*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*San Florián, Mártir*
4 de Mayo
*Laudes - MARTES V SEMANA DE PASCUA 2021*
Martes, 4
de mayo de 2021.
Invitatorio
V. Señor,
ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Verdaderamente
ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 94
Invitación a la alabanza divina
Animaos
los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Laudes
Himno
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya
Salmodia
Antífona
1: El que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos.
Aleluya.
Salmo 23
Entrada solemne de Dios en su templo
Las
puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo.
Del Señor
es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
Antífona
2: Ensalzad al Rey del cielo y alegraos de su grandeza. Aleluya.
Tb 13,1-10a
Dios castiga y salva
Bendito
sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia nos ha
hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. (1P 1,3)
Bendito
sea Dios, que vive eternamente,
y cuyo reino dura por los siglos:
él azota y se compadece,
hunde hasta el abismo y saca de él,
y no hay quien escape de su mano.
Dadle gracias, israelitas, ante los gentiles,
porque él nos dispersó entre ellos.
Proclamad allí su grandeza,
ensalzadlo ante todos los vivientes:
que él es nuestro Dios y Señor,
nuestro padre por todos los siglos.
Él nos azota por nuestros delitos,
pero se compadecerá de nuevo,
y os congregará de entre las naciones
por donde estáis dispersados.
Si volvéis a él de todo corazón
y con toda el alma,
siendo sinceros con él,
él volverá a vosotros
y no os ocultará su rostro.
Veréis lo que hará con vosotros,
le daréis gracias a boca llena,
bendeciréis al Señor de la justicia
y ensalzaréis al rey de los siglos.
Yo le doy gracias en mi cautiverio,
anuncio su grandeza y su poder
a un pueblo pecador.
Convertíos, pecadores,
obrad rectamente en su presencia:
quizá os mostrará benevolencia
y tendrá compasión.
Ensalzaré a mi Dios, al rey del cielo,
y me alegraré de su grandeza.
Que todos alaben al Señor
y le den gracias en Jerusalén.
Antífona
3: La misericordia del Señor llena la tierra. Aleluya.
Salmo 32
Himno al poder y a la providencia de Dios
Por medio
de la Palabra se hizo todo. (Jn 1,3)
Aclamad,
justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones:
que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano.
Tema al Señor la tierra entera,
tiemblen ante él los habitantes del orbe:
porque él lo dijo, y existió,
él lo mandó, y surgió.
El Señor deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres;
desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones.
No vence el rey por su gran ejército,
no escapa el soldado por su mucha fuerza,
nada valen sus caballos para la victoria,
ni por su gran ejército se salva.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
Lectura Breve
Hch 13,
30-33
Dios
resucitó a Jesús de entre los muertos. Y durante muchos días se apareció a los
que con él habían subido de Galilea a Jerusalén: éstos, efectivamente, dan
ahora testimonio de él ante el pueblo. Y nosotros os damos la buena nueva: la
promesa que Dios hizo a nuestros padres la ha cumplido él ahora con nosotros,
sus hijos, resucitando a Jesús,según está escrito en el salmo segundo: «Tú eres
mi Hijo: yo te he engendrado hoy.»
Responsorio Breve
V. El
Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya, aleluya.
V. Cristo,
una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
R. La muerte no tiene ya poder sobre él. Aleluya.
Lecturas
Primera Lectura
Del libro
del Apocalipsis 20, 1-15
ÚLTIMA
BATALLA DE LA SERPIENTE
Yo, Juan,
vi a un ángel que descendía del cielo, trayendo en su mano la llave del abismo
y una gran cadena. Sujetó a la serpiente, a la serpiente antigua, que es el
Diablo y Satanás, y la encadenó por mil años. La arrojó al abismo, la encerró y
puso encima un sello, para que no engañase más a los pueblos, hasta que se
cumplieran los mil años.
Después será puesta en libertad por un poco de tiempo.
Vi también las almas de los que habían sido degollados por causa del testimonio
de Jesús y por la palabra de Dios; revivieron y reinaron con Cristo por mil
años. Luego vi unos tronos, y se sentaron en ellos todos los que no adoraron a
la bestia ni a su imagen, ni aceptaron su marca en su frente ni en su mano. Y
se les dio poder de juzgar. Ésta es la resurrección primera. Los demás muertos
no volvieron ya a la vida en todos estos mil años.
