*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*San Antonio de Padua*
*XI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B, solemnidad*
*Salterio: domingo de la tercera semana*
Laudes
Inicio
†
(Se hace la señal de la cruz sobre
los labios mientras se dice:)
V/. -Señor,
Ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo 94: Invitación a la alabanza divina
Ant: Venid,
aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este
«hoy» (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
-se repite la antífona
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite la antífona
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
-se repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la antífona
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Venid,
aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.
Himno
Cristo,
alegría del mundo,
resplandor de la gloria del Padre.
¡Bendita la mañana
que anuncia tu esplendor al universo!
En el día primero,
tu resurrección alegraba
el corazón del Padre.
En el día primero,
vio que todas las cosas eran buenas
porque participaban de tu gloria.
La mañana celebra
tu resurrección y se alegra
con claridad de Pascua.
Se levanta la tierra
como un joven discípulo en tu busca,
sabiendo que el sepulcro está vacío.
En la clara mañana,
tu sagrada luz se difunde
como una gracia nueva.
Que nosotros vivamos
como hijos de luz y no pequemos
contra la claridad de tu presencia.
(Del himnario latino: Aeterne rerum Conditor):
Creador sempiterno de las cosas,
Que gobiernas las noches y los días,
Y alternando la luz y las tinieblas
Alivias el cansancio de la vida.
Invocando a la luz desde las sombras
El heraldo del sol alza sus voces:
Nocturna claridad de los viajeros,
Que separa la noche de la noche.
Al oírlo el lucero se levanta
Y borra al fin la obscuridad del aire,
Con lo cual el tropel de los espíritus
Malignos pone fin a sus maldades.
Con esta voz que al nauta reanima
Las olas del océano se calman,
Con esta voz hasta la misma piedra
De la Iglesia se acuerda de su falta.
El gallo canta y llama a los dormidos
Increpa a los poltrones y reprende
A los que se resisten a su canto.
Levantémonos, pues, resueltamente.
Canta el gallo y renace la esperanza,
Retorna la salud a los heridos,
El puñal del ladrón vuelve a la vaina
Y la fe se despierta en los caídos,
Pon tus ojos, Señor, en quien vacila,
Y que a todos corrija tu mirada:
Con ella sostendrás a quien tropieza.
y harás que pague su delito en lágrimas,
Alumbra con tu luz nuestros sentidos,
Desvanece el sopor de nuestras mentes,
y sé el primero a quien, agradecidas,
Se eleven nuestras voces cuando suenen.
Glorificado sea el Padre eterno,
Así como su Hijo Jesucristo
Y así como el Espíritu Paráclito,
Ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
Primer Salmo
Salmo 92: Gloria del Dios creador
Ant: El Señor es
admirable en el cielo. Aleluya.
Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo, alegrémonos y gocemos
y démosle gracias (Ap 19,6.7)
El Señor reina, vestido de
majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder:
así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
Levantan los ríos, Señor,
levantan los ríos su voz,
levantan los ríos su fragor;
pero más que la voz de aguas caudalosas,
más potente que el oleaje del mar,
más potente en el cielo es el Señor.
Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor
es admirable en el cielo. Aleluya.
Cántico AT
Daniel 3,57-88.56: Toda la creación alabe al Señor
Ant: Eres
alabado, Señor, y ensalzado por los siglos. Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos (Ap 19,5)
Criaturas todas del Señor,
bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Ant: Eres
alabado, Señor, y ensalzado por los siglos. Aleluya.
Segundo Salmo
Salmo 148: Alabanza del Dios creador
Ant: Alabad al
Señor en el cielo. Aleluya.
Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor,
la gloria y el poder por los siglos de los siglos (Ap 5,13)
Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos.
Alabadlo, sol y luna;
alabadlo, estrellas lucientes.
Alabadlo, espacios celestes
y aguas que cuelgan en el cielo.
Alaben el nombre del Señor,
porque él lo mandó, y existieron.
Les dió consistencia perpetua
y una ley que no pasará.
Alabad al Señor en la tierra,
cetáceos y abismos del mar,
rayos, granizo, nieve y bruma,
viento huracanado que cumple sus órdenes,
montes y todas las sierras,
árboles frutales y cedros,
fieras y animales domésticos,
reptiles y pájaros que vuelan.
