*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*San Bernardino de Siena*
TIEMPO PASCUAL
JUEVES DE SEMANA VII
Propio del Tiempo. Salterio III
20 de mayo
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. A Cristo, el Señor, que nos prometió el Espíritu Santo, venid,
adorémosle. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. A Cristo, el Señor, que nos prometió el Espíritu Santo, venid,
adorémosle. Aleluya.
Himno: CONTIGO SUBE EL MUNDO CUANDO SUBES.
Contigo sube el mundo cuando subes,
y al son de tu alegría matutina
nos alzamos los muertos de las tumbas;
salvados respiramos vida pura,
bebiendo de tus labios el Espíritu.
Cuanto la lengua a proferir no alcanza
tu cuerpo nos lo dice, ¡Oh Traspasado!
Tu carne santa es luz de las estrellas,
victoria de los hombres, fuego y brisa,
y fuente bautismal, ¡oh Jesucristo!
Cuanto el amor humano sueña y quiere,
en tu pecho, en tu médula, en tus llagas
vivo está, ¡oh Jesús glorificado!
En ti, Dios fuerte, Hijo primogénito,
callando, el corazón lo gusta y siente.
Lo que fue, lo que existe, lo que viene,
lo que en el Padre es vida incorruptible,
tu cuerpo lo ha heredado y nos lo entrega.
Tú nos haces presente la esperanza,
tú que eres nuestro hermano para siempre.
Cautivos de tu vuelo y exaltados
contigo hasta la diestra poderosa,
al Padre y al Espíritu alabamos;
como espigas que doblan la cabeza,
los hijos de la Iglesia te adoramos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Cantaremos danzando: Jerusalén, ciudad de Dios, todas mis fuentes
están en ti. Aleluya.
Salmo 86 - HIMNO A JERUSALÉN, MADRE DE TODOS LOS PUEBLOS.
Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios!
«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí.»
Se dirá de Sión: «Uno por uno
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.»
El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí.»
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cantaremos danzando: Jerusalén, ciudad de Dios, todas mis fuentes
están en ti. Aleluya.
Ant 2. Como un pastor el Señor ha reunido su rebaño. Aleluya.
Cántico: EL BUEN PASTOR ES EL DIOS ALTISIMO Y SAPIENTÍSIMO - Is 40,
10-17
Mirad, el Señor Dios llega con poder,
y su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario
y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño,
su brazo lo reúne,
toma en brazos los corderos
y hace recostar a las madres.
¿Quién ha medido a puñados el mar
o mensurado a palmos el cielo,
o a cuartillos el polvo de la tierra?
¿Quién ha pesado en la balanza los montes
y en la báscula las colinas?
¿Quién ha medido el aliento del Señor?
¿Quién le ha sugerido su proyecto?
¿Con quién se aconsejó para entenderlo,
para que le enseñara el camino exacto,
para que le enseñara el saber
y le sugiriese el método inteligente?
Mirad, las naciones son gotas de un cubo
y valen lo que el polvillo de balanza.
Mirad, las islas pesan lo que un grano,
el Líbano no basta para leña,
sus fieras no bastan para el holocausto.
En su presencia, las naciones todas,
como si no existieran,
son ante él como nada y vacío.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Como un pastor el Señor ha reunido su rebaño. Aleluya.
Ant 3. El Señor es grande en Sión, encumbrado sobre todos los pueblos. Aleluya.
Salmo 98 - SANTO ES EL SEÑOR, NUESTRO DIOS.
El Señor reina, tiemblen las naciones;
sentado sobre querubines, vacile la tierra.
El Señor es grande en Sión,
encumbrado sobre todos los pueblos.
Reconozcan tu nombre, grande y terrible:
Él es santo.
Reinas con poder y amas la justicia,
tú has establecido la rectitud;
tú administras la justicia y el derecho,
tú actúas en Jacob.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante el estrado de sus pies:
Él es santo.
Moisés y Aarón con sus sacerdotes,
Samuel con los que invocan su nombre,
invocaban al Señor, y él respondía.
Dios les hablaba desde la columna de nube;
oyeron sus mandatos y la ley que les dio.
Señor, Dios nuestro, tú les respondías,
tú eras para ellos un Dios de perdón
y un Dios vengador de sus maldades.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante su monte santo:
Santo es el Señor, nuestro Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor es grande en Sión, encumbrado sobre todos los pueblos.
Aleluya.