Bienaventurado y santo el que toma parte en la resurrección primera. Sobre
ellos no tendrá poder alguno la segunda muerte. Serán sacerdotes de Dios y de
Cristo; y reinarán con él por mil años.
Cuando se hayan cumplido los mil años, Satanás será soltado de su cárcel, y saldrá
a engañar a las naciones que habitan en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog
y a Magog.
Los congregará para la guerra y su ejército será tan numeroso como las arenas
del mar.
Subieron hacia la llanura de la tierra, y cercaron el campamento de los santos
y la ciudad amada de Dios; pero descendió de pronto fuego del cielo y los
devoró. El Diablo, que los había engañado, fue arrojado en el estanque de fuego
y de azufre, donde están también la bestia y el falso profeta; y serán
atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
Vi luego un gran trono blanco, y al que estaba sentado en él. El cielo y la
tierra desaparecieron de su presencia sin dejar rastro. Y vi a los muertos,
grandes y pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos unos libros y luego
fue abierto también otro libro, que es el libro de la vida. Fueron juzgados los
muertos según lo que está escrito en los libros, según sus obras. El mar
devolvió los muertos que en sí retenía, la muerte y el hades devolvieron los
muertos que guardaban en su seno; y fue juzgado cada uno segúnsus obras. Y la
muerte y el hades fueron arrojados al lago de fuego. Ésta es la muertesegunda:
el lago de fuego. Y todo el que no fue hallado escrito en el libro de la vida
fue arrojado al lago de fuego.
Responsorio 1 Co 15, 25-26; cf. Ap 20, 13. 14
R. Cristo
debe reinar hasta que Dios ponga todos sus enemigos bajo sus pies. * El
último enemigo aniquilado será la muerte. Aleluya.
V. Entonces la muerte y el hades devolverán los muertos, y la
muerte y el hades serán arrojados al lago de fuego.
R. El último enemigo aniquilado será la muerte. Aleluya.
Segunda Lectura
Del
comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Libro 10, cap. 2: PG 74, 331-334)
YO SOY LA
VID, VOSOTROS LOS SARMIENTOS
El Señor,
para convencernos de que es necesario que nos adhiramos a él por el amor, ponderó
cuán grandes bienes se derivan de nuestra unión con él, comparándose a sí mismo
con la vid y afirmando que los que están unidos a él e injertados en su
persona, vienen a ser como sus sarmientos y, al participar del Espíritu Santo,
comparten su misma naturaleza (pues el Espíritu de Cristo nos une con él).
La adhesión de quienes se vinculan a la vid consiste en una adhesión de voluntad
y de deseo; en cambio, la unión de la vid con nosotros es una unión de amor.
Nosotros, en efecto, partimos de un buen deseo y nos adherimos a Cristo por la
fe; así llegamos a participar de su propia naturaleza y alcanzamos la dignidad
de hijos adoptivos, pues, como afirma san Pablo, el que se une al Señor es un
espíritu con él.
De la misma forma que en un lugar de la Escritura se dice de Cristo que es
cimiento y fundamento (pues nosotros, se afirma, estamos edificados sobre él y,
como piedras vivas y espirituales, entramos en la construcción del templo del
Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, cosa que no sería posible si Cristo
no fuera fundamento), así, de manera semejante, Cristo se llama a sí mismo vid,
como si fuera la madre y nodriza de los sarmientos que proceden de él.
En él y por él hemos sido regenerados en el Espíritu para producir fruto de
vida, no de aquella vida caduca y antigua, sino de la vida nueva que se funda
en su amor. Y esta vida la conservaremos si perseveramos unidos a él y como injertados
en su persona; si seguimos fielmente los mandamientos que nos dio y procuramos
conservar los grandes bienes que nos confió, esforzándonos por no contristar, ni
en lo más mínimo, al Espíritu que habita en nosotros, pues, por medio de él,
Dios mismo tiene su morada en nuestro interior.
De qué modo nosotros estamos en Cristo y Cristo en nosotros nos lo pone en
claro el evangelista Juan al decir: En esto conocemos que permanecemos en él, y
él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.