Reyes y pueblos del orbe,
príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños,
alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra;
él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Alabad al
Señor en el cielo. Aleluya.
Lectura Bíblica
Ez 37,12b -14
Así dice
el Señor: «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros
sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra
vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que yo
soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra
tierra, y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago». Oráculo del Señor.
V/. Cristo,
Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R/. Cristo,
Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V/. Tú que
estás sentado a la derecha del Padre.
R/. Ten
piedad de nosotros.
V/. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. Cristo,
Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
Lectura Bíblica
V/. Hijo mío, haz caso a mis palabras
R/. Presta oído a mis consejos
Visión de conjunto del tiempo de
los jueces
Jc 2,6-3,4
En aquellos días, Josué despidió al pueblo, y los israelitas
marcharon cada cual a tomar posesión de su territorio. Mientras vivió Josué y
los ancianos que le sobrevivieron y que habían visto las hazañas del Señor a
favor de Israel, los israelitas sirvieron al Señor.
Pero murió Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de
ciento diez años, y lo enterraron en el término de su heredad, en Timná Seraj,
en la serranía de Efraín, al norte del monte Gaás. Toda aquella generación fue
también a reunirse con sus padres, y le siguió otra generación que no conocía
al Señor ni lo que había hecho por Israel.
Los israelitas hicieron lo que el Señor reprueba, dieron culto a
los ídolos; abandonaron al Señor, Dios de sus padres, que los había sacado de
Egipto, y se fueron tras los otros dioses, dioses de las naciones vecinas, y
los adoraron, irritando al Señor. Abandonaron al Señor y dieron culto a Baal y
a Astarté. El Señor se encolerizó contra Israel: los entregó a bandas de
saqueadores, que los saqueaban, los vendió a los enemigos de alrededor, y los
israelitas no podían resistirles. En todo lo que emprendían, la mano del Señor
se les ponía en contra, exactamente como él les había dicho y jurado, llegando
así a una situación desesperada.
Entonces el Señor hacía surgir jueces, que los libraban de las
bandas de salteadores; pero ni a los jueces hacían caso, sino que se
prostituían con otros dioses, dándoles culto, desviándose muy pronto de la
senda por donde habían caminado sus padres, obedientes al Señor. No hacían como
ellos. Cuando el Señor hacía surgir jueces, el Señor estaba con el juez; y,
mientras vivía el juez, los salvaba de sus enemigos, porque le daba lástima
oírlos gemir bajo la tiranía de sus opresores. Pero, en cuanto moría el juez,
recaían y se portaban peor que sus padres, yendo tras otros dioses,
rindiéndoles adoración; no se apartaban de sus maldades ni de su conducta
obstinada. El Señor se encolerizó contra Israel y dijo:
«Ya que este pueblo ha violado mi pacto, el que yo estipulé con
sus padres, y no han querido obedecerme, tampoco yo seguiré quitándoles de
delante a ninguna de las naciones que Josué dejó al morir; tentaré con ellas a
Israel, a ver si siguen o no el camino del Señor, a ver si caminan por él como
sus padres.»
Por eso, dejó el Señor aquellas naciones, sin expulsarlas en
seguida, y no se las entregó a Josué.
Lista de las naciones que dejó el Señor para tentar a los
israelitas que no habían conocido las guerras de Canaán, sólo para enseñar la
estrategia militar a las nuevas generaciones de los israelitas sin experiencia
de la guerra: los cinco principados filisteos, todos los cananeos, fenicios e
hititas que habitan el Líbano, desde la cordillera de Baal Hermón hasta el Paso
de Jamat. Estas naciones sirvieron para tentar a Israel, a ver si obedecía las
órdenes del Señor, promulgadas a sus padres por medio de Moisés.
R/. La ira del Señor se encendió contra su pueblo, y los entregó en
manos de gentiles; pero miró su angustia, y escuchó sus gritos.
V/. El Señor hacía surgir jueces, que los libraban de las bandas de
salteadores.
R/. Pero miró su angustia, y escuchó sus gritos.
