*LAS LAUDES Y LAS VISPERAS*
Abre,
Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los
pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi
sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y
merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro
Señor. Amén
*San Anselmo de Canterbury*
TIEMPO PASCUAL
MIÉRCOLES DE SEMANA III
Propio del Tiempo. Salterio III
21 de abril
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
Himno: GLORIOSA AURORA DE ESTE NUEVO DÍA
Gloriosa aurora de este nuevo día,
despierta en nuestras almas la alegría
de ver nuestro Señor glorificado,
vencidos ya la muerte y el pecado.
Jesús llena de luz el mundo entero;
de cuantos vivirán, él el primero
entró en la luz de eternas claridades,
glorioso ya sin fin de eternidades.
Torrente de alegría, salte y fluya
el grito jubiloso de aleluya,
los hombres y los pueblos lo repitan,
sus vidas en el Cristo resucitan.
Jesús, presente y vivo en tus hermanos,
acoge nuestras manos en tus manos,
conduce el caminar de nuestras vidas
por sendas de vivir ya redimidas.
Recibe, Padre santo, la alabanza
del pueblo que te aclama en la esperanza
de ser junto a tu Hijo eternamente
reunido por tu Espíritu clemente. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Todos los pueblos vendrán a adorar al Señor. Aleluya.
Salmo 85 - ORACIÓN DE UN POBRE ANTE LAS DIFICULTADES.
Inclina tu oído, Señor; escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;
porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.»
Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu grande piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Todos los pueblos vendrán a adorar al Señor. Aleluya.
Ant 2. Nuestros ojos contemplarán al Rey en su gloria. Aleluya.
Cántico: DIOS JUZGARÁ CON JUSTICIA Is 33, 13-16
Los lejanos, escuchad lo que he hecho;
los cercanos, reconoced mi fuerza.
Temen en Sión los pecadores,
y un temblor se apodera de los perversos:
« ¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador,
quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?».
El que procede con justicia y habla con rectitud
y rehúsa el lucro de la opresión;
el que sacude la mano rechazando el soborno
y tapa su oído a propuestas sanguinarias,
el que cierra los ojos para no ver la maldad:
ése habitará en lo alto,
tendrá su alcázar en un picacho rocoso,
con abasto de pan y provisión de agua.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Nuestros ojos contemplarán al Rey en su gloria. Aleluya.
Ant 3. Toda carne contemplará la salvación de Dios. Aleluya.
Salmo 97 - EL SEÑOR, JUEZ VENCEDOR
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad:
tocad la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas
aclamad al Rey y Señor.
Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes
al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Toda carne contemplará la salvación de Dios. Aleluya.
LECTURA BREVE Rm 6, 8-11
Si verdaderamente hemos muerto con Cristo, tenemos fe de que también viviremos
con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no
muere; la muerte no tiene ya poder sobre él. Su muerte fue un morir al pecado
de una vez para siempre, mas su vida es un vivir para Dios. Así también,
considerad vosotros que estáis muertos al pecado, pero que vivís para Dios en
unión con Cristo Jesús.
RESPONSORIO BREVE
V. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
V. El que por nosotros colgó del madero.
R. Aleluya. Aleluya.
V. Gloria al Padre,y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor ha resucitado del sepulcro. Aleluya. Aleluya.
V. Dios resucitó a Cristo de entre los muertos. Aleluya.
R. Para que nuestra fe y esperanza se centren en Dios. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Apocalipsis 9, 1-12
LA PLAGA DE LANGOSTAS
Yo, Juan, vi que el quinto ángel tocaba la trompeta; y vi una estrella caída
del cielo sobre la tierra, a la que entregaron la llave del pozo del abismo. Abrió
el pozo del abismo, y subió del pozo una humareda como la humareda de un
inmenso horno, oscureciéndose el sol y el aire a causa de la humareda del pozo.
Del humo salieron langostas sobre la tierra, y les fue dado poder como el que
tienen los escorpiones terrestres. Y se les mandó que no hicieran estragos en
la hierba de la tierra ni en ninguna verdura ni en ningún árbol, sino en los
hombres que no obstentan el sello de Dios sobre sus frentes. Se les dio poder
no para que los matasen, sino para que los atormentasen durante cinco meses. Y
el tormento que producían era como del escorpión cuando muerde al hombre. En
aquellos días los hombres buscarán la muerte y no la hallarán; y ansiarán morir
y la muerte huirá de ellos.