Pues, así como la raíz hace llegar su misma manera de ser a los sarmientos, del
mismo modo el Verbo unigénito de Dios Padre comunica a los santos una especie de
parentesco consigo mismo y con el Padre, al darles parte en su propia naturaleza,
y otorga su Espíritu a los que están unidos con él por la fe: así les comunica una
santidad inmensa, los nutre en la piedad y los lleva al conocimiento de la
verdad y a la práctica de la virtud.
Responsorio Jn 15, 4. 16
R. Permaneced
en mí y yo permaneceré en vosotros: * como el sarmiento no
puede dar fruto por sí mismo, si no está unido a la vid, así tampoco vosotros,
si no permanecéis en mí. Aleluya.
V. Yo os he elegido para que vayáis y deis fruto, y que vuestro
fruto sea permanente.
R. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no
está unido a la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Aleluya.
*Lecturas
de la 5ª Semana del Tiempo Pascua Ciclo B*
Martes, 4 de mayo de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Juan (14,27-31a)*
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no
turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a
vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el
Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando
suceda creáis.
Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe del mundo; no es
que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo
amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo yo».
Palabra del Señor
Canto Evangélico
Antifona: La
paz os dejo, aleluya, mi paz os doy. Aleluya.
Benedictus
Lc 1, 68-79
El Mesías y
su precursor
+ Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Alabemos
a Cristo, que con su poder reconstruyó el templo destruido de su cuerpo, y supliquémosle:
*Concédenos, Señor, los frutos de
tu resurrección*.
Cristo Salvador, que en tu resurrección anunciaste la alegría a las mujeres y a
los apóstoles y salvaste al universo entero, — conviértenos en testigos de tu
resurrección.
Tú que has prometido la resurrección universal y has anunciado una vida nueva, —
haz de nosotros mensajeros del Evangelio de la vida.
Tú que te apareciste repetidas veces a los apóstoles y les comunicaste el
Espíritu Santo, — renuévanos por el Espíritu consolador.
Tú que prometiste estar con tus discípulos hasta el fin del mundo,
— quédate hoy con nosotros y sé siempre nuestro compañero.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Concluyamos nuestra oración, diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro
maestro: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Oremos:
Señor, tú
que por la resurrección de Jesucristo nos has engendrado de nuevo para que renaciéramos
a una vida eterna, fortifica la fe de tu pueblo y afianza su esperanza, a fin de
que nunca dudemos que llegará a realizarse lo que nos tienes prometido. Por
nuestro
Señor Jesucristo.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
*San Florián, Mártir*
San Florián nació cerca del año 250 en la ciudad de
AeliumCetiumin, hoy conocida como Saint Pölten - Austria. Según la tradición
era comandante del ejército romano en Baviera, siendo responsable de la brigada
de bomberos.
Durante la persecución de Diocleciano, se presentó en la ciudad de
Lorch el cónsul Aquilino para hacer valer el edicto de persecución contra los
cristianos. Allí cumplió Florián su deber de militar perfectamente, hasta que
se dio cuenta de que cuarenta de sus compañeros fueron encarcelados a causa de
ser seguidores de Cristo. Entonces, se sintió impulsado a compartir la suerte
de sus hermanos de fe y también se negó a perseguir a sus correligionarios.
Por ello fue conducido ante Aquilino quien le exigió que adorara a
los dioses romanos a lo cual se opuso tajantemente. Fue desnudado, azotado
cruelmente con garfios y, posteriormente, se le arrojó al río Enns atado por el
cuello a una pesada roca; su cuerpo fue arrastrado por la corriente y fue a
parar a una orilla. Entonces, sigue diciéndonos la tradición, descendió un
águila para proteger sus restos, hasta que fue sepultado por una mujer llamada
Valeria.
San Florián tiene el patronazgo sobre el cuerpo de bomberos, los
deshollinadores de chimeneas, se invoca su protección sobre los que están en
peligro de ahogarse y por este motivo, comparte con San Juan Nepomuceno dicha
protección.
*Vísperas - MARTES V SEMANA DE PASCUA 2021*
Martes, 4
de mayo de 2021.
Vísperas
Invocación
V. Dios
mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno
Nuestra Pascua inmolada, aleluya,
es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta universal!,
el mundo renovado
canta un himno a su Señor.
Pascua sagrada, ¡victoria de la cruz!