La oración ha de salir de un
corazón humilde
San Cipriano, obispo y mártir
Tratado sobre el Padrenuestro
(Caps. 4-6: CSEL 3, 268-270)
Las palabras del que ora han de ser mesuradas y llenas de sosiego
y respeto. Pensemos que estamos en la presencia de Dios. Debemos agradar a Dios
con la actitud corporal y con la moderación de nuestra voz. Porque, así como es
propio del falto de educación hablar a gritos, así, por el contrario, es propio
del hombre respetuoso orar con un tono de voz moderado. El Señor, cuando nos
adoctrina acerca de la oración, nos manda hacerla en secreto, en lugares
escondidos y apartados, en nuestro mismo aposento, lo cual concuerda con
nuestra fe, cuando nos enseña que Dios está presente en todas partes, que nos
oye y nos ve a todos y que, con la plenitud de su majestad, penetra incluso los
lugares más ocultos, tal como está escrito: ¿Soy yo Dios sólo de cerca,
y no Dios de lejos? Porque uno se esconda en su escondrijo, ¿no lo voy a ver
yo? ¿No lleno yo el cielo y la tierra? Y también: En todo
lugar los ojos de Dios están vigilando a malos y buenos.
Y, cuando nos reunimos con los hermanos para celebrar los sagrados
misterios, presididos por el sacerdote de Dios, no debemos olvidar este respeto
y moderación ni ponernos a ventilar continuamente sin ton ni son nuestras
peticiones, deshaciéndonos en un torrente de palabras, sino encomendarlas
humildemente a Dios, ya que él escucha no las palabras, sino el corazón, ni hay
que convencer a gritos a aquel que penetra nuestros pensamientos, como lo
demuestran aquellas palabras suyas: ¿Por qué pensáis mal? Y en
otro lugar: Así sabrán todas las Iglesias que yo soy el que escruta
corazones y mentes.
De este modo oraba Ana, como leemos en el primer libro de Samuel,
ya que ella no rogaba a Dios a gritos, sino de un modo silencioso y respetuoso,
en lo escondido de su corazón. Su oración era oculta, pero manifiesta su fe;
hablaba no con la boca, sino con el corazón, porque sabía que así el Señor la
escuchaba, y, de este modo, consiguió lo que pedía, porque lo pedía con fe. Esto
nos recuerda la Escritura, cuando dice: Hablaba para sí, y no se oía su
voz, aunque movía los labios, y el Señor la escuchó. Leemos también en
los salmos: Reflexionad en el silencio de vuestro lecho. Lo mismo
nos sugiere y enseña el Espíritu Santo por boca de Jeremías, con aquellas
palabras: Hay que adorarte en lo interior, Señor.
El que ora, hermanos muy amados, no debe ignorar cómo oraron el
fariseo y el publicano en el templo. Este último, sin atreverse a levantar sus
ojos al cielo, sin osar levantar sus manos, tanta era su humildad, se daba
golpes de pecho y confesaba los pecados ocultos en su interior, implorando el
auxilio de la divina misericordia, mientras que el fariseo oraba satisfecho de
sí mismo; y fue justificado el publicano, porque, al orar, no puso la esperanza
de la salvación en la convicción de su propia inocencia, ya que nadie es
inocente, sino que oró confesando humildemente sus pecados, y aquel que perdona
a los humildes escuchó su oración.
R/. Pensemos cómo debemos conducirnos en la presencia de Dios y de sus
ángeles, y que, al entonar nuestros salmos de alabanza, nuestra mente concuerde
con nuestra voz.
V/. Para ser escuchados no hace falta la abundancia de palabras, sino
un sincero arrepentimiento y pureza de corazón.
R/. Y que, al entonar nuestros salmos de alabanza, nuestra mente
concuerde con nuestra voz.
*Lecturas
del XI Domingo del Tiempo Ordinario*
Domingo, 13 de junio de 2021
Evangelio
*Lectura del santo evangelio según san Marcos
(4,26-34)*
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de Dios se parece a lo que
sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y
los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por
sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y
después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el
hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.»
Les dijo también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo
podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es
la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en
el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden
anidar a su sombra.»
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de
acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas;
pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
Palabra del Señor
Cántico Evangélico
Ant: El reino de
Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y
se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo.
†
(Se hace la señal de la cruz
mientras se comienza a recitar)
Bendito sea el Señor, Dios de
Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El reino
de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de
noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo.