Por sus formas, las langostas parecían caballos equipados para la guerra; en
sus cabezas obstentaban como coronas que parecían de oro; y sus rostros
semejaban rostros de hombres. Tenían cabellos como cabellos de mujer, y sus
dientes eran como de leones. Llevaban corazas como corazas de hierro; y el
estrépito de sus alas era como el estrépito de carros de muchos caballos que se
precipitan en la batalla. Tenían colas y aguijones semejantes a escorpiones; y
en su cola residia el poder de herir a los hombres por cinco meses. Tienen
sobre sí mismas por rey al ángel del abismo, cuyo nombre es en hebreo Abaddón y
en griego Apolión, y significa «el Destructor».
El primer ¡ay! ya pasó. Pero vienen todavía dos ¡ayes! después de este.
RESPONSORIO Jl 2, 30. 32; Mc 13, 33
R. Haré prodigios en el cielo y en la tierra; sangre, fuego, columna
de humo. * Y todo lo que invoque el nombre del Señor se salvará. Aleluya.
V. Vigilad y estad alerta, pues no sabéis cuándo será el momento.
R. Y todo lo que invoque el nombre del Señor se salvará. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
De la Apología primera de san Justino, mártir, en favor de los
cristianos
(Cap. 61: PG 6, 419-422)
EL BAÑO DE REGENERACIÓN
Vamos ahora a explicar cómo nos consagramos a Dios los renovados por Cristo.
A todos los que han aceptado como verdadero lo que les hemos enseñado y
explicado, y se han comprometido a vivir según estas enseñanzas, se los exhorta
a que pidan perdón a Dios de los pecados cometidos, con oraciones y ayunos, y
nosotros nos unimos también a sus oraciones y ayunos.
Después los conducimos hasta el lugar donde se halla el agua bautismal, y allí
son regenerados del mismo modo que lo fuimos nosotros, es decir, recibiendo el
baño de agua en el nombre del Padre, Dios y Señor de todos, y de nuestro
salvador Jesucristo y del Espíritu Santo.
Jesucristo dijo, en efecto: El que no nace de nuevo no podrá entrar en el reino
de los cielos. Y para todos es evidente que no es posible que, una vez nacidos,
volvamos a entrar en el seno materno.
También el profeta Isaías nos enseña de qué manera apartan de sí el pecado los
que han faltado y se arrepienten. He aquí sus palabras: Lavaos, purificaos,
apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a
obrar bien; buscad lo que es justo, haced justicia al oprimido, defended al huérfano,
proteged a la viuda. Entonces, venid, y litigaremos —dice el Señor—. Aunque
vuestros pecados sean como la grana, blanquearán como la nieve; aunque sean
rojos como escarlata, quedarán blancos como lana. Pero, si no sabéis obedecer,
la espada os comerá. —Lo ha dicho el Señor—.
Los apóstoles nos explican la razón de todo esto. En nuestra primera
generación, fuimos engendrados de un modo inconsciente por nuestra parte y por
una ley natural y necesaria, por la acción del germen paterno en la unión de nuestros
padres, y sufrimos la influencia de costumbres malas y de una instrucción
desviada. Mas, para que tengamos también un nacimiento, no ya fruto de la
necesidad natural e inconsciente, sino de nuestra libre y consciente elección,
y consigamos por el agua el perdón de los pecados anteriormente cometidos, se
pronuncia sobre aquel que quiere ser regenerado y está arrepentido de sus
pecados el nombre del Padre, Señor y Dios de todos; y éste es el único nombre
que aplicamos a Dios, al llevar a la piscina bautismal al que va a ser
bautizado.
Nadie hay, en efecto, que pueda llamar por su nombre propio al Dios inefable,
y, si alguien se atreviese a decir que puede ser capaz de ello, daría pruebas
de una locura sin remedio.
Este baño se llama iluminación, porque son iluminadas las mentes de los que
aprenden estas cosas. Pero, además, el que es iluminado es también lavado en el
nombre de Jesucristo (que fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilato), y en
el nombre del Espíritu Santo, que anunció de antemano, por boca de los
profetas, todo lo referente a Jesús.
RESPONSORIO Jn 3, 5-6
R. Jesús dijo a Nicodemo: «Yo te lo aseguro: * el
que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.»
Aleluya.
V. Lo que de la carne nace carne es, y lo que nace del espíritu
espíritu es.
R. El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino
de Dios. Aleluya.
*Lecturas
de la 3ª Semana del Tiempo Pascua Ciclo B*
Miércoles, 21 de abril de 2021
Evangelio
*Lectura
del santo evangelio según san Juan (6,35-40)*
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí
no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.
Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré
afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad
del que me ha enviado.
Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio,
sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga
vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».
Palabra del Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Todo el que ve al Hijo y cree en él tiene vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día. Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Todo el que ve al Hijo y cree en él tiene vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día. Aleluya.
PRECES
Oremos a Cristo, que fue entregado por nuestros pecados y
resucitado para nuestra justificación, y aclamémoslo, diciendo:
Por tu victoria, sálvanos, Señor.
Salvador nuestro, Señor Jesús, que con tu victoria sobre la muerte nos has
alegrado y con tu resurrección nos has exaltado y nos has enriquecido,
ilumina hoy nuestras mentes y santifica nuestra jornada con la gracia de tu
Espíritu Santo.
Tú que en el cielo eres glorificado por los ángeles y en la tierra eres adorado
por los hombres,
recibe la adoración que en espíritu y verdad te tributamos en estas fiestas de
tu resurrección.
Sálvanos, Señor Jesús, muestra tu amor y tu misericordia al pueblo que confía
en tu resurrección
y, compadecido de nosotros, defiéndenos hoy de todo mal.
Rey de la gloria y vida nuestra, haz que, cuando te manifiestes al mundo,
podamos aparecer también nosotros juntamente contigo en la gloria.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Concluyamos nuestra oración, diciendo juntos las palabras de Jesús, nuestro
maestro:
Padre nuestro...
ORACION
Protege, Señor, a tu pueblo y, ya que le has dado la gracia de la
fe, concédele la participación eterna en la resurrección de tu Hijo. Él, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos
de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
*San Anselmo de Canterbury*
Fue predicador y reformador de la vida monástica. Es cierto
que los normandos oprimieron a Inglaterra; pero con ellos llegaron al país
algunos de sus hombres de Iglesia y de Estado más eminentes. Entre ellos,
están dos arzobispos de Canterbury: Lanfranco y su sucesor inmediato, San
Anselmo. Este nació de noble familia en Aosta del Piamonte hacia el año
1033. De jovencito fue encomendado a un profesor muy riguroso, regañón y
humillante y el niño empezó a perder la alegría y a volverse demasiado tímido y
retraído. Entonces lo llevaron a los Padres Benedictinos y estos por
medio de la bondad y de la alegría lo transformaron en un estudiante alegre y
entusiasta. Todos los ratos libres los dedicaba a estudiar y a
escribir. Más tarde Anselmo diría: "Mis progresos espirituales,
después de Dios y de mi madre, los debo a haber tenido unos excelentes
profesores en mi niñez, los Padres Benedictinos".
A los 15 años intentó ingresar en un monasterio, pero el abad,
sabiendo que el padre de Anselmo, Gandulfo, se oponía a ello, no quiso
admitirle. Mientras el papá lo animaba a ser un triunfador en el mundo,
la madre le mostraba el cielo azul y le decía: allá arriba empieza el
verdadero reino de Dios. El papá lo llevaba a fiestas y a torneos. Pero,
aunque Anselmo participaba con mucho entusiasmo, después de cada fiesta mundana
sentía su alma llena de tristeza y desilusión. Y exclamó: "El navío
de mi corazón pierde el timón en cada fiesta y se deja llevar por las olas de
la perdición". Entonces, Anselmo se fue inclinando más a ganarse
el cielo que las glorias humanas.
Anselmo olvidó durante algún tiempo su vocación, descuidó la
práctica religiosa y vivió una vida mundana de la que no dejó de arrepentirse
más tarde hasta el último día de su vida. Anselmo no se entendía con
su padre. Tan severo era éste, que Anselmo no tuvo más remedio que
abandonar la casa paterna, después de la muerte de su madre, para proseguir sus
estudios en Borgoña. Tres años más tarde, pasó a Bec, en Normandía,
atraído por la fama del gran abad Lanfranco. A los veintisiete años,
en 1060, Anselmo ingresó en el monasterio de Bec, donde se convirtió en
discípulo y gran amigo de Lanfranco. Este fue nombrado abad de San
Esteban de Caen, tres años más tarde y Anselmo pasó a ser el prior de
Bec. Algunos monjes murmuraron contra la elección de Anselmo, quien era
todavía muy joven; pero su paciencia y bondad acabaron por ganarle los ánimos
de sus más acerbos críticos. Entre éstos se contaba un joven muy
rebelde, llamado Osberno, a quien San Anselmo convirtió poco a poco a la
observancia y asistió tiernamente en su última enfermedad.
