Musica Para el Alma

sábado, 1 de mayo de 2021

LAS LAUDES DEL DOMINGO 2 DE MAYO. SAN ATANASIO DE ALEJANDRÍA


 

*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*

Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén

 

*San Atanasio de Alejandría*

 

*Laudes - DOMINGO V DE PASCUA 2021*

 

Domingo, 2 de mayo de 2021. Otras celebraciones del día: SAN ATANASIO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA .

 

Invitatorio

 

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

 

Salmo 94

Invitación a la alabanza divina

 

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

 

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

 

Laudes

 

Himno

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,

la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa. Amén. Aleluya

 

Salmodia

 

Antífona 1: El que tenga sed, que venga a beber de balde el agua viva. Aleluya.

 

Salmo 62, 2-9

El alma sedienta de Dios

 

Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.

 

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.

Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

 

Antífona 2: Rendid homenaje al Señor, que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales. Aleluya.

 

Dn 3,57-88.56

Toda la creación alabe al Señor

 

Alabad al Señor, sus siervos todos. (Ap 19,5)

 

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

 

Antífona 3: Los fieles festejan la gloria del Señor. Aleluya.

 

Salmo 149

Alegría de los santos

 

Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran por su Rey, Cristo, el Señor. (Hesiquio)

 

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

 

Lectura Breve

Hechos 10, 40-43

Dios resucitó a Jesús al tercer día e hizo que se apareciese no a todo el pueblo, sino a nosotros, que somos los testigos elegidos de antemano por Dios. Nosotros hemos comido y bebido con él, después que Dios lo resucitó de entre los muertos. Y él nos mandó predicar al pueblo y atestiguar que ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos.
De él hablan todos los profetas y aseguran que cuantos tengan fe en él recibirán por su nombre el perdón de sus pecados.

 

Responsorio Breve

V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. Aleluya, aleluya.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. Aleluya, aleluya.
V. Tú que has resucitado de entre los muertos.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. Aleluya, aleluya.

 

 

V. Mi corazón se alegra. Aleluya.
R. Y te canto agradecido. Aleluya.

 

Lecturas

 

Primera Lectura

 

Del libro del Apocalipsis 18, 21-19, 10

ANUNCIO DE LA BODA DEL CORDERO

 

Un ángel poderoso levantó una piedra, grande como rueda de molino, y la lanzó al mar, diciendo: «Con este ímpetu será arrojada Babilonia, la gran ciudad; y no será jamás hallada. No se escuchará más en ti música de citaristas, de cantores, de tocadores de flauta y trompeta. Ya no se encontrará más en ti artífice de arte alguna. No se escuchará más el son de la rueda de molino, la luz de la lámpara no lucirá más, ni el idilio del novio y de la novia se escuchará más en ti. Porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra y tus encantos sedujeron a todas las naciones, y en ti fue encontrada la sangre de los profetas y de los santos, la sangre de todos los que han sido degollados sobre la tierra.» Después de esto oí como un grandioso coro de una inmensa multitud, que cantaba en el cielo: «¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios. Porque sus juicios son verdaderos y justos; porque ha juzgado a la gran Ramera, a la que corrompía la tierra con su fornicación, y ha vengado en ella la sangre de sus siervos.

Y por segunda vez cantaron: «¡Aleluya! La humareda de la gran ciudad se eleva por los siglos de los siglos.»
Cayeron de hinojos los veinticuatro ancianos y los cuatro seres, y adoraron a Dios, que está sentado en su trono, diciendo: «Amén. Aleluya.»
Y salió una voz del trono, que decía: «Alabad al Señor, sus siervos todos, los que le teméis, pequeños y grandes.» Y oí como el ruido de muchedumbre inmensa y como el ruido de grandes aguas y como el fragor de fuertes truenos. Y decían: «¡Aleluya! Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo; alegrémonos y gocemos y démosle gracias, porque llegó la boda del Cordero, y su esposa se ha embellecido y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura» —el lino son las buenas acciones de los santos—. Luego me dice: «Escribe: "Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero."»
Me dijo además: «Éstas son palabras verdaderas de Dios.»
Entonces me postré a sus pies para adorarlo, pero él me dice: «No, cuidado; yo soy un siervo corno tú y como tus hermanos que mantienen el testimonio de Jesús. A Dios tienes que adorar.»
El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.