Preces
Invoquemos a Dios Padre, que, por mediación de su Hijo, envió el
Espíritu Santo, para que con su luz santísima penetrara las almas de sus
fieles, y digámosle:
*Ilumina, Señor, a tu pueblo*.
·
- Te bendecimos, Señor, a ti que eres nuestra luz,
y te pedimos que este domingo que ahora comenzamos transcurra todo él
consagrado a tu alabanza
· - Tú que,
por la resurrección de tu Hijo, quisiste iluminar el mundo,
haz que tu Iglesia difunda entre todos los hombres la alegría pascual
· - Tú que
por el Espíritu de la verdad, adoctrinaste a los discípulos de tu Hijo,
envía este mismo Espíritu a tu Iglesia para que permanezca siempre fiel a ti
· - Tú que
eres luz para todos los hombres, acuérdate de los que viven aún en las
tinieblas
y abre los ojos de su mente para que te reconozcan a ti, único Dios
verdadero
Se pueden añadir algunas
intenciones libres.
Por Jesús hemos sido hechos hijos
de Dios; por esto, nos atrevemos a decir:
Padre
nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a
nosotros tu reino;
hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos
dejes caer en la tentación,
y
líbranos del mal.
Final
Oh Dios,
fuerza de los que en ti esperan, escucha nuestras súplicas y, pues el hombre es
frágil y sin ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus
mandamientos y agradarte en nuestras acciones y deseos. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Si el que preside no es un
ministro ordenado, o en el rezo individual:
†
(Se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. El Señor
nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
Si el que preside es un
ministro ordenado, utiliza una de estas dos fórmulas finales:
(Fórmula larga)
V/. El Señor
esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie vuestros
corazones y vuestros pensamientos en el conocimiento y el amor de Dios y de su
Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
V/. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y
Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
(Fórmula breve)
V/. El Señor
esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y
Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
Si se despide a la asamblea
se añade:
V/. Podéis ir
en paz.
R/. Demos gracias a Dios.
*San Antonio de Padua*
Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo
nació en Lisboa, Portugal, en 1195; a los 15 años ingresó a los Canónigos
Regulares de San Agustín, pero diez años después ingresó a los Frailes Menores
Franciscanos donde a los 25 años adoptó el nombre de Antonio.
Tenía voz clara y fuerte, memoria
prodigiosa y un profundo conocimiento, el espíritu de profecía y un
extraordinario don de milagros. Su fama de obrar actos prodigiosos nunca ha
disminuido y aún en la actualidad es reconocido como el más grande taumaturgo
de todos los tiempos.
El Papa Gregorio IX lo canonizó
menos de un año después de su muerte en Pentecostés el 30 de Mayo de 1232.
Biografía
de San Antonio de Padua
Nació en Lisboa, en 1195. Santo franciscano de origen portugués,
sacerdote y doctor de la Iglesia. Su nombre de nacimiento era Fernando Martins;
era hijo primogénito de Martín de Alfonso, caballero portugués descendiente de
nobles franceses (los Bouillon), y de María Taveira.
Estudió en la escuela catedralicia, donde un tío suyo era
maestrescuela; más tarde, en torno a 1210, ingresó en el monasterio de
canónigos regulares de San Agustín de San Vicente de Fora, cerca de Lisboa.
Allí tuvo como maestros al propio prior, Pedro, y a un hombre de amplios
conocimientos como Petrus Petri. Pero su familia y amigos no aceptaron su
vocación y trataron de hacerle abandonar.
Para evitar estas presiones renunció a la herencia familiar y se
trasladó en 1212 al monasterio de Santa Cruz de Coimbra, importante centro de
enseñanza religiosa que contaba con una gran biblioteca. En este otro lugar
recibió la influencia de la escuela teológica de San Víctor (París) a través de
profesores que habían estudiado allí. Tampoco en Coimbra encontró tranquilidad,
pues el monasterio se vio afectado por el enfrentamiento entre el rey Alfonso
II de Portugal y el papa Inocencio III: su propio prior, Juan, fue excomulgado
por apoyar al primero.