San Anselmo era gran devoto de la Virgen María y decía
que no hay criatura tan sublime y tan perfecta como ella y que en santidad sólo
la supera Dios.
San Anselmo fue sin duda el mayor teólogo de su tiempo y el
"padre de la escolástica". Como tal, es precursor de Santo Tomás
de Aquino. La Iglesia no había tenido un metafísico de su talla desde la época
de San Agustín. Al mismo tiempo su piedad permitía que Dios lo orientara
hacia la Verdad Suprema. Con corazón e inteligencia se acercó a los
misterios cristianos: "Haz, te lo ruego, Señor que yo sienta con el
corazón lo que toco con la inteligencia"
"Es necesario, decía él, impregnar cada vez más nuestra
fe de inteligencia, en espera de la visión beatífica". Sus
obras filosóficas, como sus meditaciones sobre la Redención, provenían del vivo
impulso del corazón y de la inteligencia.
Siendo todavía prior de Bec, compuso sus dos obras más conocidas
que ayudaron a integrar la filosofía y la teología: El Monologium, (modo
de meditar sobre las razones de la fe", en el que daba las pruebas
metafísicas de la existencia y la naturaleza de Dios, y
el Proslogium (la fe que busca la inteligencia) o contemplación
de los atributos de Dios. Igualmente compuso los
tratados de la verdad, la libertad, el origen del mal y el arte de razonar,
llegando así a ser uno de los autores más leídos en la Iglesia
Católica. Durante siglos los maestros de teología han leído y citado las
enseñanzas de este gran sabio.
Eadmero, un monje inglés, discípulo y biógrafo de Anselmo, cuenta
que tenía éste un método muy personal de instruir, empleando comparaciones muy
conocidas, de suerte que aun la gente más sencilla podía entenderle. A un
abad que se quejaba del pobre fruto de sus esfuerzos pedagógicos, dijo San
Anselmo: "Si plantas un árbol en tu huerto y lo cercas por todos lados, de
suerte que no pueda extender sus ramas, tendrás al cabo de un tiempo un árbol
inútil de ramas torcidas… Pues así es como tratas a tus hijos, con amenazas y
golpes y privándoles del privilegio de la libertad". Al mismo
tiempo, nadie como San Anselmo insistía en la importancia de buscar la verdad y
ser fiel a ella.
San Anselmo fue un hombre de singular encanto. Su simpatía y
sinceridad le ganaron el afecto de hombres de todas clases y nacionalidades. La
caridad del santo se extendía aun a los más humildes de sus
fieles. Él fue uno de los primeros que se opusieron a la
esclavitud. En el concilio nacional de Westminister, que reunió en 1102
para resolver algunos asuntos eclesiásticos, el arzobispo obtuvo la aprobación
de un decreto que prohibía vender a los esclavos como animales.
Una anécdota de su vida pone en relieve la humanidad de San
Anselmo. Eadmero cuenta que el santo encontró un día a un niño que había
atado un hilo a la pata de un pájaro y se divertía dejándole escapar y
volviéndole a coger. Anselmo, lleno de indignación, cortó el hilo, y
dijo: "ecce filum rumpitur, avis avolat, puer plorat, pater exultat -
"el pájaro escapa, el niño llora y el padre se alegra".
En 1078, después de quince años de priorato, Anselmo fue elegido
abad de Bec. Eso le obligaba a viajar con frecuencia a Inglaterra, donde
la abadía contaba con algunas propiedades.
Anselmo fue a Inglaterra en 1092, tres años después de la muerte
de Lanfranco. El rey Guillermo el Rojo mantenía vacante la sede de
Canterbury para disfrutar de sus rentas. Como San Anselmo le
exhortase a nombrar un arzobispo, Guillermo juró "por la Santa Faz de Lucca"
(tal juramento popular se refiere al "Volto Santo") que ni
Anselmo ni otro alguno sería arzobispo de Canterbury mientras él
viviese. Pero una enfermedad que le puso a las puertas de la muerte le
hizo cambiar de opinión. Lleno de temor, el rey prometió que en adelante
gobernaría de acuerdo con las leyes y nombró arzobispo a San Anselmo. El
buen abad alegó en vano su avanzada edad, su falta de salud y su ineptitud para
el gobierno. Los obispos y todos los presentes le obligaron a tomar el
báculo pastoral y le condujeron a la iglesia, donde cantaron un "Te
Deum".