 

Responsorio Ap 14, 2; 19, 6; 12, 10; 19, 5

R. Oí una voz que bajaba del cielo, como estampido de un trueno poderoso: «Reinará nuestro Dios para siempre. * Porque ahora se estableció la salud y el poderío, y la potestad de su Cristo.» Aleluya.
V. Y salió una voz del trono, que decía: «Alabad al Señor, sus siervos todos, los que le teméis, pequeños y grandes.»
R. Porque ahora se estableció la salud y el poderío, y la potestad de su Cristo. Aleluya.

 

Segunda Lectura

 

De los sermones de san Máximo de Turín, obispo
(Sermón 53,1-2. 4: CCL 23, 214-216)

CRISTO, DÍA SIN OCASO

 

La resurrección de Cristo destruye el poder del abismo, los recién bautizados renuevanla tierra, el Espíritu Santo abre las puertas del cielo. Porque el abismo, al ver sus puertas destruidas, devuelve los muertos, la tierra, renovada, germina resucitados, y el cielo, abierto, acoge a los que ascienden.
El ladrón es admitido en el paraíso, los cuerpos de los santos entran en la ciudad santa y los muertos vuelven a tener su morada entre los vivos. Así, como si la resurrección de Cristo fuera germinando en el mundo, todos los elementos de la creación se ven arrebatados a lo alto.
El abismo devuelve sus cautivos, la tierra envía al cielo a los que estaban sepultados en su seno, y el cielo presenta al Señor a los que han subido desde la tierra: así, con un solo y único acto, la pasión del Salvador nos extrae del abismo, nos eleva por encima de lo terreno y nos coloca en lo más alto de los cielos.
La resurrección de Cristo es vida para los difuntos, perdón para los pecadores, gloria para los santos. Por esto el salmista invita a toda la creación a celebrar la resurrección de Cristo, al decir que hay que alegrarse y llenarse de gozo en este día en que actuó el Señor.

La luz de Cristo es día sin noche, día sin ocaso. Escucha al Apóstol que nos dice que este día es el mismo Cristo: La noche está avanzando, el día se echa encima. La noche está avanzando, dice, porque no volverá más. Entiéndelo bien: una vez que ha amanecido la luz de Cristo, huyen las tinieblas del diablo y desaparece la negrura del pecado porque el resplandor de Cristo destruye la tenebrosidad de las culpas pasadas.
Porque Cristo es aquel Día a quien el Día, su Padre, comunica el íntimo ser de ladivinidad. Él es aquel Día, que dice por boca de Salomón: Yo hice nacer en el cielo una luz inextinguible.
Así como no hay noche que siga al día celeste, del mismo modo las tinieblas del pecado no pueden seguir la santidad de Cristo. El día celeste resplandece, brilla, fulgura sin cesar y no hay oscuridad que pueda con él. La luz de Cristo luce, ilumina, destellacontinuamente y las tinieblas del pecado no pueden recibirla: por ello dice el evangelista Juan: La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Por ello, hermanos, hemos de alegrarnos en este día santo. Que nadie se sustraiga del gozo común a causa de la conciencia de sus pecados, que nadie deje de participar en la oración del pueblo de Dios, a causa del peso de sus faltas. Que nadie, por pecador que se sienta, deje de esperar el perdón en un día tan santo. Porque, si el ladrón obtuvo el paraíso, ¿cómo no va a obtener el perdón el cristiano?