LECTURA BREVE Rm 8, 10-11
Si Cristo está en vosotros, aunque vuestro cuerpo haya muerto por causa del
pecado, el espíritu tiene vida por la justificación. Y si el Espíritu de aquel
que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que
resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos vivificará también vuestros
cuerpos mortales por obra de su Espíritu que habita en vosotros.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya. Aleluya.
V. Gloria al Padre,y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
V. Dios
resucitó al Señor. Aleluya.
R. Y nos resucitará también a nosotros por su poder. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
De la primera carta del apóstol san Juan 5, 13-21
LA ORACIÓN POR LOS PECADORES
Queridos hermanos: Os he escrito estas cosas, a los que creéis en el nombre del
Hijo de Dios, para que os deis cuenta de que tenéis vida eterna.
Y ésta es la seguridad y confianza que tenemos en él: que, si le pedimos algo
conforme con su voluntad, él nos escucha. Y, si sabemos que nos escucha en
todas nuestras peticiones, sabemos que tenemos conseguido todo lo que hayamos
pedido. El que vea a su hermano cometiendo pecado que no lleva a la muerte, que
ore y le dará vida. (Me refiero a pecados que no llevan a la muerte, pues hay
pecado que conduce a la muerte. No me refiero a este caso.) Toda injusticia es
pecado. Pero hay pecado que no va a la muerte.
Sabemos que el que ha nacido de Dios no peca: el Nacido de Dios lo guarda y el
maligno no lo toca. Sabemos que somos de Dios, mientras el mundo entero está
bajo el influjo del maligno. Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha
dado inteligencia, para que conozcamos al Dios verdadero y para que estemos en
él, su verdadero Hijo, el cual es Dios verdadero y es vida eterna. Hijos míos,
guardaos de los ídolos.
RESPONSORIO 1Jn 5, 20; Jn 1, 18
R. Sabemos que el Hijo de Dios ha venido * y
nos ha dado inteligencia, para que conozcamos al Dios verdadero. Aleluya.
V. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo unigénito, que está en el
seno del Padre, es quien nos lo ha dado a conocer.
R. Y nos ha dado inteligencia, para que conozcamos al Dios verdadero.
Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el
evangelio de san Juan
(Libro 10, 16, 6-7: PG 74, 434)
SI NO ME VOY, EL ABOGADO NO VENDRÁ A VOSOTROS
Habían sido ya cumplidos los designios de Dios sobre la tierra; pero era del
todo necesario que fuéramos hechos partícipes de la naturaleza divina de aquel
que es la Palabra, esto es, que nuestra vida anterior fuera transformada en
otra diversa, empezando así para nosotros un nuevo modo de vida según Dios, lo
cual no podía realizarse más que por la comunicación del Espíritu Santo.
Y el tiempo más indicado para que el Espíritu fuera enviado sobre nosotros era
el de la partida de Cristo, nuestro Salvador.
En efecto, mientras Cristo convivió visiblemente con los suyos, éstos
experimentaban -según es mi opinión- su protección continua; mas, cuando llegó
el tiempo en que tenía que subir al Padre celestial, entonces fue necesario que
siguiera presente, en medio de sus adictos, por el Espíritu, y que este
Espíritu habitara en nuestros corazones, para que nosotros, teniéndolo en
nuestro interior, exclamáramos confiadamente: «Padre», y nos sintiéramos con
fuerza para la práctica de las virtudes y, además, poderosos e invencibles
frente a las acometidas del demonio y las persecuciones de los hombres, por la
posesión del Espíritu que todo lo puede.
No es difícil demostrar, con el testimonio de las Escrituras, tanto del antiguo
como del nuevo Testamento, que el Espíritu transforma y comunica una vida nueva
a aquellos en cuyo interior habita.
Samuel, en efecto, dice a Saúl: Te invadirá el Espíritu del Señor, te
convertirás en otro hombre. Y san Pablo afirma: Y todos nosotros, reflejando
como en un espejo en nuestro rostro descubierto la gloria del Señor, nos vamos
transformando en su propia imagen, hacia una gloria cada vez mayor, por la
acción del Señor, que es Espíritu. Porque el Señor es Espíritu.
Vemos, pues, la transformación que obra el Espíritu en aquellos en cuyo corazón
habita. Fácilmente los hace pasar del gusto de las cosas terrenas a la sola
esperanza de las celestiales, y del temor y la pusilanimidad a una decidida y
generosa fortaleza de alma. Vemos claramente que así sucedió en los discípulos,
los cuales, una vez fortalecidos por el Espíritu, no se dejaron intimidar por
sus perseguidores, sino que permanecieron tenazmente adheridos al amor de
Cristo.