Pero el corazón del rey no había cambiado en realidad. Apenas
acababa de instalarse el nuevo arzobispo, cuando Guillermo, quien quería
arrebatar a su hermano el ducado de Normandía, empezó a exigirle
dinero. Anselmo le ofreció quinientos marcos, suma importante en
aquellos tiempos; pero el rey le pidió mil como precio de la
elección. El santo se negó rotundamente a pagarlos y exhortó al rey
a proveer las abadías vacantes y a sancionar la convocación de los sínodos
necesarios para reprimir los abusos de los clérigos y los laicos. El
rey replicó ásperamente que defendería las abadías como si se tratase de su
propia corona y, desde entonces, no tuvo otro pensamiento que el de arrojar a
Anselmo de su sede. Consiguió, en efecto, que cierto número de obispos le
negasen la obediencia; pero los barones no aceptaron condenar a San
Anselmo. El mismo legado pontificio llevó a Anselmo el palio que le
hacía inamovible.
Viendo que el rey oprimía a la Iglesia siempre que podía cuando el
clero no se plegaba a su voluntad, San Anselmo le pidió permiso de ir a Roma a
consultar a la Santa Sede. El rey se lo rehusó dos veces; a la
tercera, le respondió que podía salir del país, pero que confiscaría todas sus
rentas y no le permitiría volver a entrar. A pesar de ello, San Anselmo
partió de Canterbury en octubre de 1097, acompañado por Eadmero y otro monje
llamado Balduino. En el camino se hospedó primero con San Hugo, abad de Cluny
y después con otro Hugo, arzobispo de Lyon. En Roma expuso el asunto al
Papa, quien no sólo le prometió su protección, sino que escribió al rey
exigiéndole que restituyese a San Anselmo sus derechos y posesiones. San
Anselmo se retiró a un monasterio de Campania por razones de salud y ahí
terminó su famosa obra Cur
Deus homo, que es el más famoso tratado que existe sobre la
Encarnación. Convencido de que podría hacer más bien en la vida oculta que
en su sede en Canterbury, Anselmo rogó al Papa que le descargase de su oficio,
pero el Pontífice, se negó. Sin embargo, dado que no podía volver
por el momento a Inglaterra, el Papa le dio permiso de quedarse en
Campania. Anselmo asistió al Concilio de Bari, en 1098, y se
distinguió por su manera de abordar las dificultades de los obispos
grecoitálicos sobre la cuestión del "Filioque". El
Concilio acusó al rey de Inglaterra de simonía, de opresión a la Iglesia, de
persecución al arzobispo y de vida viciosa; sin embargo, no llegó a condenarle
solemnemente gracias a la intervención del mismo San Anselmo, quien persuadió
al Papa Urbano de que se contentase con la amenaza de excomunión.
La muerte de Guillermo el Rojo puso fin al destierro de San
Anselmo, quien entró en Inglaterra entre las aclamaciones del pueblo. Pero
la paz no fue duradera. Las dificultades surgieron en cuanto Enrique I se
arrogó el derecho de reconfirmar la elección de San Anselmo. Eso se oponía
a los decretos del sínodo romano de 1099, que había suprimido los derechos de
investidura de los laicos sobre las abadías y catedrales. San Anselmo se
negó, pues, a obedecer al rey. Pero en ese momento Inglaterra estaba bajo
la amenaza de una invasión de Roberto de Normandía, a quien muchos barones
ingleses no veían con malos ojos. Deseando ganarse el apoyo de la Iglesia,
Enrique prometió total obediencia a la Santa Sede en el futuro, y San Anselmo
hizo cuanto pudo por evitar la rebelión. Aunque, como lo hace notar
Eadmero, Enrique debía en gran parte al santo el hecho de no haber perdido la
corona, reclamó de nuevo su derecho de investidura en cuanto pasó el
peligro. Por su parte, el arzobispo se negó a consagrar a los obispos
nombrados por el rey, a no ser que hubiesen sido canónicamente
elegidos. La oposición entre el rey y el arzobispo fue agravándose de día
en día. Finalmente Anselmo decidió ir personalmente a Roma a exponer el
asunto al Papa y Enrique envió por su parte a un delegado
personal. Después de madura consideración, Pascual II confirmó la decisión
de su predecesor. Al saberlo, Enrique prohibió a San Anselmo que volviese
a Inglaterra y confiscó sus bienes. Más tarde, el rumor de que San Anselmo
iba a excomulgar al rey parece haber alarmado al monarca, quien fue a Normandía
a reconciliarse con el arzobispo. En un consejo real que tuvo lugar en
Inglaterra, Enrique I renunció al derecho de investidura sobre las abadías y
los obispados y Anselmo, con el consentimiento del Papa, aceptó que los obispos
prestasen homenaje al monarca por sus posesiones temporales. El rey
observó realmente el pacto y llegó a tener tal confianza en el arzobispo, que
le nombró regente durante el viaje que hizo a Normandía en 1108. Pero la
salud de San Anselmo, que era ya muy anciano, se había debilitado
mucho. El santo murió al año siguiente, 1109, entre los monjes de Canterburry. Sus
últimas palabras antes de morir fueron:
"Allí donde están los verdaderos goces celestiales, allí deben estar
siempre los deseos de nuestro corazón"
San Anselmo fue declarado Doctor de la Iglesia en 1720, aunque no
había sido canonizado. Dante le pone en el paraíso entre los espíritus de
luz y poder de la esfera solar, junto a San Juan
Crisóstomo.