 

Responsorio

R. La magnificencia del Señor está por encima de los cielos: * su majestad resplandece sobre las nubes y su nombre permanece para siempre. Aleluya.
V. Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo.
R. Su majestad resplandece sobre las nubes y su nombre permanece para siempre.
Aleluya

 

Lecturas del Domingo 5º de Pascua - Ciclo B

Domingo, 2 de mayo de 2021

Evangelio

*Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8)*

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

Palabra del Señor

 

 

Canto Evangélico

 

Antifona: El que permanece en mí, como yo en él, da mucho fruto. Aleluya,

 

Benedictus Lc 1, 68-79

El Mesías y su precursor

 

+ Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Preces

 

Oremos a Cristo, autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos, quien por su poder nos resucitará también a nosotros, y digámosle:


*Cristo, vida nuestra, sálvanos*.


Cristo, luz esplendorosa que brillas en las tinieblas, rey de la vida y salvador de los que han muerto, — concédenos vivir hoy en tu alabanza.


Señor Jesús, que anduviste los caminos de la pasión y de la cruz, — concédenos que, unidos a ti en el dolor y en la muerte, resucitemos también contigo.


Hijo del Padre, maestro y hermano nuestro, tú que has hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes, — enséñanos a ofrecer con alegría nuestro sacrificio de alabanza.


Rey de la gloria, esperamos anhelantes el día de tu manifestación gloriosa, — para poder contemplar tu rostro y ser semejantes a ti.


Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.


Dirijámonos ahora al Padre con las palabras que el Espíritu del Señor resucitado pone en nuestra boca: Padre nuestro.

 

Padre Nuestro

 

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

 

Oración

 

Oremos:

 

Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

 

Amén.

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

*San Atanasio de Alejandría*

Atanasio, nombre que significa "inmortal", nació en Egipto, en la ciudad de Alejandría, en el año 295. Llegado a la adolescencia, estudió derecho y teología. Se retiró por algún tiempo a un yermo para llevar una vida solitaria y allí hizo amistad con los ermitaños del desierto; cuando volvió a la ciudad, se dedicó totalmente al servicio de Dios.

 

*Biografía de San Atanasio de Alejandría*

Era la época en que Arrio, clérigo de Alejandría, confundía a los fieles con su interpretación herética de que Cristo no era Dios por naturaleza.

Para considerar esta cuestión se celebró un concilio (el primero de los ecuménicos) en Nicea, ciudad del Asia Menor. Atanasio, que era entonces diácono, acompañó a este concilio a Alejandro, obispo de Alejandría, y con su doctrina, ingenio y valor sostuvo la verdad católica y refutó a los herejes y al mismo Arrio en las disputas que tuvo con él.

 

Cinco meses después de terminado el concilio con la condenación de Arrio, murió san Alejandro, y Atanasio fue elegido patriarca de Alejandría. Los arrianos no dejaron de perseguirlo y apelaron a todos los medios para echarlo de la ciudad e incluso de Oriente.

Fue desterrado cinco veces y cuando la autoridad civil quiso obligarlo a que recibiera de nuevo en el seno de la Iglesia a Arrio, excomulgado por el concilio de Nicea y pertinaz a la herejía, Atanasio, cumpliendo con gran valor su deber, rechazó tal propuesta y perseveró en su negativa, a pesar de que el emperador Constantino, en 336, lo desterró a Tréveris.

 

Durante dos años permaneció Atanasio en esta ciudad, al cabo de los cuales, al morir Constantino, pudo regresar a Alejandría entre el júbilo de la población. Inmediatamente renovó con energía la lucha contra los  arrianos y por segunda vez, en 342, tuvo que emprender el camino del destierro que lo condujo a Roma.

Ocho años más tarde se encontraba de nuevo en Alejandría con la satisfacción de haber mantenido en alto la verdad de la doctrina católica. Pero llegó a tanto el encono de sus adversarios, que enviaron un batallón para prenderlo. Providencialmente, Atanasio logró escapar y refugiarse en el desierto de Egipto, donde le dieron asilo durante seis años los anacoretas, hasta que pudo volver a reintegrarse a su sede episcopal; pero a los cuatros meses tuvo que huir de nuevo. Después de un cuarto retorno, se vio obligado, en el año 362, a huir por quinta vez. Finalmente, pasada aquella furia, pudo vivir en paz en su sede.