Es verdad, por tanto, lo que nos dice el Salvador: Os conviene que yo vuelva al
cielo, pues de su partida dependía la venida del Espíritu Santo.
RESPONSORIO Jn 16, 7. 13
R. Si no me voy, el Abogado no vendrá a vosotros; pero, si me voy, os
lo enviaré. * Y, cuando él venga, os conducirá a la verdad completa.
Aleluya.
V. Porque no hablará por cuenta propia, sino que os dirá cuanto se le
comunique y os anunciará las cosas futuras.
R. Y, cuando él venga, os conducirá a la verdad completa. Aleluya.
*Lecturas de la 7ª Semana del Tiempo Pascua
Ciclo B*
Jueves, 20 de mayo de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Juan (17,20-26)*
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre
santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la
palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti,
que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has
enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como
nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno,
de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has
amado a mí. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo
donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes
de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he
conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les
daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como
también yo estoy con ellos.»
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Id y sed los maestros de todas las naciones; bautizadlas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Id y sed los maestros de todas las naciones; bautizadlas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Aleluya.
PRECES
Bendigamos a Cristo, el Señor, por quien tenemos acceso al Padre
en el Espíritu Santo, y supliquémosle, diciendo:
Escúchanos, Señor Jesús.
Envíanos tu Espíritu, el huésped deseado de las almas,
y haz que nunca lo contristemos.
Tú que resucitaste de entre los muertos y estás sentado a la derecha de Dios,
intercede siempre por nosotros ante el Padre.
Haz que el Espíritu nos mantenga unidos a ti,
para que ni la tribulación ni la persecución ni los peligros nos separen nunca
de tu amor.
Enséñanos a amarnos mutuamente,
como tú nos amaste para gloria de Dios.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre, repitiendo la oración que Cristo nos
enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Tu Espíritu, Señor, infunda en nosotros la fuerza de sus dones,
para que nuestros pensamientos te sean gratos y nuestra voluntad esté siempre
sometida a la tuya. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
*San Bernardino de Siena*
San Bernardino fue el más famoso
predicador del 1400 y sus sermones sirvieron de modelos de predicación para
muchos oradores en los siglos siguientes.
Nació cerca de Siena en Italia en
el año 1380. Su padre era gobernador. El niño quedó huérfano de padre y madre a
los siete años. Dos tías se encargaron de su educación y lograron formarlo lo
mejor posible en ciencias religiosas y darle una educación muy completa. Sus
estudios de bachillerato los hizo con tal dedicación que obtuvo las mejores
notas.
*Biografía de San Bernardino
de Siena*
Era muy simpático en el trato y
las gentes gozaban en su compañía. Pero cuando oía a alguien que empleaba un
vocabulario grosero y atrevido le corregía con toda valentía, para que
abandonara esa mala costumbre.
Era muy bien parecido y un día un
compañero lo incitó a cometer una acción impura. Bernardino le respondió
dándole una sonora bofetada. Otro día un estudiante invitó a los compañeros del
curso a cometer impurezas y Bernardino los animó a todos contra el impuro y le
lanzaron barro y basura por la cara hasta hacerlo salir huyendo. Pero en el
resto de su vida Bernardino fue siempre un modelo de amabilidad y bondad.
De joven se afilió a una
asociación piadosa llamada "Devotos de Nuestra Señora" que se
dedicaba a hacer obras de caridad con los más necesitados. Y sucedió que en el
año 1400 estalló en Siena la epidemia de tifo negro. Cada día morían centenares
de personas y ya nadie se atrevía a atender los enfermos ni a sepultar a los
muertos, por temor a contagiarse. Entonces Bernardino y sus compañeros de la
asociación se dedicaron a atender a los apestados. Trabajaban de día y de
noche. Bernardino preparaba muy bien a los que ya se iban a morir, para que
murieran en paz con Dios y bien arrepentidos de sus pecados. Y como por
milagro, este grupo de jóvenes se libró del contagio de la peste del tifo. Pero
cuando pasó la enfermedad, Bernardino estaba tan débil y sin alientos, que
estuvo por varios meses postrado en cama, con alta fiebre. Esto le disminuyó
mucho las fuerzas de su cuerpo, pero le sirvió enormemente para aumentar la
santidad de su alma.
Cuando ya recobró otra vez su
salud, de vez en cuando se alejaba de casa y a quienes le preguntaba a dónde se
dirigía les respondía: "Voy a visitar a una personita de la cual estoy
enamorado". La gente creía que era que se iba a casar, pero un día sus
tías le siguieron los pasos y se dieron cuenta de que se iba a una ermita donde
había una estatua de la Virgen Santísima y allí le rezaba con gran fervor.