Se cree que el cuerpo del gran arzobispo descansa en la catedral
de Canterbury, en la capilla de su nombre, del lado sudoeste del altar mayor.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: HOY ROMPE LA CLAUSURA
Hoy rompe la clausura
del surco empedernido
el grano en él hundido
por nuestra mano dura;
y hoy da su flor primera
la rama sin pecado
del árbol mutilado
por nuestra mano fiera.
Hoy triunfa el buen Cordero
que, en esta tierra impía,
se dio con alegría
por el rebaño entero;
y hoy junta su extraviada
majada y la conduce
al sitio en que reluce
la luz resucitada.
Hoy surge, viva y fuerte,
segura y vencedora,
la Vida que hasta ahora
yacía en honda muerte;
y hoy alza del olvido
sin fondo y de la nada
al alma rescatada
y al mundo redimido. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Vuestra tristeza se convertirá en gozo. Aleluya.
Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Vuestra tristeza se convertirá en gozo. Aleluya.
Ant 2. Ya vivamos, ya muramos, del Señor somos. Aleluya.
Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Ya vivamos, ya muramos, del Señor somos. Aleluya.
Ant 3. De él todo procede, por él existe todo, en él todo subsiste: a él
la gloria por los siglos. Aleluya.
Cántico: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CREATURA Y PRIMER
RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS. Cf. Col 1, 12-20
Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda creatura;
pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así del cielo como de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. De él todo procede, por él existe todo, en él todo subsiste: a él
la gloria por los siglos. Aleluya.
LECTURA BREVE Hb 7, 24-27
Jesús, como permanece para siempre, tiene un sacerdocio eterno. De aquí que
tiene poder para llevar a la salvación definitiva a cuantos por él se vayan
acercando a Dios, porque vive para siempre para interceder por ellos. Y tal era
precisamente el sumo sacerdote que nos convenía: santo, sin maldad, sin mancha,
excluido del número de los pecadores y exaltado más alto que los cielos. No
tiene necesidad, como los sumos sacerdotes, de ofrecer víctimas cada día,
primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Esto lo hizo una
vez por todas, ofreciéndose a sí mismo.
RESPONSORIO BREVE
V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
V. Al ver al Señor.
R. Aleluya. Aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Todos los que el Padre me ha dado vendrán a mí, y a los que vengan
a mí yo no los echaré fuera. Aleluya.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Todos los que el Padre me ha dado vendrán a mí, y a los que vengan
a mí yo no los echaré fuera. Aleluya.
PRECES
Oremos a Cristo, que resucitó de entre los muertos y está sentado
a la derecha del Padre, y digámosle:
Cristo, que vives por siempre para interceder por los hombres, escucha nuestra
oración.
Acuérdate, Señor, de los que se han consagrado a tu servicio,
que sean para tu pueblo ejemplo de santidad.
Concede, Señor, el espíritu de justicia a los que gobiernan las naciones
y haz que trabajen en bien de la paz, para que todos podamos vivir según tu
ley.
Concede la paz a nuestros días
y multiplica los bienes de la tierra, para que los pobres puedan gozar de las
riquezas de tu bondad.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Cristo salvador, que con tu triunfo has iluminado el mundo entero y con tu
resurrección has dado a los hombres una prenda de su inmortalidad,
concede la luz eterna a nuestros hermanos difuntos.
Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro...
ORACION
Protege, Señor, a tu pueblo y, ya que le has dado la gracia de la
fe, concédele la participación eterna en la resurrección de tu Hijo. Él, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos
de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.