Hacia 1219, fecha en que probablemente era ya sacerdote, conoció a
la pequeña comunidad franciscana de Coimbra, establecida poco antes en el
eremitorio de Olivais, y se sintió atraído por su modo de vida fraterno,
evangélico y en pobreza. Cuando poco después llegaron a su monasterio restos de
los primeros mártires franciscanos, muertos en Marrakech, decidió ingresar en
la nueva orden, que a causa de su reciente creación aún estaba poco extendida y
carecía del prestigio que alcanzaría más adelante. Fray Juan Parenti,
provincial de España, presidió la sencilla ceremonia de toma de hábito
franciscano (verano de 1220), en la que cambió el nombre de Fernando por el de
Antonio (el eremitorio de Olivais estaba dedicado a San Antonio Abad), símbolo
de su cambio de vida.
Tras un breve noviciado, e impulsado por el ejemplo de los
mártires franciscanos, parece que en otoño de ese mismo año embarcó hacia
Marruecos junto con otro hermano de orden, fray Felipe de Castilla, para
alcanzar él mismo el martirio. Sin embargo, al poco de desembarcar contrajo la
malaria, enfermedad que le dejaría secuelas para toda la vida; convaleciente
todo el invierno, se vio obligado a abandonar el país.
Su intención era ahora llegar a las costas españolas y desde ellas
volver por tierra a Portugal, pero una tempestad llevó el barco en que viajaba
hasta Sicilia. Permaneció algún tiempo en Milazzo (costa noreste de la isla),
donde había una comunidad franciscana, para completar su recuperación. En junio
de 1221 asistió al capítulo de su orden en Asís ("capítulo de las
Esteras", que convocó a 3.000 franciscanos); allí conoció a San
Francisco de Asís y decidió no regresar a Coimbra para ponerse al servicio
de fray Gracián, provincial de la Romaña (circunscripción franciscana que
abarcaba todo el norte de Italia).
Éste lo envió durante un año al eremitorio de Montepaolo (cerca de
Forli) para que se fortaleciese antes de encomendarle alguna misión de
apostolado. A mediados de 1222, ya con buena salud, predicó en la catedral de
Forli (sin haber preparado previamente sus palabras, pero con gran profundidad)
con ocasión de unas ordenaciones de franciscanos y dominicos.
Su provincial le nombró predicador y le encargó ejercer su
ministerio por todo el norte de Italia, donde se extendía por muchos lugares el
catarismo. Recorrió así, enseñando, numerosos lugares. Su labor catequética en
Rímini en 1223, por ejemplo, fue difícil, pero sus exhortaciones y discusiones
públicas acabaron teniendo éxito, logrando convertir entre otros a Bononillo,
obispo cátaro. A finales de este año o principios de 1224 estuvo también en
Bolonia, enseñando teología a otros frailes franciscanos en el convento de
Santa María de la Pugliola; fue el primer maestro de la orden, recibiendo para
ello el permiso de San Francisco, que le escribió una carta llamándole "mi
obispo".
Hacia 1224 o 1225, sus superiores lo trasladaron al sur de
Francia, donde los albigenses tenían más fuerza que en Italia. Su método para
combatir la herejía consistió en llevar una vida ejemplar, en charlas con los
no creyentes y en catequesis para fortalecer la fe de los cristianos. Prosiguió
su enseñanza teológica en Montpellier (donde se formaban los franciscanos y
dominicos que iban a predicar en la región) y Tolosa (ciudad con fuerte
presencia albigense), además de ser guardián del convento de Le Puy-en-Velay
(al oeste de Valence y Lyon) y, desde el capítulo de Arlés de 1225, custodio de
Limoges. Como tal estableció la residencia de los franciscanos de la ciudad en
una antigua ermita benedictina y fundó un convento cerca de Brieve.
A finales de 1225 participó en el sínodo de Bourges, que examinó
la situación de la región. San Antonio de Padua señaló a los prelados la
necesidad de vivir sencillamente para dar ejemplo; el obispo de Bourges, Simón
de Sully, respondió a sus palabras y aplicó en lo sucesivo la reforma de
costumbres, ayudándose de franciscanos y dominicos para la evangelización de su
diócesis.
La muerte de San Francisco el 3 de octubre de 1226 le obligó a
viajar a Asís, como custodio de Limoges, para asistir al capítulo general que
debía elegir nuevo ministro general; éste tuvo lugar el 30 de mayo de 1227,
siendo elegido fray Juan Parenti. Buen conocedor de la valía de Antonio, le
nombró provincial de Romaña. Muy querido por sus frailes, recorrió los lugares
de su provincia donde había conventos franciscanos; uno de ellos fue Vercelli,
donde predicó en la catedral con gran impacto y conoció al teólogo y canónigo
regular Tomás Galo.