La muerte, derrotada,
ha perdido su aguijón.
Pascua sagrada,
¡oh noche bautismal!
Del seno de las aguas
renacemos al Señor.
Pascua sagrada, ¡eterna novedad!
Dejad al hombre viejo,
revestíos del Señor.
Pascua sagrada. La sala del festín
se llena de invitados
que celebran al Señor.
Pascua sagrada, ¡Cantemos al Señor!
Vivamos la alegría
dada a luz en el dolor.
Salmodia
Antífona
1: Ahora se estableció el reinado de nuestro Dios, y la potestad de
su Cristo. Aleluya.
Salmo 19
Oración por la victoria del rey
Cuantos
invoquen el nombre del Señor se salvarán. (Hch 2,21)
Que te
escuche el Señor el día del peligro,
que te sostenga el nombre del Dios de Jacob;
que te envíe auxilio desde el santuario,
que te apoye desde el monte Sión.
Que se acuerde de todas tus ofrendas,
que le agraden tus sacrificios;
que cumpla el deseo de tu corazón,
que dé éxito a todos tus planes.
Que podamos celebrar tu victoria
y en el nombre de nuestro Dios alzar estandartes;
que el Señor te conceda todo lo que pides.
Ahora reconozco que el Señor
da la victoria a su Ungido,
que lo ha escuchado desde su santo cielo,
con los prodigios de su mano victoriosa.
Unos confían en sus carros,
otros en su caballería;
nosotros invocamos el nombre
del Señor, Dios nuestro.
Ellos cayeron derribados,
nosotros nos mantenemos en pie.
Señor, da la victoria al rey
y escúchanos cuando te invocamos.
Antífona
2: Has asumido, Señor, el poder y comenzaste a reinar. Aleluya.
Salmo 20,2-8.14
Acción de gracias por la victoria del rey
El Señor
resucitado recibió la vida, años que se prolongan sin término. (S. Ireneo)
Señor, el
rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuanto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.
Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.
Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia;
porque el rey confía en el Señor,
y con la gracia del Altísimo no fracasará.
Levántate, Señor, con tu fuerza,
y al son de instrumentos cantaremos tu poder.
Antífona
3: Que te sirva toda la creación, porque tú lo mandaste, y existió.
Aleluya.
Ap 4,11;5,9.10.12
Himno de los redimidos
Eres
digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.
Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria, y la alabanza.
Lectura Breve
1 Pe 2, 4-5
Acercándoos
al Señor, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero escogida y apreciada
por Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo
del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales
que Dios acepta por Jesucristo.
Responsorio Breve
V. Los
discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
Canto Evangélico
Antifona: Si
me amaseis de veras, os alegraríais de que fuera yo al Padre. Aleluya.
MagnificatLc
1, 46-55
Alegría del
alma en el Señor
Proclama
mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Preces
Aclamemos
alegres a Cristo, que después de ser sepultado en el seno de la tierra resucitó
gloriosamente a una vida nueva, y digámosle confiados:
Rey de la gloria, escúchanos.
Te rogamos, Señor, por los obispos, los presbíteros y los diáconos: que sirvan
con celo a tu pueblo, — y lo conduzcan por los caminos del bien.
Te rogamos, Señor, por los que sirven a tu Iglesia con el estudio de tu
palabra, — que escudriñen tu doctrina con pureza de corazón y deseo de
adoctrinar a tu pueblo.
Te rogamos, Señor, por todos los fieles de la Iglesia: que combatan bien el
combate de la fe, — y, habiendo corrido hasta la meta, alcancen la corona
merecida.
Tú que en la cruz cancelaste la nota de cargo de nuestra deuda,
— destruye también en nosotros toda clase de esclavitud y líbranos de toda
tiniebla.
Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
Tú que al bajar al lugar de los muertos abriste las puertas del abismo, —
recibe a nuestros hermanos difuntos en tu reino.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor: Padre nuestro.
Padre Nuestro
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Señor, tú
que por la resurrección de Jesucristo nos has engendrado de nuevo para que
renaciéramos a una vida eterna, fortifica la fe de tu pueblo y afianza su
esperanza, a fin
de que nunca dudemos que llegará a realizarse lo que nos tienes prometido. Por
nuestro
Señor Jesucristo.
Amén.
V. El
Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.