En el año 1402 entró de religioso
franciscano. Lo recibieron en un convento cercano a su familia, pero como allí
iban muchos amigos a visitarlo pidió que lo enviaran a otro más alejado y donde
la disciplina era muy rígida, y así en el silencio, la oración y la
mortificación se fue santificando.
Nuestro santo nació el día de la
fiesta del nacimiento de la Santísima Virgen, el 8 de septiembre. Y en esa
misma fecha recibió el bautismo. Y también un 8 de septiembre recibió el hábito
de franciscano y en ese gran día de la Natividad de Nuestra Señora recibió la
ordenación sacerdotal (en 1404). Fue pues siempre para él muy grata y muy
significativa esta santa fecha.
Los primeros 12 años de
sacerdocio los pasó Bernardino casi sin ser conocido de nadie. Vivía retirado,
dedicado al estudio y la oración. Dios lo estaba preparando para su futura
misión.
Ni la voz ni las cualidades
oratorias le ayudaban a Bernardino para tener éxito en la predicación. Entonces
se dedicó a pedir a Nuestro Señor y a la Stma. Virgen que lo capacitaran para
dedicarse a evangelizar con éxito y de pronto Dios le envió a predicar. Y esto
sucedió de un modo bien singular. Durante tres días seguidos, estando rezando
todos los religiosos por la mañana, de pronto un joven novicio, sin poder
contenerse, interrumpió la oración y le dijo: "Hermano Bernardino: no
ocultes más las cualidades que Dios te ha dado. Vete a Milán a predicar".
Iguales palabras le fueron dichas cada uno de los tres días. Todos consideraron
que esto era una manifestación de la voluntad de Dios y le aconsejaron que se
fuera a la gran ciudad a predicar la Cuaresma. Y los éxitos fueron
impresionantes. Las multitudes empezaron a asistir en inmensas cantidades a sus
sermones. Al principio le costaba mucho hacerse oír a lo lejos pero le pidió
con toda fe a la Virgen Santísima y Ella le concedió una voz potente y muy
sonora (en vez de la voz débil y desagradable que antes tenía).
Y desde 1418 hasta su
muerte, por 26 años Bernardino recorre pueblos, ciudades y campos predicando de
una manera que antes la gente no había escuchado. Se levantaba a las 4 de la
mañana y durante horas y horas preparaba sus sermones. Y el efecto de cada predicación
era un entusiasmarse todos por Jesucristo y una gran conversión de pecadores.
Muchísimos terminaban llorando de arrepentimiento al escuchar sus palabras.
Cuando su voz potentísima gritaba en medio de la silenciosa multitud:
"Temblad tierra entera, al ver que la criatura se ha atrevido a ofender a
su Creador", a las gentes les parecía que el piso se movía debajo de sus
pies y empezaban a llorar con gran arrepentimiento. Casi siempre tenía que
predicar en las plazas y campos porque en los templos no cabía la gente que
deseaba escucharle.
Recorrió todo su país (Italia) a
pie, predicando. Cada día predicaba bastantes horas y varios sermones. A todos
y siempre les recomendaba que se arrepintieran de sus pecados y que hicieran
penitencia por su vida mala pasada. Atacaba sin compasión los vicios y las
malas costumbres e invitaba con gran vehemencia a tener un intenso amor a
Jesucristo y la Virgen María.
Por todas partes llevaba y
repartía un estandarte con estas tres letras: JHS (Jesús, Hombre, Salvador) e
invitaba a sus oyentes a sentir un gran cariño por el nombre de Jesús. Donde
quiera que San Bernardino predicaba, quedaban muchos estandartes en palacios y
casas con sus tres letras: JHS.
En Polonia predicó contra los
juegos de azar y las gentes quemaron todos los juegos de azar que tenían. Un
fabricante de naipes se quejó con el santo diciéndole que lo había dejado en la
ruina, y él aconsejó: "Ahora dedíquese a imprimir estampas de Jesús".
Así lo hizo y consiguió más dinero que el que había logrado conseguir
imprimiendo cartas de naipe.
Los envidiosos lo acusaron ante
el Papa diciendo que Bernardino recomendaba supersticiones. El Papa le prohibió
predicar, pero luego lo invitó a Roma y lo examinó delante de los cardenales y
quedó tan conmovido el Sumo Pontífice al oírle sus predicaciones, que le dio
orden para que pudiera predicar por todas partes.
Durante 80 días predicó en Roma e
hizo allí 114 sermones con enorme éxito.
