazos y le entrega el Niño Jesús.
Sin duda fueron unos momentos de cielo los que pasó San Bernardino Realino. Lo cierto
es que, al entrar poco después el hermano con el brasero, le oyó repetir como
fuera de sí: "Un
ratito más, Señora; un ratito más." En todo aquel
invierno no volvió a sentir frío el padre Bernardino.
Una otra vez el Hermano enfermero lo encuentra en la mañana con el
rostro encendido y llorando. "¿Por
qué llora, Padre?", le dice con cariño. Bernardino
contesta: "¡Ah, si
Ud. supiera lo que he visto!. Y ¿qué es lo que ha visto?, dice el
Hermano. Realino no puede callarse: "He
visto a la Santísima Virgen resplandeciente como un sol y vestida de púrpura y
azul. He estrechado también en mis brazos al Niño Jesús".
Después asustado, ruega al Hermano que no lo diga a nadie. Pero es inútil,
porque éste lo cuenta a todos.
Llegó el año 1616. La vida del padre Realino se extinguía. "Me voy al cielo",
dijo, y con la jaculatoria "Oh
Virgen mía Santísima" lo cumplió el día 2 de julio. Tenía
ochenta y dos años, de los cuales la mitad, cuarenta y dos, los había pasado en
Lecce, dándonos ejemplo de sencillez y de constancia en un trabajo casi siempre
igual.
Fue canonizado por el Papa Pío XII el 22 de junio de 1947 y
declarado Patrono de la ciudad de Lecce.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi
auxilioR. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: CALOR DE DIOS EN
SANGRE REDENTORA.
Calor de Dios en sangre redentora,
y un río de piedad en tu costado;
bajo tu cruz quédeme arrodillado,
con ansia y gratitud siempre deudora.
Conózcate, oh Cristo, en esta hora
de tu perdón; mi beso apasionado,
de ardientes labios en tu pie clavado,
sea flecha de amor y paz de aurora.
Conózcame en tu vía dolorosa
y conozca, Señor, en los fulgores
de tus siete palabras, mi caída;
que en esta cruz pujante y misteriosa
pongo, sobre el amor de mis amores,
el amor entrañable de mi vida. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Sáname, Señor, porque
he pecado contra ti.
Salmo 40 - ORACIÓN DE UN
ENFERMO.
Dichoso el que cuida del pobre y desvalido;
en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.
El Señor lo guarda y lo conserva en vida,
para que sea dichoso en la tierra,
y no lo entrega a la saña de sus enemigos.
El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor,
calmará los dolores de su enfermedad.
Yo dije: «Señor, ten misericordia,
sáname, porque he pecado contra ti.»
Mis enemigos me desean lo peor;
«A ver si se muere y se acaba su apellido.»
El que viene a verme habla con fingimiento,
disimula su mala intención,
y cuando sale afuera, la dice.
Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí,
hacen cálculos siniestros:
«Padece un mal sin remedio,
se acostó para no levantarse.»
Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba,
que compartía mi pan,
es el primero en traicionarme.
Pero tú, Señor, apiádate de mí,
haz que pueda levantarme,
para que yo les dé su merecido.
En esto conozco que me amas:
en que mi enemigo no triunfa de mí.
A mí, en cambio, me conservas la salud,
me mantienes siempre en tu presencia.
Bendito el Señor, Dios de Israel,
ahora y por siempre. Amén, amén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sáname, Señor, porque he pecado
contra ti.
Ant 2. El Señor de los ejércitos está con
nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Salmo 45 - DIOS, REFUGIO
Y FORTALEZA DE SU PUEBLO
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra
y los montes se desplomen en el mar.
Que hiervan y bramen sus olas,
que sacudan a los montes con su furia:
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora.
Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan;
pero él lanza su trueno y se tambalea la tierra.
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe,
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.
«Rendíos, reconoced que yo soy Dios:
más alto que los pueblos, más alto que la tierra.»
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor de los ejércitos está con
nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Ant 3. Vendrán todas las naciones y se
postrarán en tu acatamiento, Señor.
Cántico: CANTO DE LOS
VENCEDORES Ap 15, 3-4
Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Vendrán todas las naciones y se
postrarán en tu acatamiento, Señor.
LECTURA BREVE Rm 15, 1-3
Los fuertes debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles, sin complacernos
a nosotros mismos. Cada uno cuide de complacer al prójimo para su bien, para su
edificación; que Cristo no buscó su propia complacencia, según está escrito:
«sobre mí cayeron los ultrajes de quienes te ultrajaron».
RESPONSORIO BREVE
V. Cristo nos ama y nos ha
absuelto por la virtud de su sangre.R. Cristo nos ama y nos ha
absuelto por la virtud de su sangre.
V. Y ha hecho de nosotros reino y
sacerdotes para el Dios y Padre suyo.R. Por la virtud de su
sangre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.R. Cristo nos ama y nos ha absuelto
por la virtud de su sangre.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. El Señor nos auxilia a
nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia.
Cántico de María. ALEGRÍA
DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor nos auxilia a nosotros,
sus siervos, acordándose de su misericordia.
PRECES
Bendigamos a Dios que
escucha con amor la oración de los humildes y a los hambrientos los colma de
bienes; digámosle confiados:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Señor, Padre lleno de amor, te pedimos por todos los miembros de la iglesia que
sufren:
acuérdate que por ellos, Cristo, cabeza de la iglesia, ofreció en la cruz el
verdadero sacrificio vespertino.
Libra a los encarcelados, ilumina a los que viven en tinieblas, sé la ayuda de
las viudas y de los huérfanos,
y haz que todos nos preocupemos de los que sufren.
Concede a tus hijos la fuerza necesaria
para resistir las tentaciones del Maligno.
Acude en nuestro auxilio, Señor, cuando llegue la hora de nuestra muerte:
que seamos fieles hasta el fin y dejemos este mundo en tu paz.
Se pueden añadir algunas
intenciones libres
Conduce a los difuntos a la luz donde tu habitas
para que puedan contemplarte eternamente.
Fieles a la recomendación del Salvador, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro...
ORACION
Te pedimos, Señor, que
los que hemos sido aleccionados con los ejemplos de la pasión de tu Hijo
estemos siempre dispuestos a cargar con su yugo llevadero y con su carga
ligera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.R. Amén.