También por entonces debió estar durante estancias largas en
Padua, donde fundó una escuela de franciscanos y comenzó a escribir una serie
de sermones. Fruto de su labor fue el aumento de las misiones de predicación y
la fundación de numerosos conventos. En el capítulo general de 1230, reunido
con ocasión del traslado de los restos de San Francisco a su basílica de Asís,
pidió a Parenti que le retirase el cargo, a causa de su mala salud.
El general aceptó su renuncia a cambio de formar parte de una
comisión que debía presentar al papa Gregorio IX varias cuestiones
sobre la regla franciscana que el pontífice debía estudiar y aprobar. Ante él y
la curia romana predicó por entonces Antonio, siendo escuchado con entusiasmo:
el papa lo llamó "Arca del Testamento". Es posible que colaborase en
la redacción de la bula Quo
elongati, respuesta a los problemas planteados por la orden al
pontífice.
Después marchó al que sería su último destino, Padua, en la que se
entregó con tal ardor que en lo sucesivo a su nombre quedaría asociado el de la
ciudad: Antonio de Padua. Se instaló primero en la capilla de la Arcella, junto
al convento de clarisas, pero solía predicar en el convento franciscano de
Santa María, extramuros de la ciudad.
Escribió, por petición del cardenal Reinaldo dei Segni (el futuro
Alejandro IV), una serie de sermones según las fiestas del año litúrgico y
predicó hasta el agotamiento la Cuaresma de 1231; a sus sermones diarios
asistió gran parte de la ciudad y consiguió del Consejo Mayor de la ciudad la
liberación de los deudores presos por no tener medios con qué pagar sus deudas
(origen del "Estatuto de San Antonio"). Poco después, el podestá
Esteban Badoer le rogó que solicitase al poderoso Ezzelino IV da Romano la
liberación de varios nobles paduanos que tenía prisioneros; de este modo, viajó
a Verona y se entrevistó con Ezzelino, aparentemente sin éxito, si bien unos meses
después de la muerte de Antonio acabaría por ceder.
En mayo, habiendo empeorado su salud por el viaje, se retiró al
cercano lugar de Camposampiero para descansar y terminar de escribir los Sermones. Pero la gente
tuvo conocimiento del lugar en que estaba y acudió en masa a oírle y pedirle
consejo. El viernes 13 de junio sufrió un colapso y, ante el próximo fin, pidió
que le trasladasen a Padua. Así se hizo, aunque para evitar las multitudes se
detuvieron en la Arcella, donde murió Antonio esa misma tarde tras recibir la
extremaunción y recitar los salmos penitenciales. No tenía aún cuarenta años, y
había ejercido su intensa predicación poco más de diez.
Orador sagrado, fundador de hermandades y de cofradías, teólogo y
hombre de gobierno, dejó varios tratados de mística y de ascética y se
publicaron todos sus sermones. Un año después de su muerte fue beatificado. Su
culto, muy popular, se generalizó a partir del siglo XV. Su representación más
valiosa se debe a Goya, quien lo plasmó en San Antonio de la Florida. Fue
proclamado doctor de la Iglesia en el año 1946. Su fiesta se celebra el 13 de
junio.
*XI Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B, solemnidad*
Salterio: domingo de la tercera semana
Vísperas
Inicio
†
(Se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. -Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
¿Qué ves en la noche,
dinos centinela?
Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.
¿Qué ves en la noche,
dinos centinela?
Gallos vigilantes
que la noche alertan.
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.
¿Qué ves en la noche,
dinos centinela?
Muerto lo bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.
¿Qué ves en la noche,
dinos centinela?
Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos,
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas! Amén.
(Del himnario latino: Lucis creator optime):
Hacedor de la luz: Tú que creaste
La que brilla en los días de este suelo.
y que mediante sus primeros rayos
Diste principio al universo entero;
Tú que nos ordenaste llamar día
Al tiempo entre la aurora y el ocaso,
Ahora que la noche se aproxima
Oye nuestra oración y nuestro llanto.
Que cargados con todas nuestras culpas
No perdamos el don de la otra vida,
Al no pensar en nada duradero
Y al continuar pecando todavía.