El Papa quiso nombrarlo
arzobispo, pero el santo no se atrevió a aceptar. Entonces lo nombraron
superior de los franciscanos, porque era el que más vocaciones había conseguido
para esa comunidad.
Cuando Bernardino entró en la
comunidad de franciscanos observantes, solamente había en Italia 300 de estos
religiosos. Cuando él murió ya había más de 4,000.
Los grandes sacrificios que tenía
que hacer para predicar tantas veces y en tan distintos sitios, y los muchos
ayunos y penitencias que hacía, lo fueron debilitando notoriamente. En su
rostro se notaba que era un verdadero penitente, pero esta misma apariencia de
austero y mortificado, le atraía más la admiración de las gentes. El único lujo
que aceptó en sus últimos años, fue el de un borriquillo, para no tener que
hacer a pie todos sus largos viajes.
Era tal su deseo de progresar en
el arte de la elocuencia y del buen predicar, que donde quiera que sabía que
había un buen predicador, se iba a escucharlo y aún ya lleno de años, se
sentaba como simple discípulo para escuchar las clases de los maestros afamados
que enseñaban cómo hablar bien en público.
Y acompañaba sus
predicaciones con admirables milagros y prodigios.
En su ciudad natal, Siena, había
muchas divisiones y peleas. Se fue allá y predicó 45 sermones que devolvieron
la paz a toda esa región. Uno de los oyentes logró copiar esos sermones y se
conservan como una verdadera joya de la elocuencia sagrada, donde se combinan
la teología con los consejos prácticos y la agradabilidad con la profundidad.
Verdaderamente Bernardino era un gran maestro de oratoria.
En 1444, mientras viajaba por los
pueblos predicando, con muy poca salud pero con un inmenso entusiasmo, se
sintió muy débil y al llegar al convento de los franciscanos en Aquila, murió
santamente el 20 de mayo.
En su sepulcro se obraron
numerosos milagros y el Papa Nicolás V ante la petición de todo el pueblo, lo
declaró santo en 1450 a los 6 años de haber muerto.
*VÍSPERAS*
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Aleluya.
Himno: VEN, ESPÍRITU DIVINO.
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre,
don en tus dones espléndido,
luz que penetra las almas,
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.
SALMODIA
Ant 1. El Señor Dios le ha dado el trono de David, su padre. Aleluya.
Salmo 131 I - PROMESAS A LA CASA DE DAVID.
Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:
«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»
Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.
Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles te aclamen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor Dios le ha dado el trono de David, su padre. Aleluya.
Ant 2. Jesucristo es el único Soberano, el Rey de los reyes y el Señor de
los señores. Aleluya.
Salmo 131 II.
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.
Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.
Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan;
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.
Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Jesucristo es el único Soberano, el Rey de los reyes y el Señor de
los señores. Aleluya.
Ant 3. ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible
entre los santos? Aleluya.
Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible
entre los santos? Aleluya.
LECTURA BREVE 1Co 6, 19-20
¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en
vosotros. Lo habéis recibido de Dios, y por lo tanto no os pertenecéis a
vosotros mismos. Habéis sido comprados a precio. En verdad glorificad a Dios
con vuestro cuerpo.
RESPONSORIO BREVE
V. El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
R. El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
V. Os lo enseñará todo.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Cuando venga el Espíritu de verdad, os conducirá a la verdad
completa y os anunciará las cosas futuras. Aleluya.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Cuando venga el Espíritu de verdad, os conducirá a la verdad
completa y os anunciará las cosas futuras. Aleluya.
PRECES
Glorifiquemos a Cristo, bendito por los siglos, y pidámosle que
envíe el Espíritu Santo a los que ha redimido con su muerte y resurrección;
digamos:
Salva, Señor, a los que has redimido.
Envía a la Iglesia el Espíritu de la unidad,
para que desaparezcan todas las disensiones, odios y divisiones.
Tú que libraste a los hombres del dominio de Satanás,
libra también al mundo de los males que lo afligen.
Tú que, dócil al Espíritu Santo, diste cumplimiento a tu misión,
haz que los sacerdotes encuentren en la oración la fuerza y la luz del
Espíritu, para ser fieles a su ministerio.
Que tu Espíritu guíe a los gobernantes,
para que busquen y realicen el bien común.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Tú que vives en la gloria del Padre,
acoge a los difuntos en tu reino.
Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre, repitiendo la oración que Cristo nos
enseñó:
Padre nuestro...
ORACION
Tu Espíritu, Señor, infunda en nosotros la fuerza de sus dones,
para que nuestros pensamientos te sean gratos y nuestra voluntad esté siempre
sometida a la tuya. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.