 

San Atanasio es el prototipo de la fortaleza cristiana. Falleció el 2 de mayo del año 373. Escribió numerosas obras, muy estimadas, por las cuales ha merecido el honroso título de doctor de la Iglesia.

 

 

*Vísperas - DOMINGO V DE PASCUA 2021*

 

Domingo, 2 de mayo de 2021.

 

Vísperas

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno

Nuestra Pascua inmolada, aleluya,
es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta universal!,
el mundo renovado
canta un himno a su Señor.
Pascua sagrada, ¡victoria de la cruz!
La muerte, derrotada,
ha perdido su aguijón.
Pascua sagrada,

¡oh noche bautismal!
Del seno de las aguas
renacemos al Señor.
Pascua sagrada, ¡eterna novedad!
Dejad al hombre viejo,
revestíos del Señor.
Pascua sagrada. La sala del festín
se llena de invitados
que celebran al Señor.
Pascua sagrada, ¡Cantemos al Señor!
Vivamos la alegría
dada a luz en el dolor.

 

Salmodia

 

Antífona 1: Resucitó el Señor y está sentado a la derecha de Dios. Aleluya.

 

Salmo 109, 1-5.7

El Mesías, Rey y Sacerdote

 

Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. (1Co 15,25)

 

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

 

Antífona 2: Nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo. Aleluya.

 

Salmo 113A

Israel librado de Egipto: las maravillas del Éxodo

 

Reconoced que también vosotros, los que renunciasteis al mundo, habéis salido de Egipto. (S. Agustín)

 

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.

 

Antífona 3: Aleluya. Reina nuestro Dios, gocemos y démosle gracias. Aleluya.

 

Cf. Ap 19,1-2.5-7

Las bodas del Cordero

 

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya.

 

Lectura Breve

Hb 10, 12-14

Cristo, habiendo ofrecido un solo sacrificio en expiación de los pecados, está sentado para siempre a la diestra de Dios, y espera el tiempo que falta «hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies». Así, con una sola oblación, ha llevado para siempre a la perfección en la gloria a los que ha santificado.

 

Responsorio Breve

V. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.
R. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.
V. Y se ha aparecido a Simón.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.

 

Canto Evangélico

 

Antifona: Si permanecéis en mí, pediréis lo que queráis, y se os dará. Aleluya.

 

Ver antífona alternativa

 

MagnificatLc 1, 46-55

Alegría del alma en el Señor

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

Preces

 

Oremos a Cristo, el Señor, que murió y resucitó por los hombres, y ahora intercede por nosotros, y digámosle:


Cristo, Rey victorioso, escucha nuestra oración.


Cristo, luz y salvación de todos los pueblos, — derrama el fuego del Espíritu Santo sobre los que has querido fueran testigos de tu resurrección en el mundo.


Que el pueblo de Israel te reconozca como el Mesías de su esperanza, — y la tierra toda se llene del conocimiento de tu gloria.


Consérvanos, Señor, en la comunión de tu Iglesia, — y haz que con todos nuestros hermanos obtengamos el premio y el descanso de nuestros trabajos.


Tú que has vencido a la muerte, nuestro enemigo, destruye en nosotros el poder del mal, tu enemigo, — para que vivamos siempre para ti, vencedor inmortal.


Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.


Cristo Salvador, tú que te hiciste obediente hasta la muerte y has sido elevado a la derecha del Padre, — recibe en tu reino glorioso a nuestros hermanos difuntos.


Unamos nuestra oración a la de Jesús, nuestro abogado ante el Padre, y digamos como él
nos enseñó: Padre nuestro.

 

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.

 

Oración

Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos
siempre con amor de padre y que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la
libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Conclusión

 

Si preside el obispo, es conveniente que éste bendiga al pueblo con la bendición solemne:

 

V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano, custodie vuestro corazón y vuestra inteligencia en el amor y conocimiento de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R. Amén.

 

Si preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo como el obispo, o bien con la bendición común:

 

V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R. Amén.

 

Si se despide a la comunidad, se añade la invitación:

 

V. Podéis ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.