Y que evitando todo lo dañoso,
Y a cubierto de todo lo perverso,
Empujemos las puertas celestiales
Y arrebatemos el eterno premio.
Escucha nuestra voz, piadoso Padre,
Que junto con tu Hijo Jesucristo
Y con el Santo Espíritu Paráclito
Reinas y reinarás en todo siglo. Amén.
Primer Salmo
Salmo 109,1-5.7: El Mesías, Rey y Sacerdote
Ant: Oráculo
del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha». Aleluya.
Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos
estrado de sus pies (1Co 15,25)
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora».
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso, levantará la cabeza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Oráculo
del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha». Aleluya.
Segundo Salmo
Salmo 110: Grandes son las obras del Señor
Ant: El Señor,
piadoso y clemente, ha hecho maravillas memorables. Aleluya.
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente (Ap
15,3)
Doy gracias al Señor de todo
corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.
Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.
Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles.
Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud.
Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible.
Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que lo practican;
la alabanza del Señor dura por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor,
piadoso y clemente, ha hecho maravillas memorables. Aleluya.
Cántico NT
Apocalipsis 19,1-7: Las bodas del Cordero
Ant: Reina el
Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.
Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
Aleluya.
Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
su esposa se ha embellecido.
Aleluya.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Reina el
Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
Lectura Bíblica
1P 1,3-5
Bendito
sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por
la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo
para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera,
que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para
la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.
V/. Bendito
eres, Señor, en la bóveda del cielo.
R/. Bendito
eres, Señor, en la bóveda del cielo.
V/. Digno de
gloria y alabanza por los siglos.
R/. En la
bóveda del cielo.
V/. Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/. Bendito
eres, Señor, en la bóveda del cielo.
Cántico Evangélico
Ant: El reino
de los cielos se parece a un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra, es la
semilla más pequeña, pero después brota y se hace más alta que las demás
hortalizas.
†
(Se hace la señal de la cruz
mientras se comienza a recitar)
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El reino
de los cielos se parece a un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra, es la
semilla más pequeña, pero después brota y se hace más alta que las demás
hortalizas.
Preces
Invoquemos
a Dios, nuestro Padre, que maravillosamente creó al mundo, lo redimió de forma
más admirable aún y no cesa de conservarlo con amor, y digámosle con alegría:
Renueva, Señor, las maravillas de
tu amor
·
- Te damos gracias, Señor, porque, a través del mundo, nos has
revelado tu poder y tu gloria;
haz que sepamos ver tu providencia en los avatares del mundo
· - Tú que
por la victoria de tu Hijo en la cruz, anunciaste la paz al mundo,
líbranos de toda desesperación y de todo temor
· - A todos
los que aman la justicia y trabajan por conseguirla,
concédeles que cooperen, con sinceridad y concordia, en la edificación de un
mundo mejor
· - Ayuda a
los oprimidos, consuela a los afligidos, libra a los cautivos, da pan a los
hambrientos, fortalece a los débiles,
para que en todos se manifieste el triunfo de la cruz
· - Tú que
al tercer día resucitaste gloriosamente a tu Hijo del sepulcro, haz que
nuestros hermanos difuntos lleguen también a la plenitud de la vida
Se pueden añadir algunas
intenciones libres.
Concluyamos nuestra súplica con
la oración que el mismo Señor nos enseñó:
Padre
nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a
nosotros tu reino;
hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos
dejes caer en la tentación,
y
líbranos del mal.
Final
Oh Dios,
fuerza de los que en ti esperan, escucha nuestras súplicas y, pues el hombre es
frágil y sin ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus
mandamientos y agradarte en nuestras acciones y deseos. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Si el que preside no es un
ministro ordenado, o en el rezo individual:
†
(Se hace la señal de la cruz
mientras se dice:)
V/. El Señor
nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
Si el que preside es un
ministro ordenado, utiliza una de estas dos fórmulas finales:
(Fórmula larga)
V/. El Señor
esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie vuestros
corazones y vuestros pensamientos en el conocimiento y el amor de Dios y de su
Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
V/. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y
Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
(Fórmula breve)
V/. El Señor
esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y
Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
Si se despide a la asamblea
se añade:
V/. Podéis ir
en paz.
R/. Demos gracias